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El regreso de Adele
La cantante habla sobre los retos para crear su nuevo álbum, cómo la ha cambiado la maternidad y por qué se resiste a ser sólo una celebridad
18 de noviembre de 2015
LONDRES — “No voy a llorar”, dijo Adele. Estaba ensayando con sus músicos en los estudios de Music Bank, un antiguo almacén poco glamuroso en el sur de Londres, y acababa de terminar “When We Were Young”, una de las canciones más conmovedoras de su nuevo álbum, “25”. Es una canción sobre un encuentro con un antiguo amor donde le confiesa “todavía me importas” y después, vacilante, pregunta “¿todavía te importo?”
Adele tiene la capacidad de dejarse llevar por sus propias canciones, y no quisiera que eso cambiara. “Para poderme sentir bien con una de mis canciones, tiene que conmoverme de verdad”, comenta. “Cuando empiezo a llorar, sé que he escrito una buena canción, cuando rompo en llanto en el estudio de grabación, y necesito estar a solas unos minutos”.
Esa emoción a flor de piel que transmite con esa maravillosa voz, ha convertido a Adele, de 27 años, en una de las cantantes y compositoras más adoradas del siglo XXI. Adele, de apellido Adkins, ganó el Grammy a Mejor Artista Revelación en 2008 por su álbum debut “19”. Su número de seguidores se multiplicó con “21”, el disco con canciones sobre rupturas amorosas (llenas de enojo, arrepentimiento, soledad y honestidad) que lanzó en 2011, y en el que mezcla toques de producción moderna con una voz clásica de soul. Éste álbum vendió 30 millones de copias en todo el mundo, 11 millones en Estados Unidos. Además del poder de la voz de Adele y la destreza musical, “21” comunicó sinceridad y urgencia, así como humanidad, la sensación de que las heridas aún estaban frescas.
“Ella tiene una intuición increíble para saber qué está bien, qué es real y qué le va bien”, dijo Paul Epworth, quien escribió y produjo canciones con Adele tanto en “21” como en el nuevo álbum. “Es la artista más aguda e intuitiva con la que he trabajado. Ella es puro sentimiento e intuición”.
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Pero, por supuesto, cambió de opinión. “A medida que pasó el tiempo, me di cuenta de que no tenía otra opción”, continuó. “Tenía que escribir más música para mí y eso era todo lo que quería hacer”.
En una entrevista previa al ensayo, Adele estaba acurrucada en un sillón negro de piel en Soho House Dean Street, una antigua casa georgiana llena de antigüedades. Como el público de Adele bien sabe, ella es voluble e imprudente cuando habla, y está más dispuesta a confesar sus inseguridades o a reflexionar sobre su deber con sus fanáticos que a promoverse a sí misma. No oculta su nada elegante acento del norte de Londres, y deja escapar malas palabras sin pensarlo dos veces y luego remata con una melodiosa carcajada.
Vestía un suéter azul oscuro, tenis Converse y unos pantalones negros acampanados que, admitió, eran de pijama. A manera de broma, le dije que podría ser el inicio de una nueva tendencia en Gran Bretaña. “Podríamos decir que ya lo es”, contestó, y rió. “Pero para gente flaca”.
Adele no volvería a vivir lo que hizo con “21,” incluso si pudiera. “Simplemente me dejaba hundir” dijo. “Si estaba triste, si estaba confundida (que eran los temas principales de la mayoría de mis discos hasta entonces) me dejaba llevar por esos sentimientos. Me dejaba caer, y me sentaba en la oscuridad, y me sentía miserable, y no aceptaba ayuda de nadie para salir, ni salir con mis amigos para alegrarme o mantenerme ocupada. ¡No! Me encantaba todo ese drama”.
Y añade: “No quisiera volver a sentirme como cuando escribí ‘21’. Fue espantoso. Me sentía miserable, sola, triste, enojada, amargada. Pensaba que me iba a quedar soltera el resto de mi vida. Pensé que nunca más me iba a enamorar. No vale la pena”.
Reconsidera por un momento. “Bueno, sí vale la pena, obviamente, teniendo en cuenta lo que ha pasado. Pero no quisiera tener que sentirme así para poder escribir de nuevo. No quiero”.
