Woody Allen a Fernando Trueba: "Soy muy pesimista sobre el cariz de las cosas. Por ejemplo, el surgimiento de la extrema derecha"
Con motivo del estreno de 'Día de lluvia en Nueva York', Fernando Trueba se trasladó a París para charlar con Woody Allen. Del encuentro surgió, como no podía ser de otro modo, una historia de amor; de amor por Lubitsch, por las librerías, por Billy Wilder... por el cine en su sentido más radical
La idea de que una película de Woody Allen fuera a quedarse en un cajón, de Amazon, y que los amantes de su cine nos quedásemos sin verla por miedo a las reacciones de las redes sociales, por un asunto del que ya fue absuelto en dos ocasiones por los tribunales, por la maldita corrección política o por lo que sea, me sublevaba. Así que cuando supe que Woody había recuperado su última película y los distribuidores españoles me propusieron un encuentro/charla/entrevista, no lo dudé. Sobre todo después de ver la película en un pase de prensa. Día de lluvia en Nueva York me pareció una delicia, una película llena de encanto, como una canción de Cole Porter, como un baile en el que la pareja no pusiera los pies en el suelo ni un segundo, como Fred Astaire y Ginger Rogers compartiendo (con nosotros) Isn't This a Lovely Day? de Irving Berlin... Al salir de verla pensé que hacía mucho tiempo que una película no me trataba tan bien...
La primera vez que oí hablar de Woody Allen fue a primeros de septiembre de 1972. Yo tenía 17 años, había viajado en auto-stop por Francia, había trabajado en la recogida del albaricoque en el Rosellón, donde había leído a Rimbaud en Livre de Pôche, y después del verano iba a entrar a estudiar cine en la Facultad de Ciencias de la Información, rama de Imagen. Habían cerrado la E.O.C. (Escuela Oficial de Cine), donde desde los 15 años soñaba con entrar. Al volver a Madrid corrí al kiosco a comprar Triunfo y me encuentro con un artículo de mi amado Umberto Eco, autor entonces de Obra abierta y Apocalípticos e integrados. El artículo trataba de un nuevo cómico norteamericano. Según Eco, el mejor desde los hermanos Marx: "Woody Allen es el más genial de los cómicos vivos hoy en el mundo, y resulta increíble que la gente no se haya percatado aún de ello..." afirmaba Eco.
¿La gente? Yo era la gente. Y no, no me había percatado de ello. ¿Cómo era posible? Yo, que me pasaba el día en la filmoteca, los cine-clubs universitarios y los programas dobles de los cines de barrio, que jamás veía menos de una película diaria, pero que algunos días podía llegar a ver cuatro y hasta cinco. ¡En pantalla grande! ¿Cómo era posible que yo no supiera quién era este tipo?
Según Umberto Eco, Allen era el mejor cómico desde los hermanos Marx
Toma el dinero y corre, su primera película, se había estrenado a traición en agosto, la fecha para las películas que carecían de posibilidades comerciales. Tuve que esperar algunas semanas hasta que pude pescarla en un cine de barrio. Se convirtió en un clásico para mí y mis amigos. Hasta cantábamos la canción de los prisioneros a la menor oportunidad: "¡Voy a ver a mi Luisa, voy al Missisipí!"
Por esos días en los cines de Madrid me había partido de risa con ¿Qué me pasa doctor? de Peter Bogdanovich y me había quedado dormido con Muerte en Venecia de Luchino Visconti, lo que me producía un enorme complejo de culpa pues Triunfodecía que era la mejor película de la historia del cine... Nada menos.
Al año siguiente se estrenó Sueños de seductor, sobre un cinéfilo al que se le aparecía Humphrey Bogart... (Ahí ya la identificación alcanzó limites patológicos). Y al otro se estrenaron dos: Bananas, donde se cachondeaba de una dictadura latinoamericana pero también de los rebeldes que la combatían, por lo que los progres torcían el gesto, aunque al rato se les pasaba y seguían riéndose como locos y luego te decían que era graciosa pero "reaccionaria". Y El dormilón, donde Woody seguía parodiando los géneros, ahora le tocaba a la ciencia-ficción, y entre gags que pasaron a formar parte de nuestra vida, como la bola del placer que practicábamos con cualquier objeto esférico, una sandía por ejemplo, comenzó a hablar en primera persona y nos informó de que él sólo creía en el sexo y en la muerte. En España, como aún vivía Franco, sólo creíamos en lo segundo.
