Óscar Collazos
SOBRE SÁBATO
Heredero de una tradición que recuperó a
Kierkegaard, Dostoievski y Kafka para la novela latinoamericana, se apartó del
canon literario que distinguía a la literatura argentina.
Prodavinci | 6 de
Mayo, 2011
Ernesto Sábato (1911-2011) debió de haber visto y admirado muchas veces el
aguafuerte número 43 de la serie Los caprichos (1799), de Goya. El grabado es
conocido por la inscripción que se destaca al pie de un hombre que duerme con
la cabeza apoyada entre sus brazos, asediado por pajarracos y animales de todas
las especies.
‘El sueño de la
razón produce monstruos’ -título del grabado- podría haber sido la divisa de
este raro y grande escritor. Heredero de una tradición que recuperó a
Kierkegaard, Dostoievski y Kafka para la novela latinoamericana, Sábato se
apartó desde el principio del canon literario que, entre Borges y Cortázar,
distinguía a la literatura argentina.
La historia de Juan
Pablo Castel y María Iribarne (asesino y víctima de El túnel) tuvo la fortuna
de coincidir con el apogeo del existencialismo europeo. De allí el éxito entre
los lectores de todos los idiomas y los elogios que le dispensaron Albert
Camus, Thomas Mann y Graham Greene.
Sobre héroes y
tumbas (1961) fue una novela intrusa entre las novelas del boom
latinoamericano. No venía, como señalé, del universo alegórico de Borges, pero
tampoco del realismo barrial de Roberto Arlt. Sábato era demasiado trágico para
compartir las experimentaciones exultantes de Cortázar o el rompecabezas lúdico
de Rayuela, pero admiró, seguramente, sus cuentos fantásticos.
Su temperamento
atormentado, la ironía trágica con que respondía a la vida y aceptaba la
proximidad de la muerte, no tuvieron nunca cabida dentro del optimismo
mesiánico de la izquierda. Sábato rechazó, desde Uno y el Universo, la
racionalidad que dio forma al Estado moderno. Esta racionalidad había hecho
posible la colonia penitenciaria de Kafka, el campo de concentración nazi y el
gulag comunista.
Entre 1983 y 1984,
cuando presidió la Comisión Nacional contra la Desaparición de Personas,
conoció la monstruosa dimensión que podía adquirir el Estado en dictaduras que
pretendieron “defender la democracia” y “detener el avance comunista”. El
informe, prologado por Sábato, es el más demoniaco expediente criminal que
conozcamos en América Latina, pero permitió procesar, condenar y enviar a la
cárcel a los responsables de las juntas militares de la dictadura.
La primera
decepción de Sábato fue el comunismo. La segunda, la ciencia, que abandonó para
dedicarse a la literatura, la pintura y la filosofía desde un humanismo
alimentado quizá por la filosofía de Bertrand Russell. Al decir que El Uno y el
Universo participaba “de la impureza y de la contradicción, que son los
atributos del movimiento”, hacía su apuesta por el poder creativo de la
incertidumbre.
Sobre héroes y
tumbas y El túnel no tratan temas habituales en la literatura latinoamericana.
Sábato, como Juan Carlos Onetti, parecía repetir el exabrupto de Sartre: “El
hombre es una pasión inútil”. Entre El pozo (1939), del uruguayo, y El túnel
(1948), del argentino, se traza, sin embargo, una línea que profundiza en el
malestar del individuo, mucho más esencial que el malestar de las sociedades
donde viven.
¿Es ‘El informe
sobre ciegos’, capítulo de Sobre héroes y tumbas, una alegoría del mal,
inherente a la naturaleza humana? “Seré siempre el que esperó a que le abrieran
la puerta, junto a un muro sin puerta”, escribió. Nos recordaba así otro
enigma: la alegoría de "Ante la ley", el relato de Kafka.
Sábato quiso
empezar uno de sus últimos libros (La resistencia) con esta frase luminosa en
medio de la oscuridad de sus fantasmas: “Hay días en que me levanto con una
esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una
vida más humana está al alcance de nuestras manos”.
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