viernes, 31 de marzo de 2017

Scarlett Johansson / Ghost in the Shell


Scarlett Johansson
GHOST IN THE SHELL
Posters



Ghost in the Shell / ¿Por qué molesta que Scarlett Johansson protagonice esta película?



¿Por qué molesta que Scarlett Johansson protagonice esta película?

La polémica en torno a la adaptación cinematográfica del manga "Ghost in the Shell" reaviva el debate sobre la apropiación cultural en HollywoodImprimir

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Ghost in the Shell es un manga futurista, ambientado en un Japón ciberpunk de mediados del s. XXI, del que Dreamworks prepara una adaptación cinematográfica. La compañía ha publicado recientemente algunas de las primeras imágenes del filme, donde se ve que la protagonista es Scarlett Johansson. La fotografía ha levantado ampollas, porque si bien en el original el personaje de la mayor Motoko Kusanagi es una cíborg japonesa, Johansson, como saben, es una mujer blanca.

Gigi Hadid / Desnuda en el tren



Gigi Hadid
DESNUDA EN EL TREN








miércoles, 29 de marzo de 2017

Robin Williams / Diez escenas para la historia del cine

Robin Williams y la señora Doubtfire

Robin Williams

Diez escenas para la historia del cine


EL PAÍS
11 AGO 2014 - 21:19 COT

El actor y humorista Robin Williams, fallecido el lunes a la edad de 63 años, deja una larga lista de populares interpretaciones. Sus primeros pasos como monologuista le sirvieron para explotar sus dotes cómicas y, sobre todo, su capacidad para la improvisación. Su carrera está plagada de amables rebeldes de humor blanco y carismáticos histriones. Ganador de seis Globos de Oro y dos premios Emmy, fue nominado al Oscar como mejor actor principal hasta en tres ocasiones, pero su única estatuilla la logró en la categoría de mejor intérprete secundario por su papel de perspicaz psicólogo en El indomable Will Hunting(1997).

martes, 28 de marzo de 2017

El paraíso de los pintores primitivistas de Solentiname


La isla La Venada, en el archipiélago de Solentiname. 


El paraíso de los pintores primitivistas de Solentiname

Viaje al archipiélago de Solentiname, en Nicaragua, donde el poeta Ernesto Cardenal creó una utopía artística


Carlos Salinas
Solentiname, Nicaragua, 28 marzo 2017

La isla La Venada, en el archipiélago de Solentiname, aparece en el horizonte como un punto verde que flota tranquilo sobre las cálidas aguas del Gran Lago de Nicaragua. Mientras la lancha se acerca al pequeño muelle de la isla se van revelando las casas de madera, pintadas con colores intensos, que son hogar, refugio y talleres de los pintores primitivistas que desde hace más de 40 años pintan los paisajes de este paraíso tropical. Se trata de una comunidad de campesinos convertidos en artistas gracias al descubrimiento del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, que a finales de la década del sesenta del siglo pasado viajó hasta aquí buscándose a sí mismo y para renovar su fe.
En La Venada, o isla de los pintores, habitan el pintor primitivista Rodolfo Arellano y su esposa, Elba Jiménez, que pertenecen a la primera generación de artistas descubiertos por Cardenal. Antes de la llegada del poeta, Arellano se dedicaba a la agricultora y a la pesca y vivía con su familia en condiciones de vida precarias: la pobreza marcaba el paso. Cuando el campesino descubrió que en su interior se ocultaba el talento de la pintura, su vida cambió por completo. Pronto sabría que su arte era muy cotizado. Desde entonces, dejó la pesca y la agricultura para dedicarse a plasmar en lienzos la vida de Solentiname.
“El padre Cardenal vio que había un talento en Solentiname y dijo que había que continuar lo que habían hecho nuestros ancestros”, cuenta Arellano, de 77 años, en su casa de La Venada, sentado en una esquina al lado de una ventana donde pinta sus paisajes primitivistas, con tres ramas superpuestas usadas como caballete. “El padre vino y trajo a un pintor de Managua que se llama Róger Pérez de la Rocha, quien hizo unos talleres de pintura. Un pariente me dijo que por qué no me integraba a pintar, porque la vida es diferente a estar volando machete. Entonces le dije a mi esposa que vaya ella primero, porque si desatendía los cultivos no sé qué hubiera pasado. A la semana le digo: enséñame lo que estás haciendo. Y trajo un cuadrito que yo miraba bonito”, agrega el pintor.