Por entonces se tradujeron sus dos primeros libros, Cómo acabar de una vez por todas con la cultura y Sin plumas (traducido por José Luis Guarner), donde se recogían sus desternillantes artículos para el New Yorker, en los que parodiaba desde Raymond Chandler a Ingmar Bergman pasando por Dostoievsky, Kafka y Van Gogh. Las referencias culturales eran tantas que uno estaba tentado de creerle cuando en uno de aquellos artículos afirmaba que se tragó el Finnegan's Wake de Joyce en la montaña rusa de Coney Island. Ambos se convirtieron en mis libros de cabecera. Literalmente. Los tenía en la mesilla siempre y en infinidad de ocasiones mis carcajadas irreprimibles despertaban a mi mujer en medio de la noche. Hoy, casi medio siglo después, siguen en mi mesilla.
La siguiente también era una parodia: La última noche de Boris Grushenko la titularon aquí, aunque el título era Amor y muerte. Ahora Woody parodiaba nada menos que la literatura rusa. Y el hecho de elegir al director de fotografía de Robert Bresson era significativo: el humorista quería ser artista.
Y eso llegó con Annie Hall. Esa película, literalmente, me voló la cabeza.
Unos días antes se había estrenado Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo, pero nunca se atrevió a preguntar, que llevaba más de cinco años prohibida por la censura franquista y por la post-franquista. Era una película de episodios a la italiana, tipo Los monstruos de Dino Risi, en la que Woody interpretaba a un bufón en el primer sketch y a un espermatozoide en el último. Entre medias se permitía desde una parodia del entonces sagrado Antonioni hasta la historia de un psiquiatra que se enamora de una oveja. No sé qué podía tener de peligroso salvo que en España siempre hubo mucho ganado ovino.
Para entonces Woody era parte de nuestras vidas. Nos sabíamos de memoria sus escenas, sus gags, sus diálogos... Y no habíamos visto ninguna de sus películas menos de 20 veces. Entonces no había ni vídeo. Así que te enterabas de que ponían una película de Woody en un cine-club, en un colegio mayor, o en un cine de barrio en la otra punta de Madrid y allá que íbamos a verla de nuevo en pandilla.
Pero con Annie Hall todo cambió. Era tan divertida como las anteriores, incluso más. Pero además, "era buena". No es que las anteriores no lo fueran, pero ya saben, eran "de risa"...
El encuentro de Woody con Gordon Willis,director de fotografía de los padrinos y muchas otras, fue clave. Willis le hizo, si no sentar la cabeza, sí pensar en la puesta en escena de otra forma.
Vi Annie Hall no sé cuantas veces. Era el año 78, aún no teníamos vídeo ni habían editado aún el guion.Así que me fui al cine y grabé el sonido (doblado y con las risas del público) en una cassette. No sé muy bien qué quería estudiar, analizar o aprender. Da igual. Cada vez que escuchaba la cinta me reía a carcajadas de nuevo y me olvidaba del propósito científico-académico de la escucha.
Annie Hall marcó mi vida. Tenía 23 años y, al año siguiente, rodé mi primera película, obviamente influenciado, marcado, por la de Woody.
Annie Hall marcó mi vida. Tenía 23 años y, al año siguiente, rodé mi primera película, obviamente influenciado, marcado, por 'Annie Hall'
Mi último trabajo antes de ponerme a preparar Opera Prima fue cubrir el Festival de San Sebastián como crítico para El País. Allí vi Manhattan. Era la confirmación de que ya no había vuelta atrás: ¡Una película en blanco y negro, en scope y con música de Gershwin! Y con una nueva declaración de principios: "Hay ciertas cosas por las que merece la pena vivir: Groucho Marx, el segundo movimiento de le Sinfonía Jupiter, la grabación de Louis Armstrong de Head Potato Blues, La educación sentimental de Flaubert, etcétera...".
Entre medias se había atrevido a imitar a Bergman y cabrear a un alto porcentaje de sus seguidores con Interiores. Lo hizo tan bien que yo creí que era otro de sus pastiches. Me gusta seguir creyéndolo, aunque no sea verdad.
