jueves, 31 de octubre de 2019

Muerto Bloom, se acabó el canon

 

Harold Bloom

Muerto Bloom, se acabó el canon

La desaparición del crítico literario estadounidense, guardián de las esencias, reaviva el debate sobre la recuperación de creadores marginados en todas las artes durante siglos


Andrea Aguilar / Carlos Geli
Madrid / Barcelona, 24 de octubre de 2019







Muerto Bloom, se acabó el canon
MIGUEL ÁNGEL CAMPUBRÍ.

Viene de antiguo: Lisipo y su sistema de proporciones —que establecía la medida de ocho cabezas como ideal de belleza en la reproducción escultórica de un cuerpo en Grecia—, vino a corregir, o a prolongar si se quiere, a su antecesor Policleto. Este escribió un tratado, perdido, titulado Kanon, con el que dio nombre a un concepto que hoy está siendo rebatido desde todos los frentes.
Algunas artes se prestan mejor a quedar regladas que otras, pero lo cierto es que las normas e ideales que entraña un canon son inseparables del debate. ¿Quién establece las normas? ¿Qué queda en los márgenes de esas medidas artificialmente construidas? La revisión, implícita en estas preguntas, sacude hoy por ejemplo a museos, que empiezan a desempolvar y recolocar obras soslayadas, tratando así de remediar la exclusión e invisibilidad que han padecido las mujeres. Buen ejemplo de esto es la exposición inaugurada esta semana en el Museo del Prado, Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Pero lo mismo podría decirse de catálogos editoriales, o de programación de orquestas que se suman al intento de entablar una conversación más diversa y completa con su público.
El pasado 14 de octubre, las novelistas Margaret Atwood y Bernardine Evaristo recibieron el Premio Booker, el galardón más importante de la literatura en lengua inglesa, que por primera vez se repartía entre dos ganadoras. Ese mismo día falleció el legendario catedrático de Yale y ensayista, Harold Bloom, y no faltaron las voces que señalaron cierta ironía en la coincidencia. Quizá más paradójico podría resultar el hecho de que este eminente defensor de la tradición tenga un innegable componente pop: si hubiera un crítico en la serie Los Simpson, ese sería Bloom. Sus listas de autores imprescindibles también marcaron el principio de la interminable cultura de las listas en la que vivimos.
Aquello arrancó en los noventa, cuando Bloom logró sacar de bibliotecas y aulas densas discusiones académicas y colocar estos asuntos entre los libros más vendidos con su monumental El canon occidental. Incluía a mujeres, sí, y también dejaba a los clásicos y añadía listas de contemporáneos. Nunca cejó el viejo profesor de Yale en su empeño por defender que la literatura no debe ser tratada como un documento social, ni valorada por su contenido político o histórico; su baremo, por el contrario, debe regirse, sostenía, por criterios estéticos. Más que herramienta para comprender el mundo, la literatura era entendida como un arma para el conocimiento del individuo.
“La literatura no es un depósito de buenas intenciones, sino que trata de la relación entre vida y muerte, violencia y pasividad. No hay buenas causas en la literatura, otra cosa es que los escritores las adopten”, señala al teléfono la crítica y profesora argentina Nora Catelli. “Pero la llegada de los cuestionamientos planteados desde la lectura de las minorías, de género, de la crítica de la subalternidad dejan claro que la lista de libros imprescindibles no da lugar a la inclusión de otras miradas”. ¿Ha perdido el canon su fuerza? ¿Tiene sentido la mera idea de un canon? “Yo no creo que haya una sola literatura, desde luego no en castellano; nuestras literaturas se dividen y no tienen por qué encontrarse. El canon es un espacio de debate, no es otra cosa. Y la poca inclusión de mujeres es algo que atraviesa todas las discusiones”, apunta Catelli. “Sobre esto tengo varias opiniones y todas contradictorias. La autoría de mujeres en la tradición occidental se remonta a la Edad Media, no solo en literatura, sino en páginas iluminadas aparece la firma de mujeres, así que la tradición occidental sería la menos patriarcal de todas”.
Cargó Bloom contra lo que calificó como “la escuela del resentimiento”, tratando de combatir lo que percibía como una banalización y erosión de los estudios de literatura, que, ya en los años setenta, pensaba que acabarían fagocitados por la etiqueta de estudios culturales u orillados como algo minoritario y hasta cierto punto irrelevante. “Quizá se equivocó y dejó cosas fuera, pero su libro es literariamente indiscutible”, apuntaba la semana pasada en la Feria de Fráncfort Jorge Herralde, editor del crítico en España. “Su labor fue sencillamente brutal y discutirlo es, como poco, curioso; su capacidad de indagación y síntesis es inusual”. Del polémico libro Anagrama ha vendido ya 43.000 ejemplares desde 1994, y ya está en marcha la undécima edición.
El catedrático de Literatura Comparada Jordi Llovet, autor de La literatura admirable —su canon particular— defiende la postura de Bloom: “Ha sido uno de esos intelectuales norteamericanos que no ha tenido reparos en subrayar lo que han afirmado todas poéticas y estéticas del hecho literario: con independencia del color de la piel o del sexo, de que uno sea ciego o vidente, borracho o abstemio, negacionista o activista contra el cambio climático, lo que debe primar en la consideración de una obra literaria es su calidad, no quién lo ha escrito”.
Marco Roth, crítico y fundador de la revista N+1, responde también sobre Bloom y su canon: “El interés crítico y académico de Bloom estaba enfocado en las cuestiones en torno a la originalidad. Siempre es necesario que haya un contexto o un terreno en el que surja algo nuevo. Por eso la idea del canon era clave en su pensamiento, pero para Bloom esto no iba de construir vallas o fronteras, como se entiende hoy, sino que daba nombre a un cuerpo o microcosmos del que escritores o críticos podían salirse como originales, o simplemente seguirlo”.
Harold Bloom, como atestigua su ensayo, La ansiedad de la influencia, aplicó principios freudianos al estudio de la literatura, en concreto de la poesía, tratando de desentrañar quién mataba a qué padre, qué lecturas e influencias estaban latentes. Quizá, como apunta el crítico literario de la revista The New Yorker, James Wood, Bloom, que ensalzó como genialidad absoluta los soliloquios de los personajes de Shakespeare, que van alterando sus acciones porque escuchan sus propias palabras, falló a la hora de hacer esto mismo. O quizá estos sean malos tiempos para los cánones, la autoridad está siendo discutida, la propia autoridad pierde peso. Esa es la reflexión del profesor de literatura hispánica y editor de Gallimard, Gustavo Guerrero: “Bloom fue como la lechuza de Minerva que sale a volar cuando cae la noche: el humanismo moderno habla con premisas modernas y estas, en 1994, estaban siendo cuestionadas. Bloom fue el último testigo de esa era: ese tiempo que refleja su libro ha terminado; hoy ya no podría levantarse un canon como ese”.





