lunes, 18 de agosto de 2025

Lafcadio Hearn / Oshidori


Lafcadio Hearn

OSHIDORI


    Había un cazador y halconero llamado Sonjô, que vivía en el distrito de Tamura-no-Gô, provincia de Mutsu. Un día salió de caza y no descubrió presa alguna. Pero en el camino de regreso, en un sitio llamado Akanuma, Sonjô vio un par de oshidori [ 1 ] (patos de los mandarines) que nadaban juntos en un río que él estaba a punto de cruzar. No está bien matar oshidoripero Sonjô, acosado por el hambre, decidió dispararles. Su dardo atravesó al macho; la hembra se deslizó entre los juncos de la orilla opuesta y desapareció. Sonjô se apoderó del ave muerta, la llevó a casa y la cocinó.
    Esa noche tuvo un sueño perturbador. Creyó ver una hermosa mujer que entraba en su cuarto, se erguía junto a su almohada y se echaba a llorar. El llanto era tan amargo que, al escucharlo, el corazón de Sonjô parecía desgarrarse. Y díjole la mujer: “¿Por qué? ¿Por qué lo mataste? ¿Qué mal te había hecho…? ¡Éramos tan felices en Akanuma… y tú lo mataste! ¿Qué daño te causó? ¿Te das cuenta siquiera de lo que has hecho? ¡Oh! ¿Te das cuenta del acto perverso y cruel que has perpetrado…? También me diste muerte a mí, pues no podré vivir sin mi esposo… Sólo vine para decirte esto”.
    Y una vez más se echó a llorar en voz alta, con tal amargura que el sonido de su llanto penetró en los mismos tuétanos del cazador; y luego sollozó las palabras de este poema:

    Hi kukuréba
    Sasoêshi mono wo…
    Akanuma no
    Makomo no kuré no
    Hitori-né zo uki!
    [¡Al llegar el crepúsculo
    lo invité a regresar junto a mí!
    Ahora, dormir sola a la sombra
    de los juncos de Akanuma…
    ¡ah!, ¡qué inefable desdicha![ 2]

    Y luego de proferir estos versos exclamó: “Ah, no te das cuenta… ¡no puedes darte cuenta de lo que has hecho! Pero mañana, cuando vayas a Akanuma, ya verás… ya verás…” Y con estas palabras, estremecida por el llanto, se alejó.
    Al despertar por la mañana, Sonjô recordaba el sueño con tal vividez que sintió una profunda consternación. Evocó estas palabras: “Pero mañana, cuando vayas a Akanuma, ya verás… ya verás…” Y resolvió ir allí en el acto, para averiguar si su sueño esa algo más que un sueño.
    Dirigiose, pues, a Akanuma; al llegar junto a la margen del río, vio a la oshidori hembra, que nadaba a solas. En el mismo instante, el ave advirtió la presencia de Sonjô: pero, en lugar de darse a la fuga, nadó derecho hacia él, clavándole una mirada extraña y tenaz. Entonces, con el pico, súbitamente se desgarró el cuerpo y murió ante los ojos del cazador.
    Sonjô se rasuró la cabeza y se hizo sacerdote.

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    [ 1 ] Desde la Antigüedad, en el Lejano Oriente, considérase a estas aves emblemas de afecto conyugal

    [ 2 ] El tercer verso ofrece una doble significación patética, pues las sílabas que componen el nombre propio Akanuma (Ciénaga Roja) también pueden leerse akanu-ma, o sea “el tiempo de nuestra inquebrantable (o deliciosa) unión”. De modo que el poema también puede verterse: “Al avanzar la oscuridad, yo lo invitaba a hacerme compañía… Ahora, después del tiempo de esta unión feliz, ¡qué desdicha para quien debe dormir sola a la sombra de los juncos!” El
makomo es una especie de junco de gran tamaño, empleado en la confección de cestos.

***

Lafcadio Hearn nació en 1850 en la isla jónica de Santa Maura (antiguamente Leucas o Lefcada, de donde proviene el nombre del escritor); su madre era griega, de ascendencia maltesa; su padre era un médico del ejército británico. Se educó en Dublín, con preceptores privados, y en Yorkshire y en Francia, en colegios jesuitas. En 1869 se trasladó a los Estados Unidos, donde se inició en el periodismo y más de una vez estuvo a punto de morirse de hambre; en esa época, Hearn cultivaba una escritura florida de la que más tarde se arrepintió. En Cincinnati contrajo matrimonio con una negra, con quien convivió durante dos años en condiciones lamentables. En 1877 se separó y pasó a Nueva Orleans; más tarde viajó a las Indias Occidentales Francesas y finalmente a Nueva York, siempre perseguido por el fantasma de la miseria económica, al que pudo combatir gracias a la peculiar tenacidad que caracterizaba a este hombre miope, tímido y pequeño. En 1889, enviado por la Harper & Brothers, viajó al Japón para cumplir ciertos encargos editoriales; lidiaba continuamente con los editores, que al fin lo abandonaron a sus propios recursos. Hearn se alistó como profesor de inglés en las escuelas gubernamentales de Matsue. En 1896 adoptó la ciudadanía japonesa, con el nombre de Koizumi Yakumo. Murió en 1904, en Tokio, y sus cenizas fueron sepultadas tras una ceremonia budista.



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