lunes, 13 de octubre de 2025

Daniel Samper Ospina / Nos robaron el Nobel




Daniel Samper Ospina
NOS ROBARON EL NOBEL

12 de octubre de 2025

Apreciados señores:

Me refiero a la más reciente entrega del Premio Nobel en la cual, de forma insólita, han obviado en todas las categorías al compañero presidente de Colombia, doctor Gustavo Petro Urrego.

El doctor Petro era el verdadero merecedor de por lo menos uno de los famosos medallones que ustedes confirieron esta semana; resulta evidente que lo dejaron de lado porque, sumidos en la codicia, los países del norte tratan con desdén y odio a los ciudadanos del sur, por el simple motivo de que su piel es color café de leche.

Tenían múltiples alternativas para premiar al primer colombiano digno de obtener cualquiera de los galardones dorados con los que por esta época reconocen a los líderes del mundo; habrían podido conferirle el premio Nobel de Medicina, por sus estudios sobre el acompasamiento entre el cerebro y el clítoris para la conformación de buenas mujeres; el inédito de Matemáticas, por su vocación para dividir al pueblo, multiplicar problemas y patentar la matemática cuántica que, con gran sentido pedagógico, expuso en un consejo de ministros. Aquella vez explicó por qué la línea curva debe ser cóncava hacia abajo, y no cóncava hacia arriba, y halló en su disquisición al algoritmo de Shor, gracias al cual pudo salirse por la tangente frente a los cuestionamientos éticos a su entorno.

Lo obviaron, incluso, del Nobel de Literatura, pese a que el señor presidente encontró en el trino extenso todo un subgénero narrativo. A la manera de César Vallejo, nuestro último Aureliano reinventó la sintaxis, reventó la lógica del idioma y encontró un nuevo lugar para colocar puntos y comas. En estos momentos redacta una obra magna en las playas de Manta. Partirá en dos la historia de las letras. Circulará de una vez en el mercado anglosajón, con traducción de Víctor de Currea-Lugo.

Querido comité:

Acaso víctimas de nuestra naturaleza triunfalista, en el país teníamos altas expectativas con los galardones de este año. Yo mismo suponía que el proyecto de ley del doctor Agmeth Escaf, a través del cual se declarará a la arepa de huevo de Luruaco como patrimonio de la humanidad, lo haría merecedor del Nobel de Economía. Si es patrimonio inmaterial, además, debería valerle también el de Física. (Y si añade en un parágrafo al suero, el de Medicina).

Pero la prensa Mosad desató tal campaña de odio en contra del congresista, que frustró su noble aspiración. Lo señalaban de haber ganado su curul por arepa, fíjense. También de que, al igual que la carne y el guiso, estaba de relleno en el Parlamento. Y de que, como la arepa misma, el honorable congresista tenía huevo.

Semejante ignominia causó mella en ustedes, los del comité evaluador, que prefirieron hacerse los de la vista gorda, qué paradoja. A modo de consuelo nos quedará el proyecto de ley cuyo articulado rendirá honores también al Boka sabor a corozo, promovido por el propio autor de la ley por los años en que era presentador de televisión. Es la mejor bebida para que la arepa escurra por el gaznate. Y callará la boca a quienes sostienen que el doctor Agmeth no tiene nada decoroso.

Se comprendía la exclusión del honorable representante Escaf, pero no la de su jefe político, el presidente Berto. Le han hecho conejo en las seis nominaciones de los premios que ustedes entregan, lo cual constituye una afrenta no solo al pueblo colombiano, sino a las ciudadanías libres del mundo que deberían concentrarse esta semana en la calle 72 con carrera séptima para echar piedra. Protestar frente a la sede de la ANDI. Dañar las sucursales de las tiendas Ikea. Torear concejales energúmenos, por los que nadie vota ni a bate, en los locales de McDonald´s del barrio El Poblado, en Medellín. Y activar, en general, al país, en modo constituyente, como protesta ante este agravio.

Señores miembros del comité:

Reconozcan que, por lo menos, nuestro presidente merecía el Nobel de la Paz, al menos mucho más que la señora Machado o que la africana Wanghari Maatai, a cuyo fantasma nuestro presidente felicitó por Twitter. Porque es un hombre magnánimo.

Reconozcan que el arreglo entre Palestina e Israel habría sido sencillamente imposible sin la presión definitiva de nuestro Mandela de Ciénaga de Oro: el hombre que no solo redactó un oportuno trino en el que llamaba a la sublevación general —“jóvenes del mundo deberían citarnos a la huelga mundial”—, sino que protagonizó un suceso histórico en Nueva York, cuando, ataviado con la misma guayabera y pantalón blancos con que, como homenaje a García Márquez, pensaba recoger el galardón, se trepó con valentía a una improvisada tarima y le cantó la tabla al mundo con un megáfono. Si aquella vez el presidente Berto no insta a los soldados gringos a desobedecer a Donald Trump, si aquella vez el presidente Berto no se ofrece él mismo a comandar un batallón mundial para liberar la Franja de Gaza, el conflicto árabe-israelí no se hubiera desbloqueado.

Los protagonistas de la guerra imaginaban el desembarco del comandante Berto —el suéter rojo, los guantes blancos, la espada de Bolívar en la mano izquierda— y se paralizaban del terror. Imaginaban que descendería con todos los suyos: con Rosita Villavicencio, con la ministra-persona marica, incluso con Daniel Quintero, que exigiría el manejo de la tesorería. El petrismo en pleno tomaría posesión de la franja costera, acabaría con el gas en un mes e inauguraría una sede de la nueva EPS en Rafah. Ante semejante presión, ¿quién no firmaría cualquier acuerdo?

Apreciados señores:

El presidente Berto se quedó sin el Nobel y sin visa, pero le sobra dignidad. En el mundo entero ya no nos conocen por Pablo Escobar, sino por él, de quien ahora venden camisetas en Envigado. Superaremos esta afrenta con la fuerza que nos otorga el pueblo que él encarna. La fundación universitaria San José imprime en estos momentos un diploma para certificar que el presidente Berto es el verdadero Premio Nobel de la Paz. Se lo mandaremos a Noruega para que se lo tengan que tragar. Como si fuera una arepa de huevo de Luruaco.

Atentamente,

Daniel Samper Ospina


REVISTA CAMBIO







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