Los siguientes 20 años de la obra de Woody Allen son deslumbrantes. El derroche de cine, estilo, escritura, inteligencia y humor no tienen rival en toda historia del cine. Sólo pueden compararse a la década de los 30 de Jean Renoir, donde éste encadenaba una obra maestra con otra sin apenas tropiezos. Edades de oro de artistas tocados de la gracia... Rafael Azcona solía decir que a Woody Allen debían darle el Premio Nobel de Literatura. Bastantes lo tienen con menos méritos.
Películas como Delitos y faltas, Hannah y sus hermanas, La rosa púrpura de El Cairo, Zelig, Balas sobre Broadway, Septiembre, Otra mujer, Maridos y mujeres,... son ya hoy clásicos del cine.
Y aunque algunos se empeñen en enterrarlo prematuramente, su cine ha sido y sigue siendo una influencia clave en lo mejor del cine americano, desde Richard Linklater, Whit Stillman, Alexander Payne o Wes Anderson hasta Noah Baumbach, Kenneth Lonergan o Greta Gerwig.
Dicho todo esto no es difícil comprender que saltará sobre la ocasión de encontrar a alguien que ha sido tan importante para mí, para mi vida, de alguien a quien debo tanto.
El encuentro fue en el Hotel Bristol, en Paris, al final de una jornada de promoción y entrevistas...
Lo primero que hago es elogiar la profunda levedad de Día de lluvia en Nueva York, su ligereza. Y le menciono la escena en que el protagonista vuelve a su hotel después de una partida de póker. Le digo que me hizo pensar en Lubitsch. La cara se le ilumina al oír mencionar el nombre.
WOODY ALLEN. Lubitsch fue uno de los grandes, uno de mis favoritos. ¿A ti te gusta Lubitsch?
FERNANDO TRUEBA. ¡Amo a Lubitsch!
W.A. Yo también ¿Y prefieres a Lubitsch o a Preston Sturges?
F.T. ¿Sabes? para mí, la santísima trinidad de la comedia son Lubitsch, Sturges y Billy Wilder... Y soy feliz con todos ellos. No necesito elegir...
W.A. No quieres elegir, claro... A mí me gustan los tres también. Tengo una pasión personal por Lubitsch. Algunas de sus películas son tan, tan maravillosas... Tenía un toque tan ligero, como un soufflé.
Le digo que esa ligereza la reconozco en su película. Me hace pensar en el Lubitsch crepuscular de El cielo puede esperar. Pero Día de lluvia en Nueva York no es la película de un viejo, rebosa energía juvenil aunque esté dirigida por un viejo sabio.
Uno de los momentos más lubitschianos de Woody Allen tiene lugar en una película no muy apreciada, Conocerás al hombre de tus sueños, donde el protagonista se pasa media película observando a una bella vecina desde su ventana, y cuando por fin consigue que esta le invite a su apartamento acaba mirando a su esposa a través de la ventana de su propia casa... A Lubitsch le habría encantado.
W.A. Sí, Lubitsch hacía ese tipo de cosas y Wilder también... ¿Cuál es tu película favorita de Lubitsch?
F.T. Depende de los días, pero... Ninotchka me encanta, El bazar de las sorpresas... To be or not to be... Trouble in Paradise (Un ladrón en la alcoba)...
De nuevo su rostro se ilumina.
No, no es un momento muy agradable éste
W.A. ¡Trouble in Paradise es una obra maestra!
F.T. ¡Todas ellas lo son! ¿no?
W.A. Sí. Sí. Todas son geniales. Pero esa es mi favorita. Me encanta El bazar de las sorpresas . Pero Trouble in Paradise para mí... es increíble... preciosa...
F.T. Porque es la más abstracta... ¿No? es cine puro...
W.A. Sí. ¡Es solo que... el toque es tan... tan perfecto! Y ¿cuál es tu película favorita de Wilder?
F.T.El apartmento. Para mí es una de las películas de mi vida y mi corazón.
W.A. Excelente... sí ... y, ¿te gusta la otra con Kirk Douglas?
F.T. ¿Ace in the hole? Me encanta.
W.A. Es genial. Muy poco apreciada. Y no sé por qué... ¡Fue una película tan maravillosa!
