Sueño de catedral Barranquilla, 2011 Fotografía de Triunfo Arciniegas |
ANTE LA LEY
Franz Kafka / Devant la Loi (Cuento en francés)
Franz Kafka / Davanti alla legge (Cuento en italiano)
Franz Kafka / Davanti alla legge (Cuento en italiano)
-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.
La puerta que da a la Ley está abierta, como de
costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para
espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:
-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de
entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el
último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno
más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo
mirarlo siquiera.
El campesino no había previsto estas
dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al
fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su
barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El
guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.
Allí espera días y años. Intenta infinitas veces
entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián
conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas
otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores,
y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se
ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea,
para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:
-Lo acepto para que no creas que has omitido
ningún esfuerzo.
Durante esos largos años, el hombre observa casi
continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el
único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los
primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo
murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga
contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello
de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente,
su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo
engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que
surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida.
Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su
mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al
guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer
su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él,
porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el
tiempo, para desmedro del campesino.
-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres
insaciable.
-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el
hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo
pretendiera entrar?
El guardián comprende que el hombre está por
morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice
junto al oído con voz atronadora:
-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era
solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.
Vor dem Gesetz
Franz Kafka
Vor dem Gesetz steht ein Türhüter. Zu diesem Türhüter kommt ein Mann vom Lande und bittet
um Eintritt in das Gesetz. Aber der Türhüter sagt, daß er ihm jetzt den
Eintritt nicht gewähren könne. Der Mann überlegt und fragt dann, ob er also
später werde eintreten dürfen. "Es ist möglich", sagt der Türhüter,
"jetzt aber nicht."
Da
das Tor zum Gesetz offensteht wie immer und der Türhüter beiseite tritt, bückt
sich der Mann, um durch das Tor in das Innere zu sehn. Als der Türhüter das
merkt, lacht er und sagt: "Wenn es Dich so lockt, versuche es doch, trotz
meines Verbotes hineinzugehn. Merke aber: Ich bin mächtig. Und ich bin nur der
unterste Türhüter. Von Saal zu Saal stehn aber Türhüter, einer mächtiger als
der andere. Schon den Anblick des dritten kann nicht einmal ich mehr
ertragen."
Solche
Schwierigkeiten hat der Mann vom Lande nicht erwartet; das Gesetz soll doch
jedem und immer zugänglich sein, denkt er, aber als er jetzt den Türhüter in
seinem Pelzmantel genauer ansieht, seine große Spitznase, den langen, dünnen,
schwarzen tatarischen Bart, entschließt er sich, doch lieber zu warten, bis er
die Erlaubnis zum Eintritt bekommt.
Der
Türhüter gibt ihm einen Schemel und läßt ihn seitwärts von der Tür sich
niedersetzen.
Dort
sitzt er Tage und Jahre.
Er
macht viele Versuche, eingelassen zu werden, und ermüdet den Türhüter durch
seine Bitten. Der Türhüter stellt öfters kleine Verhöre mit ihm an, fragt ihn
über seine Heimat aus und nach vielem andern, es sind aber teilnahmslose
Fragen, wie sie große Herren stellen, und zum Schlusse sagt er ihm immer
wieder, daß er ihn noch nicht einlassen könne.
Der
Mann, der sich für seine Reise mit vielem ausgerüstet hat, verwendet alles, und
sei es noch so wertvoll, um den Türhüter zu bestechen. Dieser nimmt zwar alles
an, aber sagt dabei: "Ich nehme es nur an, damit Du nicht glaubst, etwas
versäumt zu haben."
Während der vielen Jahre beobachtet
der Mann den Türhüter fast ununterbrochen. Er vergißt die andern Türhüter, und
dieser erste scheint ihm das einzige Hindernis für den Eintritt in das Gesetz.
Er verflucht den unglücklichen Zufall, in den ersten Jahren rücksichtslos und
laut, später, als er alt wird, brummt er nur noch vor sich hin. Er wird
kindisch, und, da er in dem jahrelangen Studium des Türhüters auch die Flöhe in
seinem Pelzkragen erkannt hat, bittet er auch die Flöhe, ihm zu helfen und den
Türhüter umzustimmen.
Schließlich
wird sein Augenlicht schwach, und er weiß nicht, ob es um ihn wirklich dunkler
wird, oder ob ihn nur seine Augen täuschen. Wohl aber erkennt er jetzt im
Dunkel einen Glanz, der unverlöschlich aus der Türe des Gesetzes bricht. Nun
lebt er nicht mehr lange.
Vor
seinem Tode sammeln sich in seinem Kopfe alle Erfahrungen der ganzen Zeit zu
einer Frage, die er bisher an den Türhüter noch nicht gestellt hat. Er winkt
ihm zu, da er seinen erstarrenden Körper nicht mehr aufrichten kann. Der
Türhüter muß sich tief zu ihm hinunterneigen, denn der Größenunterschied hat
sich sehr zuungunsten des Mannes verändert.
"Was
willst Du denn jetzt noch wissen?" fragt der Türhüter, "Du bist unersättlich.
" "Alle streben doch nach dem Gesetz", sagt der Mann,
"wieso kommt es, daß in den vielen Jahren niemand außer mir Einlaß
verlangt hat?"
Der
Türhüter erkennt, daß der Mann schon an seinem Ende ist, und, um sein
vergehendes Gehör noch zu erreichen, brüllt er ihn an: "Hier konnte
niemand sonst Einlaß erhalten, denn dieser Eingang war nur für Dich bestimmt.
Ich gehe jetzt und schließe ihn."
ANTOLOGIA DE CUENTO UNIVERSAL
James Joyce / Los muertos
Juan Carlos Onetti / La cara de la desgracia
Patricia Highsmith / La heroína
Federico Fellini / Bianchina
Julio Cortázar / El perseguidor
Ray Bradbury / El que espera
James Joyce / Los muertos
Juan Carlos Onetti / La cara de la desgracia
Patricia Highsmith / La heroína
Federico Fellini / Bianchina
Julio Cortázar / El perseguidor
Ray Bradbury / El que espera
Gabriel García Márquez / Un señor muy viejo con unas alas enormes
Romain Gary / Los pájaros van a morir al Perú
Guy de Maupassant / El collar
Villiers de L'Isle-Adam / La esperanza
Franz Kafka / Ante la ley
Jorge Luis Borges / Las ruinas circulares
W.W. Jacobs / La pata de mono
Raymond Carver / Tres rosas amarillas
Alice Munro / Ver las orejas del lobo
Oscar Wilde / El cumpleaños de la infanta
Milan Kundera / El falso autostop
Jhumpa Lahiri / Una medida temporal
Ernest Hemingway / Las nieves del Kilimanjaro
Juan José Arreola / La migala
Katherine Mansfield / La fiesta en el jardín
Romain Gary / Los pájaros van a morir al Perú
Guy de Maupassant / El collar
Villiers de L'Isle-Adam / La esperanza
Franz Kafka / Ante la ley
Jorge Luis Borges / Las ruinas circulares
W.W. Jacobs / La pata de mono
Raymond Carver / Tres rosas amarillas
Alice Munro / Ver las orejas del lobo
Oscar Wilde / El cumpleaños de la infanta
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Jhumpa Lahiri / Una medida temporal
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