miércoles, 25 de agosto de 2004

La asombrosa transformación de Bruno Ganz en Hitler

Bruno Ganz interpreta a Hitler en la película El hundimiento, de Oliver Hirschbiegel.


La asombrosa transformación de Bruno Ganz en Hitler

El actor dudó mucho antes de protagonizar la película alemana 'El hundimiento', sobre los últimos días del Führer. Su interpretación es magistral



CIRO KRAUTHAUSEN
25 AGO 2004


Es un papel que en Alemania rara vez se había interpretado, y de él se ha hecho cargo un gigante de la interpretación: el suizo Bruno Ganz, personificación de Adolf Hitler en El hundimiento.
El filme, producido por Bernd Eichinger (Resident evil, El nombre de la rosa) y dirigido por de Oliver Hirschbiegel, describe los últimos 12 días del dictador, entre el 20 de abril y el 2 de mayo de 1945, fecha de la capitulación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Según todos los que ya lo han visto, el trabajo de Ganz es magistral. "De verdad es Hitler. Da escalofríos verlo", afirmó el historiador Joachim Fest, sobre cuyas investigaciones está basada parte de El hundimiento. El filme fue presentado a la prensa el lunes y se estrenará en Alemania a mediados de septiembre, pero ya está causando polémica. "No es la primera vez que Hitler se muestra en pantalla, pero es la primavera vez en la que se intenta dar un toque humano a este monstruo", según explicó Rolf Fiesen, del Museo del Cine en Berlín, en una entrevista en la BBC.
¿Es un papel de ensueño el de interpretar a uno de los personajes más detestables que ha dado la humanidad? No, al menos no para Ganz, de 63 años. Dudó mucho en aceptar la oferta. Lo primero que hizo fue encerrarse en su estudio y leer algunos de los muchos libros sobre el Tercer Reich, y repasar también unos cuantos de los exaltados discursos del Führer. Conclusión: "Hitler es un fenómeno incomprensible, inaprehensible. Por lo visto, se esforzó al máximo en esconder su personalidad. Y ahora creo que lo hizo para ocultar el vacío que reinaba en su interior", según afirmó Ganz durante el rodaje.
El actor visitó varios días un centro médico en el que se trata el mal de Parkinson. El dictador lo padecía. Necesitaba familiarizarse con un Hitler distinto al de la maquinaria propagandística nazi, con un Hitler profundamente malvado y sumido en la locura, pero humano, al fin y al cabo. "Nunca intentaría comerme una sopa de manera malvada", explicó Ganz. "Hitler podía ser incluso amable con su secretaria Traudl Junge. La realidad fue muy diferente de lo que sugiere el tópico del demonio".
¿Hasta qué punto, entonces, sintió compasión por él? "A mí lo que me sucede es que suelo sentir compasión hasta por los peores personajes, aunque, claro, nadie alcance su talla. No me avergüenzo de haber sentido compasión por Hitler durante unos cuantos segundos. Si no fuese capaz de movilizar estos sentimientos, no hubiera podido interpretar su papel", sugirió Ganz en la presentación del filme.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 25 de agosto de 2004




miércoles, 18 de agosto de 2004

La fundación Balthus abre sus puertas con Cartier-Bresson

Balthus, con su mujer, Setsuko, y su hija, Harumi, fotografiados por Cartier-Bresson.

La fundación Balthus abre sus puertas con Cartier-Bresson

El Gran Chalet, en los Alpes, que conserva viva la memoria del pintor, reúne un conjunto de imágenes del fotógrafo que él mismo seleccionó antes de morir.

