domingo, 27 de abril de 2014

García Márquez / La primera entrevista


La primera entrevista 

que concedió Gabriel García Márquez


Por Gloria Agudelo Molina



 |
1:49 p.m. | 25 de Abril del 2014

Con una nota suplementaria sobre 'LA HOJARASCA' de Hernando Valencia Goelkel

El hallazgo de la primera entrevista que dio en su vida el escritor Gabriel García Márquez ha tenido lugar dentro de un marco específico. Para situar la producción cultural en Colombia entre 1947 y 1957, la investigación partió de una tesis sobre los efectos de un proceso general de bloqueo o represamiento de la modernización cultural. Esa tesis central planteada en el seminario de Literatura Colombiana del profesor visitante Carlos Rincón de la Fundación Herder-DAAD, fue especificada para el sistema de las artes y un sector de la literatura como búsqueda de innovación para responder a ese bloqueo.

Gabriel García Márquez hizo su propuesta de innovación en un artículo de la prensa local barranquillera. Fue publicado por el periódico El Heraldo el 20 de abril de 1950. Cinco años después apareció en Bogotá la realización de esa propuesta de innovación, su novela La Hojarasca. Título escrito así, con esas dos mayúsculas.
En los estudios sobre Gabriel García Márquez después del éxito mundial de Cien años de soledad se han investigado distintos aspectos de La Hojarasca. En la constitución del texto ha sido establecida la importancia intertextual de Sófocles, Nathaniel Hawthorne, William Faulkner y la importancia intermedial de la legendaria película Rashomon, (1950) del director Akira Kurosawa. Los estudios sobre interdiscursividad han relacionado indirectamente La Hojarasca con la cuestión de la violencia en Colombia.
Un tema que hasta ahora permaneció casi sin que nadie lo haya abordado es la recepción de la novela. Ese es el tema que he comenzado a investigar en relación con el bloqueo de la modernización y las propuestas de innovación. Esperaba encontrar materiales interesantes sobre La Hojarasca en suplementos y revistas de Bogotá y de la costa Atlántica. Bogotá era el lugar de trabajo de Gabriel García Márquez como periodista del El Espectador. Cartagena y Barranquilla habían sido los sitios de su actividad en La Universal y El Heraldo. En esa última ciudad vivían literatos y artistas amigos suyos. Fuera de la reseña de Jorge Gaitán Durán en Mito, no hubo en esas ciudades ningún aporte de importancia en el momento en que apareció La Hojarasca.
En cambio, en publicaciones de Cali y en Medellín encontré inesperadamente reacciones muy apasionadas o muy interesadas. Un literato de Cali con el seudónimo de “Ariete” decía: “Es penosa la pobreza, en que se encuentra la intelectualidad colombiana […] Los últimos concursos para obras de historias, novelas, ensayos, etc. (lo demuestran) […] los premios han recaído en adocenados libracos como uno llamado La Hojarasca en donde la escasez de materiales, hace que en cada capítulo se repitan impertinentes las palabras […] No hay derecho para que una novelilla de tan ninguna reciedumbre sea calificada como la última palabra” (El Colombiano, 25 de Septiembre de 1955)
Es esa la reacción más negativa frente a la aparición de La Hojarasca. En cambio en la revista de La Universidad de Antioquia se publicó la reseña más inteligente sobre la novela de García Márquez. (2)
Es sobre todo la más entusiasta. Alonso Ángel Restrepo decía ni más ni menos que La Hojarasca dividía en dos la historia de la novela en Colombia: “Consideramos, con profunda convicción, que “La Hojarasca” dividirá la historia de nuestra novelística en dos etapas: la anterior a esta obra y la que le seguirá. Por qué, se nos preguntará. Y respondemos desde ahora que antes de la novela de García Márquez la novelística colombiana deambulaba por cauces y senderos nada definidos, sin orientaciones que acusaran una tendencia actual, sin técnica como la que exige este género, arduo como ninguno, en los tiempos que corren, tiempos en los que la noción de realidad es diferente, radicalmente, a la que imperaba en la novelística del siglo XIX a la que siempre se acude cuando se quiere hablar de este género, por consiguiente la de aquel siglo la más meritoria y sobresaliente que se ha escrito” (Alonso Ángel Restrepo, Revista Universidad de Antioquia) Había según Restrepo un antes y un después de La Hojarasca en toda la historia de la novela en Colombia. De la misma manera que había en la historia de la novela –este es comentario mío- un