Fotografía de Sara Pain |
Las nuevas fotógrafas eróticas
Estos son algunos de las mejores trabajos eróticos del momento. Sus autoras reflejan una particular visión del sexo femenino actual.
07 DE JULIO DE 2015
07:41 H.
Cuando a Christine Spengler, una de las pioneras del fotoperiodismo francés, la mujer que registró en imágenes la guerra de Vietnam, de Beirut o de Camboya, le preguntaron en qué se diferenciaban las fotógrafas mujeres de sus colegas varones contestó que los hombres iban siempre con teleobjetivo, mientras ella seguía fiel a su Nikon y grano angular de 28 mm que le obliga a estar cerca de la gente.
En un terreno más sexual, otra mujer Bunny Yeager, a la que algunos llaman la madre de la fotografía erótica norteamericana, fue la inventora de una nueva forma retratar la sensualidad femenina, popularizando y encumbrando el género de las pin ups. Antes de que Yeager se pusiera detrás de la cámara –empezó en el mundo de la fotografía como modelo–, las chicas que posaban para calendarios o revistas de adultos eran mujeres anónimas, en poses estudiadas para ir directamente al hipotálamo masculino. Pero las fotos de Bunny no retrataban a mujeres desvalidas que se dejaban inmortalizar para poder ganarse unos dólares y pagar el alquiler. Ella las elevó a la categoría de mito, como sucedió con Betty Page, y creó un género, una clase social orgullosa de sí misma y a la que muchas otras mujeres trataban de imitar. Las sesiones de fotos con Yeager incluían una estrecha colaboración entre fotógrafa y modelo. Ambas estudiaban las poses, los desnudos o la poca ropa que llevarían encima las chicas y popularizó el biquini, la prenda con más tela que utilizaban y que, en muchas ocasiones, ellas mismas diseñaban y fabricaban. Este punto de vista eminentemente femenino de la sensualidad encandiló por igual a hombres y mujeres. Durante muchos años Bunny trabajó para la revista Playboy en exclusiva, creando una idea de sensualidad que ha llegado hasta nuestros días. Las fotos de la entonces desconocida Ursula Andress, en biquini blanco, en la primera película de la saga James Bond, Dr No (1962), fueron suyas.
El periodo sexual en el que nos encontramos ahora tiene la característica de que está protagonizado, mayormente, por la mujeres: ellas son las que acuden más asiduamente a las consultas de sexología –muchas veces arrastrando a sus parejas–, ellas son las mayores consumidoras de juguetes eróticos –según una encuesta de Sexplace, la franquicia más grande de España, el 89% de los compradores son mujeres- y ellas son las que leen más literatura subida de tono. No es de extrañar que muchas mujeres fotógrafas busquen nuevas imágenes que plasmen la etérea idea de sexo o sensualidad. Nuevos ángulos en los que ejercer de voyeur, que no siempre coinciden con el estereotipo de la idea femenina del sexo y que, a veces, pueden sorprendernos por su contundencia o aspereza. Las chicas ya no visten de rosa, no quieren ser princesas y su idea el erotismo puede ser, en ocasiones, mucho más perversa que la de sus colegas varones.
Una monja en lencería que chupa un polo o un ojo masculino que se asoma entre las piernas de una mujer, son dos de las imágenes firmadas por la fotógrafa barcelonesa Sarah Pain quien, según cuenta en su web, mantiene desde muy joven un idilio con la cámara “que me hace imaginar que la persona más recatada puede tener un lado más lascivo, que la más peligrosa puede tener un lado más dulce”. Sus primeros trabajos se agruparon bajo el título de Erotic Souls ,“fotografiaba gente normal en la que quería buscar el lado más sexual, para demostrar que todos podemos actuar como agentes erógenos, sin que seamos como las altas, sexys y perfectas mujeres de Helmut Newton. La segunda parte de esta serie se llamará Dark Souls y quiero adentrarme más en el lado oscuro de todo el mundo. Serán fotos más fuertes y puede que gusten menos porque tendrán una estética BDSM o incluso algo sangrienta. Últimamente me fascinan las fotos de Nobuyoshi Araki, entorno al arte japonés del bondage”.
En un terreno más sexual, otra mujer Bunny Yeager, a la que algunos llaman la madre de la fotografía erótica norteamericana, fue la inventora de una nueva forma retratar la sensualidad femenina, popularizando y encumbrando el género de las pin ups. Antes de que Yeager se pusiera detrás de la cámara –empezó en el mundo de la fotografía como modelo–, las chicas que posaban para calendarios o revistas de adultos eran mujeres anónimas, en poses estudiadas para ir directamente al hipotálamo masculino. Pero las fotos de Bunny no retrataban a mujeres desvalidas que se dejaban inmortalizar para poder ganarse unos dólares y pagar el alquiler. Ella las elevó a la categoría de mito, como sucedió con Betty Page, y creó un género, una clase social orgullosa de sí misma y a la que muchas otras mujeres trataban de imitar. Las sesiones de fotos con Yeager incluían una estrecha colaboración entre fotógrafa y modelo. Ambas estudiaban las poses, los desnudos o la poca ropa que llevarían encima las chicas y popularizó el biquini, la prenda con más tela que utilizaban y que, en muchas ocasiones, ellas mismas diseñaban y fabricaban. Este punto de vista eminentemente femenino de la sensualidad encandiló por igual a hombres y mujeres. Durante muchos años Bunny trabajó para la revista Playboy en exclusiva, creando una idea de sensualidad que ha llegado hasta nuestros días. Las fotos de la entonces desconocida Ursula Andress, en biquini blanco, en la primera película de la saga James Bond, Dr No (1962), fueron suyas.
