Además, les extraña que este rasgo tan arbitrario evolucionara simplemente para atraer a los hombres. En la naturaleza, la elección de los machos se basa a menudo en características que representan un beneficio directo para el individuo, como la disposición para aparearse, la salud o el potencial reproductivo. En cambio, existe evidencia de que el tamaño de las mamas no correlaciona con ninguna de estas características. De hecho, las mujeres empiezan a desarrollar el pecho antes de ser fértiles.
Pawłowski y Zelazniewicz reconocen el evidente papel de las mamas en la vida sexual del ser humano, pero creen que este no tuvo por qué ser la causa de su origen. En la evolución, a menudo ocurre que un rasgo aparece por un motivo y acaba sirviendo para otro, es lo que se conoce como exaptación. En su lugar, el pecho femenino pudo ser un subproducto del incremento de la grasa subcutánea del ser humano.
La mayoría de los estudios sobre el desarrollo de las mamas de los primates se han llevado a cabo en macacos, por su utilidad como modelos en el estudio del cáncer de mama. En estos animales las glándulas mamarias también se desarrollan durante la pubertad, pero su volumen apenas incrementa. Por tanto, el pecho de las mujeres no es diferente porque se desarrolle antes, sino porque acumula mayor cantidad de grasa. De hecho, aunque hay mucha variabilidad, existe una correlación positiva entre el tamaño de los pechos y el índice de grasa corporal.
Los datos moleculares y arqueológicos apuntan a que, hace aproximadamente 2 millones de años, Homo ergaster empezó a aumentar su nivel de grasa subcutánea. Esto permitió a los recién nacidos tener energíapara desarrollar más el cerebro y a los adultos adaptarse a climas fríos. A su vez, los incrementos de estrógeno en las mujeres durante la pubertad aumentaron más sus niveles de grasa, preparándolas para el embarazo.
Pero, ¿por qué un mayor nivel de grasa en los pechos frente a otras partes del cuerpo? La distribución de la grasa está relacionada con la cantidad de receptores de estrógenos. Según argumentan Pawłowski y Zelazniewicz, las chimpancés hembratienen más densidad de estos receptores alrededor de los genitales, en el útero y en los pechos. Por lo tanto, es probable que en nuestro antecesor común ya se diese esta distribución, que fomentó un mayor incremento de las mamas.
La acumulación de grasa en pechos y caderas pasó a ser un rasgo distintivo entre hombres y mujeres, lo que pudo propiciar, según estos autores, que se convirtiera en un atrayente. Es entonces cuando la selección sexual empezaría a actuar sobre los pechos femeninos, lo que explicaría que existan mujeres con un bajo índice de grasa corporal que tienen los pechos grandes y viceversa. De hecho, se han identificado dos locus (lugar donde se ubica un gen en el cromosoma) responsables del tamaño de las mamas, independientemente de la cantidad de grasa subcutánea. Aunque estos locus apenas explican el 1% de la variación de este rasgo.
Aún se necesita más investigación para que la hipótesis de Pawłowski y Zelazniewicz sea aceptada, pero cuenta con evidencias y supone un paso adelante frente a las especulaciones que se hacían en el siglo pasado. No obstante, llama la atención que en los debates sobre el origen evolutivo del pecho apenas se mencione su importancia en la vida sexual de las mujeres.
La función de los pechos agrandados no termina en la atracción, ya que su adecuada estimulación durante el sexo resulta placentera. Un estudio documentó que al 80% de las mujeres les excita que les toquen los pechos y algunas pueden tener orgasmos solo con eso debido a la conexión nerviosaque existe entre los pezones y el útero. También hay bastantes estudios sobre cómo recuperar la sensibilidad del pezón tras una mastectomía, dada su relevancia en la sexualidad femenina.
Además, la estimulación del pezón provoca la liberación de oxitocina, tanto si es por parte de una pareja sexual como si es por el bebé que se amamanta. Según el psiquiatra Larry Young, lo que llamamos amor romántico es en realidad el resultado de una adaptación evolutiva de los circuitos neuronales que impulsan el vínculo maternal. Por tanto, los pechos femeninos colaborarían en la activación de este circuito a través de la oxitocina que se libera cuando mantenemos relaciones sexuales.
El origen de la atracción de los pechos puede que no resida tanto en su tamaño, forma, color o supuesta similitud con las nalgas. Quizás, todo comenzó cuando una curiosa Homo ergaster con las mamas abultadas descubrió junto a su pareja que eran una maravillosa autopista hacia el placer, el deseo y el amor.
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