antes y un después de Proust, Joyce, Kafka y otras figuras como Virginia Woolf y William Faulkner, el maestro de los Faulknerianos latinoamericanos como Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo y el novelista de La Hojarasca. Lo más interesante del entusiasmo de Restrepo es que parece un frenesí compartido. En la sección Tertulias del suplemento literario del periódico El Colombiano se publicó esta noticia: “Los primeros ejemplares llegados a Medellín de la novela La Hojarasca (tiraje 4 mil de Gabriel García Márquez, se agotaron rápidamente. El prestigioso y joven autor se propone visitar pronto a esta ciudad. Algunos de sus amigos le ofrecerán varios homenajes de simpatía y felicitación”. (El Colombiano, 19 de junio de 1955)
Unas semanas después el mismo suplemento de El Colombiano publicó no una, sino dos notas sobre La Hojarasca. Una estaba firmada por Hernando Valencia Goelkel, cofundador de la revista Mito1 y la otra por uno de los principales animadores del suplemento de El Colombiano, el mismo Alonso Ángel Restrepo. Aparecieron el 29 de Mayo y el 19 de Junio de 1955 respectivamente. La primera de estas publicaciones fue acompañada, con un perfil hecho por el artista plástico que ilustraba el suplemento con la firma “Rivera”. (1)
Ese fue el marco de la entrevista realizada en Medellín en la semana anterior, aparecida el 29 de Junio de 1955. Fue publicada a tres columnas con un retrato fotográfico de Carvajal. Esto quiere decir que la primera entrevista de García Márquez en su vida de escritor fue dada a un órgano periodístico colombiano poco antes de que el narrador y periodista saliera del país para ir a Ginebra a cubrir la conferencia de los Cuatro grandes, y con la intención de formarse como director (no guionista) de cine. Esa fue una decisión del El Espectador después de las revelaciones indirectas sobre contrabando de las fuerzas armadas que había hecho Gabriel García Márquez en su exitosísima serie de crónicas sobre el naufragio y supervivencia del marinero Luis Alejandro Velasco. En las memorias Vivir para contarla (2002), vinculó la entrevista con el deslizamiento de tierras conocido como la tragedia de La Media Luna. Perecieron en esa localidad, en la carretera a Rionegro, 74 personas. Es muy interesante que la próxima novela que anunciaba Gabriel García Márquez tuviera en ese tiempo un título en donde resuenan los juegos con el tiempo de William Faulkner y con las cifras de Nathaniel Hawthorne.
Esta primera entrevista de García Márquez, publicada originalmente en El Colombiano de Medellín, se hundió por completo en el hueco negro del archivo de ese periódico y de las contadísimas hemerotecas en que se colecciona. Fue necesario un gran acontecimiento, la publicación de las memorias del Nobel de literatura 1983, escritor clave del siglo XX, para que salieran a flote huellas de la existencia de esa entrevista. Más de medio siglo después de haber sido hecha, con ayuda de las posibilidades ofrecidas por la revolución medial que significó el uso civil de Internet. El Colombiano incluyó noticia de la existencia de la entrevista y reprodujo trece renglones de ella. 2 Esa noticia parece haber pasado completamente desapercibida a los integrantes de la comunidad internacional de investigadores de la obra, la vida y la recepción de García Márquez. Sepultada quedó en el hueco negro de la imborrable memoria de la red. Una traducción aproximada del lema de Picasso, otro de los creadores artísticos máximos del siglo XX, sería: “Yo no busco, encuentro”. Un posible lema para el historiador literario que inicia la tarea prescrita por Foucault (“Hay que leerse todo el archivo”), podría decir: con hipótesis bien fundamentadas, buena dirección, paciencia y ayuda de la diosa Fortuna, se encuentra lo que se busca y mucho más. Yo encontré primero la nota de Valencia Goelkel y después hallé la entrevista de García Márquez, que cambia lo establecido hasta ahora acerca de la etapa inicial del escritor. Únicamente después de tener las páginas del suplemento de El Colombiano bajo la blanquecina de las lámparas de hemeroteca, extraje la noticia y las trece líneas de la red. Se incluyen aquí por primera vez después de cincuenta y ocho años, el texto integral, sin retoques de la entrevista de Gabriel García Márquez con Alonso Ángel Restrepo, el perfil dibujado por Rivera que se publicó el 19 de julio de 1955 y el comentario de Hernando Valencia Goelkel publicado el 29 de Mayo de 1955. (2)

