jueves, 22 de mayo de 2025

‘Orbital’, de Samantha Harvey, el libro más recomendado de 2025

 



Cuando la literatura escapa de la gravedad y los géneros: el caso de ‘Orbital’, el libro más recomendado de 2025

Una novela que ha conquistado a lectores y plantea cuestiones a quien se atreve a asomarse a sus páginas


Decía uno de los mayores expertos en el arte de Velázquez, Jonathan Brown, que Las Meninas se asemejaba a un tour de force al que cuando intentamos explicar su grandeza, nos desconcertaba por su capacidad de evadir tanto la comprensión intuitiva como la racional. Algo así les ocurre a los personajes de Orbital, la última novela de Samantha Harvey, cuando contemplan la tierra desde la inmensidad del espacio exterior. Publicada a comienzos de 2025 por Anagrama, esta breve pero intensa obra ha irrumpido con éxito en las librerías, no solo por lo original de su temática, sino por la profundidad filosófica que alcanza: un espejo de la fragilidad humana que le ha valido ser la ganadora del premio Booker del año 2024.

Su autora –cuya obra ha aparecido en numerosos medios como GrantaThe New York Times y The New Yorker– estudió Filosofía y trabajó en el Museo Herschel de Astronomía, en Bath, y ha entrelazado ambas experiencias para cuestionar el lugar que ocupamos en el universo ayudándose de una prosa visual y lírica que invita a reflexionar sobre nuestra existencia. Precisamente ya al principio de la novela, Harvey recurre a la imagen de Las Meninas de Velázquez para darnos una pista de la multiplicidad de perspectivas que quiere mostrarnos. “¿Cuál es el sujeto de la pintura, el arte mismo o la vida misma?”, se pregunta Harvey a propósito del cuadro.

Esta no es la única referencia a la cultura visual que permea en la narración, junto a la imagen de Las Meninas, la autora introduce otra imagen icónica: la fotografía tomada en 1969 por el astronauta Michael Collins del módulo lunar Eagle, a Buzz Aldrin y Neil Armstrong de regreso de la luna con la Tierra de fondo. Collins es literalmente la única persona en el mundo que no está en la imagen y, sin embargo, como plantea el propio libro, es la única evidencia de humanidad en la foto.


Con estos mimbres, Samantha Harvey teje a sus personajes, quienes, al igual que Collins, se funden con la Tierra, el espacio y el tiempo hasta diluirse entre sí. Sus voces apenas se diferencian —salvo por algunos destellos lingüísticos que delatan sus orígenes—, como si la inmensidad que los rodea hubiera desdibujado las fronteras culturales que los diferencian en la tierra. Como escribe Harvey en uno de los primeros capítulos: “Han hablado antes de este sentimiento que tienen, el sentimiento de fundirse. Esa sensación de que no son distintos los unos de los otros, de la misma manera en que no son distintos del espacio exterior”.

La narración transcurre en una estación espacial a 400 kilómetros sobre la tierra, que orbita el planeta a 28000 kilómetros por hora. La distancia, sabemos, agudiza la mirada: alejarse de un objeto —o de un mundo— permite observarlo con mayor claridad. Esa es la paradoja que viven los seis astronautas de Orbital (cuatro hombres y dos mujeres), suspendidos entre la soledad cósmica y la nostalgia de la Tierra. Como entonaba Elton John en Rocket Man, "It's lonely out in space"; y por ello, quizá, todos se parecen entre sí. Allí, representando a la humanidad en su conjunto, sus diferencias se desvanecen.


Dentro de los módulos de la Estación Espacial y en el espacio de un día, vislumbramos pequeños pedazos de sus vidas. Los vemos haciendo ejercicio, hablando de sus familias y luchando contra la atrofia de los músculos, preparando comida deshidratada o pensando en los sacos suspendidos en los que duermen, mientras piensan de fondo en su vida en la Tierra. En nuestro mundo cambiante, cargado de problemas complejos que a veces por su enormidad se nos ocurren irresolubles, la fragilidad humana que explora Harvey resuena con especial fuerza en los lectores contemporáneos.

Por un lado, anhelamos un distanciamiento que permita ver las cosas con claridad; por otro, paradójicamente, ya nos sentimos extrañamente desconectados de la realidad, ahogados en la infoxicación [exceso de información] diariaOrbital captura esta contradicción moderna y nuestro intento por salir de ella y encontrar un sentido a todo lo que nos ocurre. De esta paradoja y de nuestra necesidad de respuesta ante estos conflictos nace la visión mística de Harvey sobre el planeta Tierra. Ahí afuera, nos dice, los problemas son insignificantes, no tienen casi importancia, y sin embargo son toda una vida y la complejidad que esta misma acarrea.


En este sentido, la política parece pertenecer a un segundo plano. En varias ocasiones Harvey deja claro que el juego político le parece una mascarada y sus conflictos a menudo quedan reducidos a pequeñas rencillas que ocurren en la tierra y que parecen insignificantes o nimias con respecto a la grandiosidad de la imagen de la tierra girando y de la orbita ascendiendo y descendiendo progresivamente. Pese a esto último, y con acierto, Harvey nos deja entrever los problemas que atraviesan nuestro mundo. E incluye al cambio climático en la narración, como cuando nombra el tifón que atraviesa Indonesia y Filipinas y lo extremo de este fenómeno desde el espacio. Allá abajo, tal y como lo sienten los astronautas, también hay una precariedad extrema, que no se diferencia demasiado de la propia sensación de finitud que tienen mientras se encuentran dentro de la estación espacial.

A través de su prosa lírica —"Has flotado tanto que los relojes de tus células han desaparecido"— la autora nos arranca de la gravedad terrestre para lanzarnos al vértigo narrativo de la vida fuera de sus confines. Los capítulos, que están organizados en 90 minutos –el tiempo que tarda la Estación Espacial en recorrer la Tierra—tienen una estructura circular y fragmentaria y nos obligan a repensar el tiempo y el espacio. Es justo esta ruptura lo que convierte Orbital en una novela singular. Lejos de la estructura habitual de la ficción tradicional, y en una era dominada por la autoficción confesional, Harvey construye una obra que no es ni una cosa ni la otra, sino que orbita entre varios géneros: novela, poema, ensayo filosófico. Y también entre varios narradores: el de un extraterrestre, el de un robot y un marinero prehistórico. Este coro de perspectivas —que nos vuelve a recordar a la pintura de Velázquez— logra un efecto curioso: que las grandes preguntas existenciales dejen de ser abstractas.

Orbital sorprende también al trascender lo científico para adentrarse en lo metafísico y prefiere una reflexión sobre el anhelo más antiguo: el de haber llegado al cielo para descubrir qué nos aguarda más allá. La divinidad se filtra en cada una de sus páginas, en la canica azul que flota en la oscuridad, en esos instantes donde lo cósmico y lo cotidiano se entrelazan, como concluye uno de los protagonistas de la obra: “La Tierra, vista desde aquí, es como el 


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