domingo, 31 de mayo de 2015

Patti Smith / La libertad es responsabilidad nuestra


Patti Smith
Patti Smith
BIOGRAFÍA
“La libertad es responsabilidad nuestra”

La cantante recuerda cómo surgió 'Horses', uno de los álbumes más icónicos del rock


La cantante Patti Smith, en un momento del concierto. / MASSIMILIANO MINOCRI
Patti Smith (Chicago, 1946) viaja al pasado. A un año, a una ciudad, a un disco. Es 1975 en Nueva York y sale publicado Horses, uno de los álbumes más icónicos de la historia del rock, un catalizador emocional e intelectual de la desarraigada época de los setenta anglosajones, la obra con la que la cantante y compositora recibió el apodo de madrina del punk, y que ahora cumple 40 años. “Había un ambiente excitante en la calle. No era una atmósfera normal”, relata. “Nuestra generación heredó a mucha gente muerta de la guerra de Vietnam. Y había movimientos por los derechos laborales, sociales, de los gays o las mujeres. Pero musicalmente la voz cultural de los sesenta estaba desapareciendo. Y sentíamos que queríamos formar parte de algo”.

“No quería ser cantante, pero las lecturas de poemas eran estáticas”
Sentada en el sofá de un hotel de Barcelona, Smith, que triunfó en su interpretación íntegra de Horses en el Primavera Sound, fija su mirada de ojos grises en el vacío y al hablar mueve las manos con ligereza, como si fuera sacando de una estantería imaginaria los recuerdos que conserva intactos: “El disco llegó de forma orgánica. Era una veinteañera que se dedicaba a la poesía pero con mucha energía y que estaba fascinada por elrock'n'roll. No quería ser cantante, pero sentía que las lecturas de poemas eran demasiado estáticas”. Horses impactó al mundo. No solo era la tensión desgarradora de su rock'n'roll callejero, sino también su lírica evocadora, como ese célebre verso que escribió: “Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos”. “Tenía grandes mentores como William Burroughs, Allen Ginsberg o Gregory Corso, de la Generación Beat. En 1973 empecé a poner música a mis poemas, que defendía ante el público. Lo hacía con un piano. Me ayudaba Richard Sohl, que luego perteneció a la banda. Intenté darle un sentido de rock'n'roll a mi trabajo”.

Sharon Stone / Mujeres con miedo a envejecer

Sharon Stone 

"A las mujeres con miedo a envejecer les diría que madurasen"

El mito erótico de los noventa sigue vivo. Viajamos a Los Ángeles para descubrir la autenticidad (y el difícil carácter) de una de las actrices y modelos más bellas y polémicas de la industria.

sharon
«No compro ni prendas, ni joyas, ni zapatos incómodos. Mi lema es ‘llevar lo que te haga sentir bien’», dice.
Foto: Lorenzo Agius
Pertenece al ideario colectivo y, por muy desaparecida que haya estado estos últimos años, seguramente no le cueste volver. Sharon Stone pide guerra pero no solo en el terreno cinematográfico. También en el dialéctico, en el estético y en el humanitario. La actriz, de 57 años, actúa en el filme Life on the Line (David Hackl; junto a John Travolta y sin fecha de estreno) y en la serie Agent X (TNT). «El éxito es poderoso, y yo me aprovecho de él para materializar proyectos, como esta producción que también financio y donde interpreto a la primera vicepresidenta de EE UU. Es una buena historia», nos asegura. ¿Y para su labor caritativa; también saca rédito de la fama? «No se trata de ser famoso, todos deberíamos ser altruistas. Es cuestión de humanidad», responde.

Muere en la indigencia una reina de belleza venezolana


Muere en la indigencia 
una reina de belleza venezolana
El caso de Damaris Ruíz.

Había sido en 1973, la candidata del Estado de Sucre para aspirar a Miss Venezuela. Poseía medidas perfectas y sobresalía porque, además, era abogada. Murió días atrás en las calles.

