Julio Ramón Ribeyro |
Julio Ramón Ribeyro
PROSAS APÁTRIDAS
Un libro sin patria literaria
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A veinte años de su muerte, el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, es quizás de los escritores más entrañables de la literatura peruana y latinoamericana. Siempre de perfil bajo y con un cigarrillo en los labios o entre los dedos escribió y describió a través de su obra el lado difuso, incomprensible en que las personas a veces solemos estar en determinados momentos.
Ribeyro empieza a cruzar fronteras, poco antes de que muriera y ganara el Premio Juan Rulfo de 1994 (aun así todavía no es tan conocido, pero si ya muy respetado); es autor de ‘La palabra del mudo’, que es el libro que contienen toda su obra cuentista y por la que se hizo conocido, además de publicar piezas teatrales, tres novelas y un ensayo entre otras cosas, tiene en su haber un libro, a lo mejor el menos comprendido, pero a su vez el más contundente titulado: ‘Prosas apátridas’.
Prosas apátridas es, tal vez, uno de los mejores textos sobre ideas, percepciones de la realidad y conocimiento del entorno, que se ha publicado en años. Este es obviamente una impresión muy mía, tiznada quizás por la admiración que tengo hacia el escritor, pero no creo que desacertada.
Se titula apátridas, porque tal como dice el escritor son textos: “sin patria literaria… ningún género quiso hacerse cargo de ellos… Fue entonces cuando se me ocurrió reunirlos y dotarlos de un espacio común, donde pudieran sentirse acompañados y librarse de la soledad”.
Temas como el tiempo, la edad, el sexo, el amor, la tristeza, la soledad, la vida misma se ven enriquecidas en cada página del libro, por ejemplo:
“Debo reprimir en mí una tendencia cada vez más acentuada hacia la caridad que me conduce a una santidad secreta y sin esplendor. Santidad sospechosa, además, pues, como dice Melville, no hago sino reservarle golosinas a mi conciencia. Ahora por ejemplo, dedicarle a la portera cinco minutos de conversación, cuando en casa me aguardaba trabajo y preocupaciones .Simplemente porque medio pena verla sola en su loge y pensé que lo único que esperaba, lo que podía iluminar su día declinante, minado por tantos trajines, eran las palabras de un inquilino. Y las palabras que ella aguardaba: el mal tiempo, la carestía de todo, etc. Tomó la conversación con entusiasmo, sus ojitos brillaron, se desarrugó, algo extinguido en ella empezó a flamear y no dudo de que al acostarse encontrará esta noche menos sucios los muros de su cuarto y menos fría su cama de horrible vieja viuda” (Ribeyro. p.120).
Podemos establecer solo en ese texto existe la interrelación entre la soledad y el hastío, incluso la misericordia y el contraste entre la belleza y la posición del autor frente a ella. Y es que Ribeyro por su propia forma de vivir podría considerarse un ser marginal, que son los que pueblan la mayoría de sus cuentos, incluso de sus tres únicas novelas que publicó: ‘Los Geniecillos Dominicales’, ‘Cambio de guardia’ y ‘Crónica de San Gabriel’.
Las prosas apátridas son en realidad pensamientos, ideas, aforismos de un hombre flaco (como lo fue el escritor) caminando por las calles de París (la mayoría de los textos son situados allí), Lima o en una buhardilla u habitación donde solía escribir.
“El lado del carril de la vida, por donde todos andamos, hay una vía paralela, que eligen solo los iluminados. Vía expresa, no se detiene en ninguna estación ni se deja tentar por las delicias del paisaje. Ella lleva directamente a su término y en el plazo más corto, pues el tiempo que la gobierna no es el que figura en nuestros relojes. ¿Quién no ha estado tentado alguna vez de seguirla? He conocido a héroes precoces, drogados inclementes, que desdeñaron la senda ordinaria, por su prisa desesperada de llegar, centelleando, a la muerte” (Ribeyro, p.69).
El protagonista es Julio Ramón Ribeyro o una representación del él mismo a través de sus observaciones sobre cualquier cosa que no resulta intrascendente.
