martes, 5 de enero de 2021

Eva Baltasar / Boulder / Viaje a la soledad

 

Eva Baltasar


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BOULDER

Viaje a la soledad

Las protagonistas de ‘Boulder’, segunda entrega de la trilogía que inició Eva Baltasar con ‘Permafrost’, son mujeres que no están programadas para la felicidad de manual


J. ERNESTO AYALA-DIP
13 MAY 2020 - 13:01 COT

Viaje a la soledad

La cita del pórtico de Permafrost, la primera novela de la escritora catalana Eva Baltasar, da una pista de hacia dónde apunta su narrativa. Pertenece a Thomas Bernhard y dice: “Nacer es una desgracia, decía, y mientras vivimos perpetuamos esa desgracia”. No tiene aquella novela, ni tampoco Boulder, segundo volumen de una trilogía, esa carga de punzante y negativo trascendentalismo que caracteriza la literatura del austriaco. Pero algo de ello hay.

En Boulder hay dos viajes hechos por la misma protagonista. Uno externo, primero al sur de Chile y después a Islandia. El interior es hacia la búsqueda del estado perfecto de la soledad. La protagonista ha aceptado que la conozcamos con el nombre de Boulder, que es como la bautiza su pareja sentimental, Samsa. Después de 10 años de convivencia, Samsa quiere tener un hijo. Deciden ambas, más Samsa que Boulder, recurrir a la concepción de laboratorio. De allí nacerá una niña. Un tiempo más tarde, Boulder se embarca como pinche de cocina. Verá a su hija según lo acordado legalmente. En medio habrá alguna transgresión a la difícil fidelidad, sin mayores costes que la sensación de vacío posterior.

En ambas novelas, Eva Baltasar crea un espacio físico a imagen y semejanza de sus protagonistas. Mujeres que defienden no tanto la libertad de su cuerpo como la libertad, con todos los riesgos morales, del cuerpo femenino. En Boulder hay una referencia a Kierkegaard. El filósofo estuvo a punto de casarse, pero desistió porque descubrió que esa mujer hubiera hecho de él el hombre más feliz del mundo. Y parece que no estaba preparado para semejante futuro. Las mujeres de Baltasar tampoco están programadas para la felicidad de manual. Su lucidez les hace ser conscientes de que lo único real del sexo son los cuerpos. El resto es espejismo. La mente discierne, el cuerpo desea.

Antes de ser novelista, Baltasar es poeta. Y esto se nota. En Boulder la escritura es una operación antes lírica que narrativa. Pero la historia está. Duele y nos hace sonreír. En medio de la seda, cada tanto un vulgarismo exacto e irremplazable. Uno de los nombres importantes de la narrativa catalana de hoy.

EL PAÍS



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