Primera edición de La hojarasca
UN NOVELISTA QUE QUIERE SEGUIR ESCRIBIENDO NOVELAS
Reportaje con el autor de La Hojarasca, Gabriel García Márquez
Por Alonso Ángel Restrepo, para El Colombiano Literario
El nombre Gabriel García Márquez seguramente es conocido ya hasta de los lectores de diarios que nunca toman entre sus manos novela alguna. La publicación de La Hojarasca, obra que ha despertado los más elogiosos comentarios de la crítica, ha sido noticia que los periódicos han registrado con viva complacencia, como corresponde a un éxito literario que, en muchos meses, no se había presentado en nuestro país. Creemos, como lo dijéramos al comentarla para la sección bibliográfica de este suplemento, que dividirá la historia novelística en dos partes: la anterior a La Hojarasca y la que le seguirá. Tal es su trascendencia.
Cuando supimos que se hallaba en Medellín, en viaje relacionado con sus funciones periodísticas - García Márquez hace parte del personal de planta de El Espectador, para el cual redactó las impresiones del marino Velasco, con tanto interés leídas por el público en una serie de crónicas con inconfundible estilo novelístico- no resistimos la tentación de entrevistarlo, con el fin de preguntarle sobre algunos aspectos de su vida literaria, sus aficiones, sus lecturas.
Telefónicamente le solicitamos recibirnos y fue así como, en cumplimiento de nuestros propósitos, estrechamos la mano del autor de La Hojarasca, a las siete de la noche, cuando se despedía en el hall del hotel Nutibara del ciclista Ramón Hoyos, con quien hasta pocos minutos antes dialogara allí, posiblemente a causa de la misión que a García Márquez le encomendara El Espectador.
Gabriel García Márquez cordial y sencillo, nos invitó a subir con él a su apartamento del octavo piso. Ya instalados en él. Tras quitarse la chaqueta y aflojar el nudo de su corbata, se dispuso a respondernos.
UNA NOVELA DENTRO DE OTRA
-Hemos leído que usted gastó cinco años en la preparación de La Hojarasca -le decimos. Es cierto?
-Es cierto y no es cierto... Empecé a escribir una novela en 1950. No era La Hojarasca que ahora está publicada. En los años inmediatamente anteriores a 1950 yo estaba escribiendo una novela que llamé La Casa. Se trata en ella de hacer algo así como una historia, diríamos biográfica, de una casa, a través de las generaciones que en ella habitan, porque es claro que la casa sola, sin moradores, no era tema que se prestara para desarrollarlo. Sin embargo, en esa novela inicial, quería que la casa fuera el personaje principal, y los habitantes de ella eran algo así como los “motores”, los que infundían acción a la obra en la que se narraba la vida de aquella casa... Resultó que ya llevaba escritas muchas cuartillas y calculaba que aquel libro tenía aproximadamente setecientas u ochocientas páginas de ser publicado... Resolví seleccionar... Descarté cerca de trescientas o cuatrocientas hojas... Cuando me dedicaba a rehacer las que dejara para la novela, me hallé de repente con un tema, dentro del asunto original, tema que me pareció podría desarrollarse independientemente en forma que sería otra novela distinta a ese inicial. Y me entregué a desarrollar este asunto. Cuando puse manos a la obra tenía pensado que el niño de La Hojarasca fuera el único que en monólogos contara la historia de la novela, sin embargo, al escribir, necesité de otro personaje, la madre del niño y posteriormente de otro que es el coronel de la obra... Esto explica el número de personajes, tres, que tiene la novela, si dejamos de considerar al ahorcado, el doctor que aparece en los monólogos de los mencionados... Por esto creo que pueda llamar la técnica de La Hojarasca espontánea; es decir, fue saliendo a medida de que yo iba escribiendo la obra, puesto que no elaboré plan de ella con anterioridad... Claro está que yo buscaba una técnica parecida a la de Faulkner en su obra ‘Mientras agonizo’, pues allí él hace que sus personajes, numerosos, se expresen en monólogos interiores si bien, y debido quizá al número de personajes, para que el lector no se pierda al leer esa novela, menciona el nombre de cada cual antes de que empiece a monologar...
Se ha estado expresando con claridad, en tono cordial, convincente. Hemos encendido cigarrillos y él pide por teléfono que está sobre su mesa de luz, que envíen algunas bebidas. Mientras vierte su CocaCola en el vaso, comenta: -Yo no tomo licor sino cada siete años...!