De objeto de deseo a una indigencia que la arrastró a la muerte y dejó su cuerpo abandonado en una morgue, sin que nadie la reclamara, en un país -Venezuela- donde la belleza es casi una profesión con 7 Miss Universos, 6 Miss Mundos, 6 Miss Internacionales y 2 Miss Tierra.
Tal vez por eso sorprende el caso de Damaris Ruíz, candidata a Miss Venezuela en 1973, representando al estado Sucre, y quien murió días atrás sin que nadie se haya ocupado de saber quién fue.
Damaris Ruíz no logró su cometido en el certamen del año 73. Sin embargo, la modelo con un título de abogada y una gran belleza, gozó de los privilegios de la época, siendo una de las mujeres más bellas del país. Aunque no todo duró para siempre, porque años después Damaris cayó en la indigencia, y siempre se la veía caminando por los alrededores de Parque Central, con el pelo largo y lleno de canas.
El programa de investigación  100% Venezuela logró realizar un especial titulado "De Miss a Indigente", en el que ella misma relató los acontecimientos que la llevaron a la mala vida.
Un matrimonio violento fue su maldición. Un esposo golpeador la llevó a escapar. Encontró refugió en cierta espiritualidad y en las calles del barrio industrial de Bello Monte, en Caracas.
Aquella belleza sutil y medidas perfectas de repente era una mendiga. Durante 35 años durmió en bancos de plaza, comió de tachos de basura y sobrevivió de artesanías que ella misma hacía.

La encontraron muerta en la calle que era su hogar, a mediados de mayo. Murió de hambre y de indiferencia. Su cuerpo quedó en la morgue, olvidado, sin que nadie jamás lo reclamara.

EL CLARÍN




sábado, 30 de mayo de 2015

Charles D'Ambrosio / La Punta


Charles D’Ambrosio
LA PUNTA

NO ME HABÍA PODIDO dormir después de la pesadilla, una pesadilla en la que mi padre y yo comprábamos globos de helio en un circo. Me amarré el mío a uno de los dedos y mi padre ató el suyo alrededor de una habichuela y lo perdió. Después permanecí en la oscuridad, dando vueltas y agitado, despierto por culpa de la arena que había en las sábanas y el alboroto de la sala. Entonces se abrió la puerta y por un momento me encandiló un brillante haz de luz. La fiesta estaba aún en pleno furor y ahora, con la puerta entreabierta y mientras mis ojos se adaptaban, alcancé a ver el humo plateado arremolinándose en la luz y a toda la gente suspendida en él, revoloteando como ángeles en el cielo, una especie de cielo en el que el anfitrión sirve tragos y los hombres fuman cigarros y las mujeres huelen todas a fruta podrida. Todo allí era pura euforia: los hombres reían, el hielo tintineaba, las mujeres chillaban. Una mujer entró, se sentó al borde de la cama y se inclinó sobre mí. Era mi madre. A contraluz se veía como una silueta vaga, amenazante, pero podía oler el lirio de los valles y algo más, la cáscara amarga de limón que siempre masticaba cuando llegaba al fondo aguado de su vodka con tónica. Cuando mi padre estaba vivo, ella rara vez bebía, pero después de que él se pegó un tiro, podría decirse que se soltó del tiso.

Nadie conoce a Satoshi Nakamoto

Nadie conoce a Satoshi Nakamoto

La identidad del fundador del Bitcoin, esfumado en 2011 dejando unos 230 millones de dólares, es el gran enigma de la era digital

Uno de los mayores enigmas de la era digital es una sombra con un nombre japonés. Puede ser un solo hombre, una organización, un gobierno o la mismísima NSA. Nadie lo sabe. Bajo el nombre de Satoshi Nakamoto se oculta el inventor de Bitcoin, una criptomoneda llamada a revolucionar los sistemas de pago en Internet cuyo valor total se estima hoy en el mercado de unos 4.000 millones de dólares. Pero nadie ha visto jamás el rostro de su creador ni oído su voz. En 2011, cuando su invento empezaba a ser grande y él podría haberse hecho millonario, desapareció. Dejó de contestar hasta los emails de su colaborador más cercano, Gavin Andressen. Simplemente dijo que iba a dedicarse a otras cosas. El tipo de mensaje que habría escrito alguien que acababa de fracasar. No el inventor de algo así como elNapster del dinero.

