Susanne Klatten, una de las dueñas de la empresa automovilística BMW, en una imagen de enero de 2006. |
'Lady BMW' cayó en las garras del gigoló
Susanne Klatten, heredera de la empresa automovilística alemana, fue extorsionada por un amante que le amenazó con difundir grabaciones de sus escarceos sexuales
JUAN GÓMEZ 9 NOV 2008
Helg Sgarbi tiene un don para las mujeres. Más exactamente, para las millonarias. Oficial del Ejército suizo, licenciado en Derecho, conserva a sus 43 años un aspecto juvenil y cultiva un encanto indefenso que conmueve a mujeres maduras y poderosas. Mujeres como Susanne Klatten, de 46 años, heredera de la empresa automovilística BMW, cuyo patrimonio se estima en 8.000 millones de euros. Esta madre de familia, rubia, delgada y discreta, célebre por su timidez, ha declarado a la policía italiana que Sgarbi, "un hombre fascinante de ojos azules, alto y delgado", le pareció enseguida "muy triste y digno de que lo ayudaran". Nada más conocerlo en el bar de un hotel de la ciudad austríaca de Innsbruck, sintió una "gran cercanía". Era el 17 de agosto de 2007 y, sin que ella lo supiera, acababa de caer en la trampa de una red de chantajistas.
Un 'gurú', cómplice del 'novio', grababa desde una habitación contigua los encuentros entre éste y la rica empresaria
Meses más tarde, Ernano Barretta, acaudalado gurú de una secta local de los Abruzos, en Italia, reconoció, en una conversación grabada por la policía, cuál fue "el mayor error" de su vida: Susanne Klatten, lady BMW, la mujer a la que habían pedido 50 millones de euros a cambio de no divulgar vídeos de su adulterio, no cedía. "¿Tienes idea de quién es? ¡Es demasiado poderosa! ¡La mujer más rica de Alemania!".
Desde que, hace una semana, salió a la luz el chantaje de Sgarbi y Barretta, la heredera de BMW y el gigante químico Altana es, además, la protagonista pública de una historia de infidelidad, engaños, extorsión y lavado de cerebro con cuyo argumento, de puro rocambolesco, costaría arreglar una ficción verosímil.
El gigoló Helg Sgarbi mantuvo relaciones íntimas con Klatten durante ocho semanas. Ahora se sabe que ella sólo fue el pez más gordo que picó el anzuelo de Barretta, del que Sgarbi era el cebo por convicción religiosa.
Ernano Barretta, ex mecánico, charlatán milagrero, es el gurú de la pequeña secta a la que son adeptos Sgarbi y su esposa, Gabriele (de 39 años). Barretta, de 63 años, tiene el refugio Valle Grande, un hotel en Pescosansonesco (Italia), donde sus discípulos trabajaban para él. Además de prestarle servicios sexuales a su capricho, los creyentes debían proporcionar a Barretta determinadas cantidades de dinero. Cuando Sgarbi, abandonados ya su apellido de soltero y su trabajo en el banco Credit Suisse, no pudo satisfacer las demandas financieras, el líder le encargó la caza de millonarias para su extorsión.
La denuncia presentada por Klatten contra su ex amante Sgarbi destapó la trama urdida por el grupo sectario de Barretta entre Zúrich y la localidad italiana de Pescosansonesco para chantajear a mujeres maduras y millonarias. Haber caído en ella le costó a Klatten más de siete millones de euros y, ahora, la publicación mundial de su torpeza. Apenas un año después de que un documental desvelara el pasado nazi de la fortuna familiar, su infidelidad asesta otro grave estacazo a la proverbial discreción de uno de los clanes industriales más poderosos del mundo, los Quandt, del que Klatten forma parte.
Todo empezó el 17 de agosto de 2007 en Innsbruck. El galán Sgarbi abordó a Susanne Klatten. La reconoció por alguna de las escasas fotos que existen de ella en Internet. Empezó así la inopinada amistad entre Susanne Klatten, casada y madre de tres hijos, modelo de discreción y sobriedad, y el sectario cazafortunas Helg Sgarbi. Unos días más tarde se reunieron en la habitación 629 del Holiday Inn de Múnich-Schwabing. Nada de lujos asiáticos: el precio medio para dos personas en este hotel de cuatro estrellas, sin minibar ni suplemento confort, es de 109 euros. Desde la habitación contigua, Barretta grababa con una cámara oculta el apasionado encuentro sexual. Esta excursión al adulterio de clase media fue sufragada, sin duda, por Sgarbi. Klatten no sospechaba que, ya desde el primer día, el delincuente había reservado la habitación 630 para que su compinche Barretta manejara desde allí la cámara de vídeo.
