Danielle Steel, la vida de una superventas adicta al trabajo y coleccionista de alta costura
La escritora romántica, con casi 200 novelas publicadas, se ha casado cinco veces, tiene nueve hijos y acumula más de 6.000 pares de zapatos de Christian Louboutin
María Porcel
23 de marzo de 2021
Además de haber escrito casi 200 libros, Danielle Steel tiene un blog. De hecho, dos. Uno en su propia web, donde cuenta sus cuitas personales, y otro en la página de su editor, donde escribe acerca de próximos lanzamientos y publicaciones. Contenido hay. Otra cosa es de dónde saque el tiempo para escribirlo. Steel es una prolífica escritora, que trabaja a fondo en todas sus obras. A sus 73 años (cumplirá 74 en agosto), lleva escribiendo desde los 18 y no se toma su trabajo como un divertimento: le dedica unas 20 horas al día. Por ello ha vendido 800 millones de libros traducidos a 43 idiomas con 22 adaptaciones cinematográficas, dos de ellas con nominaciones a los Globos de Oro, y ha estado 381 semanas consecutivas (cifra récord) como autora más vendida de The New York Times. Y lo ha compatibilizado con una vida intensa entre los dos lados del Atlántico, cinco maridos, nueve hijos y dolorosas tragedias.
Steel pasa sus días entre sus casas de París y de San Francisco, llevando a la vez hasta cinco proyectos que tarda en sacar dos, tres años. Nació como hija única en Nueva York hija de padre alemán (descendiente de los dueños de la cerveza Lowenbrau) y madre portuguesa (hija de un diplomático), pero su familia se fue a vivir a la capital francesa cuando ella tenía seis años, buen lugar para coger el tono a los eventos sociales de finales de los años cuarenta y primeros cincuenta que tanta inspiración le darían para esas obras de amor y lujo que tan popular la han hecho. De hecho, el primero de sus cinco esposos fue el también francés Claude-Eric Hazard, un banquero con quien se casó con apenas 18 años y tuvo a su primera hija.
Fue entonces cuando empezó a escribir. Cuando creció su familia, lo hizo por las noches o cuando los niños estaban en el colegio; ahora, lo hace la mayor parte del día y apenas duerme cuatro horas. Solo se toma una semana de descanso en verano. Como contó hace un par de años en una entrevista con la revista Glamour, dos de sus maridos nunca vieron bien que trabajara, pero ella nunca dejó de hacerlo, en cualquier circunstancia, incluso con un puñado de niños correteando por la casa. En sus casas tiene sendas máquinas de escribir Olympia antiguas. Una de ellas es la misma con la que empezó sus textos hace medio siglo. A lo largo de estos años se ha hecho con otras 12 o 15, pero solo las usa como posibles repuestos si la suya se estropea. “No hay milagros”, dice de su trabajo, “solo disciplina”.
A mediados de los setenta, Steel dejó a Lazard por su segundo marido, un preso al que conoció durante una visita a la cárcel en busca de documentación. Se casaron en la capilla de la prisión. Estuvieron juntos cuatro años y apenas un día después de divorciarse se casó con el tercero, el exheroinómano condenado por robo William George Toth, de quien estaba embarazada, a punto de dar a luz. Se divorciaron tres años después.
Fue entonces, a principios de los ochenta, cuando la vida de Steel dio un vuelco. Entonces empezó a ser un personaje de la alta sociedad. En una fiesta temática de Lo que el viento se llevó conoció al que sería su cuarto marido y pareja durante 17 años, el viticultor John Traina. Él estaba casado, y junto a su entonces esposa, Dede Buchanan, se harían buenos amigos de Steele. Tras su separación, quedaron y se enamoraron rápidamente, como ella misma ha contado: almorzaron en Año Nuevo de 1981, él le propuso matrimonio en San Valentín y se casaron en junio. Traina adoptaría legalmente a su hijo Nick (que tuvo junto a Toth) y tendrían otros cinco más. Aunque se separaron en 1998 (ella se casó después con su último esposo, el financiero de Silicon Valley Tom Perkins, con quien estuvo cuatro años), siempre mantuvieron un estrecho contacto y una cariñosa relación que sólo acabó con la muerte de Traina en 2011. Juntos formaron una inmensa familia. “No tienes nueve hijos hasta que eso es justo lo que quieres hacer en la vida, y es lo que yo quería. Les hemos tratado siempre como hermanos del todo, sin pensar ni hablar de ‘medio hermanos’ o ‘hermanastros’, y por tanto se consideran hermanas y hermanos entre sí”, escribía en su blog.
Con Traina floreció la Steel más artística, que empezó a escribir poesía, libros infantiles y hasta unas memorias, donde hablaba de un aborto. También junto a él llegó su momento más doloroso: la muerte de su hijo Nick, que sufría un trastorno bipolar y se suicidó en 1997. Steel escribió un libro sobre él, Su luz interior, el más importante para ella, como contó en una entrevista con Time. “Solo una vez he sufrido el clásico bloqueo del escritor”, contaba. “Se dieron circunstancias traumáticas: mi hijo había muerto, mi matrimonio había acabado. Dejé de escribir durante 14 meses y temí que fuera para siempre”, relataba. Entonces, estando en Londres con una amiga, el coche en el que viajaban casi fue embestido en un cruce por un autobús doble. El conductor de su vehículo había bebido. Al final fue solo un roce, pero todo un revulsivo para que se fuera corriendo a su hotel a sentarse a escribir.
Además de por su prolífica y a menudo criticada obra (aunque ella afirmaba en una entrevista que “la literatura popular sobrevivirá, y Charles Dickens es un gran ejemplo), Steel es conocida por su pasión por la moda. Es una de esas pocas, poquísimas personas del mundo que compran ropa de alta costura, es decir, exclusiva, hecha a medida por las grandes casas de moda y muy cara. Tres de sus hijas, Samantha, Vanessa y Victoria Traina, han sido también grandes aficionadas –”las he llevado a desfiles desde que eran pequeñas”, ha confesado–, y de hecho Vanessa, de 35 años, es consultora de moda y ha trabajado para Moda Operandi, Altuzarra o Tiffany&Co.
Steele es gran compradora de marcas como Chanel y Dior. Su abuela le regaló su primer vestido de alta costura con 17 años, como contó en Harper’s Bazaar, y su suegra le regaló también otro de Balenciaga. Tanto le gusta la moda que llegó a estudiar en la prestigiosa escuela de diseño Parsons. Para ella, ese proceso de comprar una prenda, con citas, pruebas y personalización “es un sueño”. “Hay magia en el aire, te pones un vestido de noche exquisito y te sientes como una princesa”, contaba en la revista. Ahí relataba cómo a mediados de los noventa para dar un gran baile para un centenar de invitados en la casa que compró y restauró junto a Traina (”como Downton Abbey”) encargó un inmenso vestido de Dior de camisa blanca y falda dorada que aún conserva. Además, es una de las mayores coleccionistas de zapatos de Christian Louboutin del mundo. Acumula, contó el zapatero, más de 6.000 pares. Otra cosa es que los saque de debajo del escritorio.
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EL PAÍS
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