Julio Ramón Ribeyro
Cuentos de circunstancias
Por Iván Thays |
El País, 27 de junio de 2012
Ribeyro vivió en París durante la época del Boom literario, coincidió con todos los escritores célebres de esos años y ninguno le mezquinó una palabra de elogio. Sin embargo, es uno de los "olvidados" del Boom, quizá porque la fama siempre le fue esquiva o porque, al contrario, fue él quien esquivó a la fama debido a su personalidad anti-Boom: no solo era discreto, inseguro y con una gran "tentación al fracaso" sino que, además, era muy silencioso. El silencio -salvo excepciones- no se lleva bien con el éxito. El escritor peruano regresó a Perú unos años antes de su muerte. Se compró un departamento frente al mar y se rodeó de amigos, cómplices literarios. Además, descubrió que aquí lo admiraban muchísimo: en un homenaje que le brindó una municipalidad, el público que se quedó fuera del recinto lo obligó a mostrar su afilada figura y saludar desde el balcón municipal bajo el coro "Ribeyro es del pueblo". Muchas veces lo vi caminando por el malecón de Barranco; por entonces yo dictaba cursos en un instituto que quedaba frente a su edificio. Su timidez se mezcló con mi propia timidez y nunca me acerqué a agradecerle sus obras. Ahora me arrepiento. Cuando Ribeyro murió había recibido, meses antes, el premio de la FIL Guadalajara, cuando se llamaba "Premio Juan Rulfo". No llegó a recogerlo, pero sí pudo disfrutar que celebraran su calidad también fuera del país.
Aunque la obra de Ribeyro que prefiero son los fragmentos, ideas y aforismos reunidos en Prosas apátridas, sin duda fue un cuentista prolífico que redactó algunas piezas memorables. El espíritu de la Euro2012 me ha poseído, así que dejo aquí un once titular: mis once cuentos favoritos de Julio Ramón Ribeyro. Una guía para no iniciados.
1. Los gallinazos sin plumas: Una relato que parece el guión de una película neorealista urbana italiana. Dos niños que recogen basura para alimentar un chancho. El animal más grande se engulle siempre al más pequeño. Los niños, gallinazos sin plumas, se defienden, pero la ciudad tiene las fauces más abiertas.
2. Por las azoteas: Fue el primer cuento que leí de Ribeyro. y la primera vez que lloré frente a un cuento. Lo releí muchas veces durante el colegio y nunca dejé de lagrimear. La relación entre el niño y el abuelo jubilado es perdurable.
3. Espumante en el sótano: Siempre me pareció extraordinaria la capacidad de Ribeyro para retratar una situación con detalles. Cuando el protagonista de este cuento llega a su centro laboral, para auto-celebrar sus 25 años en la empresa, con unas empanadas bajo el brazo y una botella de espumante bajo el otro, el lector termina conmovido y asbolutamente rendido antes de que acabe el cuento.
4. Las botellas y los hombres: Un padre y un hijo se enfrentan, en una pelea ritual que no solo resume la complejidad del amor filial sino además el proceso de transformación en que el hijo se convierte en padre y protector. La última escena, cuando le coloca un anillo al cuerpo vencido del padre, es épica.
5. La primera nevada: El mejor cuento que he leído, de cualquier autor, sobre el exilio. Un peruano tímido se deja apabullar por otro peruano, vividor y decidido, que invade su departamento. El cuento avanza en una tensión impresionante entre ambas formas de vivir el exilio y termina con una nevada que solo es la primera que caerá en sus vidas.
6. Silvio en el rosedal: Aunque no me gusta toda la arquitectura simbólica, demasiado obvia, detrás del cuento, lo cierto es que la historia resulta maravillosa cuando descubrimos que Ribeyro ha querido enseñarle a su protagonista que solo se puede vivir en el presente. En el presente no existe felicidad ni amargura, solo paz. Una enorme lección de vida.
7. Alienación: La historia de un joven mulato que quiere transformarse en un gringo, impulsado por el amor a una chica y por su deseo de triunfar en un mundo de blancos. Aparece en ese relato una frase de construcción memorable: "Precisemos que se llamaba Roberto, que años después se le conoció por Boby, pero que en los últimos documentos oficiales figura con el nombre de Bob. En su ascensión vertiginosa hacia la nada fue perdiendo en cada etapa una sílaba de su nombre."
8. Al pie del acantilado: Muchos consideran este cuento, donde una familia sin recursos intenta resistir la dureza de la ciudad, como el único cuento de Ribeyro donde los personajes no fracasan. Aunque la vida los trate con rudeza, ellos son "como la higuerilla" y siempre resistirán.
9. La insignia: Un cuento breve, fantástico, de inspiración kafkiana. Un sujeto encuentra una insignia en un basurero que le cambia la vida. Al final, aunque el cuento se ubique en una realidad absurda, no cabe duda que, como en las mejores ficciones fantásticas, es un espejo de la realidad-real. Todos llevamos una insignia puesta para movernos en una vida que no nos gusta ni entendemos.
10. El profesor suplente: El personaje más estremecedor de su obra es este "profesor suplente", un hombre sin fortuna a la que un día se le da una oportunidad, reemplazar a un profesor de historia, que él desperdicia dando vueltas por las calles y por sus pensamientos, sin virtud alguna, hundido en sus temores. Si fuera alcohólico, podría ser un personaje de Joseph Roth. El retrato mismo del fracaso y las cabes que nos ponemos a nosotros mismos.
11. Solo para fumadores.- Un cuento extraordinario sobre el vicio. Alrededor del acto de fumar se cuentan anécdotas, algunas autobiográficas, donde el cigarrillo se convierte en dueño de la vida de quienes lo consumen. El relato está lleno de divagaciones y digresiones. Pronto entendemos que habla de cigarrillos pero se refiere, sobre todo, del gran vicio (o "dulce condena" como diría Onetti) que es el acto de escribir. Ribeyro nos ha dejado su arte poética.
Ivan Thays. (Lima, 1968) Autor del libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer y las novelas Escena de caza, El viaje interior, La disciplina de la vanidad, Un lugar llamado Oreja de Perro, Un sueño fugaz y El orden de las cosas. Ganó en el 2001 el Premio Principe Claus. Fue finalista del premio Herralde 2008. Fue considerado dentro del grupo Bogotá39 por el Hay Festival. Sus novelas han sido traducidas al francés, italiano y portugués. Dirigió durante siete años el programa televisivo Vano Oficio. Actualmente administra el comentado blog Moleskine Literario
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