sábado, 26 de julio de 2025

Daniel Samper Pizano / Petro VS. Petro

 

Gustavo Petro


Daniel Samper Pizano
PETRO VS. PETRO

Hace ocho días entrevistamos en Los Danieles a Juan David Correa. A poco de comenzar, percibí una situación extraña. Se trataba de un colega escritor y editor, periodista muy conocido y estimado que de repente acudía a la cita convertido en algo diferente: un político. Él mismo lo reconoció. No solo estaba dedicado a la actividad política, sino que formaba y forma parte de un grupo petrista progresista que propone la candidatura presidencial de la exministra de Medio Ambiente Susana Muhamad.

Recordemos que ambos trabajaban en el famoso gabinete de Petro que se desbarató en febrero pasado ante los ojos incrédulos de millones de colombianos cuando parte del equipo de gobierno se negó a seguir bajo la batuta del cuestionado Armando Benedetti.

En la charla con Los Danieles Correa explicó que su decisión fue cuestión de coherencia con sus ideas sobre el papel de la mujer en la sociedad y el suyo en el Gobierno. Fue claro, sincero y tranquilo, y respondió del mismo modo cuantas preguntas le planteamos, algunas de ellas muy incómodas. Uno de los comentarios que escriben los seguidores del programa decía: “¡Qué lástima, lo captó la política!”.

Es verdad que lo captó la política, pero no siento lástima por ello. Al contrario: ojalá muchas personas más como él, independientes, sin huesos en el armario, preparadas, de criterio, y honestas, ingresaran al trapiche de la política: traerían vientos frescos y conductas intachables en ese patio repleto de desperdicios. La tragedia de nuestra política es que produce asco, y gente que podría prestar importantes servicios al país prefieren alejarse de ella. El ambiente infecto espanta a individuos capaces y en cambio atrae a sujetos que acaban tomándose el Congreso y el gobierno. 

También en el mundo político hay gente sana y trabajadora, claro que sí. Pero la vitrina de ejemplares no ejemplares es tétrica: el tipo del perrito que se orina en la cama y lo considera un honor para la nación, la fumadora habitual de marihuana, el que sostiene su tienda con dineros públicos, el pastor que intentaba desterra el virus del covid con un cuchillo de cocina... 

Políticos como Correa ayudarían a sanear este sótano enrarecido. Con él es posible debatir. Es más: no resulta difícil aceptar argumentos suyos, como el alegato de que el Gobierno ha adelantado obras importantes en materia agrícola, ecológica y laboral, y señala a varios ministros por su buen trabajo.

El problema es que mucho de lo conseguido por la Administración en sus tres años de vida queda opacado y arruinado por gigantescos lunares. Para empezar, la corrupción, tema ancho y hondo. También la ineficiencia que trae el incesante cambio de ministros y sus equipos. Y, como plato fuerte, las zafadas de Petro, tanto en su comportamiento personal como en su comunicación con los ciudadanos, caótica y a menudo estrambótica. ¡Cuántas metidas de pata debe el presidente a su tendencia a lanzar trinos sin sentido, sindéresis ni ortografía y a menudo salpicados de errores! Basta con repasar la alocución-sancocho del martes para quedar aterrorizado por el delirante monólogo.

Lo más inexplicable es que Petro sabía que las fuerzas reaccionarias estarían ojo avizor para descalificarlo a él y al Gobierno. También sabía que dos de los puntos débiles del nuevo régimen eran su mala gestión como alcalde y la inexperiencia, pues la izquierda solo ocasionalmente y en forma limitada se ha acercado al poder. Muchos ciudadanos, tras examinar las alternativas, votamos pensando en el Petro senador e hicimos esfuerzos para olvidar al Petro alcalde. Una solución era vincular al Gobierno a personas, grupos y partidos con experiencia y prestigio. Por eso fue una medida sabia incorporar a antiguos funcionarios que conocían el manejo del Estado.

El refuerzo funcionó hasta el momento en que a Petro se le atragantó uno de sus más tercos fantasmas: el hombre llamado a hacer la revolución, como Mao o Fidel Castro. Entonces se rodeó de antiguos militantes. Algunos aprovecharon el poder para enriquecerse y otros para volar como comandantes sin haber sido copilotos. En cualquier caso, los que procedían de una estructura político-militar estaban acostumbrados a obedecer ciegamente y soportar de su jefe críticas en público y humillaciones.

Es posible pensar que Benedetti fue quien sembró en la cabeza de Petro la idea de transformar la gestión gubernamental en campaña electoral permanente. Ganar las elecciones de 2026 (con o sin reelección) se convierte entonces en el principal motor del presidente y, como consecuencia, lo vemos actuando de manera cada vez más irreflexiva e improvisada en el gran terreno electoral: las redes. 

Fue un mal paso que sirvió exquisito plato a sus enemigos. Ellos gozan destacando los excesos retóricos y reacciones primarias del presidente, que tienen lugar a veces a la madrugada y no en las más serenas circunstancias. Son muchas las dudas, amenazas, errores y metidas de pata en que incurre Petro cuando gobierna desde la pantalla.

Es como si hubiera dos Petros. Algunos que han trabajado con él comentan que no le faltan dotes para organizar, analizar, decidir y mandar; en fin, lo que se espera de un presidente. Pero hay otro jefe del Estado: el de los escándalos y equivocaciones, el que enciende las alarmas y produce episodios lamentables. Al cabo, Petro es el mayor enemigo de Petro.

Resulta clave que quienes deciden entrar a la política con ánimo limpio y progresista, como Juan David Correa, sepan a cuál Petro es bueno seguir y a cuál no. 

LOS DANIELES

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