El ‘mundo neurótico’ de Guadalupe Nettel
gana el Herralde de Novela
'Después del invierno' narra la historia de un hombre y una mujer de ambientes muy diferentes. Manuel Moyano, finalista.
CARLES GELI Barcelona 3 NOV 2014 - 16:27 CET
Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973), en el pelotón de cabeza de la nueva narrativa de su país, tiene en su credo que, visto de cerca, nadie es normal. “Me gusta enfocar lo que la gente cree anormal, lo que esconde, lo que piensa que son defectos; disfruto describiendo sus manías y obsesiones, seguramente para no sentirme así tan sola”. Por eso quizá la mejor manera de definir su última obra, Después del invierno, sea aseverando que es “un encuentro chocante entre dos neuróticos”, con la que ha obtenido el 32 premio Herralde de novela, con sus respectivos 18.000 euros, que convoca editorial Anagrama.
“No entiendo cómo no soy del Institutum Pataphysicum Granatensis”, bromea en Barcelona Nettel con el no menos particular currículo del español Manuel Moyano (Córdoba, 1963), que ha quedado finalista del galardón con la novela El imperio de Yegorov, pesadilla distópica a partir de la enfermedad parasitaria que una estudiante de antropología contrae en Papúa Nueva Guinea y que acabará desembocando en un thriller político pespunteado por reflexiones sobre la fugacidad de la existencia humana.
Claudio, cubano afincado en Nueva York y que trabaja en una editorial (“es un personaje obsesivo, con unos rituales que ejecuta inexorablemente”), y Cecilia, una estudiante mexicana residente en París (Nettel vivió más de cinco años en la capital francesa y casi 15 en Francia) van dejando traslucir sus neurosis y fobias, que se acabarán entrecruzando en París. “En la vida chocamos con otra persona y a veces nos la trastoca por completo”, fija como génesis de la novela Nettel. O sea, en perfecta sintonía con su obra narrativa anterior, en la que destacan las novelas El huésped (con la que ya quedó finalista del premio en 2005) y la más autobiográfica El cuerpo en que nací (2011). Por eso no es de extrañar que los dos narradores sean emigrantes y sientan una incomodidad existencial: “Están en un país de prestado, no pertenecen al lugar al que quizás uno quiere estar o ser”. Ni tampoco la presencia de la muerte, ambos narradores fascinados –como la autora- por los cementerios. “Sí, tengo cierta afición a ellos, quizá consecuencia de que me gusta ir a rescatar a los muertos que siempre nos acompañan y, a su modo, nos rescatan”.
Es inevitable rastrear en toda su obra la biografía de Nettel, marcada como ella misma ha reconocido, por sus problemas de visión reducida, que moldearon su infancia. “No es tan autobiográfica como El cuerpo en que nací, pero si hay retazos de mis experiencias”, admite, en el marco de arrancar siempre en sus obras de “historias reales y, a partir de ellas, explorar otras posibilidades, de cómo las cosas pueden ir a peor”. Se hace suyo la escritora mexicana la imagen que construyó su compatriota Juan Villoro de que la hiena debería ser la diosa de la escritura. “Me alimento de pedazos palpitantes de vidas de otros y esta es una novela de rapiña también: son fragmentos de vidas de otras personas, es un collage de varias existencias”. Apenas la música de Nick Drake (favorita de la protagonista y de su creadora) o de Miles Davis o de Keith Jarrett mitiga en la hasta ahora su novela más larga esas inquietantes obsesiones; seguramente las refuerza.
Algo de escritura inquietante, como alguna extraña afiliación de su vida, tiene también la obra finalista de Moyano, cuya base, admitió, escribió “en apenas dos semanas”, fenómeno que atribuyó, bromeando, a su residencia en la localidad murciana de Molina de Segura, donde cayó el meteorito más grande de España (diciembre de 1858) y génesis de la explicación paranormal de que hayan tantos escritores de esa localidad (Lola López Mondéjar, Jerónimo Tristante…), la mayoría adscritos a la Muy Noble y Muy Leal Orden del Gran Meteorito de Molina de Segura.
El tema de El imperio de Yegorov alimenta lo extraño: la enfermedad parasitaria que una expedicionaria contrae en 1967, y del que alguien pretende sacar rentabilidad económica, acaba convirtiéndose en una distopía en una historia sin voz narradora omnisciente reconocible y que es contada siempre a partir de textos: desde prospectos farmacéuticos a SMS, pasando por cartas o testamentos. “Me gustaba jugar con la deconstrucción pero narrando una historia tradicional, un thriller, insinuado sólo las famosas puntas del iceberg de una historia como definió Hemingway”, sitúa el autor, más asiduo de los relatos, y que debutó con El amigo de Kafka (2001), con el que obtuvo el premio Tigre Juan.
Ingeniero agrónomo de profesión, Moyano es también “sátrapa trascendente” de ese Institutum Pataphysicum Granatensis que tanto seduce a Nettel y que parece seguir la del movimiento que creó en 1893 el escritor Alfred Jarry. “Se puede tomar como una chorrada o como una derivada del surrealismo; el Instituto Patafísico sigue a Jarry y aborda la ciencia de las excepciones; yo fui desocultado”, dice el autor de Dietario mágico (2002), fruto de un trabajo de campo sobre la curandería.
Nettel (cuya novela se publicará, como la finalista, el próximo 19 de noviembre) es el octavo autor de los últimos diez ganadores que procede de América Latina y el quinto mexicano en obtener el Herralde (tras Pitol, Villoro, Sada y Enrigue). ¿Qué ocurre en México con esa eclosión de escritores? “Con la literatura no lo sé, pero en la vida cotidiana es desastroso; México es hoy mi idea del infierno: en los últimos ocho años han desaparecido 30.000 personas y cada día no se hace más que encontrar fosas y fosas llenas de cadáveres torturados o calcinados; esa violencia ya se ha extendido tanto que ya no quedan estados a resguardo; ni en México capital: en mi hasta ahora tranquilo barrio de Coyoacán la semana pasado hubo dos asesinatos”.
Esa extensión de la violencia también se da en los feminicidios, que han trascendido la escenografía de la tristemente célebre Ciudad Juárez. “A lo largo del recorrido más o menos establecido de los inmigrantes que intentan cruzar la frontera para ir a EEUU, con su famoso tren apodado La bestia, si eres mujer tienes el 99% de posibilidades de ser, cuanto menos, violada”, constata Nettel, que recomienda sobre el tema el documental de Marcela Zamora, María en tierra de nadie. La violencia en la obra de Nettel es más soterrada y circunscrita al ámbito familiar, pero no ha de extrañar esa presencia ni la de lo oscuro o lo anormal; en el fondo, todo ello es, tristemente, lo más normal.
EL PAÍS
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