Y continúa, mientras apura el líquido: -Me ha producido sorpresa la comprobación de que, no obstante la tendencia moderna de mi novela, cualquier lector está capacitado para comprenderla y captar sus matices... Ha resultado interesante la experiencia; en la actualidad espero que la lea un mensajero de El Espectador para conocer sus puntos de vista, y me agradaría mucho saber que opinan de ella los choferes, los lustrabotas, los vendedores de lotería... Creo que es una obra que puede ser gustada por el público... que será popular y que, por consiguiente, servirá para demostrar que la novela contemporánea puede llegar a las masas... Cualquier lector podrá observar en La Hojarasca que en los primeros capítulos hay más interés del autor en guiarlo a través de los monólogos en la tarea de que no le sea difícil identificar al personaje que en determinado momento está monologado... Al final de la obra ya el autor deja al lector que él mismo, por sus propios medios, indague la identidad de cada uno de los personajes de ella.
-Cuánto tiempo tardó en escribir La Hojarasca?
-Un año aproximadamente. Claro está que no incluyo mis anteriores esfuerzos, es decir aquellos a que ya me he referido, y de los cuales surgió la idea original... Pero, en ese año en que la escribí, año que transcurrió para mí en forma en que apenas si sé que aproximadamente la mitad de ese tiempo estuve en Barranquilla y la otra mitad en Cartagena, deambulaba yo por todos los pueblos de aquel litoral, incluso por los de la Guajira: aun cuando yo no supiera dónde tenía mi equipaje, siempre sabía dónde conservaba los originales de la obra que estaba escribiendo... Terminé de escribirla y fue enviada a la Editorial Losada de Buenos Aires junto con ‘El Cristo de Espaldas’ de Caballero Calderón, para seleccionar una de las dos con el fin de ser publicada. Escogieron la de Caballero y después de que los originales de La Hojarasca estuvieron casi durante ocho meses en la Argentina, me fueron devueltos con una nota en la que se me comunicaba que mi obra exigía un gran esfuerzo de los lectores para comprenderla, y que ese esfuerzo no se compadecía con la calidad literaria de la novela... La Hojarasca que fue a Buenos Aires tenía tres partes; era más extensa, tal vez el doble de la que he publicado. Cuando me fue devuelta por Editorial Losada, me pareció que no tenía unidad, que habría necesidad de rehacerla... Suprimí la tercera parte, eliminé aquí, agregue allá, en fin, que le cambié el aspecto completamente... Finalmente, cuando entré en conversaciones para la impresión de la novela en Bogotá, ya en momentos en que me dirigía a entregar los originales, sentí deseos de suprimirle más todavía... Pedí una semana de espera y eliminé cien hojas más... Comprendí entonces como, durante los cinco años que debieron transcurrir para preparar aquella novela, yo había estado confundiendo lo que era faltar con sobrar... Ahí es necesario escribir mucho, suprimir, corregir, despedazar muchas cuartillas, para que finalmente uno pueda llevar al editor unas pocas páginas...! De ahí que quien no tenga vocación auténtica de escritor se desalienta y se declara satisfecho con un solo libro...
LA SEGUNDA NOVELA
-Usted prepara otra novela actualmente? -le preguntamos.
-Sí; responde. Y es que las cien hojas que decía hace poco debí eliminar de La Hojarasca, hojas a las cuales se debió el nombre de la que ha sido publicado, eran algo así como una novela dentro de la otra; los personajes, que en esas cien páginas que sustraje a los originales poco antes de entregarlas al editor, desfilaban, no eran los mismos de La Hojarasca; parecían falsos allí, ni yo mismo los podría reconocer como los de mi primera novela... Claro está que el ambiente en que ellos se mueven es el mismo en que actúan el coronel, su hija y el hijo de ésta; es Macondo... Pero es que ese es el ambiente que me gusta... Porque lo conozco y porque considero que tiene un especial encanto, un misterio inexplicable, poético, lo que está sucediendo en los pueblos, que están acabando... Ya los pueblos como Macondo no son los mismos de antes... Mi segunda novela que seguramente tendrá el mismo ambiente de la primera, como lo tendrán otras en el caso de que las escribiera, será pues el de Macondo... Y no podrá decirse que será una prolongación o continuación de La Hojarasca... Cómo habría de serlo, si para poner un ejemplo, en mi segunda novela yo voy a valerme de unos personajes que son los miembros de una casa vecina a aquella en la que permanecía el cadáver del ahorcado... Aquellas personas, no obstante habitan en