“NO SOY PARTIDARIO DE LA FICCIÓN ESQUIMAL LÉSBICA”


La importancia de determinar qué lecturas son esenciales y quién figura en el canon tiene una relevancia capital en las aulas. Al comienzo de su carrera, Harold Bloom reivindicó a los poetas románticos en los programas universitarios frente a la corriente modernista, muy en boga en ese momento. El resto de sus peleas y provocadoras declaraciones —“no soy partidario de la ficción esquimal lésbica”, escribió en el diario británico The Times—, también estaban en buena parte motivadas por su preocupación por lo que se enseñaba. “Hay que enseñar lo más difícil y transmitir esto puede ser canónico. Las exigencias pueden parecer autoritarias porque inevitablemente hay una necesidad de jerarquizar”, explica Nora Catelli, que ha impartido clase hasta el año pasado de Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona. “Decir que no hay jerarquías es como decir que no eres político. Si no crees en la jerarquía, crees entonces en las leyes del mercado, y si dices no ser político probablemente eres de derechas”.
La traductora y crítica literaria argentina considera que ha habido un cambio en la universidad en establecer cánones, en parte porque se incluyen “las últimas novedades” en los programas. “La universidad no debe renunciar a ser el espacio donde discutir de lo más difícil a lo más fácil, eso que ya puedes leer por tu cuenta; hay que aprender a aburrirse porque del tedio surge el conocimiento”. Los alumnos de Bloom cuentan que el viejo profesor, gesticulante, prodigiosamente culto y dramático dejaba poco espacio para el tedio. Sobre él pesaron acusaciones de acercamientos improcedentes. “Vi cómo apreciaba a las estudiantes más guapas de la clase”, anota el editor Marco Roth. ¿Fue un depredador? Roth no lo sabe.