F.T. Sí, es una obra maestra. Estaba escribiendo un guion, en Los Ángeles, y de repente leí que la ponían en la cinemateca en Santa Mónica. Y me llevé a mi co-guionista que era muy joven ... ¡y ni siquiera había oído el título! Así que fuimos juntos. Y allí la sala estaba abarrotada y la gente se puso en pie y aplaudió y fui muy feliz... porque aunque Wilder ya había muerto entonces, su cine seguía vivo...
W.A. Bueno, ¿y dónde estaban esas personas cuando Ace in the Hole se estrenó?
F.T. Sí, ¿dónde estaban?
W.A. ¿Sabes? No estaban, y no sé por qué los productores se pusieron nerviosos y le cambiaron el título por El gran carnaval... Era una película hermosa...
F.T. Tal vez se adelantó a su tiempo...
W.A. Creo que sí. Creo que esa película fue probablemente demasiado sofisticada para el público, demasiado cínica, demasiado verdadera, o demasiado oscura...
F.T. Hace algunos años, en Chile, varias personas quedaron enterradas en una mina y la historia estaba todos los días en los periódicos y en la televisión y, como en El gran carnaval, montaron un gran circo para rescatar a esas personas de la mina. Creo que Wilder se adelantó más de medio siglo a su tiempo... Eso fue demasiado tal vez en ese momento.
W.A. ¿Trabajaste para Wilder?
F.T. No, pero le conocí, fuimos... amigos.
W.A. ¡Qué interesante! ¿Y cómo le conociste?
F.T. Él era mi director favorito. Y, aunque soñaba con conocerlo, la primera vez que fui a Los Ángeles no quise molestarlo, pensé que mucha gente iría a verle y decirle cuánto admiraban sus películas. Entonces me dio como vergüenza. Y al regresar a España, la primera noche en Madrid, soñé que Billy Wilder se había muerto. Entonces, 15 días después, tuve que regresar a Los Ángeles. Estábamos trabajando en un casting. Y entonces una persona que era amigo de Stanley Donen llamó a éste y Donen llamó a Billy. Y Billy devuelve la llamada y me dice: ¡Ven mañana a las 10! Así ocurrió.
W.A. ¿De verdad? ¿Y luego pudiste pasar tiempo con él?
Sí. Cada vez que iba a Los Ángeles, lo primero que hacía siempre era llamar a Billy Wilder, antes de llamar a casa, a mi esposa o a quien sea
F.T. Sí. Cada vez que iba a Los Ángeles, lo primero que hacía siempre era llamarlo, antes de llamar a casa, a mi esposa o a quien sea. Llegaba a Los Ángeles, dejaba mi maleta en el suelo y le llamaba: Billy, ¡estoy aquí!... Bien, ven mañana... Ven a almorzar... o lo que fuera. Era un hombre muy agradable. Fue uno de los tesoros de mi vida poder pasar tiempo con él.
W.A. ¡Qué maravilloso! ... Y, al final, no era capaz de conseguir hacer más películas. ¡Eso fue trágico!
F.T. ¡No para él! Un día me dijo lo siguiente: "Todos estos periodistas diciendo que no puedo hacer películas porque el sistema es muy cruel y Hollywood y todo esto..." Y me dijo: "No quiero hacer más películas. Lo que me gustaría es haber hecho menos: seis menos". Y le pregunté: "¿Cómo seis? ¿Seís menos, así en general o está pensando en seis películas concretas?" Y él me miró y dijo: "No, estoy pensando en seis películas y dijo: El vals del emperador, La tentación vive arriba, El héroe solitario, Primera plana, Fedora y Aquí un amigo... Recitó los seis títulos y luego hizo un breve silencio. Y añadió: "Imagina mi filmografía sin esas seis películas... ¡Sería casi perfecta!"
W.A. Así que... ¿ no era realmente cierto que no lo dejaran hacer películas? Él no quería hacerlas...
F.T. Sí, decía: "Ya he hecho demasiadas." Y contaba ese chiste del tipo que va al médico y dice: "Doctor, tengo un problema. No puedo mear." Y el doctor le pregunta cuántos años tiene, y él dice ¡95! y el médico le dice: "Ya ha meado suficiente". Esa era su broma para explicar por qué no quería hacer más películas. También decía a veces "¡Si hasta la TWA ha dejado de volar! ¿Por qué no puedo yo dejar de hacer películas?".
W.A. Qué interesante. Yo pensaba que la gente de Hollywood simplemente no quería producirle porque era viejo...
