Palacio de Justicia Bogotá, 1985 |
A 30 años de las "28 horas de terror": así fue la toma del Palacio de Justicia en Colombia
Natalio Cosoy
BBC Mundo, Bogotá
5 noviembre 2015
En las imágenes de video de archivo se ve un tanque ligero penetrando un edificio imponente; es una escena algo irreal, como si un niño hubiera decidido hacer interactuar a dos juguetes en apariencia incompatibles para crear un mundo fantástico, distinto, imposible. Cosa de niños.
Un niño macabro en este caso, porque lo que ocurrió el 6 y 7 de noviembre de 1985 en Colombia parecía un imposible, pero un imposible dramático y mortal que sí ocurrió.
Fue una tragedia que quedó marcada a fuego en la conciencia colombiana, con una combinación de estupefacción, horror e incomprensión. Involucró a los máximos magistrados de la Justicia del país, a otros civiles, a un grupo guerrillero, al Ejército y la Policía, al gobierno y -se sospecha- al narcotráfico.
Las imágenes de archivo del tanque y el edificio se han visto miles y miles de veces en Colombia. En el resto del mundo, muchos las vieron por primera vez en la serie Narcos, de Netflix, donde un fragmento mínimo de un episodio se dedica a esos sucesos, para hacer referencia a la supuesta colaboración entre los guerrilleros y Pablo Escobar.
Pero este hecho histórico, del que este viernes y sábado se cumplen 30 años, podría ocupar una serie entera, decenas de series, porque los sucesos son muchos. Pero las versiones son más.
"Golpe publicitario"
El miércoles 6 de noviembre de 1985, 35 guerrilleros del grupo M-19 tomaron el Palacio de Justicia, sede de la Corte Suprema y del Consejo de Estado colombianos, matando a dos guardias de seguridad al ingresar al edificio y reteniendo a quienes se encontraban dentro.
La guerrilla ideó la toma como reacción a los que consideró incumplimientos del gobierno del presidente Belisario Betancur a los acuerdos de paz que habían consensuado el año anterior. Ese fracaso del proceso llevó a que se desplomara la tregua firmada en agosto de 1984.
"La toma del Palacio de Justicia", dice la periodista colombo-irlandesa Ana Carrigan en su libro sobre ese episodio, "fue concebida como un 'golpe publicitario' diseñado para rectificar la historia, impugnar al presidente y su gobierno y proyectarse al poder en medio del clamor popular que necesariamente se levantaría enseguida".
No fue así.
¿Un presidente sin mando?
El edificio de cuatro plantas del Palacio de Justicia se encontraba -aún se encuentra, ahora reconstruido- en plena zona céntrica de Bogotá, a metros del Congreso y de la Casa de Gobierno (en Colombia el primer piso es el que da a la calle, el que en otros países se llama planta baja).
En medio de reuniones con embajadores extranjeros, allí, en la sede del Ejecutivo, el presidente Betancur se enteró de la noticia; las Fuerzas Militares se aprestaron a retomar el lugar en el que había más de 300 personas entre magistrados, empleados, visitantes y guerrilleros.
Estos hechos (...) sirven para demostrar cuán fuertes son nuestras instituciones, cuánto repudia nuestra patria los extremismos
El historiador estadounidense David Bushnell escribió sobre la reacción de las fuerzas armadas: "Al parecer sin esperar órdenes del presidente, el Ejército lanzó un ataque contra el edificio".
Los guerrilleros habían pensado que las fuerzas del Estado no comprometerían la vida de los hombres de ley, pero se equivocaron.
En el sangriento enfrentamientomurieron alrededor de 100 personas, 12 de ellas magistrados, incluyendo al presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes Echandía.
Desaparecieron además 11 personas, casi todos empleados de la cafetería del edificio y visitantes ocasionales. Los cuerpos de tres de ellas, tres mujeres, fueron identificados hace un par de semanas, 30 años después de que se perdiera su rastro. Todavía faltan varios por aparecer.
Fueron, como tituló en su momento la revista colombiana Semana, "28 horas de terror".
Durante el enfrentamiento entre guerrilla y fuerzas de seguridad, el presidente Betancur no quiso -o no le permitieron- negociar con el M-19. "La operación dejó la impresión -justificada o injustificada- de que el presidente recibía órdenes de los militares, en vez de dárselas a ellos", sugiere Bushnell.
Versiones, versiones. Algunos creen, siguiendo la línea de Bushnell, que la reacción militar se convirtió en una suerte de golpe de estado de un par de días de duración.
Otros achacan la responsabilidad total a Betancur, quien apenas terminada la toma, dijo que había tenido "el control absoluto de la situación". Uno de sus hermanos, Jaime Betancur Cuartas, magistrado del Consejo de Estado, fue uno de los rehenes que sobrevivió a la toma.
Existe la versión de que el ex presidente, ya muy mayor, tiene escrita su verdad de lo ocurrido, pero que sólo ha autorizado a que se difunda cuando haya fallecido.
En cualquier caso, la colombiana Comisión de la Verdad (un intento -incompleto- de unificar el relato en una versión única), que emitió en 2009 su reporte acerca de lo sucedido, determinó que el gobierno nunca tuvo intención de salvar la vida de los rehenes.
