martes, 1 de noviembre de 2022

Hebe Uhart / Un paisaje de ida

 

Hebe Uhart


HEBE UHART, UN PASAJE DE IDA

Maia Slipczuk
Septiembre de 2022


“Voy hurgando pa’ ver qué llevo

sin olvidar destino y pasaje, origen y documento

me voy a un horizonte tan difuso y tan incierto

que mejor me llevo el norte en una brújula que me invento”

Equipaje, Juan Quintero

 

Deshaciendo el equipaje

Leer literatura es viajar. No es ninguna novedad, quien lee se adentra en espacios olvidados o desconocidos, se reencuentra con sensaciones, conoce personajes. En palabras de Michelle Petit (1999), “leer es arriesgarse a ser alterado, invadido, a cada instante” (p.6).

Pensándolo así, leer literatura se parece bastante a esa sensación inquieta en el estómago al llegar de noche a un nuevo destino. Hay algo de incertidumbre, de aventura, de animarse a reconocerse en lo desconocido.

La escritora argentina Hebe Uhart disfruta viajar por fuera de los libros y elige los pueblos antes que las ciudades porque puede abarcarlos. Elige caminar y conversar con las personas del lugar, escucharlas, guardarse muletillas, expresiones, fotos de situaciones que la divierten dentro de las anécdotas que le cuentan. Quizás sea esto lo que la convierte en una habilidosa ventrílocua, bellísima impostora, que toma prestada estas voces y las reconstruye, con sus tonadas y matices. La mayor parte de la historia que cuenta Uhart se encuentra en la propia voz de los personajes a través de los que le da vida al relato.

Mujeres de pueblos perdidos que se trasladan a grandes ciudades, inmigrantes que miran con extrañeza el vivir y trabajar en un país ajeno, turistas que se asoman a la cultura y el lenguaje del país que visitan. Leer a Uhart moviliza, porque sus personajes cuentan en primera persona lo que se siente ver el mundo con ojos de extranjero, la novedad, lo incómodo, la extrañeza, lo bello.

Los cuentos de Uhart son el andén, la terminal de ómnibus que nos invita a partir a un incierto destino con una inquietud placentera. Leerla nos invita a viajar sin necesitar equipaje.

Recuerdos de Ypacaraí

Bernardina (2008) es un relato especial, condensa varios rasgos que se repiten en los personajes que habitan los cuentos de la autora (es una mujer trabajadora que nace en un pueblo pequeño en el campo y debe mudarse a una gran ciudad), pero a su vez tiene la particularidad de tomar Paraguay como uno de sus escenarios y de construirse entre frases en español y expresiones en guaraní.

Hay un recorrido interesante en este sentido, ya que las palabras compuestas que caracterizan la lengua guaraní atraviesan el relato dotándolo de una poesía que pinta imágenes en la voz de la narradora, a la vez que nos permite comprender su forma de pensar el mundo. Este es el caso de juez-jaguar, licua-jugos, vende-hierbas, plata-entierro o mujer-tiniebla. También encontramos la voz de Bernardina en guaraní, como guazú o payé  lo que nos invita a imaginar significados en el contexto de lo que se cuenta y otras que traen su aclaración, como Jejapó (nariz parada). Este particular uso del lenguaje aparece retratando uno de los conflictos centrales que atraviesa Bernardina. Cuando se encuentra con su hermana en Asunción:

comienzo-citasY así siempre adoctrinando, que yo ya no decía: «Esta boca es la mía».

–Y no limpies la mesa, que la limpia el mozo.

Ni esta boca es la mía, ni esta mano es la mía (Uhart, 2008, p.73).

Hay una lucha en el personaje que enfrenta deseo y comodidad. Bernardina quiere irse para vivir mejor, pero eso la lleva a la gran ciudad donde se piensa y se hace muy distinto a lo que acostumbra. Mientras que a ella esto la hace sentirse incómoda y fuera de lugar, su hermana Rosa salda esta situación como quien salta un charco, segura de que deja atrás una forma de ver el mundo que no la representa y que no es ni moderna ni elegante. Esta falta de empatía con su familia y su origen, resulta chocante para Bernardina, pero también le permite hacer el duelo de personas y lugares que dejaron de ser su cotidianeidad y que la distancia irá transformando en recuerdos.

En este contexto donde la voz y el lenguaje de la protagonista se presentan tan centrales como medio de transporte para quien lee, es interesante la repetición de frases que hacen referencia a la lengua o la boca.

Cuando presenta a su marido, Bernardina explica que “no era dueño de su lengua” (p.70), alegando que ante cualquier imprevisto se desgasta en insultos. Acerca de la señora Marta, para quien trabaja en tareas domésticas, dice que “sacaba quién sabe de dónde nuevas palabras y que no era dueña de su silencio” (p.80), lo que nos permite entrever cierta admiración ante la extrañeza. Para contar la sensación de lejanía que la invade cuando vuelve a su pueblo a ver a sus hijos, la distancia que siente con su madre trae una conversación con María, una de sus hermanas: “La María me contaba que la mamá no decía esta boca es mía” (p.82), frase que la protagonista repite a lo largo del relato y que de alguna forma se constituye como rasgo identitario.

Siguiendo el uso de esta expresión es posible identificar la sensación de seguridad, de calma, de reconocimiento asociada a la propia boca, la propia lengua y sobre todo adueñarse de las propias palabras y los propios silencios. El no ser dueña de la boca, la lengua, las palabras aparece con una connotación negativa, de tristeza, de incertidumbre, de desubicación. Yendo todavía más lejos podemos pensar que la propia lengua simboliza el actuar con certeza y en pos del propio deseo. El personaje de Bernardina crece en esta dirección, en registrarse, empoderarse, tomar decisiones desde y para ella. La lengua como metáfora de lo propio, lo preciado, lengua-herramienta que construye, lengua-escudo que protege.