Muere a los 89 años Harold Bloom, el más influyente crítico literario

Harold Bloom


Muere a los 89 años Harold Bloom, el más influyente crítico literario

Ante las críticas por su desafección por las minorías, el autor de 'El canon occidental' defendía la superioridad de escritores blancos como Shakespeare y Cervantes


Eduardo Lago
15 de octubre de 2019

Harold Bloom, posiblemente el crítico literario más importante e influyente de nuestro tiempo, falleció ayer lunes en un hospital de New Haven (Connecticut), en las inmediaciones de la Universidad de Yale, donde ocupaba la Cátedra Sterling de Humanidades, a los 89 años. Tras más de seis décadas de dedicación ininterrumpida a la enseñanza, el profesor Bloom, incluso cuando le flaqueaba la salud, quiso seguir pisando las aulas de Yale hasta el final. Hubo ocasiones en que la universidad fletó medios de transporte para que sus alumnos pudieran escucharle en su domicilio. Dictó su última clase el jueves de la semana pasada, según declaró su esposa, Jeanne, a The New York Times, cuando confirmó su muerte.

Harold Bloom / Genealogía de la creación


Harold Bloom

Genealogía de la creación

El canon poético de Bloom es muy anglocéntrico, muy espíritu nacional norteamericano, muy egolátrico, muy sabio y también, en ocasiones, muy hijo de la moda deconstructiva


ANGEL RUPÉREZ
26 de octubre de 2016




Genealogía de la creación

Harold Bloom (1930) publicó en 1973 su principal libro teórico, La angustia de las influencias, donde sostenía, básicamente, que la poesía nace de la poesía y que un autor nuevo es fuerte (strong) si es capaz de digerir las inevitables influencias de los autores precedentes, dotándolas de un sello inconfundiblemente propio. ¿Cómo se hace eso? Después de marear mucho la perdiz, en El canon occidental (1994) lo dice a las claras, con vieja fórmula (romántica): con fuerza interior, con experiencia propia. Desde entonces, Bloom no se ha apeado de esa idea y no hay libro suyo que no la convierta en la espina dorsal de su argumentación.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Alda Merini / Huida de loba




Alda Merini
BIOGRAFÍA
HUIDA DE LOBA
Traducción de Delfina Muschietti

A quien me pregunta
cuántos amores he tenido
le respondo que mire
en los bosques para ver
en cuántas trampas ha quedado
mi pelo.

Alda Merini / Las más bellas poesías





Alda Merini
BIOGRAFÍA
LAS MÁS BELLAS POESÍAS

Las más bellas poesías se escriben
sobre las piedras
con las rodillas ulceradas
y las manos afiladas por el misterio.
Las más bellas poesías se escriben
frente a un altar vacío,
rodeado de agentes
de la divina locura.
Así, loco, criminal, como eres
le has dado versos a la humanidad,
versos de reconquista
y de bíblicas profecías
y eres hermano de Jonas.
Pero la tierra prometida
donde germinan las manzanas de oro
y el árbol del conocimiento
de donde Dios no ha descendido
ni jamás te ha maldecido.
Pero tú sí, maldices
hora tras hora tu canto
porque has descendido en el limbo,
donde aspiras el Assenzio
de una sobrevivencia negada.



Alda Merini / Sé que un amor



Alda Merini
BIOGRAFÍA
SÉ QUE UN AMOR


Sé que un amor
puede volverse blanco
como cuando se ve un alba
que se creía perdida.



martes, 29 de octubre de 2019

María Gainza logra el Sor Juana con una trama casi detectivesca sobre el mundo del arte




PREMIO SOR JUANA INES

María Gainza logra el Sor Juana con una trama casi detectivesca sobre el mundo del arte

