Calvino y el arte de la combinación
Baraja las cartas de la historia
Italo Calvino, maestro de la palabra, se sintió fascinado por las raíces mismas de la narración, como un explorador que se adentra en la magia atemporal de los cuentos de hadas y su juego libre de ilusiones. Su escritura, viva y en constante evolución, se transforma como un camaleón, reflejando los cambios radicales de la sociedad italiana de finales del siglo XX. Pionero de la palabra y la trama narrativa, destaca por su capacidad de reinventarse a sí mismo y a su arte.
Calvino logró, gracias a su ingenio original, combinar su pasión por la historia como una "máquina combinatoria" con la atención a la realidad, ya sea cósmica, biológica, material o incluso social. Sin buscar el espectáculo ni el dogmatismo, investigó, a veces con ligera ironía y sutil distanciamiento, su presente, imaginando al mismo tiempo un futuro, a menudo esquivo, con múltiples puntos de fuga, pero no por ello irreal.
Nacido en Cuba en 1923, creció en San Remo. En 1947, se matriculó en la Facultad de Literatura de Turín, tras intentar estudiar Agronomía y haber escrito ya varios relatos inéditos. Debutó en la posguerra con El camino al nido de las arañas(1947), una novela neorrealista que relata el movimiento de Resistencia visto desde la perspectiva de un niño. A esta le siguió la trilogía Nuestros antepasados (1960), compuesta por El vizconde hendido (1952), El barón en los árboles (1957) y El caballero inexistente (1959), tres novelas alegóricas que abordan temas como la alienación, la búsqueda de identidad y el compromiso social.
En la década de 1960, Calvino se acercó a la literatura fantástica y experimental con obras como Le cosmicomiche (1965) y Ti con zero (1967), colecciones de relatos que exploran el universo, el tiempo y el origen de la vida mediante un lenguaje cómico, irónico y, sobre todo, imaginativo. La influencia del estructuralismo fue significativa durante esta etapa, lo que dio lugar a una profunda reflexión sobre los procesos combinatorios en la narrativa, dando lugar a la publicación de algunas de sus obras maestras más célebres, como Le città invisibili (1972) e Il castello dei destini incrociati(1973), una obra experimental que utiliza el Tarot como herramienta narrativa, que analizaremos en este artículo.
A esta le siguió Si una noche de invierno un viajero(1979), una metanovela que juega con las convenciones narrativas y sumerge al lector en un laberinto de historias interrumpidas. Su última obra publicada en vida fue Palomar (1983), una colección de reflexiones sobre la realidad observada a través de la mirada del protagonista. Falleció repentinamente en 1985, dejando inconclusas Lezioni americane, una serie de ensayos sobre la literatura y el futuro de la escritura.
Historia del Tarot
El Tarot consta de una baraja de 78 cartas, dividida en los Arcanos Menores (56 cartas) y los Arcanos Mayores (22 cartas), también conocidos como los Arcanos de Triunfo. Los Arcanos Menores, al igual que los Arcanos de Triunfo, se componen de cuatro palos: Oros, Copas, Espadas y Bastos, y comparten un origen común con ellos, con raíces en Oriente.
Si China en el siglo X ya conocía formas primitivas de juego de cartas, su introducción en Occidente se debe al mundo árabe, en particular a los mamelucos, a finales del siglo XIV.
Aunque rodeado de misterio, el nacimiento del Tarot tal como lo conocemos hoy se atribuye generalmente a la Italia del Renacimiento. En Ferrara y Milán, entre el lujo y la pompa de las cortes nobles, familias ilustres como los Sforza, los Este y los Visconti encargaron barajas de Triunfos pintadas a mano, verdaderas obras maestras del arte. El Tarot Visconti-Sforza es un ejemplo perfecto.
Estas tarjetas, decoradas con figuras alegóricas y figuras ilustres —emperadores, papas, reyes— trascendían su simple función lúdica. Eran herramientas educativas para ilustrar jerarquías sociales, conceptos filosóficos y morales, estimulando la reflexión y la introspección.
Con el tiempo, el Tarot se extendió por toda Europa, dando lugar a diversas variantes regionales y al nombre Tarot, probablemente derivado del francés "tarau". A principios del siglo XVIII, impulsado por el redescubrimiento del antiguo Egipto tras las campañas napoleónicas, surgió un creciente interés por la dimensión espiritual y esotérica del Tarot. Eruditos como Antoine Court de Gébelin establecieron paralelismos entre el Tarot y el Libro de Thoth, interpretándolo como un puente hacia el antiguo conocimiento sacerdotal. Esfinges, jeroglíficos y otros símbolos esotéricos comenzaron a enriquecer la iconografía de las cartas.
