Aurora Luque
CINCO POEMAS
«Cuando en algún aeropuerto u oficina me exigen un documento de identificación, a veces siento el impulso de entregarles algún libro mío, más honesto y fiable, en cuanto a retrato personal, que el rectángulo plastificado que se obstinan en llamar documento. La poesía es proveedora de identidades. Y tiene su propia política de protección de datos personales: el poema metamorfosea tramos, residuos, jirones de la vida rara y los encapsula y documenta. La palabra poética también produce fotografías: sin escritura de algún tipo de luz gozada, el poema no es. Y produce certificados: si no certifica un cierto acopio de vida, el poema tampoco existe. Me gustaría que en el documento necrológico final de la aquí autorretratada se destacara «su amor al horizonte que está ebrio / porque bebió del mar color del vino»».
Zenda comparte cinco poemas de Nadar en una misma, de Aurora Luque (Papeles del Náufrago).
***
Generación Nocilla
Mi infancia son recuerdos
de un vaso de Nocilla.
Unas ondas viscosas de cacao,
la miga que resbala hacia el eje del libro.
(Mi abuela me advertía
que era bueno leer, que era muy bueno,
pero sin duda hablar también lo era.)
Las tardes eran hondas, colosales,
muchísimo más duras
de lo que nunca habremos confesado.
La crisálida guarda cuerpos blandos.
Al salir, ya escudados, esperaba el futuro,
producto paralelo —qué ironía—
de calorías huecas,
indigesto y opaco,
industrial y marrón.
***
Aproar
Vino la poesía de improviso.
A mí, que me sentía
malquerida por ella
—porque yo no la quise a su capricho—
me dijo: —Túmbate y mira al cielo.
Vuelve al ciclo del huerto,
vuelve al mar mitológico.
¿No adorabas de niña las mochilas?
Da la espalda al vecino vertedero
de datos, ruido y prosa.
Traduce —a ver si puedes—
esa gracia del mundo
que es aullido y sonrisa.
Métete ya en un barco
con proa de dragón.
Fuiste vikinga, sí,
aunque no lo sepas.
Así que bebe océano,
come islas y duerme ya en los bosques
que metí entre tus sueños
de once años.
***
Baremo
Con la emoción pagana que extraje de los libros
y de la adolescencia
llegué al amor y he vuelto.
También he regresado del abismo
y casi no me asombran
los esfuerzos titánicos del arte
por aclarar la eterna turbiedad de los días.
***
Mimnermiana
La vida avanza a broncos
momentos corrosivos
de guerra entre el amor y entre la muerte.
Cada cual, su armadura.
Yo le presto metálicas palabras
y escudos al amor. Tan pobre es mi discurso
que la muerte lo vence con muy poco.
Al final de la noche
me deja derrotada
con mi copa ritual medio bebida.
Esto era envejecer.
Déjate de teatros y telones.
***
Epitafio
Si de algún modo muero,
en las crudas heladas del olvido
o de muerte oficial,
reléeme esta nota, por favor,
y quémala conmigo.
La vida no iba en serio ni siquiera más tarde.
Y no se tarda mucho en comprender
que se trataba sólo de unos juegos
para aparcar la muerte.
Ni siquiera fue un río
pues me tocaron tiempos muy duros de sequía
aunque el mar esperaba, siempre radiante, al fondo.
He creído en los mitos y he creído en el mar.
Me gustaron la Garbo y los rosales de Pestum,
amé a Gregory Peck todo un verano
y preferí Estrabón a Marco Aurelio.
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