F.T. ¡Él tenía dinero! Si sólo cuando vendió el el 80% de su colección de arte en Christie's consiguió en un día 36 millones de dólares...
W.A. Yo sólo lo conocí durante cinco segundos en mi vida. Estaba en un restaurante en Nueva York, y él estaba en el mismo restaurante estaba comiendo con más gente y pagó su factura y, al salir, pasó junto a mi mesa y me dijo: "¡Gracias por todas las cosas bonitas que has dicho sobre mí!" y siguió caminando y se fue. En ningún momento dijo: "¡Hola, soy Billy Wilder!" Nunca nos hemos conocido oficialmente, nunca hemos hablado nada... sólo ¡Gracias por todas las cosas buenas que has dicho sobre mí! Porque yo había dicho cosas buenas sobre él, había escrito una introducción a Double Indemnity, y dije lo que sentía... Dije que era genial.
F.T. ¿Double Indemnity es tu película favorita de Wilder?
W.A. Es una gran película. Me encanta. Es mi favorita. La amo. Siempre, siempre que la ponen la veo. La he visto muchas veces, pero nunca puedo apagarla.
Me viene a la memoria una vez charlando con Wilder sobre Woody Allen, en que me dijo "Me encanta Woody Allen, salvo cuando pretende ser el Ingmar Bergman neoyorquino". Sonrío para mis adentros, pero no me parece oportuno mencionarlo.
W.A. Y... ¿y en qué estás trabajando ahora?
F.T. Estoy montando mi nueva película...
W.A. ¿Qué es...? ¿De qué trata?
F.T. Es una película colombiana. Basada en un libro que fue publicado en Estados Unidos, como El olvido que seremos. Es la historia de un padre y un hijo. Es una historia real... El padre fue un médico defensor de los derechos humanos y fue asesinado en Medellín en el 87. Luego, 20 años después, su hijo, que es escritor, escribió un libro sobre su relación con el padre desde que era un niño, hasta que lo mataron. Cuando leí el libro me encantó, me partió el corazón. Es el libro que más veces he regalado. Y en distintos idiomas, a amigos de diferentes países, pero nunca pensé que fuera una película... Y de pronto, un día... lo que nunca sucede, que te ofrezcan un libro que amas, pero les dije que era imposible. "No se puede hacer una película de este libro. Me siento muy halagado, pero es imposible". ¡Y ya ves, ahora estoy terminando de montarla!
W.A. Oh. ¿La rodaste en Colombia?
F.T. La rodé en Medellín completamente, con actores colombianos y un actor español, Javier Cámara que, por cierto, fue la primera persona en hablarme de tu película.
W.A. ¿Ah, sí?
F.T. Sí, él vino a Colombia, para hacer nuestra película desde Roma, donde estaba filmando The Young Pope, una serie de Paolo Sorrentino con Jude Law. Y me dijo que Jude Law le había contado cosas maravillosas sobre tu película...
W.A. Trabajar con Jude Law es un placer. Y hablando de Colombia, ¿conocías a García Márquez?
F.T. Lo conocí hace años. Le vi varias veces, algunas en México, y otras en Madrid, porque solía venir mucho a España.
W.A. ¿Alguna vez hicieron de su libro una película?
F.T. ¿De Cien años de soledad? Parece que ahora uno de sus hijos va a hacer una serie. No sé si va a dirigirla o producirla. Tal vez sea HBO o una de estas cosas nuevas. No sé si lo sabes... pero era un loco del cine.
W.A. Sí, lo sé. Estuve con él y era fanático de mis películas. Me sentí muy halagado. Y en ese momento quería que Kurosawa hiciera la película de Cien años de soledad. Pero nunca se materializó. Nunca se reunieron, pero ése es el director que soñaba para filmar su novela. No lo culpo. Hubiera sido genial. Sin embargo, no sé si puedes convertir ese libro en una película tan fácilmente...
F.T. No lo creo. Y hay una especie de leyenda negra según la cual sus novelas no funcionan en cine... Se han hecho varias...
W.A. Sí, no funcionan.
F.T. Sí. Y eso le entristecía, porque le gustaba mucho el cine...
García Márquez quería que Kurosawa hiciera la película de 'Cien años de soledad'. Pero nunca se materializó.
