Patrick Modiano
EL HORIZONTE
Por Joan Flores Constans
Un nuevo libro de Patrick Modiano (L’horizon,
2010) al alcance de los lectores siempre es, en principio, una buena
noticia; en vano ha buscado este reseñista -Modianista convicto y
confeso, es cierto-, a cada entrega en castellano o en catalán, como en
este caso, síntomas de cansancio en el autor francés, o de agotamiento
narrativo, pero nada que hacer: Modiano es Modiano pese a quien pese.
En contraste con las “escrituras
etéreas”, Modiano es el escritor de lo tangible, la memoria, que aunque
oculta, no pierde un ápice de su materialidad, pues se encuentra
depositada en nuestro propio interior; es solamente cuestión de
buscarla:
“Je me souviens de tout. Je décolle les affiches placardées par couches successives depuis cinquante ans pour retrouver les lambeaux des plus anciennes”. Livret de famille.
No es un camino fácil ni directo, hay
que salvar dudas e interrupciones y reemprender el proceso, forzosamente
multidireccional, para acercarse paulatinamente al objetivo, sin hacer
demasiado caso a las desviaciones sino como imprescindibles componentes
del proceso. Explorar en el pasado, excavar a través de las capas
sucesivas hasta encontrar el estrato deseado, ese único elemento
tangible que deja al margen las ingentes cantidades de incerteza. Todo
ello desde el que tal vez sea elemento definitorio de la narrativa de
Patrick Modiano, la honestidad; al fin, ficción no significa
unívocamente mentira, sino recreación, ya que en el caso del novelista
francés la mentira no solamente no es deseable sino que ni siquiera es
necesaria, y aunque se trate de una obra de creación, no se responden
preguntas, no se juzga, solamente se observa, se investiga, se deduce y,
por medio de la autoficción, se explica.
Como ya he comentado en otras ocasiones,
quien busque novedades en las formas, cambios de tono narrativo o
saltos al vacío estilísticos debe bucear en otras aguas. Modiano sigue
fiel a una poética muy precisa, a unos temas concretos y a un tono
autorreferencial que, del mismo modo -y por las mismas razones- puede
encantar a sus incondicionales y aburrir a sus detractores. Es lo que
hay.
El proceso de toma de decisiones no solo
abre el universo de posibilidades que cada una de ellas lleva consigo,
sino que también cierra e imposibilita todas las alternativas inherentes
al momento anterior. La memoria, siempre selectiva y celosa de
compartir sus contenidos -acéptese ese concepto de memoria como
contenedor, a nivel metafórico-, guarda en un rincón oscuro esos
momentos; en primer lugar, porque es funcionalmente inútil recordarlos,
pero también debido que, a posteriori, algunas de estas decisiones
pueden haberse revelado erróneas, y la conciencia podría castigar al
sujeto recordándole constantemente ese error.
“Tales fragmentos de recuerdos correspondían a esos años en que las encrucijadas nos salpican la vida y se nos abren tantas veredas que nos vemos en dificultades para decidirnos por una u otras”.
La memoria, en general, y también la
memoria o el recuerdo que creemos guardar de aquellas cosas que no han
sucedido son una constante en las obras de Patrick Modiano, y las
relaciones de esos sucesos con el protagonista, e incluso el recuerdo de
esas personas que no hemos conocido, esos fantasmas a los que, en
palabras del narrador, es imposible ponerles nombre.
“¿Podemos estar realmente seguros de que las palabras que dos personas han cruzado durante su primer encuentro se hayan desvanecido en la nada como si nunca las hubiera pronunciado nadie?”.
Ese pasado, sin embargo, puede que no
esté absolutamente parapetado entre los pliegues invisibles de la
memoria; los hechos pueden perseguirnos a través del tiempo del mismo
modo que las personas descartadas pueden salvar ese abismo temporal para
seguir persiguendo aquel individuo que éramos entonces y que ya no
somos. Siguen siendo fantasmas, es cierto, pero estos sí tienen nombre, y
mientras podamos atribuirselo nunca nos será permitido librarnos de
ellos.
Sin embargo, es posible que sea
únicamente en el pasado donde resida verdaderamente todo lo que importa.
Porque el presente, con su inmediatez, su volatilidad, no ha dejado
asentarse aún el poso que acaba constituyendo la totalidad de nuestra
experiencia:
“… todo cuanto vivimos al día lleva la marca de las incertidumbres del presente”;
puede ser, también, que esos intrusos,
sean hechos o personas, ni siquiera hayan existido, que nos los hayamos
inventado o sean solamente producto de nuestros sueños. Pero esa posible
no-existencia en el pasado no los hace menos reales, así que no es tan
descabellado que puedan perseguirnos en nuestro presente.
“A veces sucede que perdemos, al cabo de unos días, algo a lo que tenemos mucho apego… Cuando creemos que ya nos hemos librado e ellos del todo, vuelven a aparecer en el fondo de un cajón”.
Aquello que tuvimos y ya no tenemos, los
hechos sucedidos, las personas que conocimos, no por el hecho de que ya
no estén presentes tenemos que forzosamente considerarlos una pérdida.
Es muy posible que vuelvan a nosotros, como posesiones relacionadas,
como hechos derivados o, incluso, como personas que se han convertido de
viejos conocidos en nuevos desconocidos porque, al fin y al cabo, ni
ellos ni nosotros somos ya los mismos.
“De algunos encuentros que datan de la primera juventud conservamos un recuerdo bastante vivo. A esa edad, todo nos asombra y nos parece nuevo… Pero a aquellos con quienes nos hemos cruzado y habían vivido ya su vida en parte no podemos pedirles una memoria tan minuciosa como la nuestra”.
Comparado con el número de las personas
que recordamos, y no digamos con el de las que conocemos y con quienes
nos relacionamos, el número de personas que hemos conocido a lo largo de
nuestra vida es ingente, inconmensurable. A menudo, ni siquiera los
reconoceríamos si se cruzaran con nosotros: pertenecen a lapsos de
tiempo aislados, sin relación alguna con ningún hecho significativo de
nuestra vida, con ningún suceso relevante. Simplemente, han
desaparecido, y a diferencia de los fantasmas del pasado, nada los puede
hacer reconocibles.
Sin embargo, y como siempre en Modiano, la esperanza…
Joan Flores Constans
Patrick Modiano
El horizonte
Traducción de Maria Teresa Gallego Urrutia
Anagrama, Barcelona, 2010
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Traducción de Maria Teresa Gallego Urrutia
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