lunes, 17 de agosto de 2015

Manuel Rodríguez Rivero / Novela negra



Viéndolo todo (más bien) negro

Sospecho que la novela “negra” en todas sus variantes lleva camino de convertirse en la estrella de los préstamos de las bibliotecas

Uno no puede terminar 'En la orilla', la última novela de Rafael Chirbes, y continuar como si nada. Hay libros que se leen como purgas, como latigazos que le conmueven a uno hasta lo más hondo


MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO 28 FEB 2013 - 19:47 CET


Ilustración de Max. / MAX
Casi dos tercios de los libros más solicitados en las bibliotecas públicas británicas en el último año pertenecen a la categoría thrillers and detective fiction. No conozco los datos de las españolas, pero sospecho que la novela “negra” en todas sus variantes lleva camino de convertirse en la estrella de los préstamos. En los últimos meses la oferta se ha multiplicado: no es solo que la novela de intriga más o menos policial se haya convertido en el mayor contenedor de narratividad literaria, sino que se diría que es el género privilegiado por un zeitgeist dominado por la crisis y el pesimismo ante el futuro. Se publican tantas que las mesas de novedades de las librerías no dan abasto, provocando una velocidad de rotación sin parangón en otros géneros. El marbete “negro” adorna ya docenas de colecciones de sellos a los que antes les era ajeno, al menos como serie acotada. Entre las últimas en incorporarse a la moda mercadotécnica destacan Alianza y Alfaguara. Por cierto que Alfaguara había lanzado, en 1990, una insólita colección llamada “damas del crimen”, asesorada por un comité exclusivamente formado por mujeres y en la se publicaron algunas estupendas novelas de maestras del género (Sara Paretsky, Amanda Cross o Frances Fyfield); el mercado no respondió y la colección hubo de cerrarse antes de un año: inconvenientes de adelantarse (dos décadas) a su tiempo. A juzgar por el número de novelas negras que recibo mensualmente se diría que cada quisque ha sacado la que tenía guardada en el cajón: supongo que el espeluznante nivel de paro entre los jóvenes contribuye también a la aparición de nuevos novelistas “negros”. Pensando en ellos Alba acaba de publicar, Intriga y suspense; el gancho invisible, de María José Codes, una especie de manual de “cocina” en el que se analizan los mecanismos del género y diversos trucos (cliffhangers, “ganchos de alpinista”) para que el lector no se desentienda de la historia. Para los negro-novelistas que precisen más bibliografía me permito recordarles mis cinco clásicos imprescindibles: Chesterton (Cómo escribir relatos policíacos, Acantilado), Chandler (El simple arte de matar, Bruguera, descatalogado), P. D. James (Todo lo que sé sobre novela negra,Ediciones B), Highsmith (Suspense, cómo se escribe una novela de intrigaAnagrama) y David Lehman (The Perfect Murder, a Study in Detection, University of Michigan). Por lo demás, la novela “negra” española más interesante que he leído (y hasta el final, lo que no me ocurre a menudo) en la última quincena ha sido Blue Christmas (Alba), del canario José Luis Correa, que está consiguiendo situar a su sabueso Ricardo Blanco en los primeros puestos del ranking de los detectives de ficción españoles. Que la disfruten tanto como yo.

Pantano
Para mi gusto, 'En la orilla' es la mejor novela española acerca de la crisis y, en todo caso, una de las cuatro o cinco más importantes del último lustro.
Uno no puede terminar En la orilla (Anagrama), la última novela de Rafael Chirbes, y continuar como si nada, doblar la página 437 y pensar, “bueno, ahora a otra cosa”, y prepararse la merienda o salir a un recado por el barrio. Hay libros que se leen como purgas, como latigazos que le conmueven a uno hasta lo más hondo y este es uno de ellos, desde esa trepidante apertura al epílogo restaurador. Ya lo era, desde luego,Crematorio (2007), con el que el nuevo comparte tantas cosas, incluyendo un paisaje (geográfico, social) muy próximo. Pero entonces la crisis todavía estaba en sus primeras fases y nuestros políticos se mostraban empecinados en negarla. Claro que Chirbes, como tantos grandes novelistas desde Balzac a Faulkner, viene escribiendo el mismo libro —o la misma “comedia humana”— desde hace muchos libros, y en En la orilla volvemos a encontrarnos con todos sus temas: desde las ilusiones (colectivas) perdidas a los engaños (individuales) aceptados, desde los meteóricos ascensos a las más fulminantes derrotas y abandonos, desde los mecanismos nada sutiles de la explotación a la angustia universal de la irreversibilidad del tiempo. Como en el mefítico pantano que funciona como telón de fondo (simbólico y real) de su deterioro y decadencia, un conjunto de personajes vive la última fase de una peripecia anunciada a la que han acelerado el estallido de todas las burbujas, el pinchazo de todas las ilusiones. Chirbes se mantiene en la tradición del realismo crítico, pero mantiene el suficiente dominio de sus materiales como para contrapuntear constantemente el punto de vista de su protagonista principal, sabiendo que solo el artificio de un relato absolutamente controlado puede transmitir la verdad e, incluso, el testimonio de lo visto/vivido. Para mi gusto, la mejor novela española acerca de la crisis y, en todo caso, una de las cuatro o cinco más importantes del último lustro.
Negritudes
En el prólogo a En el pico del águila (Árdora, 1998), que sigue siendo una excelente introducción a la cultura afroamericana contemporánea, su autora, la infatigable Mireia Sentís, se quejaba del pavoroso desconocimiento que de ella se tiene entre nosotros. La Embajada estadounidense en España, entre cuyas prolijas y más confesables misiones no parece encontrarse la de la promoción de la cultura del gran país, tampoco ha hecho gran cosa por facilitar el encuentro con intelectuales, artistas y pensadores afroamericanos, quizás por temor a que tal cosa distraiga a sus funcionarios de otras ocupaciones más lucrativas o estratégicas. Más allá de una docena de autores irregularmente publicados, los lectores españoles desconocen casi todo sobre esa parte imprescindible de la creación literaria norteamericana. Hace algo más de un año, Joaquín Gallego, el obstinadamente temerario director de La Oficina, aceptó el reto de la infatigable Mireia Sentís de crear la Biblioteca Afroamericana de Madrid (BAAM), una meritoria serie que —ay— no creo que les esté proporcionando mucho más que intangibles satisfacciones morales. A los dos primeros volúmenes (De Misisipi a Madrid, de James Yates, y Escritos sobre España, de Langston Hughes) se unen ahora Trapos sucios, una selección de artículos de Ishmael Reed (del que Grijalbo había publicado su interesante novela Mumbo Jumbo) y Dificultades técnicas, una recopilación de la influyente activista June Jordan a la que Angela Davis ha puesto prólogo. Casi simultáneamente ha llegado a las (buenas) librerías Divago mientras vago (La Balsa de la Medusa), de James Langston Hughes (1902-1907), uno de los grandes representantes de lo que se ha llamado Harlem Renaissance, un volumen autobiográfico que recoge sus viajes por el mundo, y en el que me ha interesado especialmente el relato de su estancia en la URSS a principios de los años treinta, bastante antes de que el autor apostatara de su radicalismo ante el senador McCarthy. Y antes también de que surgiera en Estados Unidos el influyente movimiento de los Panteras Negras, fundado en 1966 por Huey Newton y Bobby Seale, y del que la editorial de la University of California ha publicado recientemente una estupenda historia: Black Against Empire, The history and politics of the Black Panther Party, de Joshua Bloom y Waldo Martin. Ojalá encuentre editor en España.



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