Rachel Cusk |
Rachel Cusk
La verdad sumergida
Isabel Verdú
27 de agosto de 2019
Rachel Cusk (Toronto, 1967) es una autora polémica en Inglaterra por el contenido de sus libros autobiográficos: A life’s work (sobre la maternidad) y Aftermath (sobre el divorcio). Pero más allá de ello hay que destacar su brillante trabajo novelístico, que ha ido desplegando a lo largo de diez novelas; las tres últimas constituyen una espléndida trilogía llamada Outline y traducida por Libros del Asteroide. La escritura de Cusk es distinta a todo cuanto podamos haber leído. Se construye a través de sutilezas, de claroscuros. Nunca la subjetividad se ha mostrado de un modo tan elíptico, tan indirecto, y logrando a la vez impregnar la sensibilidad del lector.
En la primera novela, A contraluz, nos sumergimos en el punto de vista tan envolvente como etéreo de una escritora, Faye, que se acaba de separar, en viaje hacia Grecia. Ahora bien, la conoceremos no tanto a través de su pensamiento, el gran ausente, sino a través de aquello que observa, y sobre todo de la conversación con cuantas personas se cruza a su alrededor. Así, junto a ella se irá formando un mosaico de historias de vida: el vecino de avión que le brindará el relato de sus fracasos matrimoniales, cuyas fallas descubriremos con Faye; los escritores que le narran sus contradicciones entre creación y familia; los alumnos del curso de escritura creativa que se enfrentan a los retos que Faye propone de observar y contar la realidad. Al final, todas las historias nos permiten conocer a Faye en breves resquicios donde introduce un comentario sobre sí misma, e ilustran cómo la ambigüedad se construye al unísono que el lenguaje.
En la segunda novela, Tránsito, encontramos a la misma mujer, unos años después, fortalecida y decidida a construir su propio nuevo hogar, aunque suponga pasar por unas obras llenas de obstáculos y que le obligan a algunos enfrentamientos. Faye va alcanzando su lugar en el mundo y su propio poder, mientras lidia con las contradicciones de los hijos, los enfados con los vecinos, con nuevos escarceos con hombres, aunque, como en el caso anterior, la subjetividad de ella aparece solo entre líneas mientras se configura en los personajes que la rodean la misma lucha por tomar las riendas de su destino.
Por último, en Prestigio, reconoceremos el mismo estilo y hasta espacios ya habituales de la narración (un vuelo, un festival literario en el extranjero) pero avanzaremos un escalón más la reconstrucción de la identidad de Faye, mientras ella no ceja en su empeño de escuchar a todo quien la rodea y atravesar el velo de las apariencias. Faye es una escritora consagrada que sin embargo aún debe ser consciente de las dificultades de hacerse a sí misma.
Igual que los escritores, periodistas y demás personajes con los que se cruza, se observa que toda persona busca progresar de una manera u otra, aunque el prestigio depende también del relato que uno y los demás se hacen del propio recorrido. Prestigio parece indicarnos cómo Faye se va reconciliando con su destino, aceptando su parte de responsabilidad en el hundimiento de la vida anterior, y, sobre todo se va gestando la autoafirmación de Faye como mujer en un mundo gobernado por hombres.
En definitiva, en Cusk, como en los grandes escritores, es más importante el cómo que el qué. Se lee y relee con interés, con estupor, sumergiéndonos con placer en un mar de signos que nos podrían llevar en una dirección u otra. Y acabaremos con la sensación de que nada refleja tanto la verdad como lo oscuro, lo relativo, lo translúcido, lo contradictorio en el diálogo con otro.
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