RODRIGO CARRIZO COUTO
18 AGO 2004

Un viaje en tren lleva al visitante desde Montreux, a orillas del lago Léman, hasta el Gran Chalet en la pequeña localidad alpina de Rossinière. El trayecto, de una belleza extraordinaria, conduce hasta la inmensa construcción en madera, la sede de la Fundación Balthus. Este chalet, comenzado a construir en 1752, cumple este mes de agosto 250 años y es el más grande de Suiza, con sus 113 ventanas y más de 20 metros de altura en las fachadas. Entre otros visitantes célebres, este monumento histórico albergó a Víctor Hugo. El Gran Chalet fue comprado por Balthus en 1977 y desde 2001 alberga la sede de la Fundación Balthus, dirigida por su esposa, la condesa Klossowska de Rola, más conocida como Setsuko. El objetivo de esta fundación, que abre sus puertas al gran público el 29 de agosto, es dar a conocer, mantener viva y difundir la obra del artista francés de origen polaco-alemán. Setsuko, nacida en una familia de samuráis y educada en francés por los jesuitas de la Universidad de Kioto, es artista por mérito propio con exposiciones en Europa y Japón y desarrolla tareas en el campo de la educación como embajadora de la Unesco.
"La fundación nace de mi deseo de transmitir a los demás algo de lo mucho que he recibido a lo largo de tantos años de relación con Balthus", comenta la condesa Setsuko. La viuda del pintor afirma que al principio dudaba del proyecto, pero Balthus le dijo, ya gravemente enfermo a sus 91 años: "Si no te ocupas tú de la fundación tendré que hacerlo yo personalmente". Esa fuerza y decisión dieron a Setsuko la energía necesaria para lanzarse a la aventura. Entre las numerosas actividades que proyecta la Fundación Balthus se encuentra la convocatoria del Premio Balthus o la programación de conciertos benéficos, como el que dirigirá Riccardo Muti en Gstaad con obras de Mozart, el compositor preferido del pintor. Setsuko y Balthus se conocieron en Kioto en 1962 durante un viaje del pintor a Japón en el marco de una visita oficial encomendada por André Malraux, entonces ministro de la Cultura de Francia. Balthus se interesaba en ese tiempo por "el desarrollo de cada persona de manera individualizada", comenta Setsuko. "No creía en la educación reglada, sino que buscaba una relación especial entre maestro y alumno, muy habitual en Japón, en el artesanado y las artes tradicionales".
La muestra que se presenta es la última que seleccionó personalmente Henri Cartier-Bresson, que visitó el Gran Chalet para un último té con Setsuko semanas antes de su muerte. Las fotos dan testimonio de la intimidad de dos familias de amigos inseparables, los Balthus y los Cartier-Bresson: Henri y Martine Franck. Retratos de la vida cotidiana en el chalet, Balthus y su hija, Harumi; o Balthus con su gato Mitsú en la serenidad de su taller entre otras. Comenta Setsuko: "Henri y Balthus eran grandes amigos unidos por un profundo respeto y admiración mutuos. Con Alberto Giacometti eran un trío muy ligado por intereses comunes. De hecho", continúa la condesa, "yo nunca he vuelto a encontrar a otro artista con quien Balthus se entendiera tan bien como con Alberto (Giacometti)".
Un espacio especialmente relevante dentro del Gran Chalet es el taller del artista. En ese espacio, que hace pensar en un templo, se encuentran las últimas telas inacabadas del pintor junto al camastro en el que pasó su última noche cogido de las manos de su esposa Setsuko y su hija Harumi. "No hablamos casi, pero fue un momento de gran belleza", recuerda la viuda del pintor, que visitará Barcelona el 17 de septiembre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 18 de agosto de 2004



sábado, 7 de agosto de 2004

En carne viva / Desconcertante thriller erótico


Meg Ryan



 

Desconcertante 

thriller erótico

Diego Batlle
7 de agosto de 2004

Meg Ryan

"En carne viva" es una de esas películas a contramano de las modas temáticas, de las tendencias narrativas y de los cánones estéticos que imperan en Hollywood. Fiel a su estilo provocativo y al mismo tiempo profundamente sensible y personal, la directora neozelandesa Jane Campion convocó a una gran estrella de la comedia romántica como es Meg Ryan para que se arriesgara con un papel extremo y torturado, lleno de desafíos interpretativos y hasta de desnudos poco habituales en el cine comercial estadounidense. El resultado es un thriller erótico tan desconcertante como audaz, desafiante y magnético, que el sello LK-Tel estrenará en VHS y DVD el 19 del actual sin haber pasado previamente por las salas argentinas.

viernes, 6 de agosto de 2004

Juan Marsé / Javier Bardem, un actor que inspira





JAVIER BARDEM 

Un actor que inspira

Juan Marsé
6 de agosto de 2004


Quizá sea lo más halagador que pueda decirse de un actor, de un pintor o de un músico, de un artista de cualquier ámbito, en realidad, incluidos el del fútbol, la política, la cocina o el humor, muy especialmente a los artistas del humor: que su trabajo inspira.


