Ilustración de Juan Brufel |
Anne Sexton
VIVE
Vive o muere pero no envenenes cada cosa…
Bien, la muerte ha estado aquí
por un buen tiempo –
esto tiene un infierno que ver
con el infierno y la sospecha del ojo
y los objetos religiosos
y cómo los lloré
cuando los hicieron obscenos
mis garabatos de corazón enano.
El ingrediente mayor
es la mutilación.
Y fango, día tras día,
fango y ritual
y el bebé en el plato,
cocido pero todavía humano,
cocido también con pequeños gusanos,
cosidos sobre él tal vez por una madre,
¡perra maldita!
A pesar de eso,
seguí adelante sin duda,
una especie de punto de vista humano,
arrastrándome a mí misma como si
yo fuera un cuerpo aserrado
en el baúl, el baúl de viaje marítimo.
Eso se volvió un perjurio del alma.
Se volvió una mentira de una vez
y aunque vestí el cuerpo
siempre estaba desnudo, siempre asesinado.
Ya fue capturado
la primera vez al nacer,
como un pez.
Pero lo representé, lo atavié,
lo atavié como a un muñeco de alguien.
¿La vida es algo que se representa?
¿Y de lo que todo el tiempo se quiere uno librar?
Además cada uno te grita:
Cállate. No es de extrañar.
A la gente no le gusta que le digas
que te va mal
y tener que ver entonces
cómo
enfermas con esa carga.
Hoy se abrió la vida dentro de mí como un huevo
y allí dentro
después de excavar a fondo
encontré la respuesta.
¡Qué suerte!
Salía el sol,
su yema se movía febril,
dejando caer su premio –.
¡Y tú te das cuenta de que lo hace diariamente!
Ya me di cuenta de que era purificador
pero no había pensado
que era sólido,
no conocía que era una respuesta.
¡Dios! Es un sueño:
los amantes brotan en el jardín
como tallos de apio
y mejor,
un marido recto como una secuoya,
dos hijas, dos erizos de mar,
cortan rosas en el pelo erizado de mi nuca.
Si salgo ardiendo bailan a mi alrededor
y cocinan malvaviscos.
Y si soy hielo
simplemente patinan hacia mí
en trajes cortos de ballet.
Aquí,
desde el principio,
pensando que yo era una asesina,
ungiéndome diariamente con mis preciosos venenos.
Pero no.
Yo soy una emperatriz.
Llevo un delantal.
Mi máquina de escribir escribe.
No está rota como advirtieron.
Incluso loca soy tan bella
como una barra de chocolate.
Incluso con gimnasia de brujas
confían en mi ciudad incalculable,
en mi cama corruptible.
Oh mis queridos tres,
doy una respuesta suave.
La bruja llega
y la pintáis de color de rosa.
Vengo con besos en mi capucha
y el sol, el listo,
que se derrama en mis brazos.
Por eso digo Vive
y gira mi sombra tres veces en círculo,
para alimentar a nuestros cachorros cuando lleguen,
los ocho dálmatas que no ahogamos,
a pesar de las advertencias: ¡Aborto! ¡Destrucción!
A pesar de los cubos de agua preparados
para ahogarlos, hundirlos como piedras,
vinieron cada uno con la cabeza adelante,
soplando pompas del color azul de las cataratas
y tanteando las pequeñas tetas.
Solo la última semana, ocho dálmatas,
de ¾ de libra de peso se alinearon como leños
cada uno
como un
abedul.
Prometo que si vienen más también los querré,
porque a pesar de la crueldad
y los vagones repletos para los hornos,
no soy yo lo que esperaba. No una Eichmann.
Simplemente el veneno no tuvo efecto.
Por eso no estaré dando vueltas en mi bata de hospital,
repitiendo la Misa Negra y todo eso.
Digo Vive, Vive por el sol,
el sueño, el regalo excitante.
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