Ni siquiera se sabe si se trata de una persona, una organización, un Gobierno o la mismísima NSA
A finales de 2008, Satoshi Nakamoto publicó un artículo de investigación donde explicaba los fundamentos del Bitcoin, una nueva moneda digital basada en un software de código abierto y la tecnología P2P. En el documento incluía una dirección de correo a través de la que intercambió emailsdurante dos años y medio con la comunidad que le ayudó a desarrollarlo. El sistema pretendía eliminar a los bancos de la ecuación económica, suprimir comisiones, preservar la privacidad en las transacciones, facilitar los micropagos entre personas… Nacía en plena crisis y poseía todos los elementos relativos al signo de los tiempos.
Hoy, siete años después, se emiten 25 bitcoins cada 10 minutos y solo en España se realizan 100.000 transacciones diarias. Muchas empresas empiezan a aceptarlo como medio de pago (Microsoft, Dell, Destinia…), la Reserva Federal de Estados Unidos estudia incorporarlo al sistema y gran parte de las inversiones de Silicon Valley fluyen hacia revolucionarias firmas del entorno de esta criptomoneda (230 millones de dólares solo en 2015). En España lo utilizan despachos de abogados como Abanlex o empresas comoCoinffeine atraen ya la atención de todo el mundo por su vuelta de tuerca a la descentralización del Bitcoin mediante la eliminación de las casas de cambio del tablero.

Hoy se emiten 25 bitcoins cada 10 minutos y solo en España se realizan 100.000 transacciones diarias
Desde entonces, la caza de Satoshi Nakamoto (nombre que podría ser un simple alias) se ha convertido en un reto para periodistas, informáticos y criptógrafos. The New Yorker o el New York Times han señalado a sus candidatos sin obtener confirmación de ninguno de ellos. Pero el caso más sonado se produjo en marzo de 2014 cuando Newsweek recuperó su edición impresa con una bomba en la portada: le tenían. La periodista Leah McGrath Goodman aseguraba haber localizado a un tipo corriente llamado Dorian Satoshi Nakamoto que vivía humildemente en un suburbio de Los Ángeles. Un físico de origen japonés cuya biografía guardaba demasiadas coincidencias con los datos que se tenían del fundador de Bitcoin. Hablaba un inglés un tanto pobre, había trabajado para asuntos clasificados del Gobierno, su entorno sostenía que podía ser él… Según la periodista, a las puertas de su casa, incluso llegó a decirle: “Ya no estoy involucrado en eso, no puedo hablar sobre ello. Otra gente está al cargo ahora”. No dejaba lugar a demasiadas dudas.

Dorian Satoshi Nakamoto en su comparecencia para desmentir que fuera el creador de Bitcoin, tal y como señalaba 'Newsweek'.
Al día siguiente de la publicación, el supuesto Satoshi lo desmintió todo. Incluso aseguraba no haber tenido conocimiento del Bitcoin hasta hacía seis meses. Lo más doloroso para la periodista fue que la mayoría de expertos consultados respaldaron su versión. Tras un año de silencio, McGrath, atendió a este diario, durante diez minutos, pero quiso limitar su declaración oficial a que tanto ella como Newsweek siguen respaldando y dando crédito a su artículo, todavía colgado en su web bajo una petición de rectificación del abogado del Nakamoto que negaba serlo. Algunos creen que Leah McGrath tiene que saber algo más de lo que llegó a publicar para seguir manteniendo su versión.
El bitcoin es la cristalización de un viejo anhelo perseguido por el movimiento cypherpunk desde los años 80 que encontró la solución en el protocolo de Nakamoto. Hay unos 14 millones en circulación (cada uno vale hoy unos 220 euros) y, tal y como está configurado el sistema, permitirá que se reproduzcan hasta 21 millones (el proceso terminaría alrededor del año 2140). Su estructura está basada en la llamada cadena de bloques, algo así como las hojas de contabilidad donde se anotan todas las transacciones que se realizan. Esos bloques se generan mediante un complejo cálculo que solo pueden procesar potentes computadoras (a veces centenares de ellas). Ese trabajo lo realizan los llamados mineros, que son recompensados con 25 bitcoins cada vez que obtienen un nuevo bloque. Un incentivo que empezó siendo de 50, pero que desciende a la mitad a medida que aumenta la complejidad del problema matemático. Luego, su valor fluctúa en el mercado en función de la oferta y la demanda y el precio que fijan las casas de cambio.