En su informe la Comisión recuerda que el gobierno incluso trató de censurar la información acerca de lo que sucedía, ordenando desde el Ministerio de Comunicaciones "la transmisión de un partido de fútbol mientras el Palacio era consumido por las llamas”.
¿Censurar qué información?
Desproporcionada y excesiva
La relativa a lo que sucedía durante la retoma -algunos prefieren hablar de "destrucción", más que de "retoma"- encabezada por la Policía y el Ejército, que entablaron un enfrentamiento feroz con los guerrilleros.
Fue considerada por instancias judiciales colombianas como desproporcionada y excesiva.
Según registros audiovisuales, expedientes legales y testimonios de personas que sobrevivieron al ataque, las fuerzas de seguridad asaltaron el edificio con una violencia extrema.
Más de 1.000 soldados formaron parte del operativo para combatir los 35 guerrilleros.
Además de los tanques de guerra que ingresaron junto a hombres a pie, las Fuerzas Militares utilizaron armamento pesado, explosivos, francotiradores que dispararon constantemente contra el Palacio desde fuera, y helicópteros que ametrallaron la fachada desde el aire.
Hay versiones que señalan que también usaron lanzallamas o algún dispositivo similar, con el que pudieron haber causado los incendios que otros le endilgan a la guerrilla.
¿Narcos?
Muchos creen que el M-19 le hizo el "trabajo sucio" a los capos del narcotráfico, incinerando material vinculado con su posible extradición a Estados Unidos.
Es la hipótesis que sigue la serie de Netflix, pero no ha sido cabalmente demostrada, aunque sí hay registros de amenazas de los narcos a magistrados que trabajaban en el tratado de extradición entre Colombia y EE.UU. que se estaba elaborando entonces.
La Comisión de la Verdad sí cree que "hubo conexión del M-19 con el cartel de Medellín para el asalto al Palacio de Justicia".
Reconstruir la verdad nos permite evitar esos eventos, porque cuando la impunidad le ronda a esa clase de hechos no sería raro que vuelvan a suceder
Los narcotraficantes no eran el único grupo con el que los hombres de justicia estaban enemistados en la época. Los magistrados habían emitido algunas condenas y llevaban adelante investigaciones contra oficiales de las Fuerzas Militares.
"Más de 6.000 expedientes fueron destruidos en el incendio del Palacio de Justicia, incluyendo los procesos contra militares por violación de derechos humanos", cuenta la periodista colombiana Constanza Vieira en el epílogo del libro de Ana Carrigan.
El baño
Tras horas de combate, el día 6 por la noche los guerrilleros concentraron a los rehenes que quedaban en su poder, unos 70, en un baño de una esquina del edificio.
Allí pasaron horas y horas, con el miedo constante de morir o resultar heridos en el intercambio de fuego. Muchos perdieron la vida. Entre tanto cañonazo y balazo, las heridas fueron prácticamente inevitables.
Hay versiones que dicen que los guerrilleros ejecutaron rehenes, pero el más fuerte consenso hoy parece ser que las muertes fueron causadas por munición que entró desde fuera del baño.
Será difícil determinarlo con certeza, cree la fiscal Ángela María Buitrago, quien lideró la investigación de la Justicia Colombiana sobre los desaparecidos del Palacio.
"Muchas de las armas y de los proyectiles que se utilizaron fueron sacados (el día 7)", le dijo a BBC Mundo, "son elementos que nunca podrán ser recuperados".
Sin ellos, no se pueden completar los peritajes necesarios para entender qué ocurrió en todos los casos: quién los mató, si murieron dentro o si murieron fuera y luego los volvieron a meter en lo que ya eran ruinas.
Quienes salían del Palacio, incluidos los que dejaron el baño, eran trasladados a un edificio vecino, la colonial Casa Museo del Florero, donde las Fuerzas Militares habían montado su base de operaciones.
Según diversas investigaciones nacionales e internacionales, era un primer punto para determinar quién era guerrillero, quién sospechoso, quién seguiría con vida y quién no. No todos los que llegaron allí aparecieron con vida, no todos aparecieron.
Desapariciones y torturas
En 2014, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado colombiano por los casos de personas desaparecidas durante los sucesos del 6 y 7 de noviembre de 1985.
Según la CIDH: "Existió un modus operandi tendiente a la desaparición forzada de personas consideradas como sospechosas de participar en la toma del Palacio de Justicia o colaborar con el M-19".
"Los sospechosos eran separados de los demás rehenes, conducidos a instituciones militares, en algunos casos torturados y/o desaparecidos", explica la Corte.
Por las desapariciones la Justicia colombiana encarceló al exgeneral Jesús Armando Arias y el excoronel Alfonso Plazas Vega (ambos por las investigaciones de la fiscal Buitrago), quienes comandaron la operación de retoma.
Tal fue la confusión de la toma y la respuesta militar, que todavía no está claro exactamente cuántas personas murieron y cuántas sobrevivieron en los hechos.
