Los conflictos con Rusia fortalecen el ucraniano y potencian la creación literaria en ese idioma. Los autores marcados por la experiencia de la guerra proliferan en Ucrania.
Kiev, 12 de marzo de 2020
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, sin querer, puede haber sido el gran promotor de la literatura en lengua ucraniana desde 2014. Aquel año es un punto de referencia para las relaciones internacionales en el continente europeo y también para los hábitos de lectura en Ucrania, pues la anexión de Crimea y el apoyo bélico del Kremlin a los secesionistas enfrentados a Kiev en el Donbás "ha hecho muy difícil la defensa de la cultura rusa y eso ha dado una oportunidad suplementaria a la cultura ucraniana", opina Inna Búlkina, especialista en filología rusa.
En compañía de esa estudiosa, curioseamos en una librería del centro de Kiev (perteneciente a la cadena E, una de las principales del país), donde las obras de autores noveles coexisten con las de los ya clásicos de la literatura actual de Ucrania. En esta última categoría destaca Internat de Serhiy Zhadán (nacido en 1974).
Traducible por “El Internado” o “El Orfanato”, esa novela de 2017 relata el viaje (físico y mental) de un maestro provinciano que atraviesa el frente para recoger a su sobrino de un internado. Con su prosa directa y poética, Zhadán transforma la guerra en la región minera e industrial de Donbás en un entorno fantasmagórico con valor global. Zhadán, junto con Yuri Andrujóvich (nacido en 1960) y Andrei Kurkov (que nació en 1961 y escribe en ruso) forma el trío de autores ucranianos más traducidos en el extranjero, afirma Oleksandra Koval, la directora del Instituto Ucraniano del Libro (IUL), una entidad fundada en 2016 bajo la égida del ministerio de Cultura para apoyar la literatura nacional. En 2019, Kurkov publicó Abejas Grises, cuyo protagonista es un colmenero que deambula por la tierra de nadie en torno al frente bélico oriental.
Conocer las tiradas reales de las publicaciones no parece tarea fácil por motivos comerciales, financieros y fiscales y Koval se queja de la negativa de las editoriales a compartir información. “Como bestseller pueden considerarse las obras que sobrepasan los 15.000 ejemplares”, afirma, y explica que se trata de “tiradas reducidas, que se van repitiendo según la dinámica de ventas”. En 2019, tres títulos alcanzaron esa categoría, explica la funcionaria: el primero fue la novela Jaraktérnik (traducible por “El Brujo”), ambientada entre cosacos del siglo XVII por Vasili Skliar (nacido en 1951) un especialista en novelas históricas conocido como “el abuelo de los bestseller”. Netflix con su serie The Witcher parece haber contribuido al éxito del brujo cosaco.
Las otras dos obras de gran tirada citadas por Koval son Hasta que la luz se apague para siempre del autor de techno-thrilers Max Kidruk (nacido en 1984) y Ramillete de las flores favoritas de Svetlana Talán (1960), que escribe novela social con protagonistas femeninas animosas y positivas. De estos tres autores apreciados por sus compatriotas, ninguno figura en el catálogo de “nuevos libros”, editado en inglés por el ILU. Sobre esta circunstancia, Iryna Baturévych, jefa del departamento analítico del ILU, explica que la selección de autores corrió a cargo de expertos literarios, académicos, críticos y representantes de los principales festivales literarios nacionales, los cuales decidieron en función de sus propias ideas de lo que interesa a un público internacional.
La contienda en el Este de Ucrania es abordada frecuencia por en los últimos años y tiene una influencia negativa sobre la literatura al servir de promoción de malos poetas, afirma Búlkina. Según el crítico Evguene Stasinevych, el conflicto bélico marca la obra La Tierra de lo Perdido (2017) de Kateryna Kalytko (1982) y es el telón de fondo de la prosa de A sus espaldas de Haska Shyyan (sobre las vicisitudes de la pareja de Marta y Max después de que éste se enrole en el frente y ella escape la depresión con un viaje que culmina con un atentado en la Costa Azul). Como “un agujero negro que se siente pero no se ve”, la guerra está también en Caídas Felices (2019), de Evgeniya Belorusets, donde se recogen historias de mujeres testigos de su propia vida y de la “gran historia”. La contienda es el núcleo de Hija, una obra de Tamara Horija- Zernya (Tamara Duda), una periodista premiada por la BBC en 2019, que destila en ella sus dos años de voluntaria y recaudadora de fondos para los combatientes ucranianos.
La guerra influye además en los dilemas que se plantean a lectores y escritores. El 33% de los lectores elige la lengua en que ha sido escrito el libro, el 12% son indiferentes al idioma en que haya sido escrito, el 28% elige libros en ruso y el 24%, lo hace en ucraniano, siendo este último porcentaje mayor entre los lectores más jóvenes, afirma Baturévych, citando datos recientes. Como comparación, en 2013 el 53% de los lectores preferían el ruso, el 26% el ucraniano y el 21% se decantaba por el idioma en el que hubiera sido escrito el libro o no daba importancia al tema, señala.