Newsweek' aseguró en su portada haber dado con el auténtico Satoshi. Al día siguiente fue desmentido
Satoshi Nakamoto fue el primero en minar Bitcoins y podría tener en su cuenta, según los cálculos que pueden hacerse consultando la cadena de bloques, alrededor de un millón de ellos. Pero desde que desapareció en 2011 no ha movido ni un céntimo. Algo que ha despertado toda suerte de teorías: desde que perdió las claves de su cuenta, hasta que los ha abandonado para no dar pistas de su identidad. Lo que está claro es que es alguien que no los necesita. Además, hay algunos rastros, extraídos de todos sus emails que han vistos la luz pública, que permiten al menos descartar a algunos sospechosos.


Portada del libro de Nathaniel Popper sobre la historia del Bitcoin.
Esa es la única manera de acercarse al enigma. Nathaniel Popper, periodista del New York Times y autor del libro Digital Gold, opina que le contexto histórico es muy importante para definir su identidad. Hay que entender los experimentos previos que se hicieron en la misma línea (como Hashcash o B-Money) y que Satoshi probablemente surgió de ese entorno. Justamente, otro de esos antecedentes, fue Bit Gold, una especie de versión beta sin desarrollar del Bitcoin. Su creador, un experimentado criptógrafo llamado Nick Szabo es a quien apuntaría Nathaniel si tuviera que apostar sobre nombre real del verdadero Satoshi. “Mi apuesta es que estuvo involucrado, pero que tuvo ayuda para desarrollar el código. Él no era el tipo de programador que podría hacer solo ese software.Hay gente que le ayuda. Pero yo no digo que sea él, sino que todas las evidencias obtenidas hasta la fecha apuntan a él”, matiza con toda la cautela del mundo. Szabo, como todos los demás anteriormente, lo niega.

Portada del cómic 'La caza de Satoshi Nakamoto'.
Para la gente más cercana al Bitcoin, tanto por su uso como por la militancia ideológica, desenmasarar a Satoshi es irrelevante. Así opina Alex Preukschat es el autor del cómic Bitcoin: La caza de Satoshi Nakamoto. Para él lo importante es que se trata de un proyecto descentralizado p2p y cuya estructura puede aplicarse a otros campos de la vida. “Lo relevante es la comunidad de personas involucradas. Eso se aplica también a la democracia, que solo puede ser igual de buena como lo es la calidad de las personas que la componen. En los proyectos p2p pasa de una forma más pronunciada: todos sus miembros constituyen la fuerza. Para mí lo más bonito no es el dinero o la tecnología. Sinó las nuevas estructuras descentralizadas que nos ofrece para la sociedad. Se trata de una manera de organizar e incentivar en el futuro comportamientos humanos”. Algo así debía pensar Satoshi cuando se marchó a hacer otras cosas y renunció a su invento y al millón de bitcoins de su cuenta.



Murakami / Asalto a las panaderías / Fragmento


Haruki Murakami

Murakami y el olor a pan

Babelia publica un adelanto de 'Asalto a las panaderías', del escritor japonés, que Libros del Zorro Rojo saca a la venta en una cuidada edición ilustrada por Kat Menschik


Haruki Murakami
9 de noviembre de 2015







Ilustración de Kat Menschik.Ampliar foto
Ilustración de Kat Menschik.

