sábado, 1 de noviembre de 2014

Pablo Gallo / El libro de voyeur



Pablo Gallo
EL LIBRO DEL VOYEUR 

Pablo Gallo
El libro del voyeur
Ediciones del Viento, A Coruña, 2010

Al enfrentarnos al título de este libro, y antes de haberlo leído, inmediatamente se ponen en marcha las asociaciones más básicas dentro de nuestro bagaje de experiencias, lecturas o imágenes cinematográficas relacionadas con la palabra voyeur. Porque, ¿qué es un voyeurVoyeur es quien mira a distancia, quien necesita precisamente de una distancia y un molde para sentir placer, para que se dispare en él el mecanismo de la excitación sexual. El voyeur necesita ver de lejos, y ver a través. El molde que ha de atravesar su vista viene a ser casi imprescindible, es el marco a través del cual el voyeur contempla la figura o figuras que se unen, que se desnudan, o que simplemente se mueven o yacen quietas, y que en nuestra imaginación va asociado por lo general al ojo de la mirilla, la ventana, el quicio de la puerta entreabierta o las lentes de un prismático, imágenes clásicas tanto en la pornografía más cochambrosa como presentes en una de las escenas más escabrosas de la historia del cine, que es la escena final de Salò o los 120 días de Sodoma de Pier Paolo Pasolini. En ella, a través del ojo del prismático, asistimos como espectadores, junto con los protagonistas, a la culminación de la tortura y vejación sexual de los jóvenes prisioneros de Salò. El molde es lo que se acopla al ojo, también en su forma, de tal manera que se superponen y se vuelven una única figura. A través de ese ojo superpuesto se consuma el acto voyeur por excelencia, que es el de espiar a fin de alimentar las   propias fantasías, las inenarrables por prohibidas o narrables por impracticadas.




George Bataille (Foto: Wikipedia)
Una novela en la que el ojo aparece de manera explícita como símbolo hecho carne de lo que, precisamente, no puede ser visto, es la famosa Historia del ojo de Georges Bataille (1928), que se considera una de las obras cumbres de la literatura erótica. En ella ya el ojo no es el cauce de la visión sino que se convierte propiamente en un objeto, un fetiche y cónclave de referencia constante que al final de la novela se vuelve real, pues se secciona el ojo de uno de los personajes y se le hace participar, mezclándose con sus cuerpos, del propio acto orgiástico en el cual están sumidos los dos adolescentes protagonistas mientras un aristócrata inglés los contempla. Cabe decir que una referencia a la Historia del ojo aparece dentro de El libro del voyeur, concretamente en el texto número 17, que firma Gabriel Báñez.


En el caso del libro del pintor Pablo Gallo (A Coruña, 1975), el ojo es el molde de la forma circular de las 69 ilustraciones que lo pueblan (sin contar los retratos de los 69 autores) y el ojo aparece también inserto en la portada, detrás de una hipotética mirilla, apuntando hacia el lector de forma acusadora e inocente a la vez. En su interior encontramos personajes de toda clase, parejas y mujeres y hombres solos componiendo las escenas más diversas, que a veces interpelan sorprendidos al ojo escrutador y otras veces carecen de mirada, practicando el sexo o dejando caer su desnudez por las páginas. Aquello que alcanzamos a ver coincide con lo que puede captarse a  través de la forma limitada que talla y cierra los dibujos; las escenas son parcas, cortadas y, por ello, irremediablemente abiertas a la  sugerencia.




Pablo Gallo (Foto: La Voz de Galicia)
Y no es, en El libro del voyeur, el ojo el fetiche, sino los libros que asoman por buena parte de los dibujos, incorporando la lectura como acto erótico y el libro o las pilas de libros como objetos que acompañan a los cuerpos y también intervienen en las escenas de sexo, en una extraña y llamativa hibridación. Esto hay que decir que parece ser una fijación constante de la obra pictórica de Pablo Gallo, pues en otras de sus obras también aparece la lectura como acto fundamental, a veces compulsivo, de las figuras a menudo solitarias que irrumpen en sus cuadros. Por lo tanto, el diálogo entre la lectura y lo erótico también entra a formar parte de los textos de los escritores escogidos para el libro, en ocasiones de manera ornamental y otras, las más interesantes, de manera determinante en la trama que se propone. La lectura de libros aparece en algunos textos en forma de instrucciones de un juego sexual, en otros como fuente de excitación de las figuras lectoras; en algunos casos los libros son asilo de personajes que literalmente los habitan o salen de ellos, y en otros los personajes son escritores o críticos literarios, o reciben como dádiva un libro que dispara la acción del texto en un sentido erótico.
En El Libro del Voyeur tenemos, por tanto, 69 dibujos y 69 textos breves de distintos escritores españoles e hispanoamericanos que abarcan varios géneros: poesía, prosa, microrrelato, descripción de escenas y diálogos fragmentarios que van unidos a las imágenes. Algunos de los textos constituyen una unidad cerrada en sí misma y otros, en cambio, parecen páginas arrancadas de un grueso mayor, bocetos o trazos que apuntan a un posterior despliegue.


La nómina de autores es heterogénea y variada, cuenta con nombres como el de Claudia ApablazaLeonardo ValenciaSofía CastañónIván HumanesPatricia Esteban Erlés,Andrés Neuman, el misterioso Antonio  Casas RosEstíbaliz EspinosaJulián Rodríguez,Camilo BrodskyFlavia CompanyPatricia de SouzaAlex Nortub o Hernán Migoya, por citar solamente a algunos de la larga lista; también hay que decir que algunos de ellos están de plena actualidad literaria por  publicaciones recientes o por llegar. El hecho curioso ha sido que la dirección de la propuesta ha ido del dibujante a los escritores y no de los escritores al dibujante, como suele ocurrir más a menudo: de algún modo, los 69 autores han “ilustrado” la obra de Pablo Gallo, pues fue él quien en primera instancia contactó con ellos y les mostró sus dibujos, a partir de los cuales se escribieron los textos que componen el libro.


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