Pero analicemos un poco más. Si bien el escritor nos da señales de que es un libro que carece de patria literaria, a su vez puede ser el que representa la totalidad de sus escritos. Es decir, existe una especie de interrelación entre la forma como mira el escritor el mundo en las prosas y ello puede significar a su vez lo que constituye la mayor parte de su obra que son sus cuentos, sin menospreciar sus tres novelas, solo tres, nada más(si analizamos a la vastedad novelas publicadas por escritores de su generación y posterior), hay una correlación entre este libro y los demás de su autoría, como los diarios reunidos en un título llamado: ‘La Tentación al fracaso’, o ‘Los dichos de Luder’, libro que se acercaría mucho a las prosas estamos haciendo mención.
Las Prosas apátridas son fragmentos que constituyen una forma de escribir, como diría Gallegos Santiago en un estudio sobre el texto del escritor:
“(…) la irrupción de lo múltiple e indeterminado, el pensamiento que rechaza el sistema, los centros, lo acabado; la escritura fragmentaria es aquella que se escurre, inasible a cualquier pretensión clasificatoria y, desde su supuesta marginalidad cuestiona las verdades estables, las totalidades firmes y los viejos dogmatismos. Todo texto bajo esta perspectiva es algo parcial que nunca se completa. Las ilusiones de totalidad o de cierre de los géneros convencionales solo son posibles si las entendemos como “totalidades parciales” de algo que nunca se llega representar totalmente”. (Gallegos. p. 58)
Ribeyro no perteneció al boom latinoamericano de la literatura y empezó a ser reconocido, como mencionamos párrafos arriba, poco antes de morir, en ese sentido, este libro que si bien puede ser una extensión del pensamiento ribeyriano, si nos centramos en la idea de que la libertad del hombre consiste en determinar sus actos, Julio Ramón ha sido capaz de reunir una serie de fragmentos que configuran una especie de conciencia sobre aquello que sucede alrededor, no procura establecer nexos entre uno y otro fragmento la idea es describir lo que ve, lo que siente, Erich Fromm quizás nos explica mejor sobre ello, en su Psicoanálisis de la sociedad contemporánea:
“El hombre solo puede realizarse a sí mismo si está en contacto con los hechos fundamentales de su existencia, si puede experimentar la exaltación del amor y de la solidaridad lo mismo que el hecho trágico de su soledad y carácter fragmentario de su existencia”. (Fromm, p. 124)
¿No son acaso estos fragmentos de las Prosas Apátridas una forma de entender el mundo en sus más mínimos y desconcertantes detalles? Ribeyro se emociona, razona, explica, busca explicaciones, procura fomentar ideas que se le ocurren en determinados momentos, momentos que pueden ser vistos, si contextualizamos esta nota, como fragmentos de la existencia humana, tal como sugiere Fromm.
Cada situación tiene un tipo de consecuencia algo que se puede distinguir, que se puede apreciar, Ribeyro no deja escapar aquello que de repente ve y presume que forma parte de algo que está más allá de una simple vista, no se trata de un pesimismo propiamente dicho, sino de establecer un contacto consigo mismo y con lo que le rodea en una circunstancia determinada:
“Esas horas usadas en la espera –la habitación a oscuras, fumando, la plaza desierta-, esas horas sustraídas al reposo, al trabajo, al placer, nadie me las devolverá ni me las recompensará. Horas sin compañía ni testigos, solo yo las conozco, horas muertas peores que la muerte. Ellas me han laminado, cepillado, convertido en un sucio aserrín” (Ribeyro, p.135).
Finalmente a Julio Ramón Ribeyro hay que leerlo, es un escritor que matiza la belleza de su prosa con aquellas situaciones que pueden resultar grotescas, tristes, rimbombantes, tragicómicas, secundarias, y por tanto le da podio especial a lo insignificante. He allí la importancia de su obra y en espacial de las ‘Prosas apátridas’porque hace de las casualidades o las circunstancias un momento significativo del que se puede decir algo.
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