Solentiname
Ernesto Cardenal compró esos primeros cuadros a los pintores de Solentiname y los instó a seguir pintando. En aquella época el archipiélago no existía para la mayoría de los nicaragüenses, eran unas islas abandonadas en medio de ese lago inmenso, de más de ocho mil kilómetros cuadrados, donde no había hospitales, escuelas, comisarías o alguna presencia del Estado. Para los habitantes del archipiélago la llegada de Cardenal fue un descubrimiento, aunque nunca pensaron que el sacerdote los convertiría en una comunidad mundialmente famosa.
El poeta contó con el apoyo del maestro Róger Pérez de la Rocha, uno de los pintores más aclamados del arte nicaragüense. “Llegué a Solentiname a raíz de una crisis nerviosa de juventud”, narra Pérez de la Rocha en su estudio de Managua. “Tuve un intento de suicidio, delirio de persecución, pero me conectaron con Ernesto y él me dio refugio, porque realmente estaba en peligro mi vida. Él me dio hospitalidad. Fue un hecho determinante en mi crecimiento como artista educarme a la sombra de Ernesto Cardenal. Fue mi guía en esos años de juventud”, narra.
Pérez de la Rocha formó talleres de pintura y enseñó a los pintores de Solentiname la técnica. “La filosofía de Ernesto era: día que se trabaja, día que se come. Él enseñó el sentido de la disciplina y del trabajo. Había muchas labores por hacer: desde trabajar al machete o alfabetizar. Por la tarde yo pintaba, me estaba permitido dedicarme a mi pintura. En esas tarde que hacía mi creación llegaban a asomar algunos campesinos y en especial uno, Eduardo Arana. Noté el interés en él. Después me llevó una jícara que él hacía labrada a mano con navaja. Le di lápices de colores y me llevó algunos bocetos, lo que después serían los primeros cuadros primitivistas de Solentiname”, recuerda el pintor.
Cardenal alteró la vida de Solentiname. Era un cura rebelde, que no vestía sotana, que llevaba el cabello alborotada, con una cinta en la frente, que fumaba y comía con los campesinos, que les hacía leer al Ché Guevara, a interpretar el Evangelio sin dogmas impuestos y que no cobraba ni un córdoba (la moneda nicaragüense) por bautizos, comuniones o casamientos, como sí lo hacían otros sacerdotes que visitaban de vez en cuando estas islas.
“No lo entendíamos”, afirma Esperanza Guevara, miembro de una de las primeras familias de pintores del archipiélago y ahora administradora de la llamada Asociación para el Desarrollo de Solentiname, que trabaja por la conservación del archipiélago. “Antes los padres en las misas siempre decían: ‘tienen que rezar mucho, tienen que ser casados, no decir malas palabras, no cigarros, no traguitos, para que cuando ustedes mueran vayan al cielo, porque si no tienen ese tipo de vida, al morir van al infierno’. Todos lo creíamos. Ernesto vino y no dijo nada de eso. Nos dijo: quiero ser como ustedes. Voy a vivir con ustedes. No voy a cobrar. Y así fue”, recuerda Guevara.
El poeta no solo motivó a los campesinos a pintar, a descubrir que la religión no es una prisión para el alma, sino que inoculó en los más jóvenes el espíritu revolucionario. Los “muchachos” de Solentiname (como los llaman con cariño los habitantes de las islas al recordarlos) descubrieron que vivían en un mundo de injusticias y se involucraron en la lucha revolucionaria contra la dictadora somocista. Participaron en actividades clandestinas y acciones violentas contra el somocismo, lo que hizo que el dictador enviara escuadrones de la Guardia Nacional (su brazo armado) a destruir el archipiélago. Varios de aquellos muchachos murieron en la guerra, pero los que sobrevivieron pudieron ver el triunfo de la revolución sandinista y el renacer de Solentiname.
