Juro por Dios, Mag, que ojalá nunca te hubiera visto.
Ojalá jamás hubiéramos pagado el permiso, ni comprado
un vestido blanco,
para que te casaras el mismo día en que fuimos corriendo
a ver al cura
y le dijimos que nos amaríamos y cuidaríamos uno al otro
por siempre jamás, siempre que el sol y la lluvia perdurasen
en algún rincón.
Sí, ahora es mi deseo que vivieras en otra parte, bien lejos
de aquí,
y que yo fuera un vagamundo montado en un mercancías,
a dos mil kilómetros, totalmente en la ruina.
Y ojalá nunca hubiéramos tenido niños
ni el alquiler, el carbón, la ropa por pagar,
ni el recadero de la tienda que viene a cobrar lo suyo,
a cobrar en metálico por alubias y ciruelas.
Ojalá nunca te hubiera visto, Mag
Ojalá nunca hubiéramos tenido niños.
Carl Sandburg
MAG
Otra versión
Que Dios hubiera impedido nuestro encuentro, Mag.
Que nunca hubieras abandonado tu trabajo por venirte conmigo.
Que nunca hubieras tenido permiso ni vestido blanco
para casarte el día que perseguimos al juez
y le dijimos que nos amaríamos y nos cuidaríamos
siempre y tanto como perduran el sol y la lluvia.
Sí, ahora deseo que tú vivieras lejos,
y que yo fuera un bulto entre puñetazos
a mil quinientos kilómetros de aquí, muerto
y despedazado.
Que los niños nunca hubieran venido.
Nunca hubiera pagado por la casa, el carbón.
la ropa. Que nunca hubiera visto al abarrotero
cobrando frijoles y ciruelas.
Que Dios nunca me hubiera dejado verte, Mag.
Que Dios les hubiera impedido nacer a los niños.
Que nunca hubieras abandonado tu trabajo por venirte conmigo.
Que nunca hubieras tenido permiso ni vestido blanco
para casarte el día que perseguimos al juez
y le dijimos que nos amaríamos y nos cuidaríamos
siempre y tanto como perduran el sol y la lluvia.
Sí, ahora deseo que tú vivieras lejos,
y que yo fuera un bulto entre puñetazos
a mil quinientos kilómetros de aquí, muerto
y despedazado.
Que los niños nunca hubieran venido.
Nunca hubiera pagado por la casa, el carbón.
la ropa. Que nunca hubiera visto al abarrotero
cobrando frijoles y ciruelas.
Que Dios nunca me hubiera dejado verte, Mag.
Que Dios les hubiera impedido nacer a los niños.
"El Congo y otros poemas", de Vachel Lindsay (1914), la "Antología de Spoon River", de Edgar Lee Masters (1915) y "Poemas de Chicago", de Carl Sandburg (1916), conforman lo que con acierto se llamó el Renacimiento de Chicago, punta de lanza del vanguardismo poético norteamericano de ese entonces.
Sobre "Poemas de Chicago", se dice: "Es una poesía de verso libre, viril y rompedora, de la estirpe de Whitman, que no pierde el carácter crítico, solidario y antibelicista. Algunos de sus poemas alcanzan una dimensión musical próxima a la balada, lo que explica que Sandburg fuera un famoso cantante de folk. Con todo, este libro consolidó su reputación de ser un autor realista preocupado por los claroscuros de la sociedad industrial".
Según Borges, "Hay en Carl Sandburg una fatigada tristeza, una tristeza de atardecer en la llanura, de ríos barrosos, de recuerdos inútiles y precisos, de hombre que siente día y noche el desgaste del tiempo. Whitman, en un Nueva York de tres o cuatro pisos, celebró las ciudades verticales que se tiran al cielo; Sandburg, en la vertiginosa Chicago, suele prever el tiempo remoto en que la soledad, las ratas y la llanura se repartirán los escombros de su ciudad".
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