W.A. Sí, recuerdo que hicieron El amor en los tiempos del cólera... Y no tuvo éxito. Y tenían ese libro maravilloso... Pero Cien años de soledad es tan icónico... Creo que sería difícil convertirlo en una película, conseguir que tenga el mismo impacto que cuando lo lees. Él siempre quiso llevarme a Colombia, al Festival de Cine Colombiano... Y nunca fui. Casi nunca voy a festivales, fui al de Cannes porque era fácil... Pero nunca he estado al sur de la frontera de los Estados Unidos... Nunca. Entonces, ¿está acabando el montaje y luego... ¿qué? ¿hay una compañía detrás para estrenarla o la mostrarás a los festivales?
F.T. Los productores la mostrarán a festivales, pero no estará terminada hasta fin de año, queda la música y las mezclas y todas estas cosas... Pero hablemos de Día de lluvia en Nueva York. ¿Cómo ha sido volver a rodar en tu ciudad?
W.A. ¡Oh, genial! Me encanta rodar allí ... ¿Alguna vez has rodado en Nueva York?
F.T. Sí. Hice Calle 54, una película sobre jazz. No había actores... Era solo música de principio a fin, 100% música.
W.A. Oh, ajá... fue un documental sobre jazz...
F.T. No un documental, porque nadie hablaba. Me gusta decir que es un musical. Porque solo hay música. ¿No?
W.A. Y ¿era jazz latino o jazz estadounidense?
F.T. Era jazz latino en su mayoría, estaban algunos de los mejores: Tito Puente, Bebo Valdés, Michel Camilo, Cachao, Gato Barbieri, Paquito D'Rivera, Jerry González, algunos newyoricans... neoyorquinos latinos... Pero también de todo el mundo. Mis favoritos. Para mí fue la felicidad. Era como estar en el cielo, todos los días tener a uno de estos músicos tocando delante de las cámaras en Nueva York. Rodamos en los estudios Sony, en la calle 54. De ahí viene el título. Y siempre estaba pensando... Ahora la cornisa de este edificio va a caer sobre mi cabeza y me matará por ser tan afortunado de estar aquí haciendo esta película y disfrutando tanto.
W.A. ¿Y la hiciste con sonido en vivo?
F.T. Sí, sonido en vivo... y seis cámaras de 35 mm, seis Panavision. Era un lujo... Hoy ya no se podría hacer algo así.
W.A. Muy interesante. Bueno... volver a filmar en Nueva York para mí fue divertido. Me encanta porque vivo allí, así que, ya sabes, es un rodaje muy fácil y muy relajado. Me gusta rodar donde vivo porque puedo vivir en casa y es más cómodo y es tan fácil en Nueva York... Como en España, o en Francia, donde la gente cuando ve que estás haciendo una película, estoy seguro de que has tenido esta experiencia, son respetuosos. Les gusta mirar, pero son muy cooperativos y amables.
F.T. Y cuando estás filmando en otros países, en Italia o España, ¿no estás un poco angustiado de no estar en casa y de, quizás, no conocer la cultura y algunas cosas a tu alrededor?
W.A. Sí, sí, sí... Siempre hay un poco de eso, que no estás en casa y que no estás totalmente familiarizado, pero si te quedas en Barcelona, París y Roma, estas ciudades, tiendes a conocerlas un poco porque las visitaste como turista y con otros proyectos... Pero, ya sabes, ir y hacer una película para mí, digamos, en Colombia... no sabría por dónde empezar. No tendría ninguna comprensión de la ciudad en absoluto. El alma de la ciudad o el ritmo o lo que es importante allí. Pero ¿has pasado mucho tiempo en Nueva York?
F.T. Sí, sí. Es una ciudad que me gusta mucho. Incluso si algunas cosas están desapareciendo, ¿no? Como las librerías.
W.A. Sí, está desapareciendo porque la gente compra cosas en Ebay. Compran en Internet, y es terrible. Entonces, si vas por Madison Avenue, encuentras una tienda vacía y la siguiente y la siguiente también... Y todas esas tiendas maravillosas están vacías porque a la gente le gusta comprar en Amazon.
F.T. Sí, recuerdo que la última vez que estuve en Nueva York caminaba tratando de encontrar una vieja librería, Madison Avenue Bookshop, que me gustaba mucho, y ya no estaba allí...
