JOHN ASHBERY
UN POETA EN NUEVA YORK
Apoteosis de la fragmentación
17 de abril de 2004
Recuerdo perfectamente (y me abstengo de la retórica primera persona del plural, que, vía Auden, tan buen resultado procura a la poesía de Ashbery) mi primer contacto con John Ashbery. Curiosamente no fue a través de la página, sino en una lectura suya en febrero de 1984 en la Akademie der Künste del Berlín del muro, de la entonces República Federal Alemana. Un recuerdo para aportar elementos, no sobre mi cosmopolitismo, digamos, sino sobre la penetración europea del más "canónico" (Harold Bloom dixit) de los poetas norteamericanos actuales. Por cierto, es una lástima, a mi entender, que en la antología que es Pirografía no se incluya, precisamente, su poema 'Europe'. ¿Será cierta la sentencia de Marianne Moore, según la cual "Omisiones no son accidentes?". En cualquier caso, hoy por hoy, Ashbery, un poeta sumamente prolijo y, por tanto, antologable, está muy al alcance -y es una suerte- del lector en lengua española. El mérito, además, es la "americanidad" (o norteamericanidad, mejor) del poeta, que dificulta aún más la siempre imposible tarea del traductor de poesía. Como ha dicho alguno de los críticos de Ashbery, su don por la llaneza norteamericana es su arma más potente.
John Ashbery
Traducción de Martín Rodríguez-Ganoa
Visor. Madrid, 2004
265 páginas. 10 euros
UNA OLA
John Ashbery
Traducción de Ignacio Infante
Lumen. Barcelona, 2004
285 páginas. 16,90 euros
Hoy por hoy, con el ya mencionado volumen antológico Pirografía y Una ola (1984), el eventual lector no sólo puede acceder a su poesía, sino que puede cotejar versiones, que se suceden desde que en 1990 se publicara el libro que, en 1975, le procuró un torrente de premios y el establecimiento en un primer puesto de la poesía norteamericana. Nos referimos a Autorretrato en espejo convexo (Visor), representado por cuatro poemas en Pirografía, entre los cuales, 'Lo único que puede salvar a América'. Antología ésta que se detiene precisamente en 1984, año de publicación de lo que nos llega como Una ola, en una versión de Ignacio Infante muy distinta a la Martín Rodríguez-Canoa en Pirografía. Infante opta por la literalidad sin menoscabo del sentido poético así en 'At North Farm', "Through blizzards and desert heat, across torrents", se convierte en "A través de tormentas de nieve y del calor del desierto, surcando torrentes..."; mientras que Rodríguez-Canoa opta por versión-versión: "En medio de ventiscas y el calor del desierto, cruzando tormentas...", con "torrents" que pasan a ser "tormentas", suponemos que pensando en la frase coloquial "torrents of rain", que generalmente traducimos por "tormentas de lluvia". Personalmente, prefiero la literalidad porque, en cualquier caso, en un poeta, como es el caso de Ashbery, de indudable dominio del lenguaje, en especial el coloquial y norteamericano, proclive a la aliteración, siempre perdemos algo en la traducción o versión.
No obstante, y a pesar de que Pirografía es una antología que se detiene en 1985, mientras que la producción de Ashbery ha seguido y en parte la conocemos (me refiero a Flow Chart, 1991, o Diagrama del flujo, Cátedra, 1994) no me parece irrelevante recordar que Ashbery formó, en sus inicios, parte de la tetralogía de la New York School poética, con Frank O'Hara, Kenneth Koch y James Shuyler, nombre de grupo prestado de la ídem de pintura (con Jackson Pollock en primer término). La prematura muerte de O'Hara en los sesenta ya desmembró a los contertulios de Cedar Tavern del Village de la Roma de nuestros tiempos. Ashbery, que vivió diez años en París, es hoy por hoy el más significativo y menos confesional de los poetas americanos actuales, como justo entierro al padre que podía significar Robert Lowell, con exequias oficiadas por el gurú Bloom. A nuestro entender de lector es un genio del fragmento, seguramente la marca de fábrica de la posmodernidad, aunque le concedamos su fidelidad a la gran tradición poética norteamericana que de Emerson a Whitman pasa por la modernidad de Gertrude Stein y de Eliot y Pound nutrida, en definitiva, en el romanticismo inglés. Dudosamente, no obstante, los fragmentos de 'Los patinadores', que se incluyen en Pirografía, convenzan a nadie de que es la Waste Land eliotiana, versión 1966. Por algo la sociedad occidental de 1922 se recuperaba de la depresión de una Gran Guerra europea, mientras que hoy, con suerte, nos recuperamos de guerras del Golfo, mucho más fragmentarias aunque tan incomprensibles como aquélla.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de abril de 2004
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