Diego El Cigala y su esposa, Amparo Fernández |
Diego el Cigala
"Soy celoso
y sufro"
Texto de Esteve Ripoll Allué y foto de David Airob 02/11/2014
Confiesa
el Cigala que ahora su prioridad es “estar pletórico”. En su nuevo disco, el
cantaor de Lavapiés evoca su concierto en el Palau de la Música de Barcelona en
el 2012. Vuelve el flamenco es un homenaje al desaparecido Paco de Lucía, “el
sobrehumano de Algeciras”. Para sentirse aún más feliz, Diego Ramón Jiménez
explica que decidió mudarse a la República Dominicana con su familia. “Allí
puedo quitarme de todo lo que me pueda perjudicar”, asegura el seis veces
ganador de un Grammy Latino. “El flamenco es una quimera, un estado de ánimo.
El boxeador se preocupa por el peso y el cantaor tiene la paranoia de dormir.
Para cantar debo estar relajado”. Con él, hace 23 años, su inseparable esposa:
Amparo Fernández. “Es la mujer que más amo y me ha dado dos hijos maravillosos,
Diego y Rafael. También tengo a Jonathan, de mi primera mujer”, detalla.
Fue
De Lucía quien le unió a su esposa. “Él actuaba, y yo no tenía entrada. Amparo
iba con una amiga, a la que convencí para que me dejara su ticket. Así que cogí
de la mano a Amparo, entramos al concierto y así hasta hoy”, recuerda con su
sempiterna sonrisa. Su esposa es, además, su mánager, “una responsabilidad
fortísima, porque aguantarme a mí tiene tela”, reconoce este “autocrítico y
autodestructivo” artista que, dice, en casa lleva los pantalones. “Dependo de
Amparo, es como mi báculo, pero en mi casa hago lo que me da la gana. En mi
hambre y en mi arte mando yo. Y punto”.
En
la cama, además de descansar, le gusta “hacer deporte”: “Una relación de pareja
sin sexo no es relación. El sexo con la pareja debe hacerse con mucho amor. No
un pim, pam, fuego. Si no, te dan puerta al día siguiente”, afirma el Cigala,
quien admite que antes de su paternidad su vida emocional era un “desastre”, ya
que “sólo vivía por y para el flamenco”.
Para
evitar la monotonía, este madridista acérrimo aconseja “dejar espacios por las
dos partes”. Sin embargo, “aunque me llamen machista, mi esposa es mía y no
quiero que salga de copas por ahí. Si sale es conmigo. Eso sí, yo salgo con mi
amigos”. ¿Celoso? “Sí, y sufro. Si el hombre no tiene celos es porque pasa de
su mujer”. De su experiencia con el sexo femenino ha aprendido que “no hay que
fiarse. Llevo 23 años con mi pareja y es la única persona por la que pondría la
mano en el fuego y no me quemaría”. Pero es taxativo en cuando a la violencia
de género. “El respeto es esencial. A estos individuos yo los dejaría fuera de
la sociedad. El que no quiera vivir con esa persona, ciao, que Dios te guarde y
a mí que no me olvide. Pero el maltrato, nunca”.
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