martes, 25 de noviembre de 2025

Siri Hustvedt: «La manera en la que Paul me miraba me hacía sentir como una especie de ser radiante»

 

La escritora, en su casa de Nueva York, lleva americana de EMPORIO ARMANI. SPENCER OSTRANDER.


Siri Hustvedt: «La manera en la que Paul me miraba me hacía sentir como una especie de ser radiante. Lo echo mucho de menos»

Unos días después de perder a su marido, ella se puso a escribir. Contar su historia de amor con Paul Auster en un libro que llegará a las librerías en los próximos meses ha sido su forma de gestionar un luto profundo. Retratamos a la autora en su casa de Nueva York, donde ahora vive sola.



IXONE DÍAZ LANDALUCE
24 de noviembre de 2025, 10:23

El universo de Siri Hustvedt (Minessotta, 1955) en una bonita casa adosada del barrio newyorkino de Brooklyn. La que hasta hace apenas un año y medio compartía con su marido, el novelista Paul Auster. En la que creció la hija de ambos, Sophie, y en la ahora juega su nieto, Miles. La misma en la que la pareja de escritores dio forma a un impresionante legado literario. Allí donde ahora escribe sola, muy a su pesar.

«Es una obra maestra», me contaba orgulloso su yerno, Spencer Ostrander, durante una cena que compartí con él en Madrid junto a su mujer, Sophie, y el hijo de ambos, el pasado junio. Él acababa de terminar de leer el manuscrito después de unas vacaciones familiares en España, donde Sophie dio un par de conciertos. Con el mismo cariño, unas semanas más tarde, Ostrander fotografió a Hustvedt en su casa para acompañar esta entrevista y celebrar el Premio MUJERHOY Inspiración que la escritora recogió el 18 de noviembre en una gala celebrada en el Real Teatro Retiro de Madrid. Novelista, ensayista, poeta y autora de obras como Los ojos vendados, El verano sin hombres o Todo cuanto amé, Hustvedt decidió que quería ser escritora con 13 años y, a sus 70, se ha convertido en una intelectual sencillamente imprescindible.

MUJERHOY. Nos hace mucha ilusión distinguirla con nuestro Premio Inspiración. ¿Qué significan los reconocimientos a estas alturas de una carrera tan larga y laureada como la suya? En España, por ejemplo, ha recibido el Princesa de Asturias de las Letras. 


SIRI HUSTVEDT. Es maravilloso, gratificante y te hace sentir que tus libros tienen una presencia importante entre los lectores, que es lo que una quiere más que cualquier otra cosa. Y cuando tienes 70 años, como yo, ¡supongo que llega la hora! [Risas] En realidad, mi mayor deseo siempre ha sido ser comprendida. 

¿En qué sentido?

Siempre escribes para otro. Y ese otro, cuando escribes una novela o un ensayo, es como una especie de persona imaginaria. Esa es la razón por la que escribes. Y del arte en general. Ofrecerle un regalo a otra persona que, en realidad, no lo ha pedido. Porque nadie está suplicando otra novela o ensayo tuyo. Y, sin embargo, se crea un entendimiento, una dialéctica. Para mí esa conexión entre el artista y el espectador, o el lector, es el aspecto más interesante e importante de mi trabajo. Creo firmemente que nos convertimos en quienes somos a través de los demás.

¿Y cuándo entendió usted a un autor por primera vez?

Cuando tenía 11 años, mi madre se dio cuenta de que estaba muy hambrienta de lectura. Y me dio dos libritos de poesía: uno del gran poeta inglés William Blake y el otro, de Emily Dickinson. ¿Podría decirse que entendí lo que Blake y Dickinson querían decir? Probablemente no, pero sí me sentí absolutamente transportada por sus poemas. Dickinson es una autora que sigo leyendo cada semana. Tengo su colección completa de poesía y cuando me quiero emocionar, la abro y leo un rato. Es absolutamente extraordinaria. Y es una poeta difícil, incluso ahora. Lo que me comunicó con 11 años y ahora, que tengo 70, es una especie de sentimiento de encantamiento.

La escritora, en el exterior de su casa de Brooklyn, con cárdigan y falda de MAX MARA, camisa blanca de JIL SANDER y zapatos de EMPORIO ARMANI. SPENCER OSTRANDER.

