El agente literario se reinventa
Los intermediarios entre escritores y editores se adaptan a los retos del siglo XXI. Los profesionales del libro debaten sobre su futuro tras la muerte de Carmen Balcells
En medio de la tormenta perfecta de cambios y reinvenciones que envuelve al mundo del libro, uno de los eslabones de la cadena de valor que parece confirmarse como necesario es el del agente literario. Su presencia se asegura, precisamente, por la mudanza del sector al haber asumido funciones y servicios extra, algunos dejados por los editores, lo que ha afianzado la alianza entre agentes y escritores. Ocho agencias, de las 30 que hay en España, han surgido en los últimos cinco años.
Metamorfosis
La figura del agente literario vive una metamorfosis. Aunque la mayoría de autores tienen a uno, algunos prefieren una relación directa con las editoriales, sin intermediarios. Es el caso de nombres muy conocidos como Almudena Grandes, Álvaro Pombo y Ricardo Menéndez Salmón, y otros que se abren paso como Marián Izaguirre. Esta es una modalidad que aumenta y se cierne como una competencia de las agencias. Los grandes grupos y algunas editoriales empiezan a crear oficinas para negociar los derechos de autor con la propia editorial o en otros países y lenguas.
Autores sin agente y con agente
Podría parecer que se vuelve a un modelo casi renacentista de relación directa entre el editor-impresor y el autor, “pero es todo lo contrario, porque en la selva superpoblada de textos e información que es Internet o la Red, son muy necesarios”, cree Daniel Fernández, editor de Castalia y presidente de la Federación de Gremio de Editores de España (FGEE). Es, también, una cuestión de pragmatismo; resulta más fácil para un editor tratar con un agente que con 40 o 150 autores a los que este represente.
“Siempre me ha funcionado bien mi relación directa con la editorial”, cuenta Ricardo Menéndez Salmón, que publica en Seix Barral. “Entiendo que no existe mejor editor para mi perfil que el de ellos y he confiado en que saben ofrecer mi obra en el extranjero. No he sentido la tentación de tener un agente literario”, abunda.
El caso de Dolores Redondo es otro: “Al principio, hasta 2011, no tenía agente. Fui una huérfana de los agentes, que considero fundamentales. No solo por asuntos de venta de derechos y promoción de mis libros, sino también por sus consejos de diferente índole profesional y personal. Es un descanso; me liberan de asuntos ajenos a la escritura”.
Para la escritora Marbel Sandoval Ordóñez no ha resultado fácil: “Sin un editor y un agente editorial es muy difícil escribir’, dijo Laura Restrepo en un conversatorio en Casa de América. Pero ¿cómo conseguir un agente? Hace unos años, llamé a dos o tres. Dijeron que estaban a tope con los autores que tenían. Como Martin Eden, el personaje de Jack London, me puse a contactar editoriales, sin respuesta. Ahora he vuelto a intentarlo con agentes. De nada sirve escribir en el silencio o mejor silenciada por el mundo editorial. ¿Error? Ninguno. Sólo que el trabajo que atendía, para poder vivir, me impidió escribir con la asiduidad necesaria cuando ya tenía un lugar en librerías. Así se mueve el mercado editorial".
Las agencias ya no solo se dedican a representar y negociar los derechos de los creadores y procurar la mejor divulgación de su obra (estas son las menos y estarían abocadas a desaparecer), sino que asesoran al autor en temas literarios, resuelven cuestiones logísticas y de promoción y están atentas a ofrecer el libro en todos los soportes o modalidades posibles (películas, videojuegos, Internet, etcétera). Sin ser necesariamente amigos, el agente es la persona de confianza del autor: le da consejos y lo apoyan o amortiguan en sus tensas relaciones con editores. Eso piensan agentes como Guillermo Schavelzon, Antonia Kerrigan, Palmira Márquez, de Dospassos, Claudia Bernaldo de Quirós y Pau Centellas, de la Agencia Silvia Bastos y presidente de la Asociación de Agencias Literarias. Piensan lo mismo editoras como Blanca Rosa Roca, de Roca Editorial, y Ofelia Grande, de Siruela.
Mientras el autor exista, asegura Schavelzon, “necesitará quien gestione su trabajo, lo acompañe y le ofrezca la contención que una tarea tan aislada como creativa requiere. Cualquiera que sea el tamaño de la editorial, siempre existirá una relación de tensión entre autor y editor; es en ese espacio donde se ubica el agente”, explica este agente. El buen agente, añade, es aquel que deja para la vinculación entre autor y editor, solo lo mejor de esa relación. “Por eso no funcionan las oficinas que, desde dentro de la editorial, proponen representar al escritor, ya que tratan de negar la contradicción de intereses entre una parte y otra”, agrega.
