PERE SUREDA 16 AGO 2012 - 09:52 CET
Desde diciembre de 2011, Grupo Editorial Norma decidió desinvertir en el negocio de libros. Por lo tanto el oficio de director editorial que desarrollaba llegó a su final. Todo final lleva implícito un nuevo comienzo, que ya llegará.
Mientras tanto, ya que lo mío es vocacional, dedico mucho tiempo a conversar con mayor libertad con otros colegas y muchos autores. Esto me ha ayudado a reflexionar sobre la tarea del editor en el siglo XXI. Y me he reafirmado en varias de las verdades que Castellet ya escribió en el catálogo del 25º aniversario de Edicions 62. En 1987. Resumiré lo que me parece esencial hoy.
-El oficio no se enseña, se aprende.
-El ojo es muy útil ya que hay manuscritos que con un vistazo son descartables para tu editorial.
-Leer siempre: tanto los originales publicables, como los autores del momento y de la competencia. La curiosidad es esencial.
-El olfato es imprescindible, personal e intransferible.
-El oído. Hay que escuchar constantemente. Primero al autor y en todo momento. Siempre. Al librero, al distribuidor, al colega. Siempre escuchando. Escuchar al autor significa acompañarle en el camino. En los buenos y malos momentos. Debe sentir que le has leído y debe saber lo que le puedes aportar.
Estas son las bases del oficio para cualquier soporte al que nos refiramos, aunque el tiempo nos descubrirá nuevos mundos. Pero el autor no dejará de ser esencial; y eso hace que todo se mueva en torno a él, merecidamente. En este siglo y en el XXII.
Pere Sureda es editor.
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