Pero es curioso, cuando uno cree estar ante un actor bueno de verdad, o por lo menos que reúne tantas cualidades para ser un gran actor, aparece de repente cierto miedo a mostrar demasiado entusiasmo, a cargar sobre sus hombros -por muy rotundos que éstos sean- un lastre de expectativas, a clavarle la bandera y a lanzarle al ruedo con la misión de colocarnos en el mapa industrial cinematográfico, a ser posible al oeste de Norteamérica. Hay distintos modos de conquistar ese terreno ilusorio en las nubes; Javier Bardem ha optado por el trabajo bien hecho.

Mi hija Berta, que formaba parte del equipo técnico en el rodaje de Jamón, jamón (dirigida por Bigas Luna en el año 1991), dice que las capacidades y el magnetismo de este actor eran algo que solía comentarse con sorpresa entre los miembros del equipo, peluqueros, eléctricos o ayudantes de dirección, durante las pausas y siempre que Bardem -entonces un chaval de 21 años sociable y bromista- no estuviera presente. Les llamaba poderosamente la atención mientras trabajaba, y, cada cual a su manera, se daban cuenta de que estaban ante algo diferente, otro rostro, otra apuesta, un actor de otra dimensión. El agudo olfato de Bigas Luna, infatigable en su búsqueda de lo auténticamente ibérico, de las raíces más elementales y primitivas de nuestra cultura mediterránea, del sello peninsular, acaso se daría cuenta enseguida de lo acertado de su intuición. Y Bardem, aplicado y apasionado a partes felizmente iguales, cumplió con el papel de macho hispánico y además logró captar la atención de los que trabajaron con él primero y de los espectadores después, de todos aquellos que amamos el cine y que hemos seguido sus pasos con asombro y esperanza.


Las películas que han protagonizado juntos Javier Bardem y ...
Penélope Cruz y Javier Bardem
Jamón, jamón
Y ahora, ahora que uno tiene ocasión de escribir unas líneas sobre Javier Bardem, reflexionando sobre el valor, la prudencia y el talento con el que está perpetrando su carrera, y sobre todo viendo la consistencia de sus interpretaciones, hay que sobreponerse a la sorpresa y adularle con discreción; como hacían sin darse cuenta los miembros del equipo técnico en sus primeras películas, protegerle de sí mismo. Es probable que las dudas y las contradicciones formen parte del impulso que lleva a este actor, de nombre completo Javier Encinas Bardem, nacido el año 1969 en Las Palmas de Gran Canaria, a hacer lo que tiene que hacer. Que es un actor currante e imaginativo lo acreditan los personajes seleccionados y, en la misma medida, los personajes no seleccionados. Sus primeros pasos fueron más o menos como todos, hasta que Bigas Luna le dio su primera oportunidad seria con un personaje hecho de pasión y ternura en Jamón, jamón, y, sobre todo, con el especulador hortera y avaricioso de Huevos de oro, donde Bardem empezó a trabajar los matices de su temperamento interpretativo, así como los recursos notables de su físico: recuerdo, por ejemplo, aquel joven que se comía el mundo en Éxtasis (dirigida por Mariano Barroso en el año 1995), con la ambición y la rabia en su mirada, y el borrachuzo de mente algo torpe, deteriorada por el alcohol, olisqueando el calcetín antes de ponérselo en Los lobos de Washington (también de Barroso, 1999), y el policía parapléjico y enamorado de Carne trémula (de Pedro Almodóvar, en 1997), y a Reinaldo Arenas viviendo y sufriendo las contradicciones de la revolución en Antes que anochezca (de Julian Schnabel, 2000), papel que le valió nada menos que una nominación a los oscars de Hollywood, la primera de un actor español para esa categoría, otro banderín de expectativas en su lomo.

