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Daniel Gascón: «Los escritores que más me gustan siempre tienden al humor»
GONZALO GRAGERA
Aunque muchos de sus lectores lo conocieron en El golpe posmoderno (Debate, 2018), Daniel Gascón es autor de una obra que se ocupa de la narrativa, con títulos como La edad del pavo, La vida cotidiana, Entresuelo. Editor de la revista Letras Libres y columnista de El País, nos tiene acostumbrados a diseccionar la realidad política y cultural con estilo sobrio y trabajado, con inteligencia en los argumentos y personalidad en la escritura. En sus textos consigue dominar el análisis complejo mediante la claridad en la expresión. Ese don tan difícil.
Daniel Gascón huye de los clichés y de las ideas enlatadas, de las trincheras de la guerra cultural y del soniquete de las ideologías preconcebidas. De empezar las conversaciones con un ideario bajo el brazo. Una actitud que se agradece entre tanto activista tuitero y entre tanto columnismo de soflama política. También entre tanto escritor comprometido. En él encontramos eso tan escaso: atender a los hechos desde la coyuntura misma del hecho, y no desde una interpretación ideológica ya programada. Ya sea la tauromaquia, el independentismo catalán, Pedro Sánchez o el Me Too.
En la charla se nota su temperamento: sosegado pero no tibio, algunas veces dubitativo pero nunca esquivo, partidario pero no partidista.
—En una de tus columnas decías que la cultura era una conversación.
—Es una frase que se la he leído, y que le gusta mucho, a Gabriel Zaid. Creo que la cultura es una gran conversación donde siempre entran voces diferentes. La conversación que entablas con tus contemporáneos, pero también con gente de otros sitios. Y con gente que ya está muerta. A mí me gusta pensar que es como un gran lugar donde se discuten temas. Todo tipo de temas. Como si fuera un bar donde todos estamos hablando y, casi sin esperarlo, pasas a hablar de otro asunto, y de otro, y de otro. Así que esa definición me parece que es una buena metáfora. Por otra parte, creo en el elemento azaroso que tienen las conversaciones para la cultura y para el desarrollo artístico.
—Dice el escritor José Mateos que la cultura de hoy se encuentra en un periodo helenístico. De transición. Pero a su vez de repetición, de bloqueo. No sé si tienes esa sensación de que la cultura, hoy día, se ha fosilizado.
—Supongo que al hablar de cultura tenemos que ver de qué estamos hablando. Sí que creo que ha habido una gran fragmentación. Que ahora mismo hay una mayor oferta cultural, lo que nos lleva a una intensidad en nuestro presente que quizá nos haga ver un pasado con mayor prestigio. Quizá, también, antes pensábamos que la poesía explicaba el mundo, como luego lo pensamos de la novela. Y ahora no. Aunque al mismo tiempo esas obras sigan contando cosas y ayudando a entendernos a nosotros. Seguramente los nuevos productos culturales hacen que se vean de otra forma. Más que una sensación de fosilización lo que veo es un campo muy difícil de abarcar. Que quizá siempre haya sido así.
—En tu labor de editor, de la revista Letras Libres, ¿cuáles son los objetivos?
—La revista es eso que te decía de la conversación. Lo que hacemos siempre es ir viendo los debates que nos interesan o que nos plantean dudas, e ir siguiéndolos. A veces, algunos de estos debates tienen que ver con esto que me preguntas. También me interesa la posibilidad que te da la revista de ir a dos velocidades. Por un lado la web, que te permite agilidad, rapidez, y por otro la edición mensual, en papel, donde vas buscando temas de mayor profundidad. Conseguir que la revista, en cierta manera, nos ayude a entendernos. O lo que dice Manuel Toscano de un profesor que terminó una conferencia con una frase que me gusta mucho: “Ojalá hayamos llegado a un nivel de confusión superior”.
—¿Qué influencia tiene la cultura estadounidense en el debate cultural español? Da la sensación de que extrapolamos análisis de otros contextos a nuestro contexto.
—Yo creo que en eso ha habido una cosa bastante clara: internet. Luego seguramente también que nuestra generación es una generación más formada en el inglés. Y luego el mundo periodístico anglosajón, que aunque tenga barreras de pago, está mucho más abierto. Así que sí, se trasladan muchos debates, sobre todo estadounidenses. Aunque no siempre lo más interesante. Y a veces estos debates que todos conocemos los conocemos a través de su caricatura.
—Leemos a autores en español y es casi una literatura traducida. La influencia de la traducción se ha trasladado a nuestra propia obra. Hay un modelo de imitación. No sé si lo percibes.
—Pero la literatura siempre ha tenido ese lado. Un lado transnacional. Como Kundera, que escribe en su lengua materna, pero luego escribe en inglés, después en francés. Esa contaminación no está mal. Creo que puede enriquecer. Eso propicia muchas tradiciones que conviven en una misma literatura, o en varias literaturas. Por ejemplo, Mariano Peyrou está haciendo algo muy distinto a lo que hacen otros. O Mercedes Cebrián. Creo que ese mestizaje favorece y enriquece.
—¿Qué es una buena traducción?
—Tendría que ser algo que recree la experiencia que tiene el lector al leer una propia lengua. La translación. Y saber un poco trabajar en lo que decía Nabokov; es decir, ser bueno en el idioma de llegada. Traducir bien es tratar un texto con el máximo respeto hacia el autor que lo escribe, y al mismo tiempo tratarlo como si fuera un texto tuyo. Con la máxima exigencia.
—En tus columnas de El País escribes desde un estilo muy depurado, casi sin artificio alguno. ¿Por qué escoges este estilo?
—Nada es natural cuando escribes. Pero digamos que es la forma en la que me gusta escribir. Intentando escribir lo más claro posible. Porque escribir con claridad, creo, me va a hacer pensar con claridad. Admiro mucho el ensayismo anglosajón, que quizá traduciéndolo haya aprendido a escribir de esa manera. Por otra parte, hay columnistas más barrocos que me gustan. Soy capaz de apreciar ese estilo. Pero yo prefiero comprimir las cosas.
—Llama la atención que tus columnas se leen, en un tiempo de agitación y ruido en redes sociales, sin estridencia. Tus columnas son complejas, pero tratas esa complejidad con sencillez.
—No he pensado mucho en las redes sociales. Publiqué mi primer libro hace dieciocho años, y desde entonces siempre me ha gustado esa idea de que la expresión sea lo más sencilla posible sin que las ideas sean sencillas. Creo en la cortesía hacia el lector. Quizá desde otro tipo de formación, pienso en algún escritor filosófico, escribe desde otro lenguaje. Creo, en todo caso, que aunque lo que cuentes es muy complejo tienes que hacer ese esfuerzo.
—¿Es cierto el tópico de que la cultura te hace libre?
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