Su marido, el escritor Paul Auster, falleció el año pasado. ¿Cómo se encuentra?

Dos semanas después de que muriera, me puse a escribir un libro sobre él y yo. Y ese libro, al que volvía cada día, me ha mantenido estable. Dicen que el duelo cambia después del primer año y es cierto. Aunque sabíamos que estaba enfermo e iba a morir y tuve tiempo de prepararme, la pérdida de mi gran amor, de mi gran amigo, de mi otro yo, que estuvo en mi vida 43 años, es enorme. Si compartes tu día a día con alguien y tu vida cotidiana ha sido orientada por esa persona de maneras profundas, cuando esa rutina se rompe, te sientes perdido. Pero él murió y yo sigo viviendo. La pérdida es profunda y la sentiré el resto de mi vida. No hay duda de eso. No es algo de lo que salgas, continúa, pero va cambiando, como todo en la vida.

Su yerno, Spencer Ostrander, fue el primero en leer el libro. Dice que es maravilloso...

¡Qué amable! Fue el primero en leerlo porque Sophie estaba de gira. La verdad es que tuvo una reacción muy cálida. Él también aparece en el libro, claro. Necesitaba que las personas que salen me dieran su bendición o corrigieran errores si los había. La verdad es que quiero mucho a mi yerno. Paul y yo solíamos comentar la suerte que habíamos tenido con él. Tener un yerno tan unido a nosotros no estaba entre nuestras expectativas.

Esta no es la primera vez que escribe un libro sobre un ser querido que acaba de fallecer. Ya lo hizo con su madre. ¿Es su manera de gestionar el luto?

Creo que cumple una función terapéutica, desde luego. Pero, a la vez, es una tarea imposible. De alguna manera, es un intento de resurrección, de devolver algo a la vida. Son palabras, pero las palabras no son esa persona. Mi madre y Paul han sido las dos grandes pérdidas de mi vida. También perdí a mi padre, pero teníamos una relación más complicada. Quería que este libro fuera una obra de arte, pero ha sido difícil.

¿Por qué?

No había un mapa y estaba siguiendo mis propias instrucciones, pero sí tenía una idea sobre el sentido emocional que quería que el libro tuviera. Paul le escribió unas cartas a Miles, nuestro nieto, al final de su vida y al principio pensé en juntarlas todas. Luego, me di cuenta de que era mejor espaciarlas a lo largo del libro. Es lo que terminé haciendo y creo que funciona.

Sentada en su despacho y rodeada de libros, Hustvedt lleva vestido negro y zapatos del mismo color, de PRADA, y medias y cinturón de MAX MARA. SPENCER OSTRANDER.

Ahora que lo ha terminado, ¿es más una historia de amor o un libro sobre el duelo?

Una mezcla de las dos cosas. Hay documentos que nunca había leído. Incluidas algunas cartas de amor que le escribí a Paul cuando tenía 26 años. De vez en cuando él me decía que las tenía, que eran importantes en nuestra relación y que si quería leerlas. Y yo le decía: «¡Nooo!» [Se ríe a carcajadas].

¿Finalmente lo hizo?

Este era el momento de desnudarme ante el mundo, así que la Siri de 26 años también está ahí. También encontré algunas notas que Paul me había escrito y que he incluido. Es curioso, porque no las recuerdas. Quizá puedas acordarte de que, en una ocasión, tu marido te escribió algo emotivo, pero no recuerdas exactamente lo que fue. Así que el libro es también mi descubrimiento de aquellos primeros momentos entre nosotros. La verdad es que mientras escribía me he reído y he sonreído mucho. No es una obra sombría. Si vives lo suficiente, perderás a la gente que más quieres. Es algo ordinario. Y el hecho de que lo sea tanto, hace que sea una experiencia que todos compartimos. 

Hace unos meses, le pregunté a su hija Sophie qué recuerdo de su padre le hacía sonreír. Me contó la anécdota de cuando ella le dio en la cara con una bola de béisbol y, aun así, él no hizo más que aplaudirla. Ahora se lo pregunto a usted: ¿cuál es su recuerdo favorito de él?

