lunes, 12 de febrero de 2024

Alfonso Orejel / Teléfono

 



Alfonso Orejel

Teléfono


Mamá toma el teléfono

y dura horas y horas hablando con Juanita,

su comadre.

De los tamales rojos de Huajicori,

la enjundia de gallina para los empachos,

la Tere que no tiene apuro de casarse,

de las pitayas sangrientas

o la muy poca nata que da la leche ahora.

Es un largo monólogo

donde las palabras saltan como gotas de lluvia.

Su voz, caudalosa, se desborda

como el río en el lluvioso agosto.

Las dos se intercambian en voz baja

recuerdos y lágrimas,

pronósticos de sus hijos,

risitas prohibidas,

desvergonzadas carcajadas.

Papá toca su hombro y le dice:

– Ya cuelga. Estás cansada.

-Hablé con mi mamá. ¡Pobrecita!

le tiene tanto miedo al río

que se persigna si llovizna.

Lucina quiere embarazarse

pero ya le dije que lo haga

hasta que se alivie de la muerte.

Luego la mira con cierta compasión.

Ella se levanta con dificultad

y mueve sus piernas flacas

- con artritis, que (dice) no le duelen -.

– Voy a meter la ropa, se va a serenar.

- Boris ya no se queja, y hasta ladra.

- Hace un buen rato El Chino

se puso a contar monedas en el fondo.

-¿Sabes quién me habló, Martín?

¡Nacho, mi guero Balí!

Y se aleja hacia su cuarto

con pasos titubeantes.

Él toma el auricular y escucha

el lúgubre silencio palpitando

-como un corazón -, en su interior.

Y sonríe con amargura

porque sabe, que el teléfono

de disco, de nuestra casa,

desde hace años está muerto.



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