El periodo sexual en el que nos encontramos ahora tiene la característica de que está protagonizado, mayormente, por la mujeres: ellas son las que acuden más asiduamente a las consultas de sexología –muchas veces arrastrando a sus parejas–, ellas son las mayores consumidoras de juguetes eróticos –según una encuesta de Sexplace, la franquicia más grande de España, el 89% de los compradores son mujeres- y ellas son las que leen más literatura subida de tono. No es de extrañar que muchas mujeres fotógrafas busquen nuevas imágenes que plasmen la etérea idea de sexo o sensualidad. Nuevos ángulos en los que ejercer de voyeur, que no siempre coinciden con el estereotipo de la idea femenina del sexo y que, a veces, pueden sorprendernos por su contundencia o aspereza. Las chicas ya no visten de rosa, no quieren ser princesas y su idea el erotismo puede ser, en ocasiones, mucho más perversa que la de sus colegas varones.
Una monja en lencería que chupa un polo o un ojo masculino que se asoma entre las piernas de una mujer, son dos de las imágenes firmadas por la fotógrafa barcelonesa Sarah Pain quien, según cuenta en su web, mantiene desde muy joven un idilio con la cámara “que me hace imaginar que la persona más recatada puede tener un lado más lascivo, que la más peligrosa puede tener un lado más dulce”. Sus primeros trabajos se agruparon bajo el título de Erotic Souls ,“fotografiaba gente normal en la que quería buscar el lado más sexual, para demostrar que todos podemos actuar como agentes erógenos, sin que seamos como las altas, sexys y perfectas mujeres de Helmut Newton. La segunda parte de esta serie se llamará Dark Souls y quiero adentrarme más en el lado oscuro de todo el mundo. Serán fotos más fuertes y puede que gusten menos porque tendrán una estética BDSM o incluso algo sangrienta. Últimamente me fascinan las fotos de Nobuyoshi Araki, entorno al arte japonés del bondage”.
Algunos de los lanzamientos editoriales más novedosos de los últimos años giran entorno al erotismo inteligente destinado a mujeres. Adult es una revista editada en EEUU e ideada por la periodista Sarah Nicole Prickett, colaboradora entre otras publicaciones del New Inquiry. En España Odiseo, publicada en Barcelona, fue la primera que ha roto el hielo, y aunque en un principio estaba orientada al hombre, ahora se dirige a los dos sexos. Sin embargo, los desnudos femeninos superan con creces a los masculinos, bastante escasos, por cierto. Según Carlota Santamaría, directora creativa junto con Albert Folch, “para el hombre la visión de un cuerpo femenino desnudo está asociada a un estimulo erótico. Para una mujer un desnudo masculino puede no llegar a ser suficientemente estimulante. Hace tiempo asistí a un seminario llamado Vision and Difference: Transcending the Gaze en el International Center of Photography de Nueva York, dónde se trataba el tema de como la diferencia de genero trasciende en la fotografía. Curiosamente los quince asistentes eran mujeres y el conjunto llego a la conclusión de que para que una fotografía sea erótica para ellas, un hombre solo y desnudo no es, necesariamente, atractivo. Es más sugerente si está acompañado de una mujer y hay una narrativa que estimule la imaginación. A su vez, el grupo de mujeres reconoció que los desnudos femeninos les parecían eróticos, quizás por un efecto de empatía”.
Para Sarah Pain, “la mujer es más imaginativa y necesita recrear algo, más que se lo presenten en bandeja. Es muy probable que nos excite más ver a nuestro actor favorito vestido de Armani que tal y como dios lo trajo al mundo. La fotografía se lleva muy bien con el calificativo de erótico, porque ambos conceptos sugieren, recrean, crean metáforas y tienes mil y una interpretaciones diferentes”.
Para Sarah Pain, “la mujer es más imaginativa y necesita recrear algo, más que se lo presenten en bandeja. Es muy probable que nos excite más ver a nuestro actor favorito vestido de Armani que tal y como dios lo trajo al mundo. La fotografía se lleva muy bien con el calificativo de erótico, porque ambos conceptos sugieren, recrean, crean metáforas y tienes mil y una interpretaciones diferentes”.