Lo cuento en el libro. Paul era hiperbólico acerca de la gente a la que quería. Yo incluida. Siempre me estaba diciendo que era un genio o que era la persona más brillante que había conocido en su vida! [Se ríe]. No se contenía. Lo hacía todo el rato. Y era precioso. Tengo que decir que esa hipérbole ha sido una gran pérdida. Su mirada cuando me veía, y creo que cuando yo le miraba a él, me hacía sentir como una especie de ser radiante. Echo mucho de menos eso. Muchísimo. 

¿Cómo era su marido?

Gracioso y divertido, también bastante cabezota. Cuando decidía algo, no había forma de hacerle cambiar de opinión. El libro tampoco es una hagiografía. No es Paul Auster, mi marido, el santo. Es un libro que nos explora a ambos con bastante sentido del humor.

Supongo que contará cómo se conocieron… 

La primera vez que le vi pensé que era la cosa más bonita que había visto en mi vida. Estaba en la calle 92, en un recital de poesía. Le pregunté a mi amigo si sabía quién era. «Es Paul Auster, el poeta», me dijo. «Preséntamelo ahora mismo», le contesté yo. La broma entre nosotros es que a mí me costó 30 segundos enamorarme de Paul Auster y a él, varias horas. Hice todo lo posible para seducirle y, hacia el final de la noche, funcionó. 

Con falda y blazer de seda en color bronce, abrigo marrón y zapatos del mismo tono. Todo el look es de GIORGIO ARMANI. SPENCER OSTRANDER.

Dice su hija que nunca ha sentido presión por equipararse creativamente a sus padres, pero que ahora sí la nota al tratar de ser tan buena madre como usted. Vaya piropo, ¿no?

Créeme, Sophie es una madre estupenda. Uno de los aspectos más interesantes de ser madre es que los hijos siempre están dando pasos hacia la autonomía, hacia alejarse de los padres. Si eso no ocurre, es que algo va mal. Y Sophie también ha tenido esos momentos, por supuesto. No tiene que ver con ser perfecta. El psicoanalista Donald Winnicott hablaba a menudo de ser una madre «lo suficientemente buena». Me encanta ese concepto. 

Ha escrito poesía, ensayo, ficción, artículos políticos… ¿Qué le gustaría que destacara más en su legado literario? 

El feminismo ha sido muy importante para mí. Y en los últimos años, se ha convertido en algo más rico y complejo. Creo que siempre he escrito desde una posición de humildad intelectual. Tengo pensamientos, tengo ideas, creo en ellas, pero nunca escribo, por ejemplo, en tercera persona como si fuera una autoridad. Eso lo hacen muchos académicos: escriben como si no lo escribiera nadie. Yo quiero que el lector sepa de quién viene y que cuando yo me muera, eso también se note. Pero la realidad es que no tenemos control sobre nada de eso. Y reconocerlo es importante. Margaret Cavendish, una poeta y filósofa del siglo XVII que me encanta, fue ridiculizada durante 300 años. Y solo empezó a ser comprendida en el siglo XXI. En una conferencia sobre ella en la que participé hace unos años, un estudiante se acercó para decirme que ahora Cavendish era una it girl. Pensé que eso le hubiera encantado. Ahora, por fin, están entendiendo su trabajo. Los legados pueden llevar mucho tiempo.

En este momento político y social tan convulso que vivimos, ¿qué cree que puede hacer la literatura por nosotros?

Hay libros que tienen grandes consecuencias culturales. Cuando escribí La mujer temblorosa, recibí decenas de cartas de gente con enfermedades neurológicas. Nada es tan gratificante como eso. Por otro lado, he escrito artículos políticos y lo sigo haciendo. Lo considero un deber, no un regalo. He escrito, por ejemplo, sobre por qué el movimiento MAGA (Make America Great Again) es una forma de fascismo. En el siglo XX hubo diferentes tipos de fascismo: el español, el alemán, el italiano... Todos eran distintos. No se trata de ideología, sino de una especie de resentimiento que te hace sentirte víctima de los demás y buscar chivos expiatorios. Y luego está la violencia, que siempre es un ingrediente. Después del asalto al Capitolio, lo que era un movimiento populista autoritario se convirtió, oficialmente, en un movimiento fascista. 