Macondo, están influenciadas por el mismo ambiente, tendrán problemas diferentes a los de los personajes de La Hojarasca; por ello podrá escribirse una nueva novela, con el mismo ambiente y con otros personajes... Y por esta misma razón considero que mi novela es costumbrista... Yo creo que los escritores a quienes se ha llamado costumbristas en Colombia, trataron de hacer lo que yo me propongo y que no es otra cosa que infundirle a las costumbres y personajes locales, nuestros, un aire de universalidad que permita que sean conocidos en cualquier parte del mundo... Puedo explicar mejor la concepción que tengo de lo que es costumbrismo... El Quijote es costumbrista en mi concepto... Así puedo denominar costumbrista toda obra que cumpla la misma finalidad, o sea aquella que haga conocer lo local dentro de lo universal.
La segunda novela que tengo y que seguramente será publicada dentro de algunos meses la he titulado Los Catorce Días de la Semana.
EL LIBRO Y EL CINE
Hemos hecho un paréntesis, mientras nuevamente encendemos cigarrillos. Él ha estado hablando animadamente. Se siente el deseo de tomar nota fiel de todas sus palabras, de todas sus reflexiones, pero es imposible. Los pensamientos acuden en tropel a su mente los convierte en palabras ágiles que salen a torrentes. Si así es su elocuencia, todos los días debe tenérsele por un gran conversador.
-Considero -sigue diciéndonos- que la novela debe servir para algo... No solamente para que lean los lectores... La novela debe tener un fin, debe entrañar un propósito del escritor, distinto al de ser leído... Estas últimas palabras nos hacen comunicarle lo que hemos deducido de lo que nos manifestara mientras subíamos en el ascensor en relación con su próximo viaje a Europa en donde estudiará cinematografía. Le decimos que creemos ver en aquel proyecto el mismo impulso que llevó al novelista Curzio Malaparte y al abogado André Cayatte a dirigir películas. Porque ha ocurrido en casos como éstos -que tienen similitud como el de García Márquez- que el escritor ha pensado a través del cine como medio de los más eficaces de llegar a toda clase de públicos y no a esa minoría culta que lee libros, podrá difundir sus ideas de forma más idónea, más rápida, más asequible al hombre contemporáneo que asiste al cine llevado a ello por una necesidad del mundo actual, la de diversiones entre las cuales el cine puede catalogarse como la más democrática y más popular. Mencionamos films El Cristo Prohibido de Cayatte, en los cuales se observa, además de la excelente técnica de ellos, el afán manifiesto de divulgar determinados conceptos e ideas que sus directores quieren hacer llegar a todos los espectadores ayudados de este medio ameno, fácil de entender y que, a la par que divierte, enseña cuando se busca esto por los productores de películas.
VIAJERO HACIA EUROPA
Sí... No es difícil que eso sea lo que me lleve a Europa -dice García Márquez. Saldré de Colombia el mes próximo y permaneceré un año en Francia estudiando cinematografía. Pienso asistir a festival cinematográfico de Venecia, antes de ir a Francia... Y es que actualmente ya no pienso en función de escritor sino de director de cine que puede decir lo mismo que dice en sus libros en las películas que dirija... Seguramente que la observación que usted acaba de hacer es exacta... Si deseo involucrarme a la cinematografía, debe ser porque siento deseos de comunicar mis ideas a un mayor número de personas... El cine me lo permitirá porque son más los que asisten a cine que los que leen libros... Claro está que no por eso dejaré de escribir, porque si mañana siento deseos de escribir un cuento lo escribiré, y ya le he dicho que tengo casi lista mi segunda novela.
-Cuál de estos géneros -la novela y el cuento- le parece a usted más fácil de cultivar?
-Seguramente es más fácil de escribir una novela que un cuento, responde. Y agrega: -Infinitamente más fácil.
-Cómo tituló el primer cuento suyo que apareció publicado?
-Lo llamé La Tercera Resignación y fue publicado en el suplemento Fin de Semana, de El Espectador, que dirigía Eduardo Zalamea Borda.
-Cuál es el novelista de su predilección?
-Sófocles... Sí, Sófocles, bien pueda anotarlo. Y algo más... Edipo Rey es a mi juicio la mejor novela policial de todos los tiempos...
-Por qué...? -le preguntamos.
-Porque en ella el detective descubre finalmente que él mismo es el asesino...
-Cuál es la novela escrita por un colombiano que en su concepto está más próxima a las tendencias de la novela contemporánea?