En su sentencia, la CIDH incluye la confirmación de torturas a cuatro personas, quienes habían sido consideradas sospechosas de colaborar con el M-19.
El "cuarto de los guerrilleros"
También da cuenta de la desaparición forzada y posterior ejecución extrajudicial del Magistrado Auxiliar Carlos Horacio Urán Rojas, de quien por mucho tiempo se creyó que había caído dentro del Palacio. Incluso lo creyeron sus familiares.
"Esperamos años y decidimos creer lo que querían que creyéramos", escribió recientemente su hija Helena Urán Bidegaín, en el diario El Espectador.
Yo tengo 65 años y estoy preparando a mi hijo para ver si él se le mide a continuar esta labor. Yo no creo que vea la verdad en el poco tiempo que me queda de vida
Recién 22 años después de la toma supieron, les confirmaron, la verdad: "Que mi padre no sólo había salido vivo, sino que también lo habían torturado y ejecutado de un tiro en la sien y habían escondido sus pertenencias en un batallón, en una caja se seguridad de inteligencia militar".
"Que retornaron su cadáver al Palacio para que se quemara, pero como no pudieron, lo llevaron a Medicina Legal y lo escondieron con la intención de desaparecerlo".
Recientemente -es decir, tres décadas después de los hechos-, la justicia colombiana llamó a declarar a 14 exmilitares y expolicías en el marco de investigaciones por torturas.
Una médica amiga de Urán supo y entendió mucho antes que su hija lo que había ocurrido.
Luz Helena Sánchez Gómez estuvo en Medicina Legal justo después de los hechos y reconoció el cuerpo, en un cuarto que dice que llamaban el "cuarto de los guerrilleros", donde -cuenta- los profesionales médicos se mezclaban con personal de inteligencia disfrazado con batas blancas.
"Ahora tengo la conciencia de que el cuerpo de Carlos (Urán) está enterrado en un lugar, porque yo lo ví", le dijo a BBC Mundo. "Algo iban a hacer con los cuerpos que estaban ahí, porque como procedieron con esos cuerpos no fue normal".
La CIDH dijo que pudo constatar que las autoridades alteraron gravemente la escena del crimen y "cometieron múltiples irregularidades en el levantamiento de los cadáveres".
La versión "más importante"
Según diversos reportes, los servicios de inteligencia sabían de antemano que el M-19 planeaba la toma y de hecho habían reforzado la seguridad en el Palacio de Justicia.
Misteriosamente, esa seguridad ya no se encontraba allí el día del asalto guerrillero y todavía no está del todo claro qué sucedió, quién ordenó que se modificara el esquema de vigilancia.
Precisamente, esta semana la Fiscalía General de Colombia citó a la entonces ministra de Comunicaciones, Nohemí Sanín, para que declarara si conocía de antemano sobre la toma.
Hay diferentes versiones, ninguna 100% confiable.
Mientras tengan con qué pagar los muertos van a seguir asesinando
Versiones, versiones: como en casi toda la historia de este trágico evento.
"Tal vez la razón por la que hay tantas versiones", le dijo a BBC Mundo la escritora colombiana Marta Orrantia, quien está terminando una novela acerca de lo que ocurrió en el baño del Palacio, "es que cada quien busca apropiarse de lo que ocurrió, porque duele tanto que todos nos sentimos culpables, responsables y víctimas".
"Cada quien tiene su pedacito de verdad, por decirlo de alguna manera. Y ni siquiera juntándolas todas podemos tener una sola versión, porque falta la más importante, creo yo, y es la de los muertos".
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El M-19
El Movimiento 19 de Abril, o M-19, nació en 1974, como reacción a lo que consideraron un fraude en las elecciones del 19 de abril de 1970, en las que perdió al candidato de la ANAPO, un movimiento político al que pertenecían los fundadores del EME (como también se conoce a esa guerrilla).
Su proyecto revolucionario tenía un anclaje más urbano que el de grupos como las FARC y el ELN y buscaban visibilizarse constantemente, especialmente a través de espectaculares golpes.
En el mismo año 74 guerrilleros del M-19 robaron una espada de Simón Bolívar de un museo de la capital.
A comienzos de 1979 sustrajeron en un elaborado plan (que involucró la construcción de un túnel que cruzaba por debajo de una calle) más de 5.000 armas de una instalación del Ejército en el norte Bogotá.
Fue un hecho que les ganó un particular odio por parte de las Fuerzas Militares, que lanzaron una violenta ofensiva en la que recuperaron gran parte de ellas.
Posiblemente su golpe más exitoso fue la toma de la sede de la embajada de República Dominicana el 27 de febrero de 1980. Tras dos meses de negociaciones el gobierno accedió a que los guerrilleros volaran a Cuba con los rehenes, donde los liberaron, y donde ellos recibieron asilo.
La siguiente toma, la del Palacio de Justicia, fue el último de sus golpes y fue un fracaso, uno que sentó tan mal que hasta llevó a alguno de sus miembros a alejarse del movimiento.
Sólo regresaron hacia marzo de 1990, cuando se oficializó su desmovilización y la creación del movimiento político Alianza Democrática M-19.
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