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Joan Didion, la voz del ‘nuevo periodismo’ que exploró la cultura y el caos, murió a los 87 años
Estableció una voz distintiva en la ficción estadounidense antes de dedicarse al periodismo político y a la escritura de guiones. Pero fue California, su estado natal, el que le proporcionó su material más rico.
William Grimes
La causa del fallecimiento fueron complicaciones de la enfermedad de Parkinson, según un correo electrónico enviado por Paul Bogaards, un ejecutivo de Knopf, la editorial de Didion.
Didion saltó a la fama gracias a una serie de artículos incisivos e inquisitivos publicados en la revista Life y en The Saturday Evening Post, que exploraban los límites de la vida estadounidense de posguerra. California, su estado natal, le proporcionó su material más rico. En viñetas afiladas y sagaces, capturó su dureza y belleza, su papel de imán para colonos inquietos, su promesa dorada y su pasado que se desvanece rápidamente, así como su potencia de laboratorio cultural.
“Creíamos en comenzar de nuevo. Creíamos en la buena suerte”, escribió en Where I was From (2003), un retrato psíquico de California.
En dos de sus primeras e innovadoras colecciones de ensayos, Slouching Towards Bethlehem (1968) y The White Album (1979) dirigió su mirada fría y aprensiva a los hippies de Haight-Ashbury, a excéntricos y buscadores como el obispo James Pike y Howard Hughes, a la industria cinematográfica en la era posterior a los grandes estudios y a la música con dejos de muerte de los Doors. En castellano, Los que sueñan el sueño dorado (2012), compila ensayos de ambas colecciones.
Los reportajes de Didion reflejaban la prescripción de Norman Mailer de “un periodismo tremendamente personalizado en el que el carácter del narrador sea uno de los elementos de la forma en que el lector evaluaría finalmente la experiencia”.
Su atracción por los lugares conflictivos, las personalidades que se desintegran y el caos incipiente era algo natural. En el ensayo que da título a The White Album, incluyó un fragmento de su propia evaluación psiquiátrica tras llegar a la consulta externa del Hospital St. John’s de Santa Mónica aquejada por vértigo y náuseas.
Decía, en parte: “Desde su punto de vista, vive en un mundo de gente movida por motivaciones extrañas, conflictivas, mal entendidas y por encima de todo engañosas, que los llevan de forma inevitable al conflicto y al fracaso”. Esta caracterización, que Didion no rebatió, podría describir a la heroína arquetípica de sus novelas.
“Su talento consistía en escribir sobre el estado de ánimo de la cultura”, dijo la esritora Katie Roiphe en una entrevista. “Consiguió canalizar el espíritu de los años 60 y 70 a través de su propia escritura, muy idiosincrásica y personal; es decir, aparentemente personal. Se adaptaba perfectamente a la época, con su sensibilidad ligeramente paranoica, ligeramente histérica y muy nerviosa. Era una conjunción perfecta de la escritora con el momento”.
Didion se dedicó más tarde al reportaje político, al entregar largos ensayos a The New York Review of Books sobre la guerra civil en El Salvador y la cultura de los emigrados cubanos en Miami; estos luego se publicaron en forma de libros titulados Salvador y Miami.
“Era intrépida, original y una observadora maravillosa”, dijo Robert B.Silvers, que fue editor de The New York Review of Books —que comenzó a publicar la obra de Didion a principios de los años 70— en una entrevista para este obituario en 2009. “Era muy escéptica frente a la visión convencional y brillante a la hora de encontrar a la persona o la situación que revelaba el panorama más amplio. Era una gran reportera”.
En su penúltimo año en la Universidad de California, Berkeley, de la que obtuvo un título en Inglés en 1956, Didion presentó un primer borrador de un relato corto a la revista Mademoiselle y ganó un puesto como editora invitada de ficción en la revista. Al año siguiente ganó un concurso de ensayo patrocinado por Vogue. Rechazó el viaje a París que era el premio principal y se puso a trabajar directamente en la revista, donde su prosa se sometió a una rigurosa, si bien peculiar, educación mientras pasaba de escribir textos promocionales a convertirse en editora asociada de artículos. “En un pie de foto de ocho líneas todo tenía que funcionar, cada palabra, cada coma”, dijo más tarde.
A principios de la década de 1960, Didion escribía para Vogue, Mademoiselle y National Review, a menudo sobre temas como “Celos: ¿son una enfermedad curable?”. Al mismo tiempo, publicó una primera novela muy bien recibida, El río en la noche (1963), sobre una familia de Sacramento que se derrumbaba. Aunque esta obra no es tan sucinta como sería su ficción posterior, presentaba las preocupaciones que regirían sus siguientes novelas —la violencia, el miedo, la sensación enfermiza de que el mundo se estaba saliendo de control— y familiarizó a los lectores con “la mujer Didion”, descrita por Michiko Kakutani en The New York Times Magazine como la desamparada residente de “un páramo claramente personal, que deambula por las carreteras o por los países en un esfuerzo por borrar el dolor de la conciencia”.
En 1964, se casó con John Gregory Dunne, un escritor de Time con el que había mantenido una amistad durante varios años. Se mudaron a California y empezaron a escribir guiones. También adoptaron una hija, Quintana Roo, cuyo nombre tomaron del estado mexicano que habían encontrado por casualidad al mirar un mapa.
