Oscar Collazos
¿Ganaron los borrachos?
El tiempo, 23 de mayo de 2012
Al hundir el proyecto de ley que buscaba la aplicación de castigos más severos a quienes condujeran en estado de embriaguez, ganaron, en primer término, los legisladores: una vez más, fueron incapaces de trazar la línea que separa al delito de la costumbre.
Uno de los más ridículos argumentos contra la iniciativa lo dio el representante de 'la U' Jairo Ortega. "No sé dónde van a meter a millones de colombianos en las cárceles, porque son millones los que se toman sus traguitos", dijo el político vallecaucano, exponiendo una curiosa teoría: las leyes se hacen en función de las cárceles y no como una regulación de la vida en sociedad. Mejor dicho: como somos muchos los que violamos la ley por la costumbre poco censurable de tomarnos "unos traguitos" y conducir un carro, hagámonos los de la vista gorda.
Mucho menos pintoresco estuvo el representante Germán Navas Talero al decir que "no se justifica la creación de un tipo (penal) autónomo, porque es más el escándalo que la realidad". Y la verdad es que no entendí lo que quiso decir: si la sanción de este delito estaría incluida en la ley de "pequeñas causas", o si no es tan escandaloso endurecer penas contra borrachos que manejan y ponen en peligro la vida de los ciudadanos.
Fieles a una tradición en la que las costumbres malas y socialmente dañinas deben ser toleradas si las practica mucha gente y no sancionadas como violaciones de las leyes, los honorables hundieron un proyecto que introduciría sanciones disuasivas a unas leyes permisivas. Se nos recordaría que lo que venimos haciendo por costumbre compromete la seguridad de los ciudadanos.
Los representantes que hundieron la iniciativa -dice otra versión- se habrían curado en salud. Tarde o temprano, podrían encontrarse en la situación del senador Merlano, "tomándose unos traguitos", desautorizando y humillando a un agente de policía que quiera cumplir con su obligación. Una pena más severa de cárcel sería una mancha oscura en sus hojas de vida y podría entorpecer sus aspiraciones a cargos de elección popular.
Los honorables representantes no aceptarán esta interpretación. Equivaldría a aceptar que legislaron en provecho propio. Pero, aceptando que no ha sido este el motivo secreto para atajar el tránsito de la iniciativa, los argumentos de Ortega y Navas son tan endebles que quedan dos interpretaciones posibles: una, que a nuestros legisladores les cuesta mucho vincular las malas costumbres con los delitos (pasa lo mismo con la corrupción administrativa) o que hay delitos "menores" que prefieren seguir aceptando como costumbres tolerables.
Una multa de cinco millones de pesos para quienes manejen borrachos es, en verdad, un argumento disuasivo menor para una infracción de consecuencias mayores, diría con razón el profesor Mockus. Pero más disuasivo sería quitar el beneficio de la casa por cárcel a los que causen muertes por manejar luego de ingerir bebidas alcohólicas: son un peligro público. Pero ambas sanciones fueron abortadas en la Cámara de Representantes.
Mientras leía la noticia, pensaba que la sanción moral y social que ahora se está imponiendo al senador Merlano por su humillante altanería debería ser también aplicada a los honorables que hundieron este proyecto de ley.
Si estas sanciones van a ser contempladas en la "ley de pequeñas causas", como deja entender el representante del Polo, se aceptaría la negativa de su voto. Pero no va a ser así. Costumbre y delito se acostarán en la misma cama y se arroparán con la cobija de la impunidad.
OSCAR COLLAZOS EN DE OTROS MUNDOS
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