Fueron ocho semanas de "relación sentimental", en palabras de Klatten. Una serie de citas en el Holiday Inn, todas grabadas; una excursión alpina que les proporcionó "días inolvidables" y una salida a Francia. El galán no tuvo que esforzarse demasiado para obtener la simpatía de Klatten, que demostró un natural generoso para su patrimonio, estimado en 8.000 millones de euros.
Cierto día, Sgarbi narró la más grave de sus lastimosas historias. Le contó a su amante que había atropellado a un niño en Estados Unidos. Para mayor desgracia, era el hijo de un mafioso. Le hacía falta mucho dinero para evitar que le asesinaran como venganza. La mujer accedió a prestárselo y le citó el 11 de septiembre de 2007, de nuevo en el Holiday Inn de Múnich, pero esta vez en el garaje, donde sólo pasaron de mano en mano siete millones de euros. Barretta se entusiasmó cuando Sgarbi le entregó aquel "metro cúbico" de billetes de 500 euros.
El 9 de octubre, Susanne Klatten decidió acabar con los encuentros. Así se lo dijo a Sgarbi. Pero éste le envió un mes después un DVD con "imágenes explícitas" de sus citas. Pedía 49 millones de euros y amenazaba con distribuir grabaciones comprometedoras en las empresas, fundaciones y organizaciones en las que ella tiene parte. Si bien es de suponer que alguien tan rico como Klatten siempre cuenta con que puedan quererlo por su dinero, el chantaje enfureció a la empresaria. Klatten quedó en enero pasado con Sgarbi para entregarle el dinero y, antes de que llegara al lugar convenido, el donjuán estaba en manos de la policía austriaca. Diez meses después, medio mundo conoce los detalles de la historia.
La acaudalada Susanne Klatten, nacida Quandt en 1962, está casada con Jan Klatten y, tras la muerte de su padre en 1982, controla el 50,1% de Altana y el 12,5% de BMW; junto con su madre y su hermano Stefan, entre los tres son dueños del 47% del grupo automovilístico. El jueves pasado, Klatten anunció su intención de hacerse con el resto de Altana por 910.000 millones de euros. Sólo los dividendos de estos dos grupos empresariales añaden cada año cientos de millones de euros a su patrimonio. El año pasado, Altana pagó 2.400 millones de euros a su propietaria. La revista norteamericana Forbes, famosa por las listas de personas ricas, incluyó en enero pasado a Susanne Klatten en un reportaje titulado Los multimillonarios de los que usted nunca ha oído hablar. Aparte de su fortuna, el rasgo que mejor ha definido durante décadas a la familia Quandt es la discreción. La riqueza no es nada nuevo para ellos, tampoco los divorcios y las infidelidades; la publicidad, sí.
Rüdiger Jungbluth, autor de La caja fuerte de BMW (Ed. Lid, 2006), es uno de los escasos periodistas que ha entrevistado a los dos herederos de BMW, Stefan y Susanne, hijos de Herbert Quandt y de la mujer con la que éste casó en terceras nupcias, hasta ese momento su secretaria, Johanna Brunn -que hoy cuenta con 82 años-. La impresión de primera mano que obtuvo sobre Klatten se corresponde con lo poco que se sabía de ella antes de su aventura con Sgarbi: "Extraordinariamente disciplinada, extraordinariamente cuidadosa, dedicada al trabajo y del todo reacia a participar en lo que llaman jet-set". De estos rasgos de carácter y de su biografía, que él conoce bien, el periodista Jungbluth deduce que las experiencias de esta semana "deben de estar siendo horribles para ella".
Jungbluth, que reconoce "cierta simpatía" por la heredera, cuenta cómo, una vez obtenido su máster de negocios en una prestigiosa escuela de Lausana, Klatten quiso familiarizarse con su empresa. Bajo el seudónimo de Susanne Kant, trabajó como becaria en la planta de BMW de Ratisbona. Allí conoció al ingeniero Jan Klatten, su actual marido. Desde la boda, en 1990, Klatten se ha dedicado a la administración de sus empresas. Paga los impuestos en Alemania y hace donaciones periódicas a la Unión Demócrata Cristiana (CDU), el partido de la canciller Angela Merkel.
La discreción de los miembros más jóvenes de la familia responde también a que pasaron su adolescencia durante los años de plomo del terrorismo de izquierdas alemán. Jürgen Ponto, banquero asesinado por la Baader-Meinhof en 1977, era buen amigo de Herbert Quandt.