El jurado premia la prosa "lúcida, impecable e innovadora" de la argentina


CARMEN MORÁN BREÑA
México, 29 de octubre de 2019






premio sor juana ines
La escritora argentina María Gainza. ROSANA SCHOIJETT

María Gainza (Buenos Aires, 43 años): "No tengo demasiado talento, no sé cocinar, las flores se me mueren, bueno, de chica contaba muchos cuentos en la escuela, quizá eso sí... De todas formas no creo mucho en el talento, más bien en la obstinación y en la perseverancia. A mi edad ya tengo algunas certezas firmes, pero también he ido vaciándome de observaciones tajantes". Esta es la descripción atropellada que hace la escritora argentina de sí misma caminando por la calle hacia su casa, que bien podría ser el inicio de otra novela. Después matizará lo del talento, naturalmente.
En estos últimos tiempos, la de las flores no es la única muerte a la que se ha enfrentado esta escritora. También le ha rodeado la enfermedad, muchos palos en sus ruedas, "años muy difíciles", pero ahora todo se ha dado la vuelta y el premio Sor Juan Inés de la Cruz para su segunda novela, La luz negra (Anagrama, 2018), recién comunicado por Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, viene a rematar unos últimos meses de placidez y serenidad. La entrega del galardón, que distingue a grandes nombres femeninos de la literatura en español, será el 4 de diciembre en la capital de Jalisco: otro motivo de desasosiego para Gainza, que aún está "perpleja y asustada" ante el premio. Porque aunque tiene la "autoestima en su sitio", cree que su novela ha gozado de "buena estrella". Aunque tampoco le fue mal a la primera ficción, El nervio óptico (Anagrama), traducido a una decena de idiomas, que vino precedida del ensayo Textos elegidos (Capital Intelectual)

El jurado, integrado por Giovanna Rivero, Ana García Bergua y Rogelio Guedea, ha valorado "la prosa lúcida, impecable, innovadora y no exenta de ironía" de esta obra, de trama "absorbente y casi detectivesca" que trata de las falsificaciones artísticas, un mundo que Gainza conoce de primera mano porque es crítica de arte y sobre esa materia ha trabajado como corresponsal en Argentina para el New York Times, entre otras publicaciones. Con este reconocimiento literario, la argentina entra en un club al que ya pertenecen autoras como Nona Fernández, Elena Garro, Claudia Piñeiro, Almudena Grandes, Laura Restrepo, Paloma Villegas o Margo Glantz, y está encantada con ello, a pesar de que haya gente, a quienes no juzga y cuya opinión respeta, que considere que este es un premio "de cupo", una suerte de discriminación positiva. Quizá sirva de contrapartida en un mundo en el que a Gainza se la presenta en Wikipedia, para conocimiento del común, como hija de... "Ay, estamos tan formateados de ese modo que...  En fin, quizá deberían corregirlo", dice sin perder la sonrisa. 
Apenas unas horas después de  que Argentina abriera las urnas que le han dado el poder al peronista Alberto Fernández, la escritora hace un esfuerzo para salir del pesimismo habitual con la situación en América Latina: "Estoy contenta con el resultado, tengo la esperanza de que las cosas mejoren. Yo, al fin y al cabo, tengo la vida resuelta, pero la gente aquí lo está pasando muy mal, estoy cada día más preocupada y a veces me angustia el mundo al que traje a mi hija", afirma.
"Sí, estoy contenta con las votaciones, pero no eufórica". "No tengo personalidad militante, aunque sí hay discursos más afines, claro. Creo que Fernández puede estar bien, pero yo ya estoy como los perros apaleados del campo, que no se acercan mucho a nadie. Lo miro todo con distancia. Quizá me he vuelto solitaria y cínica, me cuesta creer".
Le cuesta, sí. También mira con rareza que le hayan otorgado "de sopetón" el Sor Juana, esa escritora que leía "cuando era chica, romántica y lírica. Bueno, quizá no tan romántica", De todas formas, nunca pensó en una carrera literaria, a pesar de que su oficio, como crítica de arte, era escribir. "Escribir, sí, pero sin fe, sin esperanzas, sin nada. No contaba con este premio así que estoy estos días como viviendo la vida de otra".
Anagrama fue quien presentó la candidatura al premio, porque consideran que Gainza "escribe con una naturalidad desarmante y con una inteligencia deliciosa. Escribe sobre lo real y lo fingido, sobre arte, falsificación y supervivencia con un singularísimo talento. Es una escritura brillante con una brújula que no falla nunca", dice Silvia Sesé, su editora en Anagrama.
Como muchas mujeres que dan el salto a un ámbito público, Gainza enfrenta estos días la inquietud de asomarse a las cámaras, de contestar preguntas, de dejar que sean otras plumas las que hablen de su vida: "No tengo facilidad para las entrevistas, necesito un coach", se ríe por teléfono desde Argentina. "No puedo rehuir mi exposición pública, pero prefiero un perfil bajo. En mí, no estoy juzgando lo que hagan otros", dice. 

