La era de los antihéroes
No puede haber mejor ejemplo que el que abrió la veda: Tony Soprano, ese grandullón que sufre ataques de ansiedad
La nueva edad de oro de la televisión también es la era del antihéroe. “Personaje que, aunque desempeña las funciones narrativas propias del héroe tradicional, difiere en su apariencia y valores”, dice el diccionario de la Real Academia Española sobre el antihéroe. No puede haber mejor ejemplo que el que abrió la veda: Tony Soprano, ese grandullón, cabeza de familia (y de Familia) que sufre ataques de ansiedad. El antihéroe televisivo por excelencia.
El hombre con problemas es el protagonista prototipo de esta era televisiva. Seres con una moralidad cuanto menos flexible para los que el fin justifica cualquier tipo de medio y dispuestos a lo que sea con tal de conseguir su objetivo. Sus decisiones no siempre son las más adecuadas, y eso hará que tengan que soportar sobre ellos sus consecuencias. Y también por eso los sentimos más cercanos que los héroes al uso: nosotros también tomamos constantemente malas decisiones.
Walter White (protagonista de Breaking Bad) se transforma poco a poco en Heisenberg. En su cabeza, su incursión en el mundo del narcotráfico de metanfetaminas está plenamente justificada para conseguir su objetivo: dejar a su familia en una posición económica más cómoda si el cáncer le vence. Jimmy McNulty (The Wire) se salta una y otra vez la delgada línea que separa lo correcto de lo ilegal en las calles de Baltimore. Vic Mackey (The Shield) no duda en utilizar la violencia, la extorsión o cualquier medio para llevar a cabo su labor como detective. Jack Bauer (24) no se queda atrás, siempre con recursos para salir de cualquier situación.
Nucky Thompson (Boardwalk Empire) oculta tras su refinada fachada un ser implacable capaz de ordenar cualquier atrocidad para lograr sus objetivos, aunque siempre que puede procura no mancharse las manos de sangre. Dexter Morgan (Dexter) se disfraza de analista forense de la policía de Miami para asesinar por la noche a aquellos con los que la justicia no ha podido. Don Draper (Mad Men) es un hombre hecho a sí mismo que siempre termina tomando las peores decisiones posibles. Y, aunque estábamos hablando de personajes masculinos (ya hablaremos otro día de las mujeres que los acompañan), no puede faltar en la lista Patty Hewes (Daños y perjuicios), abogada sin compasión y corrupta que se guía por su particular sistema de valores.
Ellos han hecho posible que en las historias creadas para la pequeña pantalla nada sea blanco o negro, sino que lo que predominen sean diferentes tonalidades de gris. Han conseguido que, a pesar de saber que son seres despreciables, los espectadores se hayan sorprendido sintiéndose identificados con asesinos, torturadores, traficantes, mafiosos y mentirosos compulsivos. ¿Y si es que todos tenemos en nuestro interior un antihéroe encerrado y las series solo nos lo ponen delante de nosotros?
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