Ahora que es madre, “No he tenido tiempo para derrumbarme”, añadió. “Yo soy todo para mi hijo, y quiero estar ahí para él. Y quiero estar ahí para mi novio también, y no quiero arrastrarlos hacia esos sentimientos por mi arte.”
Aunque interpretó “Skyfall” en los Premios Oscar en 2013, Adele pasó la mayor parte del tiempo entre un disco y otro haciendo “las actividades más normales que te puedas imaginar. He ido a todos los parques, museos y centros comerciales que hay”.
Decidida a ser conocida sólo por su música, Adele también rechazó la promoción y los proyectos de mercadeo que le habrían asegurado más visibilidad. “Si mi objetivo fuera ser una celebridad, entonces no haría música, porque todo lo demás que me han ofrecido probablemente me haría más famosa de lo que soy con mi música”, dijo. “Comerciales, ser el rostro de marcas, esmaltes de uñas, zapatos, bolsas, líneas de moda, productos faciales y para el cabello, películas, ser la embajadora de una marca de un automóvil, relojes de diseñador, marcas de alimentos, edificios, aerolíneas, libros. Me han ofrecido de todo. Y yo no he querido desgastar mi imagen. Quiero hacer una sola cosa. Quiero crear algo, no quiero ser el rostro de todo.
“Todo el mundo piensa que desaparecí, y no lo hice”, comenta. “Sólo volví a la vida real, porque tenía que escribir canciones sobre la vida real, ¿cómo podrían identificarse con lo que canto de otra manera? Si escribiera sobre ser famosa, eso sería aburrido.”
Cuando trató de comenzar su nuevo disco en 2013, Adele llegó con las manos vacías. “No tenía ningún tema”, dijo. No quería escribir sobre su hijo. “Es el amor y la luz de mi vida, pero eso es sólo para su papá y para mí. Nadie más podría entenderlo. Además, no todos mis seguidores tienen hijos, así que no iban a escucharlo”.
Sin embargo, una canción de amor materno, “Remedy”, fue la que le devolvió la confianza, comenta, y fue crucial para “25”. Tedder tenía la palabra “remedy” (remedio), unas cuantas notas en piano a ritmo de vals y la idea de que la canción debía ser sobre un ser querido; quería que Adele hiciera el resto. “Ella de inmediato dijo, ‘Esto es sobre mi hijo’”, recordó Tedder. “Eso destrabó toda la letra. Y quedó lista, se escribió y grabó ese mismo día”.
Adele trabajó con los mismos productores de su disco anterior, como Tedder y Epworth, así como con nuevos colaboradores de los más altos niveles del pop: Sia, Bruno Mars, y los productores Greg Kurstin (Pink, Sia, Kelly Clarkson), Max Martin (Taylor Swift, the Weeknd) y Danger Mouse (Gnarls Barkley, the Black Keys).
Estaba decidida a no repetir “21”. Además, por primera vez, desechó el mismo número de canciones que quedaron incluidas en el disco. “Podríamos decir que unos 20 sencillos muy buenos quedaron fuera de ‘25’, en algún momento circularán, y tal vez caigan en manos de otros artistas”, comentó Tedder. “Con Adele, no se trata de ‘¿Será un éxito? ¿Puedo cantar esa nota? ¿Puedo tener a los mejores productores?’ Se trata de, ‘¿Cuál es la historia?’”
La historia, en muchas canciones de “25”, es sobre lo que hay que conservar del pasado y lo que hay que dejar ir. Las canciones se sumergen en sus propios miedos e incertidumbre. “Million Years Ago”, una delicada balada acompañada por una guitarra con un aire a Edith Piaf, lamenta la pérdida de la juventud y confiesa: “I feel like my life is flashing by/And all I can do is watch and cry”.
En el ensayo, Adele cantó “Million Years Ago” en dos versiones, una en la que comienza a capela, con su voz totalmente expuesta. Había lágrimas en esa voz, pero, por ahora, no en sus ojos.
THE NEW YORK TIMESKISS
DRAGON
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