-La Hojarasca -responde sin vacilación el mismo autor.

Esta última respuesta no nos ha encontrado desprevenidos. Sabíamos que no existe otra novela colombiana con esa orientación. De ahí que nuestra pregunta estuviera encaminada a confirmar nuestro concepto de esa obra.
LENTO APRENDIZAJE
-Cuál escritor colombiano tiene, en su concepto, vocación literaria más auténtica..?
-No es fácil decirlo... Porque en Colombia los escritores no se han podido convencer de que deben empezar por aprender a escribir... Si el pintor debe aprender primero a manejar los pinceles, el escritor necesita saber escribir antes de entrar a publicar una obra... Pero como ello entraña sacrificio, disciplina, esfuerzo continuado, nuestros escritores se desalientan, no se sienten capaces de hacer un curso más o menos largo durante el período que cada cual requiera para aprender a escribir... Y resulta que, al fin de cuentas, quien se creía escritor no quiso empezar por aprender a escribir y se convence de que no poseía vocación, por lo cual ya no insiste... Ahora bien, todos los escritores necesitan decir algo, expresar conceptos, ideas... Pero, como no saben escribir, se silencian. Eso es lo que ocurre.
-Parece como si nos estuviera respondiendo anticipadamente a la pregunta siguiente:
-Cree usted que exista crisis en nuestras letras?... -le decimos.
-Sí, así es... Y es que considero que esa crisis existe; estamos, eso sí, saliendo de ella y tendremos finalmente que salir por completo de la crisis. En este particular soy optimista porque confío en el porvenir de nuestras letras... Pero será necesario que nuestros escritores, si es que realmente lo son, aprendan a escribir... Sin esta condición no superaremos la crisis actual de nuestra literatura...
-Cómo le han parecido los comentarios críticos publicados sobre La Hojarasca hasta el momento?
-Demasiado benévolos...
-Cómo cree usted que pueden ayudar los periódicos del país a los intelectuales jóvenes?
-No estimulándolos... No publicando nada de ellos que no sea verdaderamente de valor. Así no hay necesidad de que digamos que deben ser abiertas las puertas de los diarios a los escritores jóvenes. Cuando éstos escriben algo que tenga valor las puertas se abren solas...
El teléfono ha sonado. Alguien habla, y García Márquez pide ser esperado cinco minutos más mientras termina nuestra entrevista que ha durado ya dos horas. Antes de despedirnos, nos cuenta que estudió cuatro años de derecho y seis meses más del quinto año de la facultad pero que no recuerda nada de esos estudios puesto que en las clases escribía cuentos a toda hora...
Se expresa en términos elogiosos del suplemento literario El Colombiano que, en concepto suyo, es el mejor suplemento de todos cuantos aparecen en los diarios del país.
Estrechamos la mano que nos extiende y con una sonrisa cordial, ancha y sincera, nos dice hasta luego. Llevamos, al despedirnos, la impresión de que el autor de La Hojarasca posee una vigorosa personalidad, que lo hace acreedor a la admiración de quienes tienen el placer de conocerlo y escucharlo.

