miércoles, 8 de abril de 2015

Billie Holiday / Strange fruit



Billie Holiday

‘Strange fruit’

by Abel Meeropol / Lewis Allan


Southern trees bear strange fruit
Blood on the leaves and blood at the root
Black bodies swinging in the southern breeze
Strange fruit hanging from the poplar trees

Pastoral scene of the gallant south
The bulging eyes and the twisted mouth
Scent of magnolias, sweet and fresh
Then the sudden smell of burning flesh

Here is fruit for the crows to pluck
For the rain to gather, for the wind to suck
For the sun to rot, for the trees to drop
Here is a strange and bitter crop


"De los árboles del sur cuelga una fruta extraña. 
Sangre en las hojas, y sangre en la raíz. 
Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña. 
Extraña fruta cuelga de los álamos.

Escena pastoral del valiente sur. 
Los ojos saltones y la boca retorcida. 
Aroma de las magnolias, dulce y fresco. 
Y el repentino olor a carne quemada. 

Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos. 
Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire,
para que el sol la pudra, para que los árboles lo dejen caer.
Esta es una extraña y amarga cosecha".





No fue la primera canción protesta de la historia, pero sí fue la primera que hizo mella en el mundo del espectáculo


    CARLOS MARCOS Madrid 25 FEB 2014 - 18:49 CET

    La primera vez que se interpretó Strange fruit en un garito nadie aplaudió. Segundos antes de terminar la canción, cuando la intérprete pronunciaba las dolientes últimas palabras (“esta es una extraña y amarga cosecha”), las luces del Café Society neoyorquino, con capacidad para 200 personas, se apagaron. Instantes después se encendieron, pero la cantante había desaparecido. Billie Holiday estaba vomitando en el pequeño aseo del local, sobrecogida después de su estremecedora interpretación. Los espectadores intentaban recuperar el aliento tras asistir a aquella desgarrada actuación. Fue una pieza breve, solo tres minutos que cambiaron para siempre la historia de la música comprometida. Mientras la primera canción antirracista nacía, justo en ese momento, a muchos kilómetros de allí, en España, se levantaba un nuevo monumento a la intolerancia y la barbarie: el general Franco ordenaba los últimos bombardeos para aplastar a la República. Empezaba la dictadura. Era la primavera de 1939.
    En efecto, para Billie Holiday (Filadelfia, 1915-Nueva York, 1959) era doloroso atacar Strange fruit. “Cantarla me afecta tanto que me pone mala. Me deja sin fuerzas”, señala la cantante en su autobiografía, Lady sings the blues. Y cuenta una anécdota que refleja el choque emocional que libraba con la canción: “(Después de cantar Strange fruit) Entró una mujer en el lavabo de señoras del Downbeat Club y me encontró desquiciada de tanto llorar. Yo había salido corriendo del escenario, con escalofríos, desdichada y feliz al mismo tiempo. La mujer me miró y se le humedecieron los ojos. ‘Dios mío’ –dijo–, ‘en mi vida oí algo tan hermoso. En la sala se podía oír volar a una mosca”.
    La letra de Strage fruit tiene solo tres estrofas, profundas, dolientes: "De los árboles del sur cuelga una fruta extraña. / Sangre en las hojas, y sangre en la raíz. / Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña. / Extraña fruta cuelga de los álamos./Escena pastoral del valiente sur. / Los ojos saltones y la boca retorcida. / Aroma de las magnolias, dulce y fresco. / Y el repentino olor a carne quemada. Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos. / Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire, para que el sol la pudra, para que los árboles lo dejen caer./ Esta es una extraña y amarga cosecha".