Ernesto Cardenal fue nombrado ministro de Cultura por el gobierno revolucionario y entre sus grandes proyectos fue la reconstrucción de Solentiname y el apoyo a la pintura primitivista.
“En aquellos años de los ochenta que teníamos el ministerio de Cultura, todo turista que venía a Nicaragua se llevaba un cuadro de pintura primitivista, porque era como llevarse el recuerdo del país”, recuerda Luz Marina Acosta, quien ha sido asistente de Cardenal durante casi treinta años. “No son cuadros baratos, los pintores no regalan sus pinturas. Por eso Cardenal les cambió la vida. Pasar de pescar a pintar, tener dinero para comprar el arroz, la sal, comenzar a invertir en tu casita, eso le cambia la vida a la gente, haciendo que pinten, que hagan su arte. Porque son artistas, verdaderos artistas”, afirma Acosta.
Los cuadros primitivistas pueden comprarse directamente a los pintores a precios que van desde los cien dólares para pequeños paisajes, hasta 500 y cinco mil dólares. Representan la belleza de estas tierras, de un verde lleno de vida: flora y fauna salvaje, las aguas del lago, sus habitantes lavando la ropa en las costas, pescando, yendo a misa en la pequeña iglesia de la isla Mancarrón, la más grande del archipiélago, donde Cardenal todavía conserva una cabaña, en la que aún a sus 92 años pasa las vacaciones de Semana Santa, leyendo su célebre El Evangelio de Solentiname entre sus amigos pintores.
Cardenal cambió la vida de los habitantes de Solentiname, pero Solentiname también le cambió la vida a él. “Tuve repentinamente a mitad de mi vida una inesperada conversión a Dios, se me reveló Dios y me enamoré de Dios. Y no quise otra cosa más que vivir a solas con Dios”, recuerda el poeta, quien se entregó a la fe en una orden religiosa de Estados Unidos que lideraba el teólogo y escritor estadounidense Tomas Merton. Cardenal y Merton se hicieron buenos amigos, y cuando el poeta nicaragüense enfermó, Merton le propuso que fundara su propia comunidad religiosa en el buen clima del trópico de Nicaragua.
Cardenal cuenta cómo fue su encuentro con el archipiélago. “Por esos días mi hermano mayor tenía un pequeño yate y pasó por Solentiname. Nadie conocía Solentiname y me recomendó que en ese lugar podía hacer una comunidad, porque era un lugar muy bello, también una tierra muy buena, para hacer una pequeña fundación. Por eso apareció Solentiname en mi vida”. Desde entonces el archipiélago es un enorme taller de arte. Los pintores primitivistas siguen produciendo sus lienzos llenos de vivos colores y la técnica pasa de generación a generación. Ahora, a la par de los primeros pintores, trabaja la tercera generación de primitivistas, entre ellos Jeysell Madrigal, quien vive de sus cuadros y con ellos mantiene a su hija de cinco años. Madrigal asegura que este arte no morirá. “Todo mundo sabe que a través del padre Cardenal se fundó el arte aquí en Solentiname y el arte siempre continúa y no va a caer, porque ahora vienen nuestros hijos. A mí hija le gusta pintar y tiene cinco años”, dice la joven. A un lado descansa un hermoso lienzo que Madrigal espera vender pronto en 1,500 dólares. Eso sí, dice sonriendo con picardía, siempre se puede negociar el precio.