Junio de 1955
LA HOJARASCA de Gabriel García Márquez
La Hojarasca es un desmenuzamiento del tiempo. Asistimos a la lenta descomposición de un pueblo, de un hombre, de un medio. El interés técnico de la obra reside en que dentro de la unidad de tiempo en que se verifica la acción hay una consciente pulverización de cada minuto, de cada hora, de cada mes. Más exactamente, dentro del tiempo novelesco, el autor ha ido deshaciendo minuciosamente, con un encarnizamiento, del tiempo humano. “Entonces el niño vuelve a moverse y hay una nueva transformación en el tiempo. Mientras se mueva algo puede saberse que le tiempo ha transcurrido. Antes no. Antes de que algo se mueva es el tiempo eterno, el sudor, la camisa babeando sobre el pellejo y el muerto insobornable y frío, detrás de su lengua mordida”. Esta disección implacable, casi feroz, magistralmente ejecutada durante casi toda la obra, que apenas cede en los dos últimos capítulos ante cierta descripción un tanto confusa, crea una densidad vital, en donde los personajes hallan completa autenticidad. Al cabo de algunas páginas nos resultan conocidos, nos parecen incorporados a nuestra propia experiencia, a la condición humana en función del instante y de los años. La verdad interior del coronel, del niño, de Meme, del doctor, nos conmoverá probablemente menos si alrededor de todos ellos el novelista no hubiera formado la atmósfera sofocante y acre, cadente y viscosa, de una América cuya dramática tensión apenas empieza a ser descubierta por los americanos (1). “Entonces el alcalde se incorpora, la camisa abierta, sudoroso, enteramente trastornada la expresión. Se acerca a mí congestionado por la exaltación que le produce su propio argumento. -No podemos asegurar que está muerto, mientras no empiece a oler, dice, y acaba de abotonarse la camisa y enciende de nuevo un cigarrillo, el rostro vuelto de nuevo hacia el ataúd, pensando quizás: -Ahora no pueden decir que estoy fuera de la ley”. Pocos pasajes como éste hemos encontrado en nuestra literatura en donde se establezca una tan completa y fuerte unidad entre el ambiente exterior y el análisis con que el hombre aprehende, no solo las cosas, sino también los otros hombres. No hay una sola mención de paisaje, y sin embargo, el paisaje está presente, implícito en el aspecto del funcionario. El sudor, la camisa desabotonada, las mismas intenciones, traen instantáneamente a la mente todo el pueblo de Macondo, las calles reverberantes los 13 muros cocidos por el sol, las siestas calurosas. Nos sentimos lejos de todo costumbrismo, de todo naturalismo tropical, de todo abuso de lo típico, y por ello mismo percibimos la vida, lo intensamente real de Macondo. La percepción nos resulta más fácil, podemos llegar más directamente a los problemas de nuestra condición. G.G.M. ha sabido establecer el equilibrio entre la visión individual y lo social. A través de los personajes, presenciamos la prosperidad y la decadencia de un pueblo, el fenómeno -más actual que nunca- de las bananeras. La Hojarasca nos ofrece el ejemplo de cómo una sensibilidad específicamente colombiana pude manifestarse a través de formas universales de expresión.
Conocemos una novela, aún no publicada, de un joven escritor colombiano, cuyas atmósferas, especialmente al comienzo, tienen semejanza con las de La Hojarasca. La misma descomposición lenta, la misma modorra, los mismos paseos de los niños al río, las mismas reverberaciones implacables de nuestras tierras calientes. Sin embargo GGM no conocía la escribir La Hojarasca la novela del otro, ni el otro conocía al escribir la suya La Hojarasca. No se puede hablar, pues, de “influencia”. Sucede simplemente que cuando se vive en los mismos medios sociales y frente a los mismos paisajes, cuando se tiene más o menos la misma edad y se leen los mismos libros, necesariamente deben de haber similitudes en la expresión, Nuestros críticos deberían prestar mayor atención a ese punto, pues al respecto abundan las interpretaciones equivocadas.
Nota 1, tomada del artículo de Hernando Valencia Goelkel escrito sobre La Hojarasca Para el suplemento literario de El Colombiano, 29 de Mayo de 1955. Mi duda y mi curiosidad ¿A qué novela se estaba refiriendo Valencia Goelkel en esta Nota (1) de su comentario bibliográfico?
2 Enhttp://www.elcolombiano.com/proyectos/gabrielgarciamarquez/celebracion/lospasosdelnobel.htm, bajo el título “Los pasos de Gabo, el nobel”.


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