Amy Winehouse Ilustración de Triunfo Arciniegas |
Triunfo Arciniegas
“Over futile odds
And laughed at by the gods
And now the final frame
Love is a losing game”
And laughed at by the gods
And now the final frame
Love is a losing game”
Amy Winehouse
Me he divertido haciendo estos retratos. Y es el propósito fundamental. Soy un pintor frustrado y estos ejercicios alivian el malestar. Desde niño soy fotógrafo y me apasiona el cine, es decir, vivo de imágenes. Trabajo con las palabras pero me sumerjo en el pozo de las imágnes. Soy un bebedor de relámpagos, escribí alguna vez: es decir, vivo de iluminaciones, de estrellas fugaces, de parpadeos de luciérnaga.
Estos retratos constituyen mi homenaje a Amy Winehouse, una de las grandes de nuestro tiempo. Una mujer talentosa y desdichada. Me quito el sombrero ante su talento, cada vez más me conmueve su breve y atormentada existencia y ahora y siempre honro su memoria.
La vida de Amy Winehouse demuestra a cabalidad la frase de Truman Capote: "Cuando Dios da un don, da un látigo". Pagó con creces. Vio lo que otros no ven, saboreó la gloria y descendió a los infiernos. Esa muchacha que cantaba, como ella misma solía presentarse, bonita y curvilínea, conoció el amor perverso, abusó del alcohol y las drogas, transformó su cuerpo sin piedad, hasta volverse una criatura débil y esquelética. Un ángel extraviado que cantaba como los mismos dioses.
La pequeña de Camden Town, la niña perdida, nació y murió en Londres. "Siempre lo digo, y suena cursi, pero adoro Londres", decía. "Me encanta estar aquí. Oler a Londres cuando llueve, ese olor a cemento mojado." Y Londres la recuerda y, a su manera, también la adoró. Cuando la noticia de su muerte se regó como pólvora, según me dijo una amiga, la tristeza se arrastraba en las calles londinenses como un viento sin nombre.
Pocas cosas en la vida me emocionan más que la música de Amy Winehouse. Hace parte del álbum que me llevaría a una isla desierta, un álbum donde conservo para siempre a Pink Floyd y los Rolling Stones, Bach y Schubert, las muchachas de Balthus y los retratos de Lucian Freud, las tardes conversadas con mi madre y las lágrimas que me arrancó el amor, la complicidad de René y el talento de Alejandra, las promesas de mi niña bonita y la dulce felicidad que le debo a los libros. Veo ahora que la lista se extiende. Debería decir que muchas cosas me emocionan en la vida y las canciones de Amy Winehouse están ahí. Si me preguntaran por las tres canciones favoritas diría que son "Lágrimas negras", del Trío Matamoros, "Anybody seen my baby", de los Rolling Stones, y "Back to Black", de Amy Winehouse.
Estos retratos parten de fotografías ajenas, recogidas en la red, y no pretendo ninguna autoría. Es decir, no voy a cobrar un centavo, no voy a ofrecerlas a ningún editor, no voy a hacer un libro con ellas. Así como el trabajo en mis diversos blogs, lo hago por placer, por compartir con los demás, con personas que nunca veré, con personas de países que nunca visitaré, con personas de lenguas que nunca hablaré.
Escuchen a Amy Winehouse al atardecer, ojalá en un balcón y saboreando una copa de vino o un vaso de ron, y piensen en la persona amada mientras se desvanece el día, y entenderán parte de la felicidad que le debo a estar mujer.
T.A.
Pamplona, 2015
Una voz muy fuerte, una estética bastante conmovedora, era una voz poderosa en un cuerpo débil.
ResponderEliminarEs verdad. Una mujer maravillosa, original, provocadora. Y ahora, una leyenda.
EliminarBellísimo post! Gracias!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe gusta mucho y me conmueve este homenaje.
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