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lunes, 27 de marzo de 2017

Robin Williams / Las muchas vidas de un perro verde

Robin Williams

Las muchas vidas de un perro verde

Robin Williams fue subestimado por escoger trabajos que no estuvieron a la altura de su talento


JORDI COSTA
12 AGO 2014 - 09:59 COT

En una escena de El mejor padre del mundo (2009), de Bobcat Goldwaith, uno de los trabajos más brillantes de Robin Williams, su personaje, Lance —escritor que alcanza el éxito falsificando el diario de su indeseable hijo adolescente fallecido en sórdidas circunstancias—, es entrevistado en unlate-show de la televisión local. En el curso de la entrevista chocan sentimientos encontrados: por un lado, la desolación por la pérdida —espoleada por una presentadora que recurre a todos los golpes bajos de su oficio en busca del sentimentalismo mediático—; por otro, la incontenible burla por la impostura que le ha convertido, por fin, en foco de atención y beneficiario de un inmerecido éxito editorial tras una vida de humillaciones y manuscritos rechazados.

Robin Williams afirma que le costó lograr papeles de malvado como el de 'Insomnio'



Robin Williams afirma que le costó lograr papeles de malvado como el de 'Insomnio'

ELISA SILIÓ
Madrid 10 OCT 2002


El actor Robin Williams se desdobló ayer en Madrid en decenas de personajes. Fue George W. Bush leyendo un discurso, Borís Yeltsin borracho (habla ruso), el ciclista Mario Cipollini, Al Pacino, Robert de Niro, un león... Su gestualidad y sus cambios de voz son tan exagerados que hasta sus hijos le piden que pare un poco. Vino a Madrid para promocionar Insomnio, el remake que Chistopher Nolan, director de Memento, realizó sobre el filme noruego Insomnia (1997) de Erik Skjoldbjærg, y que se estrena mañana, viernes. Williams se muestra por una vez contenido. Interpreta al escritor Walter Finch, un psicópata de un pequeño pueblo de Alaska a quien busca, tras el asesinato de una joven, Will Dormer (Al Pacino), un detective que no consigue conciliar el sueño por la intensa luz de la noche estival de la región.

Robin Williams / Jack


Robin Williams

Jack


FIETTA JARQUE
Madrid 16 ABR 1996


A pesar de su ineludible vena cómica, Robin Williams prefiere combinar su carrera con papeles serios. Acaba de terminar de rodar, por ejemplo, un pequeño papel en el Hamlet de Kenneth Branagh. "La razón por la que me gusta hacer pequeños papeles de vez en cuando es porque no hay tanta presión sobre tu trabajo", dice. "Éste es tan pequeño que hasta Shakespeare diría hoy: 'no recordaba ese personaje', pero me gustó hacerlo". Lo que le entusiasma ahora es un papel que prepara para el próximo año: Sancho Panza, en el Don Quijote que piensa rodar junto a John Cleeves, dirigidos por Fred Schepisi (Plenty, La casa Rusia), que se está preparando. "El guión de Waldo Salt ha estado dando vueltas por 15 años y por fin se hará en 1997. Un gran papel para el que quiero prepararme bien. Seré un pequeño gordo", dice en español. "Será algo distinto. Me gusta cambiar de rumbo en mi carrera. Cuando todos esperan que vayas a hacer una cosa, sales con algo completamente distinto".

La certeza de Pedro Juan Gutiérrez





La certeza de 

Pedro Juan Gutiérrez


René Camilo García River
27 de marzo de 2017

Casi a sus setenta años, Pedro Juan Gutiérrez no pasa de moda. Hace décadas surfea la cresta de la ola, sin caerse, y afirma que “dentro de cien años, tal vez más, aún se leerá Trilogía sucia de La Habana”, su libro cumbre. Él mismo se ha definido como un “long-seller”, que “vende un poco cada año y gana nuevos adeptos”. Mientras eso ocurra, no tendrá de qué preocuparse.
Los detractores de su obra lo tildan de vulgar, obsceno, simplista. Sus partidarios lo consideran heredero de Bukowski. Ni siquiera Roberto Bolaño, tal vez el mejor escritor de su época, crítico implacable, se abstuvo de la comparación. En un artículo publicado a finales de 2002, poco antes de morir, expresó:
“A Pedro Juan Gutiérrez la crítica lo llama el Bukowski de La Habana y, en efecto, hay muchas cosas que el cubano comparte con el norteamericano: una vida de múltiples trabajos, (…) un éxito tardío, una escritura sencilla, (…) unos temas comunes, como las mujeres, el alcohol y la lucha por sobrevivir una semana más”.

