lunes, 21 de abril de 2014

Aída García Márquez / Las primeras manifestaciones de un genio

El joven Gabriel García Márquez

Aída García Márquez

Las primeras manifestaciones de un genio  

7:08 p.m. | 19 de Abril del 2014
Las primeras manifestaciones de un genio
Gabriel García Márquez, en su adolescencia, en el Liceo Nacional de Zipaquirá.


Pasajes de la niñez al lado de su hermano en 'Gabito, el niño que soñó a Macondo'. Fragmento.

Todas las influencias que recibió Gabito desde niño se manifestaron en su mente precoz y formaron el genio de Macondo.
Cuando del Montessori o Infantil (su primer colegio) pasó a la escuela primaria, fue el líder de su casa y de sus hermanos menores, pero, por encima de todo, era el director de orquesta que manipuló a sus mejores amigos o compañeros de clase, entre los que se encontraban Guillermo González, Luis Carmelo Correa, Franco Iriarte y, por supuesto, su hermano Luis Enrique.
Los lugares preferidos para manifestar sus aptitudes eran el patio de la casa de los abuelos, la de Franco Iriarte y el solar de los Correa García, situado en la parte de atrás del jardín de las begonias, en donde Gabito era el líder de la actividad.
Director de cine
Estimulado por el abuelo, asistía al cine a ver películas propias de su edad. Esas películas las imitaba: primero hacía el texto de la película o guion. Un cuaderno cuadriculado lo dividía en cuadros y en ellos iba dibujando los personajes; los enumeraba siguiendo una secuencia de la historia que quería representar, o sea, la película. Con lo anterior demostraba su ingenio hacia este medio de comunicación: el cine.
Autor de tiras cómicas
Esta disposición fue tal vez inducida por Luisa Santiaga (mamá), quien desde pequeños nos leía las tiras cómicas del dominical y luego nos interrogaba para ver qué tanto entendíamos. Entre esas aparecía una titulada ‘Sea usted el juez’, luego nos preguntaba quién tenía la razón en tal acción y Gabito siempre descubría la respuesta precisa. Luego hacía sus propias tiras cómicas con dibujos bien elaborados.
Caricaturista
A nosotros nos dibujaba y resaltaba la expresión más característica: llanto, rabia, sorpresa, sonrisa.
Fotógrafo
A sus compañeros les decía: ‘Lucho, Guillo, quédate quieto que te voy a tomar una foto’. Se colocaba en una mesa, con un paño negro se tapaba la cabeza y hacía el gesto del fotógrafo de prender y apagar; enseguida dibujaba al amigo y le entregaba su foto.
Esta actividad de fotógrafo le gustaba tanto que el primer año que estudió en Barranquilla, en el colegio San José, ya la familia vivía en Sucre (Sucre), y en diciembre, cuando regresó, llevó todos los elementos para montar un sencillo laboratorio para desarrollar películas; en el baño del segundo piso de la casa organizó su cuarto oscuro y allí revelaba sus rollos de fotografías. Este hobby también lo tuvo Luis Enrique y luego, cuando creció y vivía en Cartagena, fue el primero que revelaba las fotos en color.
Dibujante de comerciales
El Tokyo era el nombre de una tienda situada en una esquina en la Calle de Santana, entre Topacio y Alondra, donde vivió la familia García Márquez en el año 1938. Gabito todavía era un niño que tenía 11 años.
El dueño del negocio era un señor de apellido Castellano y le pidió a Gabito que le dibujara un comercial para la venta de los helados, y él sin pensarlo dibujó al dueño del negocio y al frente a un niño con la mano extendida diciéndole al papá: ‘Dame un centavo para comprar helado’, y al papá lo representó con la mano dentro de su bolsillo.
Pintor
Una faceta poco conocida de mi hermano mayor: dibujante de un cuaderno con flores y figuras para niños de preescolar.
La hija de mi tío Eliécer, Valentina García, conservó toda su vida este cuaderno de dibujos realizados por Gabito. Al fallecer ella, quedó en poder del doctor Patricio García, nieto de mi tío Eliécer y este, hermano de mi abuela Argemira García. Estos dibujos fueron hechos con plumilla y tinta china.
En la misma forma demostró su bella caligrafía en un cuaderno de poesías copiadas de diferentes poetas reconocidos. Se dice que quien tiene buena caligrafía tiene buena disposición para el dibujo.