Fuera como fuese, teníamos hambre. No, no es que tuviésemos hambre. Era más bien la sensación de haber engullido todo un vacío cósmico. Al principio parecía algo muy pequeño, como el agujero de un dónut. Pero, conforme pasaban las horas fue aumentando rápidamente de tamaño en nuestro interior hasta convertirse en una nada insondable.
¿A qué se debe la sensación de hambre? La sensación de hambre se debe, por supuesto, a la falta de alimentos. ¿Y por qué suelen faltar los alimentos? Porque no se dispone de los debidos bienes de intercambio por un valor equivalente. Y, entonces, ¿cómo es que no disponíamos de bienes de intercambio por un valor equivalente? Pues tal vez porque carecíamos de imaginación. Hasta es posible que el hambre no fuese más que una consecuencia directa de nuestra falta de imaginación.
No importa.
Dios, Marx, John Lennon: todos han muerto. Fuera como fuese, teníamos hambre y, en consecuencia, avanzaríamos por la senda del mal. No es que el hambre nos hubiera encaminado hacia el mal, sino que el mal nos había encaminado hacia él mediante el hambre. No acabo de entenderlo bien, pero el razonamiento tiene un aire existencialista.
—¡Yo ya no aguanto más! —dijo mi compañero. Esa era, en pocas palabras, la situación.
No nos faltaban razones. Los dos llevábamos un par de días enteros sin ingerir más que agua. Solo una vez nos habíamos arriesgado a comer unas hojas de girasol, pero no nos sentíamos inclinados a repetir la experiencia.
De modo que agarramos un cuchillo de cocina y salimos hacia la panadería. La panadería estaba en el centro de la zona comercial, entre una tienda de futones y una papelería. El panadero era un cincuentón calvo, miembro del partido comunista. En el interior del negocio había, pegados en las paredes, numerosos carteles del partido comunista japonés.
Cuchillo en mano, avanzamos por la calle a paso lento. Igual que en Solo ante el peligro. Los proscritos que van a enfrentarse a Gary Cooper. A medida que nos acercábamos aumentaba el olor del pan horneándose. Cuanto más intenso era el olor, más se inclinaba la pendiente que nos conducía al mal. Nos enardecía el hecho de atacar la panadería y el hecho de atacar al miembro del partido comunista. Y la idea de llevar a cabo las dos cosas al mismo tiempo nos producía una feroz excitación.
Entrada ya la tarde, dentro de la panadería no había más que un cliente. Una mujer de mediana edad y aire poco despierto con una fea bolsa de la compra colgada del brazo. La envolvía el olor del peligro. Los planes más detallados de






Ilustración de Kat Menschik.ampliar foto
Ilustración de Kat Menschik.