La película me pareció mediocre, con muchas zonas oscuras o discutibles respecto a las vivencias reales de Reynaldo Arenas, pero la composición de Bardem es impecable. El parecido físico es, en algunos momentos, asombroso. Saludé personalmente a Reinaldo Arenas en La Habana, en el año 1968; acababa de publicar Celestino antes del alba, y puedo asegurar que la recreación física es magnífica, sobre todo en la cabeza y la cara, ya que Arenas era un hombre bajito, de constitución frágil. También es asombroso el acercamiento del actor al dolor del escritor homosexual, la delicadeza con la que toma su actitud y adopta su estado anímico.

No sé si fue casualidad de fechas o compromisos, o fue una decisión premeditada, que la siguiente apuesta de Bardem tras la nominación de los oscars fuese encarnar al indómito Santa de Los lunes al sol (dirigida por Fernando León de Aranoa en el 2001), un parado que sobrevive entre la rebeldía interna y la desilusión, como un gorila entre las rejas del deprimente zoológico. Tanto si fue una decisión premeditada como si no, y responde a la pura intuición, es una muestra más del respeto que el oficio le merece a este actor.

Esperemos que las contradicciones sigan azuzando a Javier Bardem. Mientras su vida se aleja de Santa y sus problemas, difícilmente se quedará en paro, por el contrario, su nombre es ya una garantía de cine exigente. De momento todo parece indicar que Bardem se mantiene ajeno a cantos de sirena, pero alerta, que conserva a su misterio y su escepticismo, que su trabajo nos va a sorprender y a convencer. Y sobre todo nos inspira. Qué más puedo decir: no le molesten mientras está trabajando.

Javier Bardem photo 65 of 127 pics, wallpaper - photo #288932 ...
Javier Bardem
APUNTES PARA UN RETRATO

Lo primero que llama la atención, además de la mirada franca y reposada -una mirada que busca la complicidad irónica-, es la tensión muscular del rostro, cierta pugna visceral que se establece entre unas facciones con resabios pugilísticos y unos ojos apaciguados de chico leal y majete, peleón reformado, conformado. Algo intangible pero muy determinante, sutiles armonías y desacuerdos que conforman la personalidad, opera en la cara del actor y a veces se comporta como una máscara. Por ejemplo, ese velo de tristeza y de ternura en la mirada, que resbala suavemente sobre los pómulos y la nariz, robusta y pendenciera, y alcanza la barbilla inquisitiva, atenuando la presunta dureza del mentón, una violencia interiorizada que se niega a aflorar.

Desde sus primeras apariciones en la pantalla, la sugestión de la virilidad se establece entre dos polos de fuerte magnetismo. Rudo y limpio. Impetuoso y fragante. No sabría definir de otro modo esa reflexión puramente física que irradia la encarnadura y anticipa el gesto -antes incluso de moverse-, ofreciendo una impresión de refrescante aroma corporal, alguien que acaba de ducharse y ha gastado buenas dosis de agua de colonia, digamos. Cierto desaliño indumentario no contradice en absoluto esa impresión de chico sanote, más bien la acentúa. La cabeza se asienta sobre un cuello robusto y la nuez sugiere una verbosidad bronca y dinámica, una dicción golosa de palabras, una voz húmeda y reflexiva. Algo así como si degustara las cosas antes de decirlas, como si paladeara la frase antes de soltarla. Pensamientos, exabruptos, risas, emociones y sentimientos, todo pasa por esa tensión verbal y muscular que ronda los aledaños de la boca y la nariz, y que anida en la nuez del cuello.
El rostro trasuda textura y efluvios de hombre guapo que no acaba de creerse guapo ni parece muy interesado en el asunto, así que los labios estrictos y afables retienen una sonrisa descreída, y algo más: ganas de soltar la sonora carcajada junto con un preventivo, risueño y sarcástico: "Me has tomado por otro".


EL PAÍS