‘Mad Men’ vive en la excelencia
La serie ha dicho hasta luego dejando a sus seguidores con una sonrisa en la boca
NATALIA MARCOS Madrid 10 JUN 2014 - 17:27 CET
La serie de los silencios. De las miradas. De los gestos. De las puertas que se abren y se cierran. La serie de la caída de los hombres y del ascenso de las mujeres. Mad Men es elegancia e inteligencia en estado puro. Como la mayoría de los grandes títulos de la llamada tercera edad de oro de la televisión, la creación de Matthew Weiner puede que no sea apta para todos los gustos. Ni falta que le hace.
Ya en su séptima y última temporada, Mad Men se gusta a sí misma. Como la veterana que es, se atreve a cosas con las que otros ni sueñan. En ella no tendrán lugar luchas abiertas por un trono y muertes sangrientas y sorprendentes, como ocurre en Juego de tronos. Quizá sus protagonistas no expresen verbalmente las reflexiones filosóficas nihilistas que elevaron a True Detective a los altares a principios de año. No lo necesita. La serie de AMC y que en España emite Canal Plus se basta y se sobra con sus luchas internas (que también hacen que rueden cabezas, aunque de una manera diferente), la soledad de sus personajes, las frases lapidarias, los diálogos llenos de intención, lo que se dice y, sobre todo, lo que no se dice. Y esa estética y esa elegancia que marcan la línea de la serie desde sus primeros compases, cuando empezaba a emitirse allá por el verano de 2007.
Aunque aún sea pronto para hablar de Historia con mayúsculas, nadie duda que habrá un antes y un después de la entrada de Don Draper en nuestras vidas. Qué difícil va a tener el actor Jon Hamm desprenderse de un personaje así. Igual que ocurrió con Tony Soprano o, más recientemente, con Walter White, el arquetipo del antihéroe televisivo no sería lo mismo sin esos hombres (curiosamente, la mayoría son hombres) a los que, sin saber por qué, el espectador termina por querer. Son malas personas, con más fallos que virtudes, que toman decenas de malas decisiones que traen peores consecuencias. Y sin embargo... ¿qué vamos a hacer sin Don Draper cuando en 2015 se despida de nosotros para siempre?
Siguiendo la estela de Breaking Bad, el final de Mad Men también llega en dos partes: los primeros siete capítulos terminaron el lunes en Canal Plus Series; para la siguiente tanda de episodios, los últimos, habrá que esperar varios meses. Bendita espera. Mientras, la serie ha dejado siete dosis en forma de capítulos que se han pasado volando y que ya saben a despedida, con ese regusto de la mezcla agridulce en la que Mad Men se ha mostrado maestra.
Es complicado encontrar ahora mismo en televisión personajes más tristes y más solitarios que Don Draper o Peggy Olson, personajes que han tenido que ir asumiendo que los sueños que tenían, esos que se dedican a vender en forma de eslóganes publicitarios, no se harán realidad. "Lo que llamas amor fue inventado por tipos como yo para vender medias", aseguraba Don Draper. Con el paso del tiempo, ha ido descubriendo que en esas palabras hay más verdad de la que le gustaría. En su escalada profesional, Peggy Olson (una impecable Elisabeth Moss) también ha descubierto la soledad del corredor de fondo. Y ha demostrado queMad Men es una serie en la que las mujeres tienen mucho más que decir de lo que parece a simple vista.
Mad Men se despide hasta 2015 demostrando que sigue en perfecta forma y con dos de los mejores capítulos de la serie hasta el momento. Como ya es habitual en ella, la muerte no podía dejar de estar presente en esta temporada. Pero también han dicho hasta luego dejando a sus seguidores con una sonrisa en la boca y regalando una inyección de optimismo poco habitual. Pónganse de pie y aplaudan. Mad Men sigue en forma y amenaza con despedirse a lo grande. Bravo.
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