Con el tiempo se convirtieron en una pareja elegante en ambas costas del país, con un pie en Hollywood y otro en los salones literarios de Manhattan. Dunne murió de un ataque al corazón a los 71 años en 2003. Dos años después, Quintana Roo Dunne murió de pancreatitis y shock séptico con 39 años. Didion escribió sobre la muerte de su marido y la enfermedad de su hija en El año del pensamiento mágico (2005), que ganó el Premio Nacional del Libro de 2005 en la categoría de no ficción y fue adaptado para el escenario de Broadway en 2007 en una producción protagonizada en solitario por Vanessa Redgrave. Didion retomó el tema de la muerte de su hija en sus memorias de 2011, Noches azules.
Fred R. Conrad |
Didion construyó una carrera tripartita dedicada al periodismo, la escritura de guiones y la ficción. El reportaje, dijo una vez, la obligaba a meterse en la vida de otras personas y le permitía recoger la información y las impresiones que alimentaban su ficción. “Cuando algo de una situación me molesta entonces escribo un artículo para averiguar qué es lo que me molesta”, declaró a The Paris Review en 2006. La escritura de guiones, por el contrario, le ofrecía una distracción, como trabajar en un crucigrama. Tuvo un éxito extraordinario en las tres cosas.
En 1970, ella y su marido, tras comprar los derechos de una historia sobre drogadictos en el Upper West Side de Manhattan, escribieron el guion de Pánico en Needle Park, una película que dio a Al Pacino su primer papel protagonista. Su segundo guion fue una adaptación de la segunda novela de Didion, Según venga el juego (1970), la elíptica historia de una joven actriz que conduce compulsivamente por las autopistas de California para olvidar su fracaso matrimonial, un aborto y la enfermedad mental de su hija. La versión cinematográfica, estrenada en 1972, fue protagonizada por Tuesday Weld y Anthony Perkins.
Con su tercer guion, Didion y su marido dieron en el clavo. Con James Taylor y Carly Simon en mente para los papeles principales, reescribieron Nace una estrella para llevarla a la era del rock’ n’ roll. Con Barbra Streisand y Kris Kristofferson como protagonistas, la película se convirtió en un gran éxito de taquilla y pagó generosamente a sus guionistas.
La pareja colaboró después en Confesiones verdaderas, la versión cinematográfica de la novela de Dunne de 1977, protagonizada por Robert De Niro y Robert Duvall, y Algo muy personal (1996), un drama sobre un noticiero de televisión con Robert Redford y Michelle Pfeiffer.
En su tercera novela, Una liturgia común (1977), Didion situó a su heroína, la soñadora y menoscabada Charlotte Douglas, en un país ficticio de Centroamérica desgarrado por la política revolucionaria. Este lienzo más amplio prefiguró una serie de largos y profundos artículos sobre temas políticos, a menudo escritos para The New York Review of Books. Un viaje a El Salvador, entonces sumido en una guerra civil, le proporcionó el material para el muy impresionista Salvador (1983), un libro que relata un viaje al corazón de las tinieblas al estilo de V.S. Naipaul.
Los entresijos de la política cubanoestadounidense fueron el tema de Miami (1987), otra extensa incursión en el periodismo personal, que algunos críticos empezaron a considerar agotadora. Parecía que a todos los lugares a los que iba Didion encontraba el mismo conjunto de circunstancias: un caos inminente, una atmósfera saturada de pavor y absurdos descritos por los involuntarios participantes en un lenguaje de clichés entrecomillados.
“Siempre parece escribir al borde de una catástrofe tan horrible que su única respuesta disponible es encerrarse en una especie de autismo”, escribió Adam Kirsch en The New York Sun en 2006. (“Tengo un temperamento melodramático”, dijo una vez Didion a un entrevistador).
Kathy Willens |
En 2015, St. Martin’s Press publicó The last love song: a biography of Joan Didion, de Tracy Daugherty. Dos años después salió en Netflix Joan Didion: el centro cede, un documental producido y dirigido por Griffin Dunne, el hijo de su cuñado, el periodista Dominick Dunne.
No le sobrevive nadie de su familia inmediata.
En sus últimos años, Didion abandonó el periodismo tradicional y escribió una suerte de crítica cultural centrada en cómo la prensa y la televisión interpretaban ciertos acontecimientos, como las elecciones presidenciales y la paliza y violación de una mujer que corría en Central Park en 1989.
Varios de estos ensayos se incluyeron en las colecciones After Henry (1992) y Political Fictions (2001), centradas en los gobiernos de George Bush y Bill Clinton. En 2006, Ediciones Everyman publicó la colección We Tell Ourselves Stories in Order to Live: Collected Nonfiction. En Sur y Oeste, publicado en 2017, Didion se remontó a los años 70 y recuperó sus impresiones sobre el sur profundo de Estados Unidos a donde ella y su marido habían viajado por encargo de la revista Life, y otras reflexiones sobre California.
La voz seguía siendo la misma: dura, conocedora, a veces cínica. A pesar de su apariencia engañosamente frágil, mantenía la postura de una pionera formada por las circunstancias extremas de su estado natal. En Where I Was From lo expresó de forma sucinta:
“Se suponía que, si eras californiana, debías saber cómo atar un corral con cortezas, debías mostrar espíritu, matar a la serpiente de cascabel, seguir adelante”.
Alex Traub colaboró con la reportería.
THE NEW YORK TIMES
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