martes, 13 de febrero de 2024

Mauricio Vargas / Petro, en modo Trump

 








Petro, en modo Trump

Dice que no tuvo que ver con la toma del Palacio en 1985. Esta vez, convocó y alentó a la turba.


Mauricio Vargas

11 de febrero de 2024

Convocar a punta de trinos y desde la cúpula del Ejecutivo a una serie de manifestaciones, con el fin de arrinconar a uno de los poderes del Estado para obligarlo a actuar de determinada manera, como hizo el presidente Gustavo Petro esta semana en su afán de presionar a la Corte Suprema de Justicia a elegir nuevo Fiscal General, me lleva a evocar dos críticos momentos de la historia.

El primero es el asalto al Capitolio en Washington, en enero de 2021, por hordas de manifestantes trumpistas armados de palos y piedras, y estimulados desde la Casa Blanca por el presidente saliente, Donald Trump. Se negaba Trump a aceptar su derrota en las presidenciales de noviembre del año 2020, ante Joe Biden, y buscaba presionar al Congreso para que no convalidara dicha elección.

El segundo es menos reciente: ocurrió en el mismo lugar en que este jueves las hordas petristas sitiaron, con palos, piedras y banderas del M-19, el Palacio de Justicia en el costado norte de la plaza de Bolívar, en Bogotá. Se trata del holocausto en el palacio anterior, que se inició el 5 de noviembre de 1985 con el asalto terrorista del M-19, y que desencadenó la violenta retoma el día 6, por parte de la Fuerza Pública. La batalla, en pleno corazón de la capital, se saldó con la muerte de 33 guerrilleros, 11 militares y 43 civiles, y con la desaparición de 11 personas más.

En ese entonces, Petro hacía parte del M-19, movimiento armado que pretendía, una vez tomada la sede de los altos tribunales, llevar a juicio allí al presidente Belisario Betancur. Ahora, en este nuevo asedio al Palacio, que por fortuna estuvo lejísimos de terminar en el sangriento desenlace de 1985, Petro actuaba como Presidente de la República, al igual que Trump en los hechos de hace tres años en Washington.

A pesar de acciones terroristas como la del Palacio, y de miles de asesinatos, secuestros y emboscadas a policías y soldados, Petro y sus compañeros del M-19, sobrevivientes de la guerra, fueron generosamente indultados por la democracia colombiana, lo que le permitió al exguerrillero convertirse luego en funcionario diplomático, representante a la Cámara, Senador, alcalde de Bogotá y Presidente.

Petro siempre ha sostenido que no tuvo que ver con la planeación ni con la ejecución del criminal asalto de 1985. Pero esta vez, en calidad ni más ni menos que de Presidente de la República, convocó las manifestaciones y las alentó, y cuando el asedio al Palacio se salió de madre –como ocurre siempre que aparece la primera línea, la fuerza de choque que se inspira en el ‘alter ego’ de Petro, Gustavo Bolívar– se tardó unas horas en condenar los hechos. Igual que Trump en enero de 2021.

Al final, la Policía antidisturbios se abrió paso entre la turba, enardecida por los trinos de las bodegas petristas que tanto incendio han ocasionado en Colombia en estos años. La Fuerza Pública respondió así a una orden, no del Presidente, sino del alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán.

Solo de ese modo pudo la Policía garantizar la salida, sanos y salvos, de los magistrados de la Corte Suprema, quienes, a pesar de las amenazas, cumplieron con su deber de realizar dos rondas de votación para elegir Fiscal. Se impuso en ambas rondas el voto en blanco, algo que expresa a las claras lo que una mayoría de miembros del tribunal piensa de la terna presentada por Petro.

Al igual que hizo Trump en enero de 2021, Petro intentó minimizar lo ocurrido, como si sitiar de manera violenta al máximo tribunal judicial de Colombia, en momentos en que delibera y vota en cumplimiento de sus deberes constitucionales, fuera una anécdota más. La diferencia entre Trump y Petro es que el primero está siendo procesado penalmente por su papel en el asalto al Capitolio. En cambio acá, ¿se atreverá la Comisión de Acusación de la Cámara a hincarle el diente al asunto?

EL TIEMPO




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