W.A. Sé cuál dices, a la altura de la calle 70. Han cerrado una tras otra. Cuando me mudé allí, había tres o cuatro librerías en Madison Avenue por las calles 60, 70 y 80. Ahora no hay ninguna. No hay librerías. Esto es algo terrible, terrible. Y esto está haciendo mucho daño a la ciudad.
F.T. ¿Sientes nostalgia de todas estas cosas que están desapareciendo?
W.A. Oh, claro, por supuesto. La mejor época de Nueva York fue antes que yo naciera... en los años 20 y 30... Yo nací en el 35, era demasiado joven para apreciarlo, por supuesto. Pero los años 20 y los 30 en Nueva York fueron fantásticos. Y luego los años 40 también fueron bastante buenos, y los años 50 estuvieron bien, pero comenzó a cambiar el horario de los teatros, los precios de las entradas comenzaron a subir... Lo que costaba cinco dólares ahora cueta 200... Y los espectáculos se convirtieron en espectáculos para turistas... Todos los escritores serios, O'Neill y Tennessee Williams y Arthur Miller... William Inge y Edward Albee se han ido. Ya sólo hay estos espectáculos musicales y revivals y, y no más night-clubs. No más Copacabana y no más Barrio Latino... La vida ha cambiado. Ahora hay Uber y ya sabes, no sales a la calle. Me gustaba cuando salías y había taxis amarillos y tú parabas el taxi, pero nada de eso existe ya. Ahora están construyendo edificios muy altos y están vacíos porque la gente no quiere vivir en el piso 70... Hay muchos problemas en Nueva York en este momento. Y, sí, el mundo no está en buena forma mientras estamos aquí sentados hablando. Soy muy pesimista sobre el cariz de las cosas, el surgimiento de la extrema derecha. La proliferación de armas nucleares. La superpoblación del mundo. La falta de seriedad con respecto al cambio climático... No, no es un momento muy agradable este.
La vida ha cambiado. Ahora hay Uber y ya sabes, no sales a la calle. Me gustaba cuando salías y había taxis amarillos y tú parabas el taxi, pero nada de eso existe ya
F.T. Y la desaparición de la vida privada también.
W.A. Sí, sí, sí.
F.T. Eso es algo trágico.
W.A. Muy difícil... Sería un buen momento para Billy Wilder. Él tendría mucho que decir en sus películas sobre lo que está pasando. Sería el cineasta perfecto.
F.T. Pero al menos sigues haciendo películas, eso es algo bueno...
W.A. Sí, las haces, pero no sabes dónde se verán. Las salas de cine también están cerrando una tras otra. Estábamos acostumbrados a poder ir a ver muchas películas. Películas europeas, es muy difícil de encontrar esto ahora. Muy difícil. Los cines están cerrando y todo va a la televisión y... ahora, los niños no van al cine. Se sientan en casa con las portátiles en su regazo y miran las películas allí y les encanta. Es un mundo muy diferente, y en mi opinión no tan encantador, pero estoy seguro de que los niños crecerán y pensarán. "¡Oh, cuando era joven todo era maravilloso, volvía a casa del colegio, cogía mi portátil y me metía en la cama, veía una película en mi móvil y comía palomitas en la cama viendo la película!" Tal vez lo recordarán de la misma forma en que nosotros recordamos cuando íbamos al cine y éramos jóvenes.
Sí, quizá sea así y haya sido así siempre y así seguirá siendo. Siempre creeremos que hubo tiempo pasado que fue mejor, el nuestro por supuesto. Me siento triste. También porque la entrevista se acaba, y me gustaría seguir hablando con Woody dos horas más. O toda la vida. Cenar con él todas las semanas y hablar de películas y libros y música... Pero qué le vamos a hacer... Me encantará volver a ver Día de lluvia en Nueva York en cuanto la estrenen. Con mi mujer, con mi hijo, con amigos. Y hablar luego de ella en un bar bebiendo un vino. Y desearle a Woody, en realidad a nosotros, que siga haciendo una película al año durante todos los que le queden por vivir.
Nunca olvidaré el día que se estrenó en Madrid una de sus obras maestras, Delitos y faltas, y fui a verla al cine Rosales a la primera sesión. Salí feliz, caminé unos metros y de pronto, me detuve y pensé ¿a dónde vas? ¿tienes algo mejor que hacer? Y me di la vuelta y volví a sacar una entrada para verla de nuevo en la segunda sesión.
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