los malhechores siempre se ven obstaculizados por el comportamiento poco espabilado de señoras poco espabiladas. Al menos eso es lo que pasa siempre en las películas. Con la mirada, le indiqué a mi compañero que no hiciera nada hasta que la señora se fuese. Y, con el cuchillo escondido detrás de la espalda, fingí escoger el pan.
La señora, invirtiendo en ello una cantidad de tiempo desmesurada, y con la misma cautela que si estuviese eligiendo un armario de tres lunas, puso encima de la bandeja un bollo frito y un pan de melón. Pero eso no quería decir que se dispusiera a comprarlos enseguida. Para ella, el bollo frito y el pan de melón no eran más que una tesis. Los dos permanecían todavía en el ámbito de lo provisional. Para su verificación era preciso algo más de tiempo. Después de un rato, el pan de melón fue el primero en perder terreno. La mujer negó con la cabeza, como diciéndose: «¿Por qué habré elegido el pan de melón? No tendría que haber escogido algo así. Para empezar, es demasiado dulce».
Devolvió el pan de melón a su estante y, tras reflexionar un momento, colocó con suavidad dos cruasanes sobre la bandeja. Nacía una nueva tesis. El iceberg perdió algo de su rigidez y unos rayos de sol primaveral empezaron a brillar a través de las nubes.
—¿Todavía no? —me susurró mi compañero—. De paso, ¡acabemos también con la vieja!
—Espera —dije, conteniéndolo.
El dueño de la panadería, indiferente a cuanto ocurría a su alrededor, aplicaba el oído, embelesado, a la música de Wagner que salía del radiocasete. ¿Es realmente un acto lícito que un miembro del partido comunista escuche Wagner? No lo sé. Eso escapa a mi discernimiento.
La señora seguía con la mirada fija en los cruasanes y en el bollo frito. Parecía haber percibido algo raro. Antinatural. Que los cruasanes y los bollos fritos jamás deberían alinearse unos al lado de otros. Que había allí una especie de contrasentido. La bandeja donde había colocado el pan le traqueteó en la mano, taca-taca-taca, como una nevera con el termostato estropeado. No es que raqueteara de verdad, por supuesto. Pero traqueteó metafóricamente. Taca-taca-taca.
—¡Acabemos con ella! —dijo mi compañero. Por el hambre, Wagner y a la inquietud que se había apoderado de la señora, él se había vuelto tan sensible como la pelusilla de un melocotón. Negué con la cabeza sin decir palabra.
A pesar de todo, la señora seguía deambulando, bandeja en mano, por el sombrío infierno. El bollo frito se plantó en la tribuna y dirigió a los ciudadanos de Roma un discurso no exento de emoción. Hermosas frases, brillante retórica, sonora voz de barítono… Todos aplaudieron, ¡plas!, ¡plas!, ¡plas! A continuación se plantó el cruasán en la tribuna y pronunció un discurso incoherente sobre algo referido al tráfico. «Los vehículos que se disponen a girar a la izquierda deben avanzar en línea recta cuando el semáforo de enfrente está en verde y, tras comprobar que no viene ningún vehículo en dirección contraria, doblar hacia la izquierda», o algo similar. Los ciudadanos de Roma no entendieron de qué les hablaba (en aquella época todavía no existían los semáforos), pero como parecía un tema complicado, aplaudieron, ¡plas!, ¡plas!, ¡plas!, ¡plas! Las ovaciones al cruasán fueron algo mayores. Y el bollo frito fue devuelto a la estantería.
La bandeja alcanzó una perfección de extrema simplicidad. Dos cruasanes. Sin recurso de apelación.
Y la señora abandonó la tienda.




¡Adelante! Ahora nos tocaba a nosotros.
—Tenemos mucha hambre —le confesé al dueño. Mantenía el cuchillo de cocina oculto detrás de la espalda—. Además, no llevamos encima nada de dinero.
—Ya veo —dijo el dueño, asintiendo.
Sobre el mostrador había un cortaúñas y nos quedamos mirándolo fijamente. Era tan enorme que parecía capaz de cortarle las uñas a un ave de rapiña. Debían de haberlo fabricado para alguna broma.
—Si tanta hambre tenéis, comed pan —dijo el dueño.
—Pero es que no tenemos dinero.
—Eso ya lo he oído antes —dijo el dueño, aburrido—. No hace ninguna falta el dinero, comed tanto como queráis.
Volví a posar la mirada en el cortaúñas.
—¿Sabe? Nosotros andamos por la senda del mal.
—¡Ah!
—Eso nos impide aceptar favores ajenos.
—Entiendo.
—Así están las cosas.
—Ya veo —dijo de nuevo el dueño—. En ese caso, ¿por qué no hacemos lo siguiente? Vosotros podéis comer todo el pan que queráis. Y a cambio yo os maldigo. ¿Os parece bien así?
—¿Maldecirnos? ¿Cómo?
—Una maldición siempre es algo muy impreciso. No es como los horarios del metro.
—¡Eh, tú! ¡Espera! —intervino mi compañero—. A mí eso no me hace ninguna gracia. Yo no quiero que me maldigan.
Te matamos y listo.
—¡Espera! ¡Espera! —dijo el dueño—. Yo no quiero que me maten.
—Yo no quiero que me maldigan —dijo mi compañero.
—Tenemos que hacer algún intercambio —dije yo.