Las editoriales pequeñas y grandes no tienen problema en tratar con las agencias, afirma Kerrigan. Incluso, dice, “Amazon trata cada vez más con las agencias y los agentes. Para ellos también resultamos útiles, especialmente ahora que se ha puesto en marcha el Amazon Crossing”.
Además de la confianza, el agente brinda al autor el conocimiento del mundo editorial y su mercado, sus contactos, su conocimiento jurídico, con lo cual el autor se puede centrar en su creación, explican Bernaldo de Quirós, Márquez y Centellas. “Yo creo que un agente brinda estabilidad a un autor. Las editoriales pueden ser macro o micro, el editor puede cambiar de empresa o dedicarse a otra actividad, pero el agente permanece junto al autor antes y después”, afirma Bernaldo de Quirós. Más ahora, añade Márquez, de Dospassos, “en el cambio de modelo y de las reglas del mercado que han hecho que el agente se reconvierta”. Especialmente, coinciden todos, en este momento que por las concentraciones “el mundo del libro devora las relaciones personales y a la vez exige mucha atención a los temas contractuales”.
Cómo sobrevivir
La supervivencia de los agentes depende del valor añadido que aporten a sus autores, asegura Claudio López de Lamadrid, director editorial de Penguin Random House (PRH). “Al fin y al cabo están haciendo un trabajo que se parece mucho al que siempre ha hecho el editor. De ahí que haya muchos editores que se reconviertan a agentes literarios. En PRH tenemos un departamento de venta de derechos”.
Los editores “necesitan de los agentes por varias razones”, reconoce Roca: “Es un filtro para recibir originales, también en ocasiones aconsejan al autor para mejorar la obra antes de presentarla a los editores”. En su contra, añade, “negociar con las agentes puede ser más caro para el editor”. Palmira Márquez, de la Agencia Dos Passos, cree que "también se hace necesario para el editor más que nunca, porque hoy, cuando la oferta se ha ampliado porque también escribe más que nunca, el agente se convierte en el primer filtro para el editor, es su primer comité editorial".
Se trata de “un papel más pertinente que nunca”, afirma Ofelia Grande, de Siruela. Ello debido, precisamente, a toda la reordenación, absorción y el exceso de información sin filtro. La intermediación de un agente (insisto, de uno que haga bien su trabajo) hace que el resultado sea literariamente más coherente y empresarialmente más eficaz”.
Jorge Herralde, de Anagrama, dice que la figura del agente ya está instalada y persistirá porque cumplen una función: “Lo hacen en un momento de grandes imperios editoriales y la macroagencia de Andrew Wylie, y de micro editoriales, librerías y agencias”.
El futuro, sin embargo, no es fácil. La metamorfosis no se detiene. Agentes, editores y escritores coinciden en que su papel “deberá ser más flexible, más conciliador, y saber adaptarse a los diferentes soportes que surjan. Adaptarse no quiere decir aceptarlos y someterse, sino, no dejarse llevar por las amenazas de los gurús de turno”, señala Schavelzon. Las agencias se están convirtiendo, agrega Centellas, en empresas asesoras y gestoras de todo lo que afecta al talento creativo (ya no solo literario) y a su rentabilidad. Es frecuente que sean, además, agrega, el laboratorio de ideas que acaban siendo libros exitoso o autores comentados.
Un ecosistema en crisis
“La complejidad que al mundo del libro aportan el universo de Internet y las nuevas formas de comunicación, que van acompañadas a su vez de nuevas formas de apropiación indebida de los derechos de propiedad intelectual, va a requerir un esfuerzo legislativo notable en el futuro”, advierte Manuel Rico, presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España.
Por todo ello, afirma Antonia Kerrigan, aunque sigan creando departamentos que sustituyan a las agencias, “estos no pueden suplir las distintas facetas de una agencia que van desde ayudar al autor con la edición de su libro, el trato personal o el seguimiento fiscal de sus asuntos”.
López de Lamadrid cree que los agentes “tendrán que unirse y formar pools, como ya sucede en otros países. Deberán asimismo ampliar sus servicios, abarcar otro tipo de derechos como la imagen, las conferencias, los subsidiarios, además de los habituales”.
Más allá de todo esto, a Palmira Márquez lo que le preocupa es la situación por la que atraviesa el sector en España: "Creo que necesitamos un análisis profundo en el que deben reflexionar todos los actores que en él participamos: ¿se están haciendo las cosas bien? Me preocupa la pérdida de lectores, la piratería, la escasa presencia de autores españoles en las listas de los más vendidos, la pérdida del valor del libro en la sociedad…".
De los propios agentes depende su supervivencia en un ecosistema en eterna transformación.
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