Pedro Juan Gutiérrez
Foto de Héctor Garrido

***
Antes de convertirse en un “long-seller” mundial, Pedro Juan Gutiérrez fue, durante más de un cuarto de siglo, reportero de los medios cubanos. Y aunque entre gitanos no se leen las manos, él no rehúye de las entrevistas, tal vez por “solidaridad congénita”, como ha confesado. Reconoce el aporte del periodismo a su literatura. “Fue un entrenamiento fundamental, tienes que manejar el idioma con muchísimo cuidado”, dice.

domingo, 26 de marzo de 2017

Frida Kahlo / Siempre Frida


Siempre Frida


Nuevas exposiciones evidencian que la fascinación por la artista no para de crecer



'Frida sentada en el jardín', fotografía de la exposición 'Frida Kahlo. Mirror, mirror...'. /FLORENCE ARQUIN
Antes de verla, a Frida Kahlo (1907-1954) se la oía. Carlos Fuentes recordaba el tintineo de pendientes, pulseras y abalorios que precedió a la imponente llegada de la pintora una noche al palco del Palacio de Bellas Artes en México. Nadie quedaba indiferente al magnetismo que irradiaba la mujer del inmenso Diego Rivera, 20 años más joven que él, “una muñeca solo en lo que a tamaño se refiere”, como fue descrita por el fotógrafo Edward Weston.

sábado, 25 de marzo de 2017

Silvina Ocampo / La hermana menor

La pequeña Ocampo

Una nueva biografía arroja luz sobre la figura de Silvina, brillante cuentista, amiga de Borges y esposa de Bioy Casares

J. ERNESTO AYALA-DIP
5 SEP 2014 - 06:27 COT

Todo el mundo cultural de habla hispana conoce el nombre de Victoria Ocampo. Sabe de su trayectoria vital y literaria. De su amistad con grandes nombres de todas las latitudes de la cultura del siglo veinte. Conoce el nombre de la revista Sur, célebre por sus colaboradores y por el sello personal que aportaba su mentora y dueña. Pero no ocurre lo mismo con una de las seis hermanas Ocampo. Me refiero a Silvina Ocampo (1903-1993), una de las cuentistas más relevantes de la literatura argentina, además de la mujer de Adolfo Bioy Casares durante más de cincuenta años. (Compartió generación con otras conocidas escritoras argentinas: Silvia Bullrich, Beatriz Guido, Carmen Gándara y Marta Lynch). Las hermanas Ocampo fueron inmensamente ricas. Cuando una de ellas heredaba una vivienda, esa vivienda no era un piso sino una finca entera de seis o siete plantas. Sus viajes a Europa duraban meses. Su servicio ocupaba a varias personas siempre muy fieles. Sus segundas residencias eran casonas inmensas incrustadas en la Pampa o situadas a escasos metros del océano Atlántico. Siendo hijas de la oligarquía agroganadera argentina, no siempre les convino esa condición para que se las tratara sin prejuicios de clase o ideológicos: aun cuando fueron radicalmente antifascistas (además, claro, de feroces antiperonistas). La publicación de la biografía de Silvina Ocampo, La hermana menor, escrita por la periodista y escritora argentina Mariana Enríquez (1973), invita a reconsideraciones sobre la figura y obra de esta gran escritora, no siempre tratada con la justicia poética que se merecía.

viernes, 24 de marzo de 2017

Joan Didion / Notas en un cuaderno





Joan Didion, con su marido y su hija en 1976.
Joan Didion, con su marido y su hija en 1976. GETTY