Lucian Freud / Posar


POSAR

Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
26 de julio de 2011
UNO 
El retrato es a la pintura lo que todas esas historias based on a true story son al cine. Con una atendible diferencia: el celuloide y la pantalla suelen desteñir al modelo. Mientras que el óleo y el lienzo –si hay talento de por medio– no sólo enaltecen el original sino que también lo inmortalizan. Para decirlo de otra manera: poco y nada me importa a mí quién fue –hombre o mujer– el modelo para La Gioconda. Me importa, sí, la sonrisa. Y la sonrisa es la de Leonardo. Aclarado esto, sorprende el poco material ensayístico que hay sobre la naturaleza del modelo y del posar. Abundan, en cambio, relatos y novelas (por lo general relacionados con lo fantástico o lo criminal) donde los cuadros ejercen un a menudo fatal influjo sobre quienes los posan o los contemplan. Bram Stoker y H. P. Lovecraft y E. A. Poe, Henry James y Oscar Wilde, Steven Millhauser y la serie televisiva Night Gallery. Pero no recuerdo no-ficción que se ocupe exclusivamente de lo que siente un modelo mientras posa para que el artista se pose sobre él y lo cree, para que después todos puedan creer en él.

DOS 
De ahí que hace ya unos meses no dudase en comprarme el libro Man with a Blue Scarf: On Sitting for a Portrait by Lucian Freud de Martin Gayford (Thames & Hudson, 2010). Lucian Freud es, se sabe, el titán que acaba de partir. Martin Gayford fue crítico de arte y de jazz para The Spectator y The Sunday Telegraph y en la actualidad escribe en Bloomberg News. Gayford también –y por encima de todo– es desde 2003 un cuadro de Lucian Freud titulado Hombre con bufanda azul. Y es por eso que será recordado de aquí a la eternidad. Hombres y mujeres se detendrán frente a él, se preguntarán quién habrá sido. Pero enseguida se dirán –como me sucede a mí con La Gioconda– que eso no es lo que importa, que lo que importa no es quién fue sino en qué se convirtió.

Martin Gayford / Posando para Lucian Freud

Freud Gayford


Martin Gayford
POSANDO PARA LUCIAN FREUD
Por Guillermo Reparaz

Tolstoi decía que para dar una definición correcta del arte es necesario, ante todo, dejar de ver en él un material de placer y considerarlo sencillamente como una de las condiciones de la vida humana. Eso resulta sin duda muy útil para enfrentarse sin desventaja a la inquietante obra de Lucian Freud. Nieto de Sigmund Freud, su familia se vio obligada a emigrar a Londres con la llegada al poder de Hitler. Si algo se le reconoce al controvertido artista -más allá de la tortura que reflejan sus retratos, con implacable iluminación cenital, violación de las perpendiculares del lienzo y marcas nerviosas-, fue desafiar los parámetros impuestos desde los años 30 por corrientes como el surrealismo, el modernismo abstracto, el arte conceptual o la imagen digital, y recuperar, con estilo personalísimo, el retrato pintado. El crítico de arte Martin Gayford tuvo el privilegio de posar para él durante interminables sesiones a lo largo de ocho meses. Una experiencia terapéutica y casi trascendental que le impulsó a escribir ‘Hombre con Bufanda azul’ (Man with a Blue Scarf, Thames and Hudson). Un testimonio muy valioso sobre la intimidad de dos hombres, la creación artística y el talento irrepetible.