Tanto le ha gustado el dibujo a Gabito que cuando le piden un autógrafo, a algunas personas les coloca esta dedicatoria: ‘Para María’, y pinta una flor. Así le firmará a su esposa: ‘A Mercedes una rosa, para que me la coloque en el florero de mi escritorio’, y le dibujará una rosa con mucho amor.
Mago
Richardine era un famoso mago que ejercía su actividad en distintos pueblos en tiempos de fiesta. Gabito, como era tan observador, aprendió algunos trucos de este mago: desaparecía pañoletas, las multiplicaba. El mago hacía aparecer palomas dentro de un sombrero, pero Gabito nunca pudo realizar este número.
Para realizar uno de los actos hizo lo siguiente: del patio del comisariato cogió unos cocos que estaban con las hojas que sobresalían de su extremo superior. Gabito, a los cocos, les ponía unas máscaras y una peluca, acostaba en una mesa la figura de una persona y simulaba el cuerpo con un vestido. Colocaba un frasco con anilina roja. Tomaba por el pelo la peluca y cortaba con un cuchillo de juguete la cabeza y al tiempo derramaba la anilina. Luego exhibía la cabeza derramando la anilina. Todos aplaudían el ingenio del mago derramando sangre.
Imitando al mago Richardine, Amira, Alicia y Aída Rosa nos prestábamos para esta prueba de magia. En las bancas largas del teatro Olimpia colocaban dos cajas de cartón iguales, una contigua a la otra.
Presentaban primero a Alicia González, bien presentada, saludando al público. Luego entraba a las cajas y rápidamente se pasaba a la última; el mago del acto, que era Gabito, tomaba su serrucho y cortaba exactamente por donde se unían las cajas que se comunicaban con un hueco o una cortina por donde salía la supuesta desaparecida.
Todos aplaudían y gritaban llenos de emoción por el prodigio del mago Gabriel José, que presentaba las dos cajas completamente vacías.
Monaguillo
Aprovechando el conocimiento que tenía Gabito de su oficio de monaguillo, las funciones eran a veces de carácter religioso. En esta ocasión era el juicioso niño que, con su atuendo de ayudante de sacerdote, bautizaba a Ligia y a Gustavo García y a Nora González, que eran pequeños. En otras ocasiones era el sacramento del matrimonio.
Cantante
Antes de morir el abuelo, fue a Sincé con Luis Enrique. Gabriel Eligio, mi padre, los llevó al matrimonio de la tía Narcisa; allí quiso hacer ver cómo cantaban de bien sus dos hijos los tangos de Carlos Gardel. Los subió en una mesa y allí con voz clara y sonora cantó Gabito Cuesta abajo. Cuando quisieron subir a Luis Enrique, este salió corriendo y dijo: ‘Yo mejor me voy cuesta arriba’; no quiso cantar y corrió hasta la plaza del pueblo.
Y cuando viajó por primera vez a Bogotá por el río Magdalena, se varó el barco, distrajo al personal cantando boleros de la época muy bien interpretados y luego, cuando llegó a Bogotá, el director de becas lo reconoció en la fila donde iba a presentarse al examen para ganar la beca, lo sacó de la fila y le dijo que ya no necesitaba presentar el examen porque él ya le conocía la letra, la ortografía y lo correcto que era, ya que Gabito le había copiado unos boleros mientras viajaban en el barco. Le dio la beca para el Liceo Nacional de Zipaquirá; iba a cursar segundo año de bachillerato.
Su amor por el teatro comenzó en la infancia
A las fiestas religiosas y profanas en Aracataca llegaban teatreros, magos y circos. El abuelo buscaba la ocasión más propicia para llevarnos a estos actos. Terminada la presentación, Gabito, su combo de amigos y sus tres hermanos menores instalaban su teatro en el patio de sus abuelos, en la casa de sus amigos o en el solar de los Correa García.
Hacía sus carteles para hacerle propaganda a la función. Fabricaba una bocina con cartón enrollado y desfilaba con todos los artistas al compás de la música de la vitrola, o simplemente con tapas de aluminio que hacía sonar como platillos. Presentaba todo su personal con atuendos alusivos. Luego aparecía el elenco de artistas y las iba presentando una por una y lo mismo hacía con los niños. Las trapecistas hacían cualquier voltereta en los trapecios improvisados y en la parte de abajo, para que no se golpearan, colocaba almohadas y sacos de lana de balso.




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