Las imágenes que nos propone Uhart distan de ser casuales, más bien acompañan una forma de escribir donde se dota de voz a personajes que habitan los márgenes y los discuten. Al volverlos cuento, sus contradicciones y sus deseos habitan la hoja entera, es una victoria que la autora les regala sin importar el desenlace de la historia.

Mi Buenos Aires querido

Stephan en Buenos Aires (2008) está atravesado por palabras escritas fonéticamente, expresiones mal traducidas, adverbios de tiempo pobremente utilizados. Así habla Stephan, un joven alemán que llega a Buenos Aires con ganas de conocer milongas y bailar en la capital del tango, deseo que prontamente se vuelve imperativo (su deseo imperativo, sus expresiones imperativas). Este personaje no soporta el relajo en las normas y los horarios, el derroche de agua, no comprende a las mujeres a las que no les gusta el lomo, no comprende a las mujeres que viajan en subte con cara de disgusto, se irrita cuando no entiende las expresiones porteñas y cuando las cosas no salen como él las planea. El tono del diario de Stephan comienza con expresiones de asombro o extrañamiento que prontamente se tiñen de impaciencia y fastidio.

Aquí también encontraremos referencias respectivas al lenguaje. Al principio del relato el personaje registra el sonido de un gorrión chillando en universal. Podemos pensar que para un extranjero que no maneja fluidamente el idioma oír algo universal puede ser un alivio, mas Stephan no está interesado en lo universal, quiere entender la cultura del tango porteño y lo quiere ya. Quizás ese gorrión universal es un augurio de que la tarea que se propone no es tan sencilla como imagina.

El desencuentro con la ciudad que lo recibe se ve plasmado en dichos y expresiones porteñas que el personaje toma de manera literal. Stephan no entiende por qué le dicen “vamos a ver” si no le están mostrando nada, por qué Malena puede decir que está con pocas pulgas pero él no puede felicitarla por eso, qué tiene de malo decir que conoce una milonga que queda “por el carajo”. La primera máxima que suelta el relato, “en boca cerrada no entra la mosca” (p.22), habla de su intención de mantener una mirada antropológica, sin emitir juicios de valor sobre las costumbres lugareñas, intención que no podrá sostener por mucho tiempo.

Este contraste entre la cosmovisión alemana personificada en este turista ansioso y estructurado y las formas de hacer las cosas y de hablar características de la Ciudad de Buenos Aires generan un tono cómico que impregna el relato. Nos alejamos de la poesía con que se narra la historia de Bernardina para entrar en un registro diferente donde los malentendidos, las frases cortas y mal escritas hacen avanzar la historia. Si retomamos la idea de los márgenes podemos pensar la frustración de Stephan como un guiño de la autora, qué manera de viajar es esa donde no se puede apreciar lo que el lugar y quienes lo habitan tiene para ofrecer. Tal vez Stephan se frustra porque no ha descubierto que viajar es mucho más que trasladarse de un lugar a otro, es una forma de relacionarse con otres, una forma de acercarse.

Postales del viaje

La poesía, la comicidad, distintas formas de transitar el mundo…todo puesto en juego desde el lenguaje. Estas son algunas de las postales que la autora nos regala en sus cuentos.

Hay una mirada antropológica que busca describir la extrañeza sin una distancia jerárquica, pero sobre todo hay una intención de encuentro. Los relatos de Uhart nos causan gracia porque empatizamos con los personajes, es una risa de quien mira la escena desde adentro (nunca desde arriba), porque si hay algo que Hebe Uhart tiene claro es que ella también encarna la etiqueta de “turista” y no va a permitir que transitemos las historias de sus personajes sin sentirnos un poco hermanadas, un poco criticados, un poco incómodas.

En los inicios de la teoría literaria, los formalistas rusos nos invitaban a pensar el lenguaje poético como una forma de producir un choque, a través de la poesía lo que parece abstracto es desnaturalizado para hacerse perceptible (Imperatore, 2017). Aquí aparece el concepto de “ostranenie” (Imperatore, 2017), la búsqueda de cierta distancia, de cierto extrañamiento que permite que la literatura exista, ya que su finalidad sería representar lo que cuenta como una total novedad, como si fuera percibido por quien lee por vez primera. Esta forma de entender la literatura es la que la dota del poder de transportarnos. La literatura no nos transporta porque nos habla de paisajes recónditos o personajes extraños, la literatura nos transporta cuando nos habla de nosotres y nos invita a repensarnos, a cuestionarnos, a incomodarnos.

Leer a Hebe Uhart es salir de lo propio para vernos desde afuera, con el potencial riesgo que eso implica, como en todo viaje que valga la pena. 

Referencias bibliográficas

Enríquez, M. & Carrera, E. (2015). Perfil de Hebe Uhart: el estilo en la mirada. Revista Anfibia. Recuperado de: http://www.revistaanfibia.com/cronica/el-estilo-en-la-mirada/

Imperatore, A. (2017). Clases de Teoría y Crítica Literaria. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes.

Petit, M. (1999). Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura. México: FCE.

Uhart, H. (2008). “Stephan en Buenos Aires” y “Bernardina”. En Turistas. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.

¿Cómo citar este artículo?

Slipczuk, M. (2018). Hebe Uhart, un pasaje de ida. Sociales y Virtuales, 5(5)Recuperado de http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/hebe-uhart-un-pasaje-de-ida

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