Freud Gayford

¿Qué opinión tenía de Lucian Freud antes de conocerle? 
Siempre me impresionaron sus cuadros. Empecé a interesarme seriamente por su obra a principios de los 80, tras una exposición de su trabajo en la Hayward Gallery de Londres. Y aunque de ahí en adelante escribiría sobre él, no nos conocimos hasta 1995.

Lucien Freud / El pintor y la modelo


Freud y Ria Kirby con la pintura terminada: Ria, retrato desnudo, 2007

Lucien Freud

El pintor y la modelo

22 de octubre de 2007

Tras un encuentro casual con Lucian Freud, la practicante-curadora Ria Kirby aceptó posar para el artista. ¿Qué implica posar para el pintor figurativo más reverenciado del mundo moderno? ¿Cómo es la vida en el estudio de un gran pintor?

Por pura casualidad estuve presente justo en el momento en el que se gestó esta pintura: el día que el artista conoció a la modelo. Ocurrió mientras colgaban los cuadros para una pequeña y nueva exposición de Lucian Freud y de su pintor y amigo Frank Auerbach, el año pasado, en el Victoria & Albert Museum. Aquel día, como cosa muy inusual, Freud parecía estar preguntándose “¿y ahora qué?”. Acababa de terminar varias pinturas, en efecto, que pronto serían exhibidas. De manera que, aquella mañana, mientras Freud observaba colgar sus cuadros, andaba también a la caza de tema para su siguiente trabajo. En ese momento, Ria Kirby, quien trabaja para el museo y había ayudado a colgar la obra, se le acercó al artista para decirle que su obra le parecía maravillosa. Cuando salíamos del museo recuerdo haber oído a Freud cavilar: “Esa niña que acabo de ver... creo que podría trabajar con ella”. 

Lucian Freud / El animal desnudo


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Lucian Freud
EL ANIMAL DESNUDO
Este miércoles ha fallecido Lucien Freud, probablemente el pintor figurativo (plenamente realista) más importante de nuestros días. Freud es uno de los grandes supervivientes del naufragio general de la pintura del siglo XX, con Bacon y Balthus. Si lo comparamos con los artistas figurativos vivos que nos quedan como David Hockney, Antonio López o Gerhard Richter, éstos son aúténticos pigmeos artísticos; permitidme la “boutade”.
Recuerdo todavía hoy la primera vez que vi sus cuadros en la primera exposición antológica dedicada al pintor en el Museo Reina Sofía de Madrid en 1994. Asistí a la exposición con un amigo pintor (¿Te acuerdas Julio?) y ambos salimos emocionados de la misma. Recuerdo la conversación que tuvimos posteriormente y ambos coincidimos en una apreciación sobre la modernidad de sus retratos; Freud era un artista moderno y de nuestra época porque no utilizaba modelos profesionales, sino a familiares y amigos que llegan a tener “una confianza especial con su cuerpo”.
Freud ha sido el pintor vivo que en nuestros días ha sido capaz de redefinir el retrato. Pintó a la gente, pero no siempre retratos. Pintó la vida, pero sus pinturas no eran manifiestamente los momentos de las vidas de aquellos que pintó – modelos, magnates, trabajadores de oficina, galgos, sus muchas amantes, sus hijas – tanto como las escenas de su presencia física en su estudio .
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Fotografía de David Dawson
Esa habitación sombría en el oeste de Londres (dirección celosamente guardada), con el suelo desnudo, paredes descoloridas y un montón de trapos de pintura mugrientos, fue el escenario invariable de su arte. Se hizo tan familiar como sus figuras y sus poses: amontonadas, repatingadas, agachadas o tendidas, con los genitales al aire, la cabeza hacia atrás o colgando, a veces en parejas, pero la mayoría de las veces solas, cuerpos despojados.

lunes, 28 de octubre de 2019

Las mujeres más bellas del mundo / Charlotte Rampling


LAS MUJEREMÁS BELLADEL MUNDO

Charlotte Rampling





Charlotte Rampling y la confianza en el instinto de una actriz

Charlotte Rampling y la confianza en el instinto de una actriz

La intérprete inglesa recibe el Oso de Honor de la Berlinale y defiende la importancia del compromiso artístico en el cine


