UN CIRCO PASA
Por Joan Flores Constans
Patrick Modiano es un
narrador de lo que podría denominarse “conflicto latente”, esos combates
que subyacen, disimulados, en la cotidianidad, como es el caso de esos
conflictos eufemísticamente llamados “de baja intensidad” en los que el
hecho de que no sean claramente manifiestos no rebaja su importancia (ni
sus efectos).
Las traducciones al castellano de las
obras de Modiano van sucediéndose con un ritmo pausado pero constante,
calando a los lectores en español, sin grandes aspavientos comerciales, y
de la mano, en su mayoría, de avispados editores independientes. Un circo pasa
(Un cirque passe, 1992) es la apuesta de la reincidente Cabaret
Voltaire. Se trata de un Modiano cien por cien, una obra de un autor
maduro que tiene tan clara su peculiar estética como esa temática que el
lector reconoce, valora y admira.
El protagonista de la obra, a treinta
años vista, recuerda cuando era un joven de dieciocho años en un momento
vital muy particular: emergiendo de años de internado y con la amenaza
del servicio militar a la vuelta de la esquina, estrenando una libertad
de adulto en ausencia de su familia, una madre huida al sur de España y
un padre exiliado en Suiza, por razones no aclaradas pero con apariencia
de inconfesabilidad, que convive provisionalmente en la antigua
vivienda familiar con un oscuro personaje al que se supone una especie
de testaferro en los asuntos no excesivamente transparentes que llevaron
a su padre al extranjero.
En ese momento, conoce a Gisèle, una
chica con la que ha coincidido en una comisaría a la que han sido
llamados para declarar por un oscuro asunto. Ambos se hacen, en unas
horas, inseparables: visitan a ciertos amigos de ella, recorren París
haciendo extraños encargos… Pero Gisèle le miente continuamente -eso es,
al menos lo que supone el narrador-,
“Cuando eres joven, no piensas que, más tarde, ciertos detalles pueden ser de vital importancia”.
enredándole en una espesa trama de desenlace inesperado.
A medida que avanza la acción, el
personaje de Gisèle, en lugar de irse revelando al narrador, suma zonas
de oscuridad, se vuelve, para el protagonista, casi onírico,
“Hasta la sala del restaurante carecía de la menos realidad, como uno de esos lugares que uno frecuentó antaño y que se vuelven a ver en sueños”.
se hace cada vez más complejo,
acentuando el constante miedo del protagonista a la desaparición de su
compañera, escamado como se halla por las súbitas desapariciones de las
personas de su entorno, como si se tratara de un rompecabezas del que se
desconoce la imagen final. La acción avanza, sin embargo, paso a paso
pero ininterrumpidamente, hasta un desenlace de contenido coherente con
la sucesión de los hechos a lo largo de la novela pero sorprendente por
la forma.
Tal vez una de las sorpresas que ofrece
el francés a un lector primerizo es la aparente falta de estilo; no
existe cal carencia, se trata más bien de la facilidad de Modiano, con
una sorprendente economía de recursos narrativos, para poner al lector
en situación.
“Era Noviembre pero, debido al día soleado, recuerdo el barrio bañado en luz estival. Manchas de sol en las aceras y sombra bajo el viaducto del metro. Un paso estrecho y oscuro, antiguo sendero campestre, serpentea entre los edificios hasta la rue Raynouard. De noche, al salir de metro Passy, las farolas iluminan el follaje con luz pálida”.
Modiano esboza, da sólo los detalles
imprescindibles; posteriormente, cuando la acción regresa al lugar o
focaliza su atención en alguno de los personajes, ofrece nuevos datos,
también incompletos, que crean un peculiar efecto de provisionalidad, un
esto que parece así puede que sea así -en cuyo caso el tema queda cerrado y no se volverá a hablar de él- o que no sea así,
que esto es provisional, y posteriormente ya se completará o
modificará: la acción queda en suspenso mediante un estilo narrativo que
parece también suspendido. Modiano envuelve al lector en una complicada
maraña de hechos y personajes inexplicables sin dar pista alguna ni de
su significación ni de su relevancia, y de los que es imposible deducir
desenlace alguno.
Como en la mayor parte de su obra, la
ciudad de París -un París en blanco y negro, sensación a la que apoya la
estupenda fotografía de la portada, Nadja Tesichen en un fotograma de Nadja à Paris de Eric Rohmer- in extenso, no es sólo el lugar de la narración.
“Los detalles topográficos han causado siempre un efecto sobre mí: en lugar de convertir la imagen del pasado en algo cercano y claro, me producen una sensación desgarradora de vínculos rotos, de vacío”.
sino que se erige en un personaje más, el hilo conductor que atraviesa transversalmente toda la acción.
“Llegué a la cita con bastante antelación, así que me di un paseo por las alamedas de Luxembourg. Sentí por primera vez la proximidad del invierno, hasta entonces habíamos disfrutado de unos días de otoño muy soleados”.
Un circo pasa concentra, en
apenas 170 páginas de generosa tipografía, todas las obsesiones y los
lugares comunes -dicho sea sin ninguna intención peyorativa- a los que
nos tiene acostumbrados el autor, esos clichés en los que los
modianistas reconocemos su mano y que tanto nos placen, razón de más
para no perderse esta novela: a los seguidores del francés, un episodio
más de su admirable obra; a los que todavía no lo han descubierto, un
motivo excelente para acceder al Modiano más íntimo, personal y maduro;
salvo excepciones puntuales, es difícil hallar altibajos en el conjunto
de la obra del francés, pero, en todo caso, éste es un libro excelente
que ningún lector debería perderse.
Joan Flores Constans
http://jediscequejensens.blogspot.com
REVISTA DE LETRAS
Patrick Modiano
Un circo pasa
Traducción de Adoración Elvira Rodríguez
Cabaret Voltaire, Barcelona, 2013
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DRAGON
French writer Patrick Modiano wins the 2014 Nobel prize in literature
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RIMBAUD
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