La fotógrafa portuguesa Rita Lino, antes afincada en Barcelona y ahora en Berlín, usa su propio cuerpo para convertir al espectador en voyeur de su cotidianeidad, aunque según sus propias palabras nunca hay intención sexual en su trabajo. “No me veo a mi misma como una fotógrafa erótica. Simplemente trato de captar la verdad y belleza de un cuerpo desnudo, el erotismo proviene de los ojos del espectador”. Según Lino, la fotografía vive hoy uno de sus mejores momentos porque “es muy fácil hacer click, descargar y enseñarla a todo el mundo y se absorben muchas cosas –para bien o para mal– y, por supuesto, cada imagen tiene miles de significados distintos”. Rita no es partidaria de hacer distinciones de género a la hora de colocarse tras la cámara, “lo que resulta curioso es que mucha gente me dice que mi trabajo parece hecho por un hombre. Soy una mujer que retrata el cuerpo de una mujer con una visión masculina. No se muy bien lo que eso significa, pero es intrigante”.
Arina Sergei, de origen ruso, es quizás una de las fotógrafas eróticas más interesantes del momento por la variedad de sus registros y por la fuerza y creatividad de sus imágenes. En primer plano, alguien fija, con una grapadora, una cremallera a una vulva. En otra foto, la anatomía de un cuerpo femenino se entrevé tras el látex semitransparente que lo cubre; mientras en una tercera, un hombre, totalmente escayolado y con el pene erecto, yace en una cama mientras una mujer desnuda parece dispuesta a saltar sobre él. Muchas de las imágenes de Sergei parecen hechas bajo el efecto de las drogas o de una imaginación desbordante, en la que muchas veces no existe la fuerza de la gravedad, hay efectos especiales, una ironía corrosiva y donde las parafilias y orientaciones sexuales se han quedado cortas y no son suficientes para clasificar este amplio imaginario del sexo.
La francesa Bettina Rheims parece especialmente interesada en otras formas de sexualidad, a parte de la hetero, como demuestra en sus series Gender Studies, sobre hombres con aspecto andrógino y femenino o Morceaux Choisis, instantáneas bastante explícitas sobre el amor y los bocados lésbicos. Marrie Bot, fotógrafa holandesa, ha ido todavía más allá y ha espiado momentos de la sexualidad de los ancianos, tras preguntarse por qué en los medios de comunicación el amor y el sexo siempre estaban representado por personas jóvenes. Así que decidió emprender un proyecto que tituló Timeless Love para el que consiguió que tres parejas de 50 a 85 años posaran para ella en sus propias casas. Un erotismo tratado desde el punto de vista de una reportera gráfica, a la luz del día y sin filtros que lo suavicen. La inglesa Jessica Roder, como cuenta en su web, tras explorar diferentes campos de la fotografía se atreve con el lado erótico. Su serie Erotic Couples podría ser una versión en imágenes fijas de una película porno, con estampas más o menos explícitas, que captan bastante bien el revoltijo de cuerpos, la química y la atmósfera del sexo. O, si lo prefieren, de la forma en que carnalmente se manufactura el amor.
Arina Sergei, de origen ruso, es quizás una de las fotógrafas eróticas más interesantes del momento por la variedad de sus registros y por la fuerza y creatividad de sus imágenes. En primer plano, alguien fija, con una grapadora, una cremallera a una vulva. En otra foto, la anatomía de un cuerpo femenino se entrevé tras el látex semitransparente que lo cubre; mientras en una tercera, un hombre, totalmente escayolado y con el pene erecto, yace en una cama mientras una mujer desnuda parece dispuesta a saltar sobre él. Muchas de las imágenes de Sergei parecen hechas bajo el efecto de las drogas o de una imaginación desbordante, en la que muchas veces no existe la fuerza de la gravedad, hay efectos especiales, una ironía corrosiva y donde las parafilias y orientaciones sexuales se han quedado cortas y no son suficientes para clasificar este amplio imaginario del sexo.
La francesa Bettina Rheims parece especialmente interesada en otras formas de sexualidad, a parte de la hetero, como demuestra en sus series Gender Studies, sobre hombres con aspecto andrógino y femenino o Morceaux Choisis, instantáneas bastante explícitas sobre el amor y los bocados lésbicos. Marrie Bot, fotógrafa holandesa, ha ido todavía más allá y ha espiado momentos de la sexualidad de los ancianos, tras preguntarse por qué en los medios de comunicación el amor y el sexo siempre estaban representado por personas jóvenes. Así que decidió emprender un proyecto que tituló Timeless Love para el que consiguió que tres parejas de 50 a 85 años posaran para ella en sus propias casas. Un erotismo tratado desde el punto de vista de una reportera gráfica, a la luz del día y sin filtros que lo suavicen. La inglesa Jessica Roder, como cuenta en su web, tras explorar diferentes campos de la fotografía se atreve con el lado erótico. Su serie Erotic Couples podría ser una versión en imágenes fijas de una película porno, con estampas más o menos explícitas, que captan bastante bien el revoltijo de cuerpos, la química y la atmósfera del sexo. O, si lo prefieren, de la forma en que carnalmente se manufactura el amor.
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