Notas en un cuaderno

Joan Didion es una de esas inteligencias que se fijan demasiado en las cosas y en los humanos como para hacerse demasiadas ilusiones


ANTONIO MUÑOZ MOLINA
24 MAR 2017 - 18:09 COT


Con esa precisión que es tan propia de su manera de expresarse, lo mismo escribiendo que contestando a una entrevista, Joan Didion resume así su técnica como escritora de crónicas: “Fui a tal sitio, esto es lo que vi”. En el verano de 1970 Didion estuvo viajando en coche durante un mes por el sur de Estados Unidos, Luisiana y Misisipi, sobre todo, algo de Alabama. Iba con su marido, el novelista John Gregory Dunne, y no tenía un encargo de ninguna revista, ni tampoco un propósito claro. Durante el viaje tomó notas en un cuaderno, borradores que no estaba segura de para qué podían servirle. Unas veces las notas eran entradas de diario; otras, observaciones breves, resúmenes de conversaciones escuchadas en una cafetería, o junto a la piscina de un hotel, o en la peluquería.

jueves, 23 de marzo de 2017

Charles D'Ambrosio / Su verdadero nombre


Charles D’Ambrosio
SU VERDADERO NOMBRE
para   P. L. A.

I
El cuero cabelludo de la muchacha parecía chamuscado por el fuego –mechones de cabello rojo pajizo se alejaban serpenteando de su cara y luego se posaban en su piel, adheridos allí por el sudor y el bloqueador solar y por la arena y el polvo del viaje. Por un tiempo su fino cabello había permanecido claro y limpio como el plumón de un pollito recién nacido, pero aumentaba el calor a medida que avanzaban hacia el oeste, hacia una sequía que había durado todo el verano y que había tostado el paisaje, marchitado los pastos y derretido el asfalto entre las expansiones de la carretera, que infiaba como globos los cadáveres de los mapaches, los ciervos y los perros y hacía que todo en la carretera ondulara como un espejismo a través de las olas de creciente calor. Desde que salieron de Fargo había hecho demasiado calor para usar la peluca, que ahora yacía entre los dos, en el asiento, sin haber perdido aún la forma de su cabeza. Junto a la peluca, una bolsa de caramelos anaranjados –sonrisas los llamaba ella– se había desparramado sobre el vinilo. Los cristales de azúcar se habían metido entre las sucias costuras y se le habían pegado al muslo. El piso estaba lleno de envolturas de chicle y bolsas blancas y grasosas, y sobre el tablero de instrumentos, en un revoltijo de vasos de plástico, monedas y cajas de fósforos, había una calcomanía entorchada por el calor. Decía: ESPERE UN MILAGRO.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Maupassant / Bola de sebo


Guy de Maupassant
BIOGRAFÍA

BOLA DE SEBO
    

Maupassant / Boule de Suif (Cuento en francés)

 DURANTE MUCHOS DÍAS consecutivos pasaron por la ciudad restos del ejército derrotado. Más que tropas regulares, parecían hordas en dispersión. Los soldados llevaban las barbas crecidas y sucias, los uniformes hechos jirones, y llegaban con apariencia de cansancio, sin bandera, sin disciplina. Todos parecían abrumados y derrengados, incapaces de concebir una idea o de tomar una resolución; andaba sólo por costumbre y caían muertos de fatiga en cuanto se paraban. Los más eran movilizados, hombres pacíficos, muchos de los cuales no hicieron otra cosa en el mundo que disfrutar de sus rentas, y los abrumaba el peso del fusil; otros eran jóvenes voluntarios impresionables, prontos al terror y al entusiasmo, dispuestos fácilmente a huir o acometer; y mezclados con ellos iban algunos veteranos aguerridos, restos de una división destrozada en un terrible combate; artilleros de uniforme oscuro, alineados con reclutas de varias procedencias, entre los cuales aparecía el brillante casco de algún dragón tardo en el andar, que seguía difícilmente la marcha ligera de los infantes.