Raquel Graciela Fernández
NO ERA TAN FÁCIL
No era tan fácil ser mujer
como decían
los libros de lectura.
No bastaba con amar,
mimar,
amasar.
Tener un delantalito con volados,
siempre la cintura de los veinte,
nunca un pelo fuera de lugar.
No era tan fácil,
tan plano,
tan vacuo.
Figurita repetida
en todas las cocinas.
Sonrisa atornillada.
Jamás sola,
jamás cansada,
jamás borracha.
No era tan fácil ser mujer
como decían
los libros de lectura.
No todo era limpio,
y brillante,
y empalagosamente alegre.
Había que contar
con talismanes más rotundos
que el palo de amasar
y el delantalito
para intentar ser feliz:
un libro,
un puño alzado,
una copa de vino.
A veces me pregunto
si se habrán extinguido
las mujercitas
de los libros de lectura de mi infancia
o seguirán amando,
mimando,
amasando,
en un Parque Jurásico
frívolo y reluciente.
No era tan fácil ser mujer
como decían los libros de lectura:
era más duro.
Era mejor.
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