En el siglo XX, el Tarot se convirtió en un símbolo del movimiento New Age, una respuesta al tenso clima de la Guerra Fría. Su función se transformó, pasando de ser la cartomancia tradicional a una herramienta de autoconocimiento y crecimiento personal.
Hoy, en una época marcada por la ansiedad y la incertidumbre, el Tarot experimenta un nuevo renacimiento. Considerado un medio para explorar las emociones, brindar consuelo y estimular la intuición, el Tarot se presenta en una gran variedad de formas y temas, reflejando el deseo de conectar con una dimensión espiritual y simbólica.
En definitiva, el Tarot representa un fascinante viaje a través de los siglos, un puente entre el juego, el arte y la espiritualidad, una invitación a explorar las profundidades del alma humana y a conectar con conocimientos antiguos y misteriosos, y mantiene su cualidad más significativa, la adaptabilidad al contexto.
El castillo de los destinos cruzados
El encuentro de Calvino con el tarot no fue casual. Como un alquimista, el escritor vio en estas cartas un potencial inexplorado, un nuevo lenguaje para contar historias. Fascinado por su enigmático simbolismo y su estructura combinatoria, Calvino se embarcó en un viaje de experimentación literaria que condujo a la creación de El Castillo de los Destinos Cruzados, publicado por primera vez en 1969.
La idea de usarlas como herramienta narrativa surgió en Italo Calvino en 1968, tras asistir a la conferencia de Paolo Fabbri «La historia de la cartomancia y el lenguaje de los emblemas» en Urbino. A partir de ahí, se produjo un intercambio epistolar en el que Calvino desarrolló la convicción de que las cartas del tarot podían utilizarse como una auténtica «máquina narrativa combinatoria».
Si en la fase narrativa anterior de Calvino, eran el narrador o los personajes quienes elegían las posibilidades, tanto realizadas como no realizadas, de la trama, en este nuevo escenario presenciamos la manifestación directa del mecanismo combinatorio. De esta manera, se pone de relieve la variedad de combinaciones a las que se enfrenta el narrador, y no al revés.
En el prefacio del texto, Calvino destaca que a pesar de la vasta bibliografía sobre cartomancia, el aspecto que más le interesó al escribirlo fue haber observado las cartas del tarot con atención y «con el ojo de quien no sabe lo que son», para así «sacar de ellas sugerencias y asociaciones, para interpretarlas según una iconología imaginaria».
Sin embargo, uno de los puntos focales de su investigación sigue siendo el abandono de un enfoque metodológico rígido, dejando amplio espacio a la imaginación del escritor. En este sentido, lo más significativo es la importancia de cada carta individual dentro de la secuencia en la que se coloca. De este modo, la carta se adapta no tanto al arte de la adivinación como al de la combinación potencialmente infinita.
El proceso de escritura de esta novela corta de fantasía es complejo y largo debido a las diversas posibilidades que le presenta al narrador, quien incluso se queja de una evidente dificultad para elegir la ambientación y el método de escritura:
Cambiaba constantemente las reglas del juego, la estructura general, las soluciones narrativas. (…) En general, simplemente tenía que dejar que otras historias tomaran forma y se cruzaran, y así obtuve una especie de crucigrama hecho de cifras en lugar de letras, en el que, además, cada secuencia puede leerse en ambas direcciones.
Para la novela, Calvino eligió las cartas del tarot iluminadas por Bonifacio Bembo para la familia Visconti a mediados del siglo XV, y posteriormente optó por el tarot de Marsella, más fácil de incorporar a la edición. Hoy en día, aparece junto a cada relato y al final, como un compendio visual. La elección inicial de usar las cartas del tarot Visconti no fue casual. Su belleza y riqueza simbólica propiciaron la imaginación de Calvino. Cada figura, cada detalle, se convierte en el punto de partida de una historia, un fragmento de un universo narrativo en constante expansión.
La aproximación de Calvino al tarot no es la de un adivino que busca respuestas predefinidas, sino la de un escritor que, con un enfoque lúdico y experimental, transforma un antiguo sistema simbólico en un generador activo de historias y sugerencias.
El Tarot, liberado de su renovada función, se convierte en sus manos en una herramienta de entrelazamiento narrativo en el que el azar y la elección del autor se funden para dar vida a infinitas posibilidades.
El Castillo de los Destinos Cruzados , con su estructura laberíntica y sus múltiples interpretaciones, testimonia la fructífera unión entre la tradición simbólica del Tarot y el ingenio narrativo de Calvino, un autor que siempre ha sabido reinventar las formas del relato, superando los límites de la literatura tradicional.

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