    Linchamiento de Thomas Shipp y Abram Smith.
    Lo curioso es que el poema está escrito por un blanco. El autor es Abel Meeropol, un judío que militaba en el Partido Comunista y trabajaba de profesor. Meeropol, que se crió en el Bronx neoyorquino, adoptó el seudónimo de Lewis Allan para publicar el poema en el periódico del sindicato de profesores de Nueva York. Lo tituló de Bitter fruit (Fruta amarga). Luego cambió bitter(amarga) por strange (extraña), probablemente porque expresaba mejor el mensaje. Se inspiró para escribir el poema en una cruda fotografía de los cuerpos de Thomas Shipp y Abram Smith, ambos negros, colgados macabramente de un árbol con la ayuda de una cuerda (“extraños frutos cuelgan de los álamos”). El linchamiento se produjo en Marion, Indiana, EE UU, en agosto de 1930.
    Meeropol escribió una sencilla melodía para el poema. Su mujer fue la encargada de cantarla, siempre en reuniones de amigos y familiares. Hasta que un día le dieron la canción a la cantante negra Laura Duncan, que la interpretó una noche de 1938 en el Madison Square Garden. Entre el público se encontraba Robert Gordon, trabajador del Café Society, tugurio donde Billie Holiday solía actual. Gordon le informó del descubrimiento al dueño del Society, Barney Josephson, militante izquierdista. La conexión ya estaba hecha.
    El 20 de abril de 1939 la cantante entraba en el estudio para grabar la pieza. Melódicamente no es una canción común. Arranca con una melodía de trompeta seguida de un piano. Holiday no entra a cantar hasta que pasa un minuto y diez segundos, de un tema que dura solo 3,05. La cantante está en acción menos de dos minutos. La sesión de grabación duró cuatro horas. Strange fruit no se convirtió en un gran éxito de ventas. Solo con el tiempo alcanzó la condición de mito. Como señala Dorian Lynskey en su excepcional 33 revolutions per minute,Strange fruit no fue la primera canción protesta de la historia, pero sí fue la primera que impactó en el mundo del espectáculo. Antes de eso las piezas reivindicativas se circunscribían al ámbito de los mítines, las huelgas o las fiestas sindicalistas, pero nunca entraron en el masivo escenario de la cultura popular.
    Ojo: Holiday tenía solo 23 años cuando cantó la pieza por primera vez. Todavía no había pasado por el calvario que fue su vida. Perseguida, por negra y adicta a las drogas, pasó por la cárcel y se le prohibió actuar en los clubes de Nueva York durante años. Incluso cuando murió, de cirrosis, con solo 44 años, se encontraba bajo arresto domiciliario por tenencia de narcóticos. Sus tempestuosas relaciones amorosas quebraron aún más su capacidad de resistencia.
    Todo lo que para ella era ser negro en Estados Unidos en aquella época represiva lo vertía en esa canción. Con el paso de los años, y con el sufrimiento acumulado, las interpretaciones de Strange fruit por parte de Billie Holiday fueron más intensas. Durante alguna etapa de su carrera (la más oscura) llegó a quitar la canción de su repertorio. Pero siempre volvía a ella. Hubo incluso algunos promotores que le exigieron que no la cantara, sin duda por el impacto emocional que producía en ella y en la audiencia (los camareros dejaban de servir copas por respeto y escuchaban al fondo de la sala), pero ella empezó a incluir una cláusula en los contratos reservándose el derecho a interpretar el tema.
    En la década de los cincuenta el deterioro de su salud se acentuó. Su adicción a la heroína y sus problemas policiales no tenían fin. Como cuenta el periodista David Margolick en 33 revolutions per minute,cuando cantaba eso de “los ojos saltones y la boca retorcida”, Billie ya no hablaba solo de aquellos negros apaleados: se refería a ella misma, a su estado físico de aquella época.
    Hay una anécdota que ilustra vívidamente la huella de Strange fruit y su relación con su intérprete. En los años finales de su vida, alguien reconoció a Billie en una sombría callejuela de Nueva York, caminando sin rumbo, con aspecto de vagabunda. El tipo, sorprendido por la desastrada imagen de la cantante, le dijo: “¿Qué estás haciendo con tu vida, Lady Day?”. Y, ella, desafiante, le contestó: “Bien, ¿sabes?, aún sigo siendo una negra”.


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