"Vivimos con total normalidad, como muchas otras familias", decía Johanna Quandt en el documental El silencio de los Quandt. Según se mire. Precisamente la retransmisión de ese documental, hace ahora un año, puso a la familia Quandt en boca de millones de alemanes. La dramática cinta muestra las estrechas relaciones entre el patriarca Günther Quandt y el régimen nazi, con el que también colaboró el propio Herbert. Los negocios de su antecesor habían vivido durante la dictadura de Adolf Hitler unos años excelentes debido al rearme y a la utilización de trabajadores esclavos en AFA (después Varta), la empresa familiar por aquel tiempo, que llegó a contar con un campo de concentración propio para una planta de Hannover. La reacción de los Quandt ante la difusión de estos hechos históricos fue tardía y, para sus críticos, poco convincente. El montaje del documental contrapone el llanto de un superviviente con la frialdad algo obtusa de Sven Quandt. El hermanastro de Susanne y primer hijo varón de Herbert exhibe tranquilamente su falta de conmiseración por las miles de víctimas de las inhumanas condiciones de trabajo en fábricas de su padre durante el nazismo. El devastador efecto permite al espectador explicarse por qué Susanne y Stefan prefieren no abrir la boca.
La fortuna de los Quandt se remonta a principios del siglo pasado y a la industria textil prusiana. Herbert Quandt, casi ciego por una enfermedad de retina, pasó sin muchos problemas la desnazificación impuesta por los aliados. Su militancia dentro del NSDAP de Hitler y los horrores del campo de concentración de Hannover no impidieron que retomara sus actividades industriales después de la guerra, igual que hizo su hermanastro Harald, a quien un providencial encierro británico le alejó del suicidio de su madre, Magdalena, que se había divorciado de Günther para casarse años más tarde con el ministro nazi de Propaganda, Josef Goebbels. Antes de suicidarse por miedo al avance del Ejército Rojo hacia Berlín, el matrimonio Goebbels asesinó a sus seis hijos comunes, hermanastros de Harald.
La compra de BMW en 1959 fue el golpe maestro de Herbert, que legó el consorcio a su última esposa y a los dos hijos que tuvo con ella. Susanne y Stefan Quandt nunca han concedido una entrevista regular a periodistas de ningún medio. De su imagen modesta y estilo de vida se dice que se corresponden con la legendaria tacañería familiar. La dueña del 12,5% de BMW conduce un Mini, el automóvil más pequeño de los que fabrica su empresa.
En un pueblo italiano de Los Abruzos, Ernano Barretta llevaba hasta el pasado junio un tren de vida bien distinto. Barretta, autoproclamado "instrumento divino"; su esposa, Beatrice Batschelet (60), y sus hijos Marcello (31) y Clelia (35), convivían en un ostentoso hotel de su propiedad conocido en la región como El Principado. Los Barretta usaban 10 automóviles de las marcas más caras: Lamborghini, Rolls-Royce, Ferrari y Porsche. En Pescosansonesco no rigen los mismos criterios que en la casa de Klatten. Ochenta policías italianos allanaron el recinto en la Operación Secta en junio y se incautaron de 1,7 millones de euros repartidos en escondrijos diversos. Mientras, su peón Sgarbi, el gigoló por encargo, vivía con suma modestia.
Los italianos descubrieron que la extorsión a Klatten no fue la primera: la fortuna y las posesiones del charlatán -decía que podía caminar sobre las aguas y que era el representante de Dios en la tierra- provienen de al menos otras cuatro víctimas de las maquinaciones de Barretta y los encantos de Sgarbi. Como primera reacción a su encarcelamiento, Barretta sostuvo que el chantaje a Klatten fue una venganza por el abuelo de Sgarbi, que, según él, era judío y pasó por un campo de concentración.
Según el portavoz de los Quandt, Klatten decidió denunciar a Sgarbi cuando se percató de que la relación sólo tenía un trasfondo criminal y de que fue exclusivamente venal desde el principio. Lo interesante de esta explicación es que puede inferirse que Klatten había partido de un supuesto amoroso cuando conoció al agente de la secta de Barretta. Diversos medios se han lanzado a buscar explicaciones a su inusitado comportamiento. Tanto el periódico suizo Tagesanzeiger como el alemán Bild consultaron a sendos psicólogos. Comparan a Sgarbi con el libertino vizconde de Valmont. Se habla del sexo, del hipotético enamoramiento de Klatten, de la soledad del poderoso...
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