Entre las obras más populares de 2019, en la librería que visitamos en el centro de Kiev mencionan Barrio D, un conjunto de historias de Artiom Chej (nacido en 1985) y la colección de ensayos Si, pero, de Tarás Prochasko (nacido en 1968), un botánico miembro del “grupo Stanislav” de Ivano Frankivsk. Además, citan a Irena Karpa (1980) y su novela Buenas noticias del mar de Aral, a André Liaba (1987) con la obra de ensayo En búsqueda de los bárbaros. Viaje por los territorios donde los Balcanes comienzan y no se acaban. Algo anteriores son la colección de ensayos Y de nuevo me meto en un tanque (2016) de Osuna Zabuzhko (1960), y Huellas en el Camino (2019) de Valeri Anániev (1993), veterano de la contienda, blogger y peregrino a Santiago.
La sombra de Chernóbyl
En opinión de Koval, un futuro brillante espera a Markiyán Kamysh, autor fascinado por el mundo de la central nuclear de Chernóbyl, que ha escrito Scrap (2017) y antes Un Paseo por la Zona (2015) sobre el saqueo del territorio contaminado. Kamysh nació en 1988 en la familia de un físico nuclear que trabajó en liquidar las secuelas del accidente.
“A Vladímir Putin alguna vez le agradecerán lo que ha hecho por la literatura en ucraniano”, dice una experta en filología rusa
”E” es una de las principales redes de distribución de libros de Ucrania, y la lista de las obras más vendidas en el comercio visitado a fines de febrero en Kiev coincide solo en parte con la lista estatal de ventas de la cadena, donde figuran obras de autoayuda, de psicología, sobre cómo prosperar en los negocios y también sobre cómo escribir correctamente en ucraniano. En esta lista global, en quinta posición estaba Feliks Avstria (editado en 2014) de Sofia Andrujóvich, (la hija de Yuri Andrujóvich), que reconstruyó la vida provinciana de 1900 en una ciudad oriental del imperio austrohúngaro (la actual Ivano Frankiv, hoy en Ucrania).
“A Vladímir Putin alguna vez le agradecerán lo que ha hecho por la literatura en ucraniano”, opina Búlkina. "Los que antes leían en ruso ahora leen en ucraniano y además, técnica y económicamente, es cada vez más difícil comprar los libros editados en Rusia, puesto que hay que encargarlos, cumplir los trámites de aduanas y someterlos a una comisión especial que determina si contienen o no propaganda anti ucraniana”, explica. Prohibida en Ucrania está la producción de nueve editoriales de la Federación Rusa, que han difundido obras de autores consideradas hostiles por las autoridades en Kiev. Por la misma razón, Ucrania ha vetado varias compañías rusas de venta por Internet.
La guerra altera la identidad lingüística y reestructura los mercados. Volodymir Rafeenko, un escritor de Donetsk (1969) se ha trasladado a Kiev y ha sustituido el ruso por el ucraniano como lengua literaria (Mondegreen, publicado en 2019). La zona de Donbás es rica en autores de ciencia ficción, que escriben en ruso. Dadas las nuevas trabas y dificultades para el comercio editorial entre Rusia y Ucrania, estos escritores, en algunos casos implicados activamente en la causa secesionista, han quedado excluidos del mercado ucraniano.
Importante para la historia de la literatura en Ucrania es una serie dedicada a rescatar del olvido la producción editorial en idioma ucraniano de los años veinte del pasado siglo. En la selecta colección confeccionada a partir de 2016 por Yarina Tsimbal, del Instituto de Literatura de la Academia de Ciencias de Ucrania, destacan las novelas policiacas y de amor.”Se trata de un periodo único caracterizado por la libertad temática y de expresión”, afirma Tsimbal, que en Caminos bajo el Sol reunió reportajes periodísticos de seis autores, tres de los cuales perecieron en los años treinta represaliados por el régimen estalinista.
En el apartado de otros idiomas de Ucrania, como el húngaro, el rumano y el tártaro de Crimea, el ILU no parece tener nada que mostrar, pues “las lenguas de las minorías, excepto el ruso, no son aún un segmento comercial del mercado ucraniano”, afirma Baturevych. Escasean los traductores y el mercado literario en húngaro y rumano de las provincias de Transcarpatia y Chernivtsi (la antigua Bucovina) es abastecido desde Budapest y Bucarest respectivamente.
Entre las traducciones al ucraniano, llaman la atención las de la Nobel Svetlana Alexiévich (en ruso en el original). Búlkina califica de “todo un gesto” estas traducciones, que son posteriores a 2014 y corresponden a obras publicada en el siglo pasado o la primera década de este siglo. Muchos recuerdan que las versiones ucranianas de los libros de Gary Potter, al adelantarse a las versiones rusas de las mismas obras, contribuyeron en gran manera al arraigo del ucraniano en la literatura infantil. “Antes, nuestro sistema político era indiferente ante los libros en ucraniano y mucha gente pensaba que nuestra lengua no era interesante, pero ahora tenemos muchos libros en nuestro idioma y eso es estupendo”, afirma la dependienta de la librería que visitamos en Kiev, una joven de 25 años, que atiende en ucraniano y en inglés, pero no en ruso.
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