Han pasado cuatro años de aquello y se cumple uno desde las últimas elecciones en su país. ¿Cómo analiza la situación de Estados Unidos en estos momentos?

Trump es la figura visible, pero hay todo un mundo detrás de él. Lo único que podemos hacer ahora mismo es resistir. Goebbels, el jefe de la propaganda nazi, solía decir que para mantenerte en el poder tienes que asegurarte de tener a la gente contigo. Si hay suficiente resistencia y suficientes protestas, creo que hay una forma de debilitar a este gobierno. Estados Unidos ya no es una república democrática. Pero nadie quiere hablar de eso porque es demasiado terrible. Por eso, parte de la prensa quiere pretender que esta es una administración más. No lo es. Estamos en peligro de no volver a tener una república. Es muy serio. Todo el mundo que esté en contra debe alzar la voz y protestar. 

Siri Hustvedt con jersey de COS y pantalón de LOEWE. En la pared, un retrato de Paul Auster y otro en el que aparecen ambos. SPENCER OSTRANDER.

Hay episodios de violencia política, redadas contra inmigrantes, ciudades demócratas militarizadas… La polarización ha dejado de ser un discurso para convertirse en una realidad social en Estados Unidos. ¿Cómo ha cambiado el día a día en su entorno?

Yo no soy inmigrante ni pobre ni negra, pero me siento como los alemanes que no eran el objetivo y que, en 1933, podían seguir adelante con sus vidas. Al mismo tiempo, soy una intelectual y asisto a los ataques contra las universidades, los científicos e investigadores, entre los que tengo muchos amigos que no son americanos y se están yendo. Y otros que no quieren venir. Es una auténtica fuga de cerebros. Una de las cosas que podemos hacer es contar nuestras historias y las de otras personas. Es un acto de responsabilidad. Otra cosa que descubrí en mi investigación sobre el fascismo es que, para mucha gente, formar parte del movimiento MAGA se ha convertido en motivo de orgullo. Les hace sentir que pertenecen a una comunidad. Para muchas personas blancas ha sustituido a instituciones erosionadas como la iglesia, las organizaciones comunitarias o las bibliotecas públicas. Es un sistema de creencias que incluye una limpieza de cualquier mal sentimiento que tengas. Como un exorcismo. Y se lo lanzas a las mujeres, los negros, los inmigrantes… Ellos son los monstruos. Y tienen que ser castigados mientras tú te purificas de toda culpa. 

Siempre se ha significado políticamente y, de manera muy particular, en contra de este presidente. De hecho, en 2016 usted y su marido crearon el grupo 'Escritores contra Trump'. Hay miembros de esa resistencia que ya han abandonado Estados Unidos. ¿Usted se lo plantea?

Creo que sería posible para mí conseguir la ciudadanía noruega. Mi madre era noruega y yo todavía hablo el idioma. Únicamente por eso, me gustaría tener la doble nacionalidad. Pero es que, además, solo han pasado diez meses [desde que Trump llegó a la Casa Blanca]... Pero para mucha gente, entre la que me incluyo, es como si hubieran pasado diez años. 

Siri Hustvedt posa sentada en la cama de su dormitorio. SPENCER OSTRANDER.

Hemos hablado mucho del duelo, pero también del deprimente estado del mundo. Terminemos esta entrevista con algo más luminoso. ¿Qué es lo que más satisfacciones le da en este momento de su vida?

Cada día, después de tomar mi café y mi desayuno, siempre hay algún mensaje de mi hija con fotos de mi nieto, Miles. ¡Mirarle me hace reír! Sophie y Spencer son conscientes de que la abuela es una lunática, así que me mandan muchas. También vienen a cenar una vez por semana. Tener a los tres en mi vida es lo más importante de todo. Cuando se van de viaje, me preocupa que Miles se olvide mí. Pero no lo hace. ¡Le gusta mucho su abuela! Eso es lo primero. Mi jardín también me proporciona mucho placer. Quitar las hojas o regar me ayuda a no pensar, a no estar escribiendo en mi cabeza. Y eso me resulta muy liberador.

Estilismo: Odile Iturraspe. Maquillaje y peluquería: Herve. Asistente de fotografía: Alex Tyerson. Asistente de estilismo: Zoé Berteloot.







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