Gregorio Belinchón
14 de febrero de 2019

La mirada gatuna de la británica Charlotte Rampling asomó por la sala en la que la prensa esperaba su aparición para hablar de su Oso de Honor, y hubo un instante de silencio, ganado por el respeto y, porqué no, algo de miedo provocado por esos ojos. Este año la Berlinale ha escogido para honrar a una actriz que lleva trabajando desde su adolescencia y que hace pocos días cumplió 73 años. Rampling nunca ha ganador el Oscar (y su única candidatura le llegó en 2015 con 45 años), pero su paso ha marcado el cine europeo gracias a su talento, su presencia y a controlar cuatro idiomas: inglés, francés, italiano y español. Y sin haber estudiado, ya que rápidamente pasó de ser modelo a actriz, como ha recordado en la Berlinale, donde ha agradecido profusamente el honor concedido.

 Charlotte Rampling y Dick Bogarde
Portero de noche, de Liliana Cavani

En su primera respuesta ha insistido en aclarar quién fue su maestro: "Luchino Visconti, porque yo iba aprendiendo según iba rodando. Y de repente me llamó para La caída de los dioses, que hizo despegar mi carrera. Estuve encantada de participar en su trabajo. Visconti escogía actrices de las que pudiera enamorarse, o que recordaran a su madre. Estaba muy unido a ella, y por eso siempre fue muy amable con las actrices". Con Visconti empezó todo, ya que al ver su película, Liliana Cavani encontró por fin a la protagonista de El portero de noche, película que se proyecta en la gala de la entrega de Oso. "Cavani me dijo que llevaba años buscando a una actriz. Me protegió mucho durante el rodaje. Creo que la película sigue de actualidad no por los trajes o el trasfondo histórico, sino por las torturas mentales que se relatan. Cavani logró lo que quería: que el espectador sintiera la relación".

Rampling renunció a hablar en italiano ante la prensa, y algunas preguntas sobre cine las regateó con un "No soy tan lista". Pero sí se explayó más cuando relató cómo escoge las películas: "Más que una decisión, es una elección con tu compromiso como actor. Como artista eres en parte responsable de la película; y por eso cada trabajo tiene que servir para que crezcas como persona y como actriz. Cuidado con tu elección: tiene que ser buena porque tu nombre estará siempre relacionado con el filme". Y por eso solo sigue una regla: "Me fio del instinto, no de la técnica. Necesito que algo te interpele desde el personaje, porque luego me convertiré en el personaje. No sigo una técnica, simplemente leo el guion, el papel, y veo si toma vida. De lo que sí sabemos los actores es de los sentimientos humanos". Aunque no todos los sentimientos le atañen a ella personalmente: "No miro atrás para lamentarme. En la vida puedes escoger lamentarte o no por haber rechazado un papel. Yo decidí desde mis inicios que nunca lo haría por cuestión de supervivencia".





Sobre su carrera y sus compañeros, recordó con cariño y respeto a Dirk Bogarde y Paul Newman, y de Adriano Celentano aseguró: "Es un alma salvaje, y muy bromista". Rampling se detuvo a recordar sus cuatro películas con François Ozon. "Decidió explorar el mundo de las mujeres de mediana edad y lo hicimos juntos. Es un hombre que emana luz, siempre está sonriendo, y a la vez esconde en sus sombras sus demonios. Es una mezcla fascinante". En cuanto a Woody Allen, con el que trabajó en Recuerdos, dijo que le encantó trabajar con él, y que en general le da igual rodar en EE UU o en Europa, aunque en este continente se siente "más en casa"
Charlotte Rampling

Fotógrafa aficionada, la actriz habló sobre el poder de la cámara: "Como actriz, tienes que entender que debes exponerte y dar todo a la cámara. Si no te gusta, te equivocas de trabajo, porque la interpretación es dar y dar y dar". Y para acabar recordó Zardoz (1974): "Escogí el proyecto porque quería trabajar con su director, John Boorman. Era una extraña película de ciencia-ficción hippy... Ay, y con Connery en aquel traje. Sean se incorporó al proyecto justo antes de filmar porque se puso enfermo el actor inicialmente previsto [Burt Reynolds], y John recurrió a él porque eran amigos. Hace poco la he visto en la tele en Francia, y me parece un clásico de su género". Rampling, de pocas palabras y muchas sonrisas, se levantó y se llevó su enigma a otro lugar.