No coman cuento
A menos que Petro quiera una constituyente por fuera de la ley, y eso se llama golpe de Estado.
Maurcio Vargas
24 de marzo de 2024
Incapaz de conducir su desgastado gobierno por la ruta de un plan coherente, al presidente Gustavo Petro no le ha quedado otra que jugar al ilusionista. Aunque sabe de la inviabilidad de su propuesta de constituyente, acude a ese recurso como los viejos culebreros que recorrían los pueblos vendiendo pócimas y milagros para curar todos los males de la gente.Para convocar una constituyente, Petro tendría que proponer una ley al Congreso y hacerla aprobar en comisiones y plenarias de ambas cámaras, con el voto afirmativo de la mayoría absoluta de sus miembros y no solo de quienes asistan a las sesiones. Con lo mal que andan las relaciones del Ejecutivo con el Legislativo, es evidente que el Gobierno no tiene pelo para ese moño.
Si a pesar de los descarados intentos de compra de congresistas con variada oferta de puestos y contratos, los ministros de Petro han sido incapaces de sacar adelante la reforma de la salud, la de pensiones y la laboral, que no demandan una mayoría calificada, qué decir de una iniciativa como la constituyente, que, además, es por sí sola un insulto a los parlamentarios, pues, al proponerla, el Presidente sugiere que el Congreso no sirve.
Aun en el improbable escenario de conseguir en el Capitolio los votos, esa ley solo serviría para citar a un referendo en el cual serían los electores quienes decidirían si convocan la asamblea. Para ello haría falta, primero, que la Corte Constitucional avalara el proceso. Y luego que, en el referendo, una tercera parte del censo electoral (más de 13 millones de sufragios) dijera ‘Sí’. Tal cantidad de votos no la logró Petro en 2022, ni ninguno de los anteriores ganadores de las presidenciales.
Ni Álvaro Uribe con el referendo de 2003 ni Juan Manuel Santos con el plebiscito por la paz en 2016 salieron airosos cuando convocaron a los electores como constituyentes primarios. Pero si, contra todo pronóstico, el ‘Sí’ obtuviera tal alud de votos, habría luego que citar a unas elecciones para designar, por voto popular, a los asambleístas. ¿Quién dice que el petrismo las ganaría?
Ahora miremos los tiempos: si una mayoría de congresistas le caminara a la idea, la Corte Constitucional avalara la ley y en el referendo ganara el ‘Sí’ con la votación requerida, la constituyente estaría sesionando, si acaso, a fines de 2025 o inicios de 2026, cuando Petro ya esté haciendo las maletas para abandonar la Casa de Nariño. A menos, eso sí, que Petro quiera una constituyente por fuera de las leyes: eso se llama un golpe de Estado, como aquel que tumbó en 2022 al peruano Pedro Castillo, y lo llevó a la cárcel.
Petro busca ganar tiempo por la vía de ilusionar a los incautos que aún creen en sus ficciones. De paso, pone a amigos y opositores a hablar de constituyente y no del fracaso manifiesto de su gobierno. Busca distraernos del deterioro de la seguridad, de una Paz Total de la que se burlan los grupos criminales, de la postración de la economía, de la destrucción del sistema de salud, de la parálisis de los proyectos de infraestructura y de los nulos resultados de la política de vivienda.
Con este malabar, el Presidente busca también que olvidemos su silencio cómplice ante la andanada represiva, en Venezuela, de la dictadura de Nicolás Maduro, que, como sabe que María Corina Machado le ganaría unas elecciones limpias por goleada, le impide ser candidata y arresta a sus colaboradores, mientras Petro calla.
Así como el viejo culebrero sabía que sus ungüentos y menjurjes no curaban mal alguno, el Presidente entiende que su constituyente es un embeleco sin futuro. Pero también sabe que, por un rato, le puede servir de engañabobos. Así que no seamos tan pendejos, no le comamos cuento y no le hagamos el favor de dejar de hablar del desastre del gobierno del cambio, que es algo real y palpable, para hablar de una constituyente imposible.
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