Enmudecimos unos instantes con la mirada clavada en el cortaúñas.
—¿Qué os parece esto? —dijo el dueño—. ¿Os gusta Wagner?
—No —dije yo.
—En absoluto —dijo mi compañero.
—Pues si escucháis con toda atención esta música de Wagner, os dejaré comer todo el pan que queráis.
Parecía la historia de un misionero del Continente Negro, pero a nosotros aquella propuesta nos convenció enseguida. Como mínimo, era preferible a que nos maldijera.
—De acuerdo —dije yo.
—También acepto —dijo mi compañero.
Y así, mientras escuchábamos la música de Wagner, nos hartamos de comer pan.
Tristan und Isolde, esta joya que reluce en la historia de la música, fue concluida en 1859 y es una obra fundamental, imprescindible para comprender el último período de Wagner.
El dueño de la tienda nos iba leyendo el texto explicativo.
¡Hum! ¡Hum!
¡Ñam! ¡Ñam!
—Tristán, el sobrino del rey de Cornualles, va a buscar a la princesa Isolda, la prometida de su tío, pero durante el regreso, a bordo del barco, Tristán se enamora perdidamente de Isolda. El hermoso dúo de violonchelo y oboe de la apertura es el tema de amor de la pareja.
Una hora más tarde nos separamos, todos satisfechos por igual.
—Si queréis, mañana podemos escuchar Tannhäuser —dijo el dueño.
Cuando llegamos a casa, la sensación de vacío de nuestro interior se había esfumado. Y nuestra imaginación empezaba, poco a poco, a ponerse en marcha, como si bajara rodando por una suave pendiente.
Asalto a las panaderías, de Haruki Murakami / Kat Menschik (ilustraciones), se publica el 4 de noviembre por Libros del Zorro Rojo. 14,90 €

Czeslaw Milosz / Al final del siglo XX

Página manuscrita de Czeslaw Milosz
 Czeslaw Milosz
AL FINAL DEL SIGLO XX

Al final del siglo XX, nacido en su inicio,
tras haber escrito libros, buenos o malos, pero laboriosos,
tras haber alcanzado, perdido y recuperado.
Estoy aquí, con la esperanza de que sea posible volver a empezar
y sanar la propia vida pensando intensamente en las cosas pasadas,
tan fuerte, que el tiempo no logre borrar paisajes ni rostros
y todo permanecerá más verdadero de lo que ha sido.
Sin comprender cómo llegaban los años del éxtasis y a la vez de tormento,
aceptando mi destino e implorando por otro,
no me trataba con indulgencia, apretaba los labios.
Orgulloso de la única virtud por mí conocida:
la de azotarme con las múltiples disciplinas.
Siempre empiezo de nuevo, porque lo que acierto en trama
resulta una ficción, evidente para los demás pero no para mí,
y ella me confunde y me oculta,
y el deseo de la verdad me vuelve deshonesto.
Entonces pienso en el rigor del alto estilo
y en aquellos que nunca lo necesitaron.
Y pienso también que toda mi vida me he dejado vencer por la esperanza.




viernes, 29 de mayo de 2015

Fanny Buitrago / Los noctuidos



Fanny Buitrago
LOS NOCTUIDOS

Hay ciertos insectos que nacen al amparo de la noche cerrada. Crecen, procrean y mueren antes del amanecer. Nunca llegan al día de mañana. Sin embargo, experimentan segundo a segundo, la intensa agonía de vivir, se aparean con trepidante gozo y luchan ferozmente para conservar sus territorios vitales, sus lujosas pertenencias: el lomo de una hoja, la cresta moteada de un hongo o el efímero esplendor del musgo tierno besado por la lluvia.

Quizá —instintivamente— en un punto ciego entre la muerte implacable antes del estallido del sol matinal y la promesa infinita, telúrica, de la evolución hacia un estado superior, dichos insectos se frotan las patas lanzándose a una lucha fraticida